Política

Negociaciones en la primera fase: Desconcierto y líneas rojas

4 May, 2016 - - @kanciller

A raíz de la repetición de las elecciones estamos escuchando dos tipos de mensajes prevalentes en los medios de comunicación. El primero es el catastrofista, el que dice que estamos ante un fracaso sin paliativo de nuestra clase política que se ha mostrado incapaz de llegar a acuerdos. El segundo es el de aquellos que dicen que desde el 20 de diciembre se sabía que íbamos a tener nuevas elecciones, que todo ha sido un teatro vacuo entre los líderes políticos. A mi juicio, si uno viene a dar alas de la anti-política el otro hace juicios de presentismo. Probablemente la mejor manera de poner ambas ideas en su sitio es intentar hacer memoria de cuatro meses que han parecido una eternidad. Una revisión que puede darnos pistas muy interesantes sobre el escenario que se puede abrir a partir del 26J.

0. Las dificultades objetivas para la formación de gobierno

La magnitud de un fracaso viene pareja al tamaño del reto y lo cierto es que, por diversas razones, jamás había sido tan complicado el formar gobierno en España por razones objetivas. Estos factores pueden agruparse en dos bloques principales.

De un lado están los elementos de carácter institucional en tres aspectos concretos. El primero es que España es un sistema de parlamentarismo positivo, es decir, que requiere un voto expreso de investidura al candidato a presidente del gobierno. Esta regla – aquí se desarrollan de manera maravillosa – es diferente de la que se da en otros países en los cuales la legislatura arranca aunque el gobierno puede caer fácilmente a los pocos meses. El segundo aspecto conecta con que la moción de censura en España sea constructiva en España – más en esta tesis – lo que genera que sea muy difícil tumbar a un gobierno aunque sea sistemáticamente derrotado en el Congreso siempre que no convoque elecciones. Finalmente, el Congreso de los Diputados es una institución débil, con comisiones poco financiadas y profesionalizadas, con pocas instituciones formales e informales que permitan fiscalizar los acuerdos a diferencia de países de centro y norte de Europa. La unión de estos tres elementos hace que los acuerdos sean en inicio complicados.

Sin embargo, dado que las instituciones y reglas han sido constantes desde 1978, es evidente que interactúan con una coyuntura de gran cambio político en diferentes frentes. El primero y evidente es la fragmentación electoral, que llega hasta un número de partidos superior a cualquier otro momento de nuestra historia reciente. Estamos hablando de que el PP hasta hoy ha tenido la mayoría más minoritaria de la historia, con 123 escaños. Es más, si uno mira al número efectivo de partidos hoy tenemos más que en las elecciones fundacionales de 1977 (5.1 del 20D frente a 4.5 de entonces).

A este hecho se suma que la fragmentación no ha sido un proceso gradual, sino que se ha debido a una súbita volatilidad electoral. Muchos votos han cambiado de manos en poco tiempo – casi el 34% de los votos a partidos sin representación parlamentaria. Por lo tanto, estamos en un contexto muy fluido. Es más, en esa tesitura ni el bloque PP-Cs (161) ni el PSOE-Ps-IU (163) se acercaron lo suficiente a la mayoría absoluta. Además todo sazonado por un actor relevante, Podemos, que tiene una plataforma anti-establishment polarizando cualquier dinámica de negociación  mientras que ERC y DiL (antes CiU), tradicionales actores que apuntalaban la gobernabilidad en el Congreso, tienen un mandato de ruptura con el Estado.

Elementos institucionales y específicos del 20D se han combinado generando una dinámica evidente: TODOS los actores han sido muy estratégicos, mirando tanto a la formación de gobierno como a la potencial reacción de sus votantes, dificultando cualquier negociación. Por lo tanto, no hay duda de que formar gobierno era una tarea compleja.

¿Qué puede implicar esto para el post-26J? Aunque lo institucional permanece inalterado, algunas cuestiones se pueden mover. De un lado, puede ser que alguno de los bloques se acerque a la absoluta, reduciendo el número de actores con poder de veto. Por el otro lado, dado que la volatilidad será menor, todos los partidos asumen que las cartas quedarían repartidas sin poder haber tercera elección. El sistema se mostraría como menos fluido y podría ser más sencillo formar gobierno en la siguiente ronda incluso con resultados no muy diferentes respecto al 20D.

