Hay algunos que disfrutan siendo los primeros. Tom Vilsack, el primer candidato entre los demócratas en anunciar que se presentaba a las primarias, es el primero en morder el polvo y anunciar su retirada. Según Vilsack, sencillamente no parecía que iba ser posible recaudar suficiente dinero para pagar una campaña electoral remotamente competitiva, así que mejor salir ahora y evitar un mal rato. El problema de fondo, sin embargo, la misma estructura del sistema americano para escoger candidatos.

El problema no es realmente el dinero. Aún cuando todos los analistas hablan de que un candidato debería recaudar unos 25 millones de dólares antes de junio para ser remotamente competitivo, el problema no es tanto la falta potencial de recursos como la dinámica del debate público en sí. Para recaudar
fondos, el primer paso necesario es ser un candidato creíble; nadie te va a dar un duro si no tienes una posibilidad real de ganar las elecciones, o al menos afectar el debate lo suficiente como para forzar a los otros candidatos a tenerte en cuenta. Para poder hacer cualquiera de las dos cosas, un candidato necesita que alguien le escuche de vez en cuando, y eso implica que los medios de comunicación se paren a preguntarte cosas en algun momento. Esto, en el caso de Vilsack, obviamente no ha sucedido.

En las primarias demócratas, los medios parecen haber decidido centrarse en cubrir dos candidatos y un adorable actor secundario (Edwards), y sencillamente haber dejado de lado el resto. Los tres sujetos en cuestión suman 16 años de experiencia a nivel nacional, todos en el Senado. Sólo Hillary Clinton podría presumir de tener algo de experiencia ejecutiva como primera dama, aunque que yo recuerde nunca paso de presidir comités consultivos. En contraposición, uno de los candidatos ignorados (Joe
Biden) tiene más del doble de su experiencia (35 años) en el Senado que los tres favoritos de los medios juntos.

El problema es que no es el único. Chris Dodd lleva 27 años en el Senado; Bill Richardson lleva 25 años en política, incluyendo puestos ejecutivos como gobernador y secretario de energía, y una extensísima experiencia internacional; incluso Denis Kucinich con sus 13 años en el Congreso y su tumultuoso paso por la alcaldía de Cleveland tiene más experiencia que cualquiera de los favoritos. Vilsack no era ni de lejos el más cualificado de los candidatos, pero sólo con sus ocho años de gobernador de un estado ha estado más años en un cargo electo que Obama, Clinton o Edwards.

¿Qué criterio siguen los medios para decidir quién merece la pena cubrir? La explicación que dan los periodistas es que ellos sólo siguen lo que dicen las encuestas, y dan sus micrófonos a quien parece que interesa más al público. El argumento, sin embargo, es patéticamente espúreo; Obama atrae mejores
cifras en los sondeos por ser más conocido que Biden, Richardson o Dodd, pero parece indudable que ese plus por famoseo no ha sido generado por largos años de servicio y probada experiencia, si no por su innegable magnetismo mediático.

Es evidente que Obama es el sueño de cualquier periodista: carismático hasta decir basta, una cierta imagen de «outsider» y no partir como favorito, un mensaje cargado de buenismo que hace que Zapatero suene como Nietszche, y su color de piel (faltaría) son los ingredientes básicos de una buena historia. El problema es que el hecho que sea una narrativa estupenda no implica que merezca tanta atención, o se le dé tanta importancia a su candidatura a presidente, cuando parece bastante evidente que no es ni de lejos el candidato con las mejores credenciales para el puesto. El caso de Hillary es prácticamente idéntico, con una bonita narrativa de primera mujer presidente, y adolece exáctamente de los mismos defectos que la de su rival.

La pregunta que deben
hacerse los medios al dar las noticias no es el buscar una buena historia, es hablar de aquello que resulta relevante. En el caso de los medios americanos, parecen haberse emperrado de forma colectiva en hacer relevante la narrativa, sin pararse a pensar que se trata de escoger al mejor presidente, no al mejor protagonista de una novela. Con estos mimbres, el sistema de primarias no hace más que seleccionar bonitos cuentos de hadas, no buenos candidatos, y así les van las cosas.

Por cierto, aún con esta crítica, debo decir que Obama me parece un candidato sólido; la experiencia en un cargo como el de Presidente no es el único factor decisivo. A fin de cuentas, algunos de los mejores hombres para el cargo no tenían casi ninguna (Lincoln, Kennedy), y las cosas salieron bien. Lo triste de la situación sin embargo es que en Estados Unidos políticos como Jose María Aznar o Romano Prodi, más que competentes y notoriamente aburridos, nunca estarán cerca de la presidencia.


Un comentario

  1. Juan Corrales dice:

    Una anotación (Muy tarde, pero acabo de leerlo); Kennedy SI tenia una bastante experiencia politica: 8 años como miembro de la camara de representantes, 6 años como senador, premio Pullitzer y presidente de una comisión. Tampoco es que fuera una carrera politica descomunal, pero es más que Obama o Clinton…

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