Por aquí comento a menudo que lo que hace de la democracia un sistema político eficiente no es el hecho que el pueblo participe, si no el hecho que se pueda castigar a los incompetentes. El votante medio es probable que no tenga tiempo ni capacidad de evaluar un programa electoral sobre el papel (que la verdad puede que el candidato no cumpla), pero si puede ver con claridad cuando la economía va mal, el paro sube, y se caen puentes.

Es curioso ver como algunos políticos saben esto perfectamente, y de hecho se lo toman muy en serio. Leyendo la larga (y sorprendentemente agresiva, en el buen sentido) entrevista a Zapatero en el País, el hombre repite casi punto por punto esta idea. Cuando le preguntan sobre el desastre electoral en la
comunidad de Madrid, la reacción no es una retirada defensiva, si no decir muy claro que hubo elecciones, se sacó mal resultado, y quienes tenían que ganarlas y no lo hicieron pagaron el pato. Un partido elige sus líderes para que ganen elecciones; cuando no lo hacen, el partido tiene la obligación de enviarles a casa.

De un tiempo a esta parte, el PSOE parece estar tomándose este afán castigador en serio, ciertamente. En vista de la abundancia de cadáveres políticos recientes y la evolución electoral del partido desde que empezaron a rodar cabezas (desde el día que entro Zapatero, básicamente) parece que la cosa está funcionando relativamente bien.

Es por eso que la salida de Rosa Díez, personaje que era un cadáver político ya desde hacía un temporada (con la caída de Redondo en Euskadi, vamos) me parece relativamente poco relevante. Las cosas para el PSE no han dejado de mejorar desde que la línea dura antinacionalista de Díez y Terreros cayó en desgracia, así que no creo que su
salida tenga efectos relevantes.

¿Por qué Díez se ha ido ahora, y no antes? En contra de lo que dicen los más cínicos, no creo que sea por su amor al cargo público y su acta de eurodiputada. Uno no es político constitucionalista en el país vasco a la ligera; una aburrida estancia en Bruselas no compensa los dolores de cabeza. Es bastante más problable que Díez se haya quedado en el PSE pegando gritos durante tanto tiempo más por afán de protagonismo y ganas de cambiar las cosas que otra cosa. En contra de lo que pueda parecer, estas dos cosas no son en absoluto contradictorias. Veamos.

Desde hace bastante años, Díez andaba bastante lejos del círculo dirigente del PSE. No tenía peso real entre los jefes del partido, no tomaba decisiones y sus ideas no eran comparartidas por la ejecutiva. El hecho de ser organizativamente un cero a la izquierda, sin embargo, no quiere decir que no puedas tener
influencia
; y más en un lugar como el País Vasco.

Los votantes tienden a desconfiar de los partidos que estan divididos internamente. Sea porque no se fían de su capacidad de gobierno, sea porque creen que son demasiado inconsistentes, las guerrillas internas no son vistas con buenos ojos en las encuestas; los votantes parecen no apreciar el debate, o no confían demasiado en quienes debaten demasiado. En el PSE, Díez no era relevante en sentido formal, pero sí lo era en capacidad de ser escuchada. Gracias a una amplia constelación de medios conservadores encantados de poner un micro a todo aquel que brame contra el malvado nacionalismo, un político disidente en el PSE puede lanzar pedradas hacia sus jefes de forma muy efectiva.

Y oye, no veas lo que le gusta a Díez tener un microfono, y más si su notoriedad le daba influencia. Cada crítica, cada ida de tarro en la Cope de Díez ponía a los dirigentes del PSE en una disyuntiva: ¿debemos desautorizarla y que los votantes crean que
estamos todos a tortas, o debemos tratar de hacer equilibrios para que no suene tan disonante?. En otras palabras, un «disidente» adicto a la publicidad tiene capacidad de condicionar, en cierto modo, las acciones de la mayoría.

El problema para Díez, sin embargo, es que esta táctica tiene fecha de caducidad. Uno puede ser el rebelde disidente de un partido durante una determinada cantidad de tiempo; según pasan los meses, la audiencia empecerá a verte cada vez menos como un miembro del partido y más como alguien que grita desde la puerta. Con el tiempo, el hecho que alguien clame desastre y diga que el partido se estrella si no le hacen caso empieza a dejar de ser noticia, y más cuando de hecho el partido parece tener cada vez mejor salud en tu autonomía.

Es entonces cuando Díez se da cuenta que sus berridos son cada vez más inútiles, ya que de hecho son cada vez menos dañinos para su partido. Cuando ya no ha podido hacer más daño se ha ido, y ha hecho bien. Díez ha sido consecuente
con sus ideas, y racional tratando de defenderlas; y sí, eso ha implicado abofetear a su antiguo partido tanto como ha podido antes de marcharse. Queda por ver si es ético tratar de subvertir una organización en la que se está de forma voluntaria para defender una idea, pero lo cierto es que desde el punto de vista de efectividad política, ha hecho lo que le iba mejor.

Lo realmente surrealista, por cierto, es si la salida de Díez acaba haciendo más daño al partido que más le apreciaba (el PP) que al PSE. Por muy paranoico que suene Luis del Pino (y vamos, si alguien cree que el peñazo de Rosa Díez es una malvada maniobra monclovita, que se lo haga mirar) lo que dice tiene algo de razonable.


2 comentarios

  1. juan antonio dice:

    Rosa Diaz es lo que hace que no vote al PSOE, pues es la izquierda más pegada a la derecha, y eso es lamentable.

  2. X-PAX dice:

    Esta señora me parece bastante impresentable, pero mirando por algunos blogs todo hace pensar que tiene sus acólitos. La cuerda que parece tocar la fibra de la malloría de sus fans es la de «se rompe España». Y creo que tiene razón su «España se rompe» o más bien hay que decir que jamás a existido. Porqué todo Estado es un diálogo entre las partes que lo constituyen y esto siempre comporta tensiones, unas veces más que otras. Pero Díaz parece volver a un esencialismo estatal inexistente que ve amenazado, justo una de las veces que el govierno se ha planteado más sinceramente este diálogo entre partes.

    En fin, parece que hacer un Estado de todos y para todos no es una cosa fácil y que no todos están de acuerdo, especialmente a los que les gusta más el monólogo que el diálogo como le sucede a esa señora.

Comments are closed.