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Falta más de un año y medio para las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos (4 de Noviembre del 2008), pero la campaña electoral ya parece haber empezado. Con la popularidad de Bush en un auténtico cráter y el presidente siendo ignorado prácticamente por todos, ambos partidos están calentando ya motores para las elecciones primarias y elegir sus candidatos. No importa que no haya nada que votar hasta enero del año que viene; es hora de empezar a conseguir dinero, preparar estrategias, y darse a conocer todo lo posible entre los activistas.
Como el sistema es la verdad bastante confuso y la inmensa mayoría de los candidatos son desconocidos en España, trataré de ahorrar al respetable el sufrimiento de seguir el circo a través
de la horrenda cobertura de la prensa hispánica y aclarar un poco las cosas.
Empezaremos señalando, primero de todo, lo inusual de estas elecciones. Por primera vez en 80 años los dos partidos deben escoger candidato; rota la tradición de que uno de ellos presenta al vicepresidente de la administración saliente, tendremos primarias a izquierda y derecha. Explicar el sistema de votación, la verdad, no es en absoluto sencillo; las leyes que regulan las primarias cambian de estado a estado, incluso a niveles tan esenciales como quién puede votar (hay estados que dejan votar a no-militantes, por ejemplo). Más allá de eso, el orden en que los estados votan no tiene de hecho ningún orden lógico; Iowa es tradicionalmente el primer estado en escoger delegados para la convención de cada partido (el «congreso» o «colegio electoral», digamos) usando el bizarro mecanismo de caucus, seguido por New Hampshire que es
primero en tener una votación.
Eso lleva a ciertos resultados ciertamente extraños. Para empezar, estos dos minúsculos territorios tienen un peso desproporcionado en la carrera electoral, especialmente New Hampshire; la cobertura mediática y los recursos usados por los candidatos en esas votaciones es enorme. Eso conlleva que en los próximos 13 meses, ambos estados van a recibir un auténtico bombardeo de visitas de políticos, anuncios, y encuestas, aparte de tener la mayor concentración de politólogos del país, de calle. Los candidatos buscan como locos atraer la atención ya desde el principio, dominando la agenda y la atención de la prensa, así que en muchísimas ocasiones el electorado de estados grandes (pero que votan tarde) no tienen absolutamente nada que decidir cuando les toca a ellos.
Por añadido, este sistema tiene tendencia a dar sorpresas mayúsculas en carreras presidenciales. Un tipo hábil y carismático, pero casi desconocido, entrando en campaña cuando parece que el
presidente es invencible tras ganar una guerra, puede darse a conocer con unas cuantas victorias tempranas y llegar a la Casa Blanca; Clinton, sin ir más lejos, pilló a todo Dios a contrapié en 1992.
Más allá de lo extraño del sistema electoral (otro ejemplo de como gobernar una superpotencia usando un sistema político rematadamente incómodo), el sistema de primarias provoca efectos colaterales curiosos. El más evidente es el hecho que los votantes en primarias son muy a menudo bastante distintos que el votante mediano; se interesan más por la política, tienen ideas más firmes, y votan en consecuencia.
Como resultado, los candidatos tienen que combinar primero mensajes que caigan bien a las bases para obtener la nominación, y después tratar de ser elegido por un electorado al que quizás no le haga gracia esa apelación a los extremos. Quizás decir que la sodomía es un crimen te dé votos en unas
primarias republicanas, pero buena suerte para llegar a la Casa Blanca tras soltar esas burradas, por ejemplo. Como se verá cuando hable de candidatos, este efecto marca intensamente la carrera electoral, y puede llevar a suicidios electorales prematuros.
A todo esto, una pregunta que me parece relevante, pero difícil de contestar, es la efectividad del sistema escogiendo candidatos competentes. El sistema de primarias tal como lo conocemos ahora es relativamente reciente; empieza a desarrollarse en 1912 y no se consolida como puramente basado en votos (y no un híbrido electoral / negociación entre aparatchiks hasta los años sesenta. A riesgo de parecer un poco demasiado valorativo, diría que la calidad media de los Presidentes americanos no ha sido precisamente estelar en las últimas cuatro décadas. Kennedy fue ciertamente brillante, pero no así Johnson, Nixon (inmensamente inteligente, pero un auténtico cabrón), Ford, Reagan (el hombre tenía Alzeimer,
por Dios), o Bush (ambos). Clinton, aún con sus errores, fue ciertamente competente, pero sin llegar a ser un auténtico grande.
¿Es un sistema mejor o peor que el las alternativas posibles? A decir verdad, estoy casi por decir que debido a su enorme, absurda complejidad, las primarias americanas tienen casi tanto de azar y circo como de elección democrática al uso. Un poco de sorteo ateniense pasado de vueltas, pero con más globos, dinero y confeti por medio. Indescifrables son los caminos del electorado, especialmente el que es difícil de someter a encuestas. En fin, es posible que mi amor por el parlamentarismo británico y sus elegantes tradiciones de claridad y sencillez electoral me pierda, pero aparte de fascinación, las primarias americanas me producen dolar de cabeza.
