Imaginad la situación siguiente. Tenemos dos personas, Ana y Pepe, que tienen que decidir cómo se reparten $100. El método escogido para decidir qué le corresponde a cada uno es una negociación un poco acelerada: Ana propone un reparto del dinero, y Pepe decide si acepta la propuesta o no. Si Pepe acepta, el dinero es repartido según la propuesta de Ana; si Pepe dice no, ninguno de los dos recibe nada. La pregunta obvia en este caso es: ¿Qué propuesta debe hacer Ana, y qué reación conviene a Pepe?
La respuesta para Pepe es en teoría bastante sencilla: si Ana le está dando algo de dinero, no importa la cantidad, siempre estará mejor diciendo que sí a la propuesta que diciendo que no. Aún cuando Ana le ofrece un cochino dólar, con una respuesta afirmativa está ganando dinero. Ana no es tonta; sabe que basta darle algo a Pepe para mejorar su situación inicial, así que lo racional para ella será proponer $99 a $1, y aprovechar la situación.
Esa es la estrategia más
racional, si miramos el problema desde un punto de vista puramente economicista. El problema es que cuando este juego (juego del ultimatum) es puesto a prueba de forma experimental, Ana y Pepe parecen ser un poco menos racionales. En el mundo real la mayoría de Pepes ahí fuera no tienen el más mínimo problema en decir que no a propuestas de 99-1 de forma consistente (sobre un 80% de los casos), y no acostumbran a aceptar ofertas hasta que no reciben ofertas más o menos justas (un 20% o más) en el reparto. Parece que al tomar decisiones económicas, la mayoría de gente no sólo se centra en motivos puramente racionales, sino que exigen también un cierto nivel de justicia en la toma de decisiones.
Repasando la accidentada aprobación del plan de rescate financiero esta semana, una de las cosas que más me ha sorprendido es la torpeza de la administración al vender la idea, ignorando las lecciones de este pequeño juego. El plan era necesario,
pero Paulson nunca se paró a explicar por qué el rescate financiero iba más allá de ser un regalo de 700.000 millones a Wall Street; el reparto no era en ningún caso 99-1 respecto al resto de la economía, pero el plan presentado no incluía garantías explícitas que hablaran de un reparto más justo. El resultado fue un plan tremendamente impopular, que se estrelló con poco ceremonia en un Congreso escéptico.
El plan finalmente ha pasado, con el añadido de toneladas de regalos fiscales y medidas más o menos populistas. Lo que parece obvio, sin embargo, es que los políticos americanos no pueden pretender ya que cualquier «regalo» o programa que favorezca a los ricos, dándo por sentado que los votantes están dispuestos a aceptar repartos injustos. La economía va mal, y los votantes se están tomando esto en serio. Quizás Estados Unidos está cambiando realmente.
Desde que EE.UU. tiene semejante déficit democrático, con un sistema que sólo permite el bipartidismo, aceptando las donaciones de empresas para las campañas presidenciales… Creo que está bastante claro que las empresas serán siempre las que controlen el cotarro en última instancia. Unas se beneficiarán con los republicanos en el poder, otras con los demócratas. Pero, ¿realmente lo que los americanos elijan en las urnas (republicano o demócrata, sí o sí) puede tener un impacto global en la manera en que está repartido el poder y el dinero? Yo creo que no.
Si lo tiene.
Te daré un ejemplo: Larry Bartels tiene un gráfico excelente en un estudio suyo, que muestra la evolución del nivel de desigualdad entre ricos y pobres en EUA desde la II GM. Del 2000 al 2008 aumenta; 92 al 2000 disminuye, 80 al 92 aumenta, 76 al 80 disminuye y el patrón sigue de ese modo en todo el estudio.
Cuando el presidente es demócrata, el país se hace más igualitario. La política cuenta, y mucho.
¿Valdía lo mismo para PP y PCHOE, o ha pasado muy poco tiempo y ha habido poca alternacia?
Porque con doña Espe haciendo de quinto jinete nos vamos a reír todos.
No obstante, Baobab tiene su parte de razón.
Porque una reforma tan obvia en Europa como la de la cobertura sanitaria universal está todavía muy lejos de ser realidad en ese país. Y es que esa separación de poderes que tanto deleita a los neoliberales conlleva la inacción política. Es decir, las iniciativas políticas del legislativo suelen acabar vetadas por el presidente. Y las del ejecutivo, acaban siendo desvirtuadas por el legislativo. Por tanto, no se hace casi nada. Al final quien gobierna es el mercado, el Capital, y la soberanía de los ciudadanos, poco más que una ilusión y palabras rimbombantes.
es que esa separación de poderes que tanto deleita a los neoliberales
Y yo pensando que la división de poderes era una base primordial para que se pueda hablar de sistema democrático y de Estado de Derecho, desde Montesquieu y por ahí…
Pues no, es una cosa de snobs neoultramega(añádanseMásEpítetos)liberales…
quien gobierna es el mercado, el Capital, y la soberanía de los ciudadanos, poco más que una ilusión y palabras rimbombantes
Vamos, que el mercado, que es la libre interacción de demandantes y oferentes, está mal y es el Capitallllll (uhh, miedo!), pero que el Ejecutivo (que un indocumentado, un Bush o ZP cualquiera) maneje TU dinero a SU antojo, eso está de puta madre.
Ah, pues vale…
Ian Curtis. Indudablemente me he debido explicar mal: por supuesto que la división de poderes es uno de los principios de la democracia. Pero de poco sirve ésta si es inoperativa. Hay divisiones y divisiones. La de USA lo es en tal grado que sus gobernantes al final no gobiernan. Porque no pueden. Cuatro años perdidos.
El ejecutivo puede estar en manos de un Bush o un ZP cualquiera, sí, pero en todo caso por alguien que ha sido elegido por las urnas y puede no ser reelegido por esas mismas urnas. Lo que no tiene sentido es que un tipo sea elegido para que ejecutar un programa previamente expuesto en su campaña electoral y que luego se quede en intenciones porque hay otro poder (también elegido democráticamente) que lo impide sistemáticamente (con razón o sin ella).
Si al final ni el ejecutivo ni el legislativo consigue aprobar casi nada, ¿quién pierde? Pierde el pueblo, que ve como se incumplen las promesas electorales. Y ganan los poderes fácticos, los que
mayoritariamente controlan el capital, los que, con las inercias del mercado, cortan el bacalao, vamos.
Y eso, ya se sabe, es lo que pone a los neoliberales: el gobierno, lo más delgado posible, que deje hacer.
Que hay divisiones y divisiones? Sí, las de verdad y las de mentira. La de España podemos convenir todo el mundo que es de las segundas: el legislativo (con sistema de listas cerradas, pero ésa es otra historia y me desviaría demasiado) elige al ejecutivo y entre los dos eligen al judicial. 3 poderes? Yo sólo veo uno. EE.UU. sí tiene verdadera división de poderes, y ese sistema puede sorprender aquí, pero (a su manera) funciona. Y no se bloquea tanto como se pueda creer. Se pueden hacer pactos y acuerdos, como en todos sitios y ya está (o tener la mayoría en legislativo y ejecutivo, eso también ayuda… xD).
Y la democracia, para las cosas que se deban regir por ella, está muy bien, pero mejor está que la gente no tenga un representante que decida por ella, sino que pueda decidir ella misma, en todo cuanto sea posible.
(me refiero al libre mercado, no a la democracia directa; por si acaso)
En USA su división de poderes, división de verdad como usted, Ian Curtis, afirma, no da lugar a tantos pactos y acuerdos como en otras partes, y la consecuencia es en mayor o menor medida el desgobierno, la desregulación. Y las víctimas de todo esto, la propia población que padece las consecuencias de la creciente desigualdad económica y las inercias del mercado.
Ni siquiera son capaces de aprobar una cobertura universal sanitaria, lo que en un país de la OCDE es para que se les caiga la cara de vergüenza.
¿Y por qué no se aprueba tal medida básica? Porque al final quien manda no es el pueblo con sus mayorías, sino el Capital, el dinero, quien más dinero tiene, quien más presiona por sus intereses económicos, a través en muchos casos de los lobbys, a los representantes políticos, convirtiéndolos en meros traidores electos; traidores porque traicionan los intereses de la población en favor de los intereses del Capital.
Todo esto lo propicia como anillo al dedo esa
separación de poderes que usted tanto parece admirar.