Pero sabiendo de esas dificultades objetivas, empecemos a desgranar la primera fase de las negociaciones.

fase uno

1. Líneas rojas y el PSOE en su laberinto

La misma noche electoral si producen dos hechos significativos que tendrán implicaciones para todo el proceso de negociación. El primero es que Podemos se manifiesta encantado (sic) ante la posibilidad de que se repitan elecciones – o si se prefiere, que le ha faltado una semana de campaña y un debate. Ello le lleva a marcar la misma noche electoral cinco líneas rojas entre las que se encuentra la realización de un referéndum en Cataluña, la reforma del sistema electoral o recoger en la constitución los derechos sociales. Puede interpretarse que esta declaración de Podemos plantea empezar negociando duro, busca deshilachar internamente al PSOE (aún más), es una genuina señal de las preferencias (o todas ellas), pero lo que es evidente es que el referéndum sobrevolará todo el proceso. Una preferencia que es mucho más intensa en el Podemos en confluencia que en el resto de votantes de este partido.

Es importante recordar algo: el partido magmático que es Podemos tiene diferentes sensibilidades territoriales que no siempre están alineadas. Las confluencias se integran a cambio de tener grupo propio, Compromís gobierna con el PSPV en la Comunitat, En Marea piensa en las próximas elecciones gallegas, En Comú Podem tiene un contexto de ruptura independentista frente a sí (de modo que el derecho a decidir es central)… y ahora se puede sumar también Izquierda Unida. La alianza electoral entre estas sensibilidades es rentable electoralmente, de ahí que casi seguro se reedite, pero dista de ser un espacio asentado. Ni siquiera para negociar todas las líneas son igual de rojas para todos. Esto hace inevitable que tan pronto termine el largo ciclo electoral en el que estamos inmersos deban buscar una fórmula estable para institucionalizarse. No está claro que lo consigan sin cuitas internas.

Por su parte el PSOE con los resultados del 20D se ha convertido en el king-maker, un papel de centralidad que es su bendición y su condena. Puede bien facilitar un gobierno de gran coalición, un gobierno en minoría de PP-CS con su abstención o intentar formar gobierno. Sin embargo, lo más importante que ocurre es cómo la propia noche electoral Pedro Sánchez se adelanta (o provoca) al movimiento interno que intentará descabalgarle del PSOE los días siguientes sacando pecho por su resultado electoral. Esto generó importantes críticas de sus barones territoriales que lleva a que el Comité Federal de este partido que el mismo día 28 de diciembre, en la resolución de “Los Santos Inocentes”, establezca las líneas rojas de los pactos; ni con PP, ni con los independentistas ni con Podemos si insiste en el referéndum. No es novedoso decir que Pedro Sánchez tiene a la mayoría de los dirigentes territoriales en contra.

Dada esta división interna dentro del PSOE durante los meses siguientes se verá como hecho distintivo que Pedro Sánchez trence su calendario orgánico interno con el de la formación de gobierno de modo que, en caso de fracasar, pueda repetir como candidato el 26J. En ese sentido, sus jugadas parecen haber sido exitosas mientras ponía sordina a los críticos para llegar a la siguiente meta volante. Entre las múltiples estrategias de la dirección socialista estará que Pedro Sánchez acabe por recurrir a las bases del partido para validar cualquier acuerdo (como después certificará en el tenso Comité Federal del 30 de enero). Se trata de un recurso de manual para hacer bypass a los críticos del aparato.

En suma; la división del PSOE y la heterogeneidad en Podemos hace que el número de puntos de veto para cualquier coalición por la izquierda sea muchísimo mayor que el de la derecha. Nada apunta a que esto vaya a cambiar con las nuevas elecciones. Sin embargo, no es descabellado pensar que los socialistas volverán a un enfrentamiento abierto la misma noche del 26J, algo que ocurrirá casi al margen de los resultados que obtengan. Esto sus rivales lo saben.

2. Los grupos y las confluencias

Mientras que la mayoría de los medios de comunicación iban hablando de bebés en el hemiciclo, de largos juramentos y de diputados con rastas, cosasque por su novedad dejaron pintorescas imágenes, entre los días 13 y 14 se armó un acuerdo fundamental para el reparto de la mesa y la presidencia del Congreso. Dos eran las cuestiones fundamentales. La primera es el control de la presidencia del Congreso y el color político del mismo; algo clave porque es quien controla el calendario de la investidura. La segunda es la futura conformación de los grupos parlamentarios, que tiene relevancia por sus implicaciones en el funcionamiento de la cámara y, sobre todo, porque Podemos se ha comprometido a que sus coaliciones territoriales tendrán uno propio. Este último llega a ligar el destino de las negociaciones para formar gobierno a tener los cuatro grupos – aunque luego lo matiza más.

Las negociaciones culminan con la presidencia de Patxi Lopez, con mayoría de PP y Cs en la mesa – excluyendo a los nacionalistas de la misma – y con Podemos terminando en un solo grupo confederal fuera del gallinero – y eso que se exploraron algunas fórmulas de última hora incorporando a Izquierda Unida. Ciudadanos aprovecha para salir del K.O. de su pésima campaña electoral y apostar por su futuro leit-motiv, el pacto a tres. Sin embargo, lo más importante en ese momento es cómo el 19 de enero cuatro diputados de Compromís deciden salirse del grupo de Podemos para marcharse al mixto. Esto lo hace en virtud del pacto inicial de coalición por el cual si no era posible obtener un grupo propio deberían buscar voz propia. No haberlo hecho podría haber puesto en riesgo a ese mismo partido que, al fin y al cabo, es la coalición del Bloc, Iniciativa y Verds-Equo.

Cara a la nueva convocatoria electoral aún tenemos que saber si la fórmula de coalición de Podemos va a cambiar. Ya se sabe que con la forma del 20D conseguir los cuatro grupos es tarea imposible – fiarlo todo a la voluntad política es hacerse trampas al solitario. De recurrirse a las coaliciones pre-electorales en las que cada partido tenga su propia entidad jurídica Podemos debería hacer una retirada estratégica (no competir) en determinados territorios o bien darle entidad jurídica independiente a Podem e ir coaligados. Esto podría hacer que incluso siendo segundo en votos terminase como el tercer o cuarto grupo de la cámara. Además, obligaría a establecer mecanismos de coordinación horizontal entre ellos que seguirían haciendo complicada su gestión. De nuevo, la pluralidad de este espacio emerge.

Por último, si el próximo gobierno es débil – cosa que todavía no sabemos – es importante saber la composición de la mesa y de la presidencia del Congreso. Si nos vamos a un entorno más fragmentado es hora de prestar atención a estas cuestiones.

3. Juegos reales y vicepresidencias plenipotenciarias

El día 18 de enero se iniciaron las consultas del rey Felipe VI con los diferentes grupos políticos (de menor a mayor) hasta el viernes 22 de enero. Durante ese periodo se produjo la típica desinformación que asimilaba al Rey a un presidente de la República, como si el monarca pudiera dar la presidencia a quien considerase – aquí para despejar esas cuestiones. Sin embargo, durante este momento y hasta el golpe de efecto del 22 de enero se producen dos hitos que tienen implicaciones para las próximas elecciones.

El primero es el juego del gallina invertido de PP y PSOE para que el otro actor tome la iniciativa y pase primero a la investidura. Para eso los socialistas declaran que hay que respetar a la fuerza más votada, “los tiempo de la democracia”, y declinan moverse hasta que Mariano Rajoy no fracase en la investidura – y mientras intentan pacificar su partido. Si el PSOE hubiera tenido atados los números habría recibido mandato pero renuncia a la iniciativa. La jugada del candidato popular es cambiar de opinión en 48 horas y declarar que no piensa ir a una investidura que sabe seguro que va a perder, redescubriendo el parlamentarismo súbitamente y dejando al Rey con el papelón de hacer otra ronda (innecesaria) de audiencias. Este movimiento coge con el pie cambiado a la dirección socialista, enfadada, que confiaban en que fuera Rajoy quien activase el cronómetro de la disolución automática. Hasta tal punto están desconcertados que le piden a Rajoy que vaya a la investidura o que dimita.

El segundo giro inesperado de la trama es el mismo día 22 de enero, horas antes de que Rajoy declinara ir a la investidura, a la salida de la audiencia del Rey con Pablo Iglesias.  En rueda de prensa el candidato de Podemos le forma el gobierno a Sánchez apropiándose de la vicepresidencia y varias carteras ministeriales (Economía, Educación, Sanidad, Servicios Sociales, Defensa, Interior y la nueva de Plurinacionalidad). De paso, Alberto Garzón también pasa a tener su propio ministerio – todo con unas maneras de negociar que se pueden calificar de todo menos serias. Sin embargo, si excluimos el tema de las formas, lo interesante es que esta propuesta cambia las coordenadas del debate. Por fin está sobre la mesa la necesidad de no hablar sólo de políticas sino también de la forma del gobierno y las carteras de sus integrantes. El falso debate de políticas vs cargos deja paso a un elemento crucial que también saldrá varias veces en la negociación – incluso a Cs se le escapa en un momento dado: no es importante sólo el qué sino el con quién.

Por lo tanto, importante no olvidar cara a las nuevas negociaciones que ya se han roto dos tabúes. Por un lado, que como buen sistema parlamentario lo importante es quien suma escaños, no quien es la primera fuerza. El PSOE va a marcar un hito por esta vía. Por el otro lado, que el 27 J se volverá a hablar de si es preferible un gobierno en minoría o en coalición (sea minoritaria, sea sobredimensionada), convirtiendo en normal en España lo que es en el resto de países de nuestro entorno. Ya no es pecado sino condición necesaria que los nuevos partidos entren en el gobierno.

Algo de lo que se hablará mucho en la fase siguiente de las negociaciones; la fase del formateur.


18 comentarios

  1. Durruti77 dice:

    Estupendo artículo, me ha parecido un resumen muy bueno.

  2. José Antonio dice:

    Señor Simón,

    Cómo siempre sus análisis son interesantes de leer, pero estoy muy sorprendido con la afirmación personal que pone en cursiva al principio del artículo. Lleva usted diciéndonos durante meses que tengamos paciencia, que España sí tiene cultura de pactos (en las CCAA) y que en un sistema sin mayorías claras formar gobierno lleva su tiempo. Y ahora que los partidos no han sido lo suficientemente responsables como para responder al mandato constitucional, ¿usted dice que tratarlo como un fracaso da alas a la anti-politica y que hay que «poner esa idea en su sitio»? Como usted mismo ha dicho alguna vez, éste es el Parlamento que los ciudadanos quieren y los partidos deberían actuar en consecuencia. ¿No es acaso un fracaso a todas luces de sus líderes que tengamos que gastar el dinero en nuevos comicios? El liderazgo es una variable a tener en cuenta, y criticar algo con esperanzas de mejorarlo no es dar alas a la anti-política, sino más bien al contrario. Sólo una persona muy retrógrada preferiría mantener el disfuncional status quo por miedo a que críticas legítimas induzcan inestabilidad.

    Releyendo algunos de sus artículos pasados queda claro que usted esperaba que en algún momento se formara gobierno, y obviamente se ha equivocado. Y ahora critica a los que decían que esto pasaría desde un principio porque hacen «juicios de presentismo». Honestamente, creo que sus deseos de acertar le están llevando a hacer afirmaciones que no están fundamentadas sólo para justificar su error y deslegitimar el acierto de otros, algo muy impropio de un buen analista político como usted. Le invito a que se replantee cuáles son los motivos reales que le están llevando a escribir esta serie de artículos, porque su justificación en cursiva es muy pobre para lo que nos tiene acostumbrados. Me pregunto si su análisis no estará sesgado por el hecho de creer que algo así no era tan previsible como creía y aún así querer destacar.

    • Pablo Simón dice:

      Hola;

      Dado que lo único que le llama la atención es la cursiva (entiendo que en el artículo en sí no ve objeción alguna, lo que es buena cosa), voy a dar cumplida respuesta a sus inquietudes.

      1. “Lleva usted diciéndonos durante meses que tengamos paciencia, que España sí tiene cultura de pactos (en las CCAA) y que en un sistema sin mayorías claras formar gobierno lleva su tiempo.”

      Totalmente, y es evidente que cualquier acuerdo de gobierno tomaría tiempo – habría de ser en las últimas semanas. De igual modo, verá que sigo desterrando cualquier falacia culturalista. El no acuerdo no puede explicarse por falta de cultura ante la rica variedad de experiencias en otros contextos. No veo nada contradictorio con lo expuesto en la declaración del principio.

      2. “Y ahora que los partidos no han sido lo suficientemente responsables como para responder al mandato constitucional, ¿usted dice que tratarlo como un fracaso da alas a la anti-politica y que hay que “poner esa idea en su sitio”? Como usted mismo ha dicho alguna vez, éste es el Parlamento que los ciudadanos quieren y los partidos deberían actuar en consecuencia.”