Mañana, si hay tiempo, empiezo un repasito de los candidatos relevantes para ambos partidos.
Hay mucho, mucho que contar. Seguiremos.
No estoy demasiado de acuerdo con eso de que las primarias tienen algo de azar. De hecho, la experiencia dice que tienen muy poco de azar. Hace falta muchísimo dinero y contactos para hacer campaña consecutivamente en estados tan alejados entre sí. El resultado, en primer lugar, es que los candidatos que no han demostrado cierta solvencia en las primeras primarias (Iowa, New Hampshire, South Carolina, etc) pierden casi cualquier posibilidad, al cerrarse el grifo del dinero (es lógico que los que contribuyen lo hagan a los caballos ganadores). Y en segundo lugar, que casi siempre gana el candidato del establishment, algo que ha pasado con el partido republicano desde hace más de 50 años (salvo Goldwater) y que se cumple menos en el demócrata, pero que también pasa.
La cuestion es que el «front runner», al menos a nivel de encuestas, no acostumbra a ganarlas. El hecho que alguien como Bush (radicalmente poco cualificado) ganara a McCain dice mucho de lo aleatorio del sistema. Y si, Bush era el candidato «oficialista», pero eso no contradice lo del azar, al menos en el sentido al que me referia: el electorado tiene mucho menos peso de lo que aparenta.
Los «inputs» son bastante claros, son los votos. La cuestion es que el sistema es mucho mas manipulable de lo que parece, y depende mucho mas de la suerte. El ejemplo de Roosvelt es muy bueno; igual que otras famosas catastrofes, como «el grito» de Dean o los presuntos hijos ilegitimos de McCain plantados por Karl Rove.
En el fondo estoy de acuerdo con lo que dices, vamos :-). Muy buenos comentarios.
Si finalmente la Unión Europea sigue a delante con la constitución, tal vez el lio electoral lo tengamos también aquí. En fin que escoger un presidente para 300 millones de personas es un cacao, nosotros ya vamos por casi 500 ni te digo!De momento ellos escogen y nosotros no.
Ciertamente, de azar tienen poco en ese sentido que apuntas, lasombra, y en cualquier otro, lo que no quita que sea un sistema ciertamente caótico, desequilibrado, y, en cierta medida, poco efectivo. Poco efectivo para el beneficio final de los ciudadanos (la obtención de un candidato «competente»), en el sentido que apuntabas en tu segundo comentario: el marketing político llevado al extremo. Si bien es cierto que dicha mediocridad, de la que tantísima gala hace Bush, es la que al fin y al cabo conecta con estos ciudadanos: frases simples, ideas concisas, idealtípicas, maniqueas. Así que sí, soy un déspota ilustrado, y considero que una gran parte de la ciudadanía occidental está, en cuestiones políticas, por civilizar. Yo no veo aleatoriedad, veo buena venta de producto. Y veo pequeñas cuitas de poder que han de mantenerse ciertamente ocultas en gran medida al darse en el seno de un partido (aunque no hay posible comparación con la disciplina de partido de aquí, más férrea al
menos en teoría) y que con sus pequeños escapes «involuntarios» hacia la opinión pública provocan situaciones electorales ciertamente curiosas ante un electorado que, pese a estar más politizado que el votante medio de las generales, no deja de consumir puro márketing (igual que un consumidor de Apple a priori tiene más interés por los ordenadores que el tipo medio que tiene Windows pero no por ello deja de consumir márketing). La teoría de los catch-all parties es que me pierde.
En cuanto a la valoración de los presidentes estadounidenses, ciertamente yo tampoco veo los logros considerables ni de Clinton, cuyo objetivo de «paz mundial» se quedó en agua de borrajas, ni de Kennedy, que murió demasiado pronto y a quien casi se le va de las manos el tema de los misiles (aunque al final lo arreglaron todo, y pudo ser muchísimo peor) y Cuba en general. Tampoco así el mandato de Johnson, cuya política en Vietnam fue lo suficientemente nefasta (aunque el no entrase, contribuyó al empantanamiento) como para
ensombrecer el avance en derechos civiles que yo ingenuamente tal vez creo que iba a producirse en una horquilla de 3-5 años (no más tarde del 70) estuviese de presidente quien estuviese, si no quería que le estallase en la cara otro problema más. Más importante en su mandato me parece el tema de derechos sociales que intentó avanzar en un país ciertamente liberal incluso durante los «años dorados» del Estado de Bienestar, si bien me temo que esto se hizo para compensar, en cierta forma, por el empantanamiento en Vietnam. Y sí, Nixon un cabrón, y Reagan, más que un viejo con alzheimer, el chico de la Guerra de las Galaxias y el primer neoliberal (palabrita de moda) con todas las letras. De Carter, sinceramente, nada sé. Sólo que tiene un Nobel, creo, pero bueno, Kissinger tiene otro…
Lo que sí sé es que, por su tono peliculero y caótico, las elecciones estadounidenses me entretienen sobremanera. Ni que decir tiene que «Primary colors» es una de mis pelis favoritas…
Buen post, y buenos
comentarios.
por que la gobernatura esta tan serrada…