Hispania.

20-D: soluciones autonómicas desde la inestabilidad

17 Dic, 2015 - - @egocrata

Este artículo es el quinto de una serie conjunta con nuestros amigos de Piedras de Papel sobre el 20D. La idea es aportar distintos enfoques y debatir en las redes (#20DPolitikonPdP) sobre cuestiones que nos parecen claves para entender estas elecciones. Hoy hablamos de la cuestión territorial: Sandra León analizando los problemas del PSOE con su electorado y yo hablando de por qué la ausencia de mayorías favorecerá reformas autonómicas.

Todos los sondeos parecen indicar que el 20-D va a producir unas elecciones sin ganadores claros. Ninguno de los cuatro partidos en liza estará remotamente cerca de la mayoría absoluta, y parece difícil que incluso puedan alcanzarla con sólo dos formaciones. El próximo gobierno va a ser, inevitablemente, un gobierno salido de acuerdos parlamentarios.

Aunque algunos observadores temen la potencial inestabilidad en las coaliciones, su aparición es una buena noticia. La constitución española, al fin y al cabo, fue diseñada bajo el supuesto que las mayorías absolutas serían muy poco habituales; su sistema de contrapesos y separación de poderes parte de la idea que el gobierno necesitará construir mayorías parlamentarias fuera de su partido. El nuevo presidente perderá la omnipotencia que caracteriza a nuestras mayorías absolutas, y verá como su poder es afortunadamente bastante más limitado.

Aparte de la bienvenida reaparición del parlamentarismo, la existencia de un gobierno de coalición representará un cambio de incentivos considerable en lo que respecta a tensiones territoriales.

Supongamos que en febrero/marzo, tras meses de negociaciones, tenemos en España un nuevo presidente de gobierno, investido con los votos de dos o tres partidos. Quizás tenemos un gobierno de coalición, con varios partidos ocupando carteras ministeriales, o quizás un gobierno en minoría con acuerdos parlamentarios estables. Lo importante, en todo caso, es que el presidente del gobierno no depende sólo del apoyo de su propio partido para mantener el cargo, sino que necesita de otros compañeros de viaje.

Un presidente del gobierno al afrontar un problema en esta situación empieza la partida negociando. Cualquier reforma o propuesta que quiera sacar adelante debe ser primero aceptable políticamente para su propio partido, y debe ser lo suficiente cercana a las ideas de su socio de gobierno o apoyo parlamentario como para que este no se enoje demasiado. Lejos de poder lanzar un dardo en el mapa y decir que ese es el destino, cualquier reforma empezará ahora como un problema de geometría, con varios actores marcando puntos en el mapa y áreas a las que no están dispuestos a llegar. En vez de tener una propuesta específica salida de un partido, ahora tendremos un espacio de propuestas viables. El punto de partida no puede ser el inmovilismo.

Aparte de la mayor «amplitud» de las propuestas el hecho que los socios de gobierno compiten entre ellos en las urnas abre nuevas posibilidades. Para empezar, el partido más inflexible respecto a reformas del sistema autonómico, el PP, no va a gobernar en solitario. No importa con quien pacte, el resto de partidos llevan en su programa una reforma constitucional, así que cualquier acuerdo los llevará hacia el centro. Dado que el próximo gobierno afrontará inevitablemente un conflicto con los partidos nacionalistas catalanes, esta moderación será bienvenida.

El socio minoritario de una coalición con el PP, si ese es el resultado final, tiene un incentivo considerable de distinguirse del actual partido del gobierno como los artífices de la reforma territorial. Aunque, como señalaba Sandra ayer, la opinión pública española se ha polarizado en los últimos años, la realidad es que en estos temas los votantes siguen a menudo las señales de los políticos. Durante las dos últimas legislaturas la combinación entre la incomparecencia del PSOE y la inflexibilidad militante del PP probablemente han contribuido a debilitar el apoyo al estado de las autonomías.  Un gobierno de coalición puede abrir el debate a puntos de vista más constructivos, especialmente si el PP no está entre los partidos de gobierno o si hablamos de un acuerdo a tres.

La fragmentación parlamentaria, además, al reducir la capacidad de maniobra del gobierno central hace más creíble cualquier oferta de acuerdo. Los sistemas de financiación autonómica, reformas estatutarias y pactos sobