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Gráfico: el nuevo espacio de competición política

20 May, 2016 - - @jorgegalindo

El cambio de la estructura de partidos que nos trajo el 20D es ya un lugar común en cualquier discusión sobre política. Gracias a la encuesta postelectoral del CIS aquí echamos un vistazo a la dimensión ideológica de este proceso. El otro gran eje predominante en España es el nacional. El CIS lo representa en una escala 1-5 que divide a los ciudadanos según el grado de centralización territorial deseada. Si juntamos ambas dimensiones, resulta un esbozo de la competición partidista.

competición

Nota: es importante subrayar que el uso de medias, aún siendo útil como resumen, introduce una cantidad nada desdeñable de incertidumbre. Además, el dato representa la posición de los votantes, que no tiene por qué estar perfectamente reflejada por los mismos partidos.

Lo primero que se observa es que la introducción de nuevas formaciones no ha cambiado apenas la correlación entre ambos ejes, vieja conocida de la política española. El grupo en torno a Podemos no conforma una candidatura conjunta para el 26J por casualidad. Sin embargo, En Comú Podem tiene una posición sustancialmente más extrema en la cuestión nacional. Como es natural si uno compite allá donde el eje está más desplazado (Catalunya). Pero esto también indica que, llegado el momento, la nueva plataforma de izquierdas no se librará de las contradicciones que asaltaron al dúo PSOE-PSC en su día.

El PSOE se encuentra en una situación muy centrada, cercana a la media de los votantes, pero al mismo tiempo cuenta con competición a ambos lados. A la izquierda, ya la hemos visto: y está realmente cerca. A la derecha, C’s

Ideología y preferencia de organización territorial no son las únicas preguntas de posición que hace el CIS en su postelectoral. La encuesta incluye otras, más específicas, que ofrecen información algo más detallada: más libertad vs. más seguridad; mejores servicios públicos vs. pagar menos impuestos; visión positiva o negativa de la inmigración. Resulta interesante comparar las preferencias medias en todas estas posiciones entre ellas, para observar si existen correlaciones.

posiciones

Hay mucha información contenida en estos gráficos. Desgranándola punto por punto:

  1. El espacio de opinión en los temas considerados es relativamente reducido, casi siempre cayendo del lado que podríamos definir como progresista, salvo en el dilema libertad-seguridad, donde el espectro se encuentra más centrado. Así, a pesar de la polarización aparente, el desacuerdo de fondo entre los votantes no es tan alto como podría parecer. O como se deduce del auto-posicionamiento ideológico (1-10). Esto sugiere dos posibilidades: la ideología se define por dimensiones no incluidas en la presente encuesta; la dispersión ideológica tiene un componente partidista.
  2. La correlación entre temas no necesariamente relacionados entre sí es considerable, apuntando en la dirección de las hipótesis que agudamente avanzó Víctor Lapuente en Piedras de Papel y EL PAIS.
  3. El grupo en torno a Podemos tiene posiciones muy similares, lo que refuerza la lógica de la candidatura conjunta.
  4. De manera más sorprendente, los votantes de C’s y el PSOE se mueven en un espacio parejo. Siempre dentro del margen de error que supone el uso de medias, los de C’s son incluso más progresistas que los socialistas en inmigración y servicios públicos. Esto es probablemente un efecto de edad y nivel educativo, pero da un poco igual a qué se deba. La diferencia es mucho mayor en el eje nacional (que sí es sustantivo) y en el ideológico, sugiriendo de nuevo que existe otro tipo de desacuerdos entre ambos grupos, o quizás apuntando a la importancia de la afiliación partidista.
  5. El PP se encuentra en todos los extremos conservadores posibles, de manera bastante destacada. Cada vez que alguien se pregunte por qué un 25%-30% de los votantes sigue confiando en los populares a pesar de la corrupción, recordemos estos gráficos: sencillamente, se encuentra un espacio que nadie más ocupa.


16 comentarios

  1. Gerion dice:

    Por tanto, la mejor manera de atacar a la derecha es, sencillamente, permitir que las diferentes opciones de derecha puedan expresarse libremente. Así se conseguiría que varias corrientes englobadas en el PP, que no pueden expresarse libremente por miedo a represalias, puedan presentarse y publicitarse como opciones válidas.
    Pero hay mucha gente aquí que si se enterase de que el vecino es franquista, le pincharía las ruedas del coche. Viva la libertad de expresión.

  2. Minded dice:

    A saber qué entiende cada quisque cuando le preguntan si es de izquierdas o de derechas.

    Y lo mismo cuando se plantea la dicotomía entre libertad y seguridad. Un ultraliberal se considerará totalmente a favor de la libertad, claro. Un podemita, no sé qué se considerará, pero viendo que muchas de sus medidas consisten en «Todo está prohibido, salvo lo que es obligatorio», puede pensar lo que se le antoje.

    • Agustín dice:

      Como profesor de secundaria constato la dificultad de definir y diferenciar las ideologías políticas. Me apunto al análisis de Víctor Lapuente. Yo hago pequeñas encuestas entre mis alumnos de bachillerato en http://alumnosdeagus.blogspot.com.es , como se ve con ayuda de este blog, que me resulta muy útil. Gracias.
      Dependiendo del grupo y del curso, suelo llevarme decepciones respecto a la posibilidad de autocrítica de chavales que muchas veces ya vienen con la lección aprendida de casa.

  3. EB dice:

    No he podido entender qué pretende Jorge con su análisis estadístico que no pasa de simple correlación. Si uno entiende la política como un negocio cualquiera, entonces los partidos son empresas que en las democracias constitucionales ofrecen servicios de representación a los ciudadanos que demandan representación en la gestión del estado-nación (o cualquier nivel sub o supra nacional de gobierno). En cualquier mercado, los oferentes tratan de satisfacer la demanda y para eso tienen que estar atentos a los cambios en el nivel y composición de la demanda. En el mercado de la política, como en algunos otros mercados, los oferentes cuentan con la ventaja de que la única manera de saber el valor de sus servicios es comprándolos (a veces ni siquiera la compra es suficiente para saber esa calidad). Además, y a diferencia de lo que ocurre en mercados de representación de clientes en otros asuntos (por ejemplo, en asuntos judiciales), el éxito de los partidos en cuanto representantes depende fundamentalmente del número total de representados o sea del tamaño del colectivo representado (en cualquier negocio, el éxito del oferente depende del número de clientes satisfechos pero de manera individual y por eso en economía se habla mucho de tamaño o escala del mercado). Por último, el mercado de la representación política también se diferencia por su “obligatoriedad” en el sentido de que alguien debe ser elegido para gobernar y si otros no se presentan siempre habrá alguien dispuesto a “sacrificarse” (normalmente el problema es que hay muchos que quieren “sacrificarse” por el país). Sí, uno puede sacar provecho de las similitudes de la política con otros negocios, pero no puede ignorar las diferencias.

    En el análisis de la demanda por cualquier bien o servicio podemos caracterizar a los demandantes por varias dimensiones, no una sola. En el análisis económico el énfasis se pone en cuánto cada demandante está dispuesto a sacrificar para conseguir distintas cantidades del bien o servicio demandado porque es algo común a todo intercambio voluntario. En política, ese factor parece no ser importante porque en la elección de un representante cualquier ciudadano sacrifica poco, muy poco, lo que se asocia al hecho de que su voto poco o nada cuenta en esa elección –esto es, si mi voto no tiene valor para qué sacrificar algo. Esa idea es errónea porque cualquier ciudadano sabe –o mejor dicho, debiera saber– que el representante elegido luego tomará decisiones que sí pueden afectarlo, punto que es destacado en el análisis de la importancia de grupos de interés común (por ejemplo, los sindicatos) en la elección de representantes y la gestión de los representantes elegidos. Así, no extraña que estos grupos sí estén dispuestos a sacrificar algo, quizás mucho, para influir en la elección de los representantes. Pero ese es un primer paso en el análisis de la demanda porque los oferentes en cualquier mercado, especialmente en el mercado de la política, quieren saber más sobre la demanda por sus bienes y servicios, en particular sobre los determinantes últimos del valor de estos bienes y servicios para los demandantes (sí, en muchos mercados, el precio es información necesaria pero no suficiente para entender ese valor). El conocimiento de estos determinantes ayuda a los oferentes a competir por demandantes y en algunos mercados, especialmente la política, a manipular la información sobre la calidad del bien o servicio ofrecido. Cada determinante relevante corresponde a una dimensión que los oferentes querrían conocer.

    Supongamos un país donde varios partidos políticos compiten y gastan en entender el electorado, tanto en lo que dice relación con su decisión de participar como con su decisión por votar por uno de los partidos. ¿Cuáles son las dimensiones relevantes para entender el electorado? Supongamos que el costo de participar y votar por un partido es muy bajo y por esto lo ignoramos, pero una gran mayoría sí está preocupada del costo que podría imponerles cada uno de los partidos en caso de gobernar como también del beneficio que podría obtener de cada partido si gobierna. Cada elector sabe que individualmente ese costo y ese beneficio dependen de su decisión de participar y votar pero en un grado mínimo, de manera que no sorprende si muchos electores son indiferentes entre algunos de los partidos. El problema de cada elector es identificar si hay partidos que sí quiere que ganen o sí quiere que pierdan, aunque su contribución al resultado electoral sea ínfimo. Por definición, cuanto mayor es la conformidad (= aceptación) del electorado con el estatus quo, mayor la probabilidad que los electores rechacen partidos que propongan cambios radicales y por lo tanto cualquier partido o facción radical tendrá que hacer una campaña previa contra esa conformidad o limitar su mensaje a beneficios secundarios en caso de gobernar. Si un “asesor, experto en opinión pública” acepta ese planteo, entonces su problema principal es entender el grado de conformidad del electorado con el estatus quo, algo que jamás tiene o tendrá respuesta fácil, es decir, que jamás podrá resolverse recurriendo a una sola dimensión bien definida y medible. Entre las varias dimensiones que el “asesor” puede considerar, la más simple es la edad de los electores porque se puede suponer que la conformidad de los jóvenes estará determinada por su percepción de las oportunidades futuras implícitas en el estatus quo mientras que la conformidad de los viejos por su percepción de una herencia implícita en el estatus quo. El problema de esta dimensión es que a priori poco se puede suponer sobre la conformidad de la mayoría del electorado, esto es, del grupo intermedio. En todo caso, pareciera que la mejor opción para avanzar en ese entendimiento es profundizar el análisis de los criterios determinantes de la conformidad con el estatus quo a medida que las personas recorren sus ciclos de vida.

    ¿Qué papel podría jugar la ideología en ese entendimiento? Aparentemente en Europa más que en EEUU, los intelectuales-promotores de ideologías han tenido éxito en que algunos electores —nunca una mayoría— se identifiquen con una ideología y también que unos pocos partidos se identifiquen ocasionalmente con alguna ideología (ni siquiera el Partido Comunista se ha identificado con una ideología socialista pura en las democracias constitucionales y menos en las dictaduras totalitarias de los genocidas que se justificaron y se siguen justificando en un “socialismo a su medida y gusto”). Pero más allá de darle algún contenido serio a las varias ideologías (la simplificación en izquierda y derecha como extremos opuestos es grotesca y por eso en las encuestas se disfraza como si fuera una cuestión de intensidad en la adhesión a sus postulados), los largos tratados filosóficos sobre ideología pretenden ser útiles a políticos-predicadores del bien común en evaluar el estatus quo por su conformidad (= correspondencia) con el bien común predicado. Este bien, sin embargo, es parcial o totalmente ajeno a los criterios personales que determinan la conformidad (= aceptación) del estatus quo por muchos o pocos electores. Si hoy en cualquier democracia constitucional se intentara explicar la política recurriendo sólo a la ideología, se cometería un gravísimo error que no se corrige agregando arbitrariamente una segunda dimensión (por ejemplo, el grado de centralización deseada) ni tampoco detallando el contenido de la ideología por referencia a temas o cuestiones que preocupan a los electores.

  4. EB dice:

    Hoy, domingo 22, me he reído leyendo el nuevo editorial de El País

    http://elpais.com/elpais/2016/05/21/opinion/1463840986_163078.html

    Me lo estaba esperando. Sí, la denuncia de la polarización por los perdedores, por los agentes mediáticos del PSOE. Sí, España se está dividiendo alrededor del PP y UP, y el único consuelo que puede quedarle a los perdedores es que ni PP ni UP puedan formar gobierno luego del 26J y sea necesaria una tercera votación.

    En mi comentario anterior me refería a situaciones normales de conformidad (= aceptación) razonable del estatus quo, pero es obvio que como consecuencia de la crisis (diría por definición de crisis), desde 2010 cuando un grotesco Zapatero tuvo la oportunidad de hacer algo y se la farreó, se está en presencia de una baja aceptación del estatus quo. Esta baja conformidad es oportunidad para que radicales de todo tipo intenten vender sus recetas mágicas (sí, igual que en 1978-82, cuando PSOE prometió pero luego no cumplió porque sus líderes resultaron ser, como cabía esperar, tan falsos como cualquier Benito Craxi). Como bien dicen muchos izquierdistas en todo el mundo, nunca hay que desperdiciar la oportunidad de una baja conformidad con el estatus quo y hay que salir con las banderas del cambio —Sí, Se Puede— aunque el cambio prometido cause risa a cualquier persona que sepa algo de historia. La triste realidad es que la aparición de radicales con recetas mágicas lleva a un enfrentamiento con los partidos que se benefician del estatus quo, en España PP y PSOE. En el primer round del 20D, UP dejó en evidencia que PSOE no era rival sino un viejo agonizante que sólo puede defenderse en algunas comunidades y municipios, en particular Andalucía. Ahora, para el segundo round, UP ya consolidó una organización que parece seria excepto por su receta mágica (si forma gobierno, se olvidará de su receta y será el nuevo PSOE). Mientras tanto, las facciones internas de PP han seguido sus peleas pero Rajoy tiene por ahora el control y solo cabe la duda de si para asegurar su triunfo el 26J a último momento anunciará su renuncia en favor de alguien leal a él pero de buena imagen (si hubiera un tercer round, Rajoy tendrá que renunciar antes del inicio de la campaña).

    Algunos pensarán que la receta mágica de UP es seria porque Iglesias y sus camaradas fingen abrazar banderas tradicionales del socialismo puro (algo que sólo ha existido en algunos documentos circulados entre intelectuales para alimentar sus ilusiones de un mundo mejor). Pero no. Como algunos recordaron días atrás a propósito de 50 años del lanzamiento de la Revolución Cultural de Mao, el socialismo puro requiere cambiar la naturaleza humana al extremo de justificar el sacrificio de millones de humanos para lograr el beneficio de una humanidad mejor. Iglesias y sus camaradas quieren convertirse en el 1% más poderoso y rico al estilo Fidel pero en una España que sólo podría volver a crecer y ser rica si sucede un milagro en la economía global Y un milagro en la política española. 


  5. M. Oquendo dice:

    Una nota para Jorge Galindo.

    Hola, Jorge

    El eje Centralización/Descentralización es un eje semántico falso porque no refleja la división real del Electorado ni en España hay un debate verdadero sobre descentralización/descentralización.

    Este eje es, simplemente, la semántica elegida por el Nacionalismo y, como en tantas otras cosas, se ha caído en su trampa.

    España no es un Estado Descentralizado. Para comprobarlo solo hace falta saber qué es descentralización y qué no.

    España es un Estado Fragmentado: Esta es la simple realidad. De nuevo, para comprobarlo, basta repasar la Realidad Estatutaria y el campo abonado de los pactos Preconstitucionales.

    Y si la cuestión se plantease como realmente es Un Estado (que puede perfectamente estar descentralizado pero en el que el Poder está en el Estado) o Muchos Fragmentos imposibles de Coordinar ni de Gestionar porque el Poder reside en cada fragmento. Ante esto hay demasiadas zonas de Impotencia Estatal. Algunas incluso no están en el 148 ni en el 149 (Competencia Educativa, por ejemplo)

    Creo que si reflejamos la verdad entenderemos la realidad mucho mejor.

    Saludos

    • EB dice:

      Gracias Manu por elaborar sobre la dimensión adicional introducida por Jorge. Como dije en comentario anterior, no tiene justificación alguna y nada agrega al intento fallido de correlacionar ideología y partidos.

  6. EB dice:

    Recién leo el artículo de El País donde pretende informar sobre el resultado de la elección en Austria

    http://internacional.elpais.com/internacional/2016/05/22/actualidad/1463914210_060421.html

    El artículo es una muestra clara de la hipocresía del socialismo europeo en todas sus variantes. El mismo medio que ayer denunciaba la polarización en España hoy nos cuenta que en Austria –luego que los dos partidos que han gobernado desde postguerra han sido rechazados por el electorado– los votos están divididos en partes casi iguales entre un candidato rechazado por los socialistas europeos y que por eso hay que llamarlos Ultraderecha y un candidato que agruparía a todos los que se oponen a la ultraderecha pero que sería bueno porque es Verde.

    Sí, el artículo presenta eso que tanto gusta a los socialistas. Esto es, divide entre buenos y malos, los primeros etiquetados con cualquier palabra que motive a esa pequeña parte del electorado adoctrinada en alguna variante socialista y los segundos siempre etiquetados como Ultraderecha porque en momentos de baja conformidad con el estatus quo pretenden volver a algún pasado que no gusta a los socialistas. Hoy en ningún país el socialismo ofrece algo que pueda motivar a los adultos (sí a los jóvenes, en particular a los recién adoctrinados en las escuelas y universidades públicas, refugio de los intelectuales socialistas) y por eso debe centrar su mensaje en algo concreto que despierte el lado bueno de los humanos (por ejemplo, el amor a la Naturaleza promovido por los Verdes). El grueso del electorado adulto no se interesa por los mensajes falsos del socialismo y sí por su situación personal y en particular por los peligros a lo que haya logrado y por las oportunidades de mejoramiento personal (el gran fracaso del socialismo es que no ha podido cambiar la naturaleza humana y ahora los adultos mayores defienden los «derechos adquiridos» en los programas de bienestar social que los gobiernos socialistas promovieron en los últimos 70 años para acceder y gozar del poder).

    En España, la perspectiva de una división entre dos (= polarización) no se corresponde con la división Ultraderecha vs. Verde en Austria. A diferencia de Austria, en el inicio de la crisis había un gobierno socialista que nada hizo y dejó espacio para la formación de un «nuevo socialismo», al mismo tiempo que facilitó que PP volviera a gobernar. El problema del socialismo español viejo es que está muriendo como murió la DC y el SD en Italia y Austria, esto es, víctimas de sus éxitos en la reconstrucción de la postguerra, sus muchos fracasos luego de la reconstrucción y su corrupción. Hoy la división en España es entre PP (los socialistas viejos no se atreven a etiquetarlo como Ultraderecha porque saben que es el partido con mayoría relativa) y UP (el «nuevo socialismo» que es una vulgar copia del socialismo más viejo pero retomado por una generación joven que puede presentarse con «manos limpias»). El socialismo viejo español tiene claro que en Austria está a favor del Verde, pero no tiene claro si en España debe apoyar a PP o a UP (si apoya a PP puede alargar su agonía, si apoya a UP muere pronto).

  7. Luis dice:

    Si me permiten, un humilde consejo a los editores de Politikon. Ofrézcanle a EB escribir sus propios artículos en esta web. Creo que todos saldríamos ganando: él tendría un espacio específico para poder ilustrarnos con su vastísimo conocimiento no contaminado por la perniciosa socialdemocracia europea; y los lectores podríamos elegir si leer o no sus diatribas, sin vernos obligados a desbrozar sus aportaciones (constantes, en cualquier artículo y de considerables dimensiones) en el campo de los comentarios, repleto, por otro lado, de intervenciones interesantísimas.

    Gracias.

    Saludos.

    • Matv dice:

      Coincido contigo.
      Son unos comentarios tan largos que parecen artículos en si mismos. Creo que mata la dinámica de comentar/replicar, pero bueno… eso es mi opinion personal.
      Lo que me parece fuera de lugar es comentar noticias de «el país», usando la sección de comentarios como un foro.

  8. Moisés dice:

    Ya se lo han ofrecido, pero trolear es más divertido que bloguear. La verdad es que están logrando que yo (y probablemente otros) deje de leer los comentarios. No entiendo por qué no se puede banear al troll.

  9. HéctorPT dice:

    Jorge:

    Una pregunta de formato. Si los ejes son 1-10 y 1-5, ¿porqué en los gráficos comenzáis en el 0 en ambas coordenadas? ¿No lleva a error en la medida en que parte del gráfico es territorio vacío al no existir variables que pudieran rellenarlo?

    Héctor

  10. Francisco Bosch Sánchez dice:

    A pesar de que es verdad que sus comentarios son bastante largos y a veces off-topic, EB le da algo de diversidad a este solipsismo socialdemócrata que es este blog. Estaríais oyendo el mismo discurso cocinado mil veces. Hasta el profe de secundaria es un izquierdista confirmado que dice que sus alumnos son de derechas a pesar de que la encuesta indique que son de centro, y que el curso no les ha servido para nada (parece una sutil insinuación de que no ha conseguido adoctrinarlos a su credo). Cualquiera que solo leyera a estos politólogos se sorprendería de por qué la socialdemocracia no gobierna el mundo ya siempre: debe ser que Mordor y sus secuaces contaminan las mentes del electorado.

  11. EB dice:

    A los interesados en la diversidad cultural, les cuento que recién leo este post en NeG

    http://nadaesgratis.es/pedro-rey-biel/la-teoria-economica-frena-a-la-extrema-derecha-en-austria

    donde dos colegas economistas celebran que en Austria la «extrema derecha» perdió frente a un Verde, ex-socialdemócrata y ex-economista. El post no dice nada lo que hará Van der Bellen en el poder, seguramente porque ni él mismo sabe lo que hará, algo que no debe sorprender porque si recuerda algo de economía sabrá que lo conviene centrarse en el conjunto de alternativas probables y no sabrá sobre este conjunto hasta que haya tomado el poder. El post sólo plantea la pregunta de si ser economista podría ayudar en algo al político, pero los autores ignoran la amplia evidencia de que poco o nada ayuda. Podrían haberse fijado en la experiencia de Andreu Mas-Colell en Cataluña. Andreu, gran académico en EEUU, poco, muy poco, ha podido hacer para ayudar a Cataluña (más exactamente para salvarla). O en la experiencia de Oskar Lange, por lejos el académico de más prestigio que renunció a Economía para dedicarse a la política en su Polonia para implementar «la economía socialista de mercado» (no confundir con la «economía social de mercado» de los alemanes en la postguerra), aventura que terminó muy mal. En LA he conocido varios colegas académicos que se pasaron a la política y ninguno ha sido decisivo en algo positivo. Disponiendo de evidencia, causa risa que en otros posts de NeG los dos autores hayan insistido en que los juicios deben hacerse en base a la evidencia. Sí, todo vale en la lucha contra la «extrema derecha».

  12. EB dice:

    A los interesados en la diversidad cultural, les cuento que he concluido que hay en algo en común entre los dos grandes bandos en que se está dividiendo el electorado de las democracias constitucionales.

    Ese algo se resume en la palabra nostalgia. Unos –los etiquetados como derecha con tendencia fuerte a la ultra y la extrema derecha– sienten nostalgia por lo que fue y ya no es y quieren recuperarlo. Otros –los que se auto-etiquetan como los buenos por progresistas y liberadores de los oprimidos– sienten nostalgia por lo que creen que pudo haber sido y no fue, y aunque saben que nunca será prefieren insistir en la promesa del paraíso terrenal. La gracia de EEUU es que –mal que le pese a los buenos– está por delante del resto del mundo en marcar el camino: sí, Trump representa a los primeros, y Bernie a los segundos (Hillary representa la podredumbre del pasado que lucha contra la nostalgia de la gran mayoría).

    El problema con la nostalgia es que no es una buena manera de filtrar el pasado, es decir, de rescatar lo que puede ser útil para hacer frente al futuro. Y no sorprende que cuanto más incierto el futuro, más nostalgia. Pero cuanto más se mira para atrás, mayor la probabilidad de chocar.

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