Continuación de este artículo.

3.  Papandreu realmente está en una posición insostenible:

Esto no quiere decir que el gobierno griego tenga salidas fáciles. No las tiene. Un país normal metido en un desaguisado de este calibre puede declarar bancarrota, llevarse una tunda y comenzar de cero. Grecia, al no tener moneda propia, no puede hacer eso, o al menos no hacerlo sin dejar un cráter humeante al abandonar el euro.

Cuando Islandia declara suspensión de pagos, la financiación exterior desapareció de inmediato. Todos los bancos, sin excepción, se fueron a tomar por saco, y con ellos potencialmente todo el dinero de los ahorradores. Teniendo como tienen moneda propia, sin embargo, el banco central imprimió moneda a espuertas, cubrío parte del déficit y garantizó que los bancos pudieran dar dinero a quien lo quisiera, mientras dejaban que su divisa se devaluara salvajemente. Argentina en el último impago tenía moneda propia, pero bajo un tipo de cambio fijo; aunque pudo hacer lo mismo que Islandia,  tuvo que imponer draconianos controles de capitales (elcorralito siendo uno de ellos) para evitar el desastre. Ambos países se empobrecieron una barbaridad a corto, pero sobrevivieron. Grecia, sin embargo, no tiene estos lujos.

Un impago dentro del euro, sin un banco central dispuesto a ejercer de prestamista de último recurso, es un suicidio económico completo. No pueden devaluar. Los bancos cierran. El estado tiene que recortar su gasto de hoy para mañana un 40-50%. Todo el mundo pierde sus ahorros. El resto de gobiernos de la eurozona salvarían sus bancos, pero el estado griego poco menos que dejaría de existir. La alternativa, salir del euro y devaluar, es menos suicida, pero es igualmente aterradora: el país no tiene dinero físico, la fuga de capitales sería delirante, todos los bancos se irían a tomar por saco igualmente y los niveles de déficit del estado son tales que se meterían en una hiperinflación épica en poco tiempo. La caída del PIB del país sería cósmica, y en vista que su sector público hace que Argentina parezca eficiente, no quiero ni imaginarme el pitifosio que armarían camino al abismo.

No importa lo que hagan, los griegos ni tienen salidas fáciles ni dependen de si mismos. Si aceptan el rescate, se van a comer deflación durante años, una lenta agonía económica y la vaga esperanza que algún día el BCE entre en razón y se meta en una política monetaria verdaderamente expansiva. Si lo rechazan, pueden escoger entre suicidarse dentro del euro o fuera de él, pero se exponen a una catástrofe totalmente en solitario. El plan actual está destruyendo el país. No aceptar destruiría el país igual, dejando además un boquete enorme en la línea de flotación de la eurozona.

Papandreu, en este caso, ha tomado una decisión racional: amenazar con rechazar el rescate, dejando claro que su opinión pública parece estar perfectamente dispuesta a despeñarse bien acompañada. Es la única carta negociadora que le queda. Falta que el resto de la eurozona entienda el mensaje.

4. Qué sucederá ahora:

Merkel y Sarkozy (y el Banco Central Europeo, que es el actor más importante en este drama) tienen un ultimátum sobre la mesa: Grecia amenaza con cargarse la eurozona si no le dan una salida viable. Papandreu puede hacerlo; el pánico en los mercados y la escalada de los tipos de interés que paga Italia hoy han sido una señal bastante clara. Por mucho que Merkel diga que pueden pergueñar un cortafuegos a un impago griego con el último plan de rescate, todo el mundo sabe que sin la participación del BCE eso es inviable; es así de simple. Si el órdago de Papandreu fuerza la intervención del banco central, sin embargo,  Grecia puede tener una salida dolorosa pero no imposible a sus problemas, haciendo una quita de deuda ordenada dentro de la eurozona algo viable.

La decisión puede parecer sencilla (Merkel no creo que quiera destruir el mundo para demostrar lo dura que es), pero hay un pequeño problema: hay gente en el PASOK que parece tener síndrome de Estocolmo y quieren dejar a su Primer Ministro a la estacada, cargándose cualquier capacidad de negociación por falta de credibilidad en su nota de suicidio. La próxima vez que alguien diga que la disciplina de partido no sirve para nada, recordad esto, por cierto; es un ejemplo de libro sobre por qué es necesaria. Con ello, ni el BCE ni Merkel tienen que aceptar nada, a no ser que los mercados implosionen tan rápido que fuercen su mano antes de la caída de Papandreu.

Por descontado, siempre queda una aterradora posibilidad: Merkel es lo suficiente testaruda que prefiere destruir la economía del continente a permitir que un banco central mueva un dedo. Aún peor, puede que vea el ultimátum como una traición, y prefiera tomar represalias antes de ceder un palmo. Si eso es cierto, esperemos que en el BCE haya héroes. Y si no… que Dios nos pille confesados.

5. Todo lo dicho hasta ahora es a corto plazo:

Todas estas medidas de emergencia no son arreglos sostenibles a largo plazo, por cierto; el BCE puede rescatar el mundo del desastre, pero una eurozona donde todo Dios puede gastar sabiendo que el banco central te financiará el déficit no es viable. Una vez salgamos de esta (si salimos) es cuando hará falta hablar de unión fiscal, eurobonos, fondo de garantía de depositos europeo o un superestado federal serio. Sin eso, la eurozona no va a funcionar nunca.

Entre las soluciones a largo, por cierto, deberíamos incluir «echar a Grecia a patadas», aunque sea con alguna excusa absurda. Pero eso es otro tema.