      Como me habrá escuchado decir, la implicación más terrible de la repetición de elecciones es este auge de la anti-política y el desapego de la ciudadanía con sus representantes. Efectivamente, creo que esa implicación ya la detectamos en el último barómetro y la lectura de “fracaso colectivo” la refuerza. Sin embargo, creo que hay que matizar. A) La idea de que todos han sido igual de responsables no aclara las causas del fracaso y B) No todos han sido igual de responsables. Creo que ambos matices son relevantes cara a los nuevos comicios.

      3. ¿No es acaso un fracaso a todas luces de sus líderes que tengamos que gastar el dinero en nuevos comicios? El liderazgo es una variable a tener en cuenta, y criticar algo con esperanzas de mejorarlo no es dar alas a la anti-política, sino más bien al contrario. Sólo una persona muy retrógrada preferiría mantener el disfuncional status quo por miedo a que críticas legítimas induzcan inestabilidad.»

      El gasto en los nuevos comicios es para mi el menor de los problemas. Más grave es esa implicación actitudinal anterior y, si me apura, el coste de oportunidad de no tener gobierno. El liderazgo importa, sin lugar a dudas y verá que hablaré de ello a lo largo de estas entregas. Eso sí, probablemente importe tantos como los incentivos de los partidos, en los que centro mi atención.

      4. Releyendo algunos de sus artículos pasados queda claro que usted esperaba que en algún momento se formara gobierno, y obviamente se ha equivocado. Y ahora critica a los que decían que esto pasaría desde un principio porque hacen “juicios de presentismo”.

      Las probabilidades de formar gobierno no han sido las mismas a lo largo de estos cuatro meses, que es lo que si tiene algo de paciencia y espera a criticarme cuando termine las tres entregas trataré de mostrar. Es como pensar que no ha cambiado nada desde el 20D, hecho falso. Presentismo es considerar que porque la moneda ha caído cruz en un momento dado, esto era inevitable. En política, a mi juicio, todo es contingente. ¿Era inevitable el acuerdo en Cataluña? No lo creo, aunque fue lo que terminó ocurriendo. Algo parecido en el caso español. “Poner ambas ideas en su sitio” implica matizarlas, no negar que tengan algo de cierto.

      5. «Honestamente, creo que sus deseos de acertar le están llevando a hacer afirmaciones que no están fundamentadas sólo para justificar su error y deslegitimar el acierto de otros, algo muy impropio de un buen analista político como usted. Le invito a que se replantee cuáles son los motivos reales que le están llevando a escribir esta serie de artículos, porque su justificación en cursiva es muy pobre para lo que nos tiene acostumbrados.»

      Yo no estoy aquí para acertar o predecir, sino para intentar explicar. Es más, hay otras cuestiones más básicas en las que fallamos las previsiones (por ejemplo, la participación del 20D) y no he vuelto sobre ellas. Le invito a que busque algún momento en el que haya dicho que es segura la formación de gobierno en cualquier de mis apariciones públicas. De hecho, verá que en la segunda fase esta opción es más probable en la fase siguiente – y que descarrila de modo definitivo cuando el PSOE no ensancha la coalición en la fase tres, desde el 4 de marzo.

      6. Me pregunto si su análisis no estará sesgado por el hecho de creer que algo así no era tan previsible como creía y aún así querer destacar.

      Aquí lo resume muy bien. No es un sesgo, es rebelarse contra la idea de que porque el resultado haya sido finalmente este, hubiera sido inevitable. Lo de “aún así querer destacar” no lo he entendido, pero aquí lo interesante es las lecciones cara al 26J y ya van unas cuantas solo en esta entrega; seguirá habiendo mucho punto de veto en la izquierda, la volatilidad será menor, el PSOE casi seguro tendrá lío interno, los grupos es un tema a considerar y que la forma de gobierno (en coalición) volverá a estar sobre la mesa.

      Un saludo

  3. heathcliff dice:

    Un apunte con una idea de otro tipo:

    Los pactos, o su ausencia, se fraguan en clave de interés electoral. La cuestión, a mi ver, es que nadie en absoluto ha tenido el menor incentivo para abandonar su posición, lo que me lleva a pensar que todo el mundo vislumbra un glorioso leñazo económico en lotananza.

    Si alguien pensara realmente que nos encaminamos a una recuperación, y que los números mejorarán de veras en el futuro inmediato, no dudaría en capitalizar el momento a su favor, pero como nadie cree realmente en esa recuperación real, no hay quien quiera ponerse la medalla ni apuntarse el tanto. No, al menos, pagando un precio que podría resultar absurdo a cambio de lo que se va a obtener.

    Y por eso no hay Gobierno.

    Y por eso hay, incluso, quien piensa que no estaría de más que venciera el adversario:

    http://www.fraudefiscal.es/economia/port-que-una-parte-de-la-derecha-apoya-a-podemos/

    • Durruti77 dice:

      Pues creo que tienes parte de razón: leñazo económico a la vista no creo, pero parón de la recuperación y más ajustes seguro…
      Creo que también van por ahí los tiros de un gobierno de un «independiente»: alguien ya amortizado, que se coma el marrón que toca ahora y lo deje todo listo para el siguiente guapito de cara…
      Aunque si hubiera posibilidad de una mayoría fuerte que durara 4 años y capeara estos inicios tempestuosos no se lo pensarían.
      La única posibilidad de desbloqueo que veo es que Susana se cargue de una vez a Pedro y pacte con PP-Cs, que es lo que le pide el cuerpo.

      • Mr. X dice:

        Si La gran confluencia, por así llamarla, supera por un escaño al menos al PSOE, se puede ir preparando la mortaja del Sr Sánchez. Que lo mismo se le ocurre hacer alguna locura, como aceptar ser vicepresidente del Sr Iglesias y no está el horno ni el IBEX para bollos.

  4. juan dice:

    me sorprende la repetida a la petición de la vicepresidencia, más que lógica cuando estás a un 1% del partido con el que vas a formar gobierno y que nadie hable de la frase de Luena: «El PSOE, la preferencia que tiene es, por tradición y por trayectoria, es la de un gobierno en solitario». ¿Esa frase no era una humillación a los votantes de las fuerzas cuyo apoyo se buscaba?

    Por mucho que todos los analistas y politólogos del régimen se empeñen, Podemos empezó pidiendo lo que le podía corresponder, de hecho en la C.Valenciana Mónica Oltra empezó pidiendo la presidencia y eso no fue obstáculo para un acuerdo final.

    Mientras unos pedían su parte, los iluminados del PSOE querían todo el poder con sus peores resultados en 40 años. Veo falta de críticas a esa soberbia actitud.

  5. Pescador dice:

    Otra opción, en tiempos de leñazo económico, sería que entrará un Savonarola a cargarse a los guapitos de cara, con las mismas armas que ha usado el PP- que, recordemos, no paró hasta meter al guapo motero en el TC y luego metió a un más que simpatizante a presidirlo – pero para eso necesitaria más profesionalidad y que el PsoE fuera de izquierdas….
    También el PP se hinchó a tomar las calles cuando le convino…

    • Mr. X dice:

      Pero no le salió nada bien. De hecho, yo mismo no soporto al PSOE y entre Zaplana, Trillo y Acebes acabé votando a ZP.

  6. angel dice:

    He leído atentamente el análisis y los comentarios del foro.

    Bajo mi punto de vista los partidos políticos han jugado a «tocar de oido» o sea, no había un plan establecido, yo no creo que el PP el PSOE PS o C´s hayan ido con una idea preinstalada de hacer tal o cual cosa. Decir que Rajoy ha jugado todo el tiempo a nuevas elecciones o que el PSOE tenía desde el principio claro que no iba pactar con Podemos o que el mismo Podemos iba «jugar» a ir a unas nuevas elecciones me parece que es como dice Simón es hacer presentismo.
    La razón de este resultado no es sólo una cuestión de incentivos, había suficientes incentivos para llegar a un acuerdo, pero lo que si hay son muchos intereses cruzados Pablo Simón ha apuntado varias, pero creo hay una cosa que de Pablo que no termina de convencerme y es que no hace un enfoque ideológico sobre el que no haya pacto, simplemente son estrategias y cuestiones meramente de oportunismo político y no de bases ideológicas.

  7. ¿Por qué no se ha podido elegir gobierno? Porque no querían.

    Podemos quería a Sánchez de presidente, para hacer lo que ERC a hecho con CiU «gracias» a Mas.
    Cs quería un gobierno del PSOE para que el PP se disgregase en luchas de poder internas.
    El PSOE quería dejar al PP para ganar tiempo y evitar a Podemos (y a Sánchez, que lo ha impedido)
    Y el PP, que quería gobernar, estaba solo.

  8. […] artículo es la segunda entrega de la serie sobre el proceso de negociaciones que ha tenido lugar desde el 20D hasta la disolución de las Cortes Generales el día 2 de […]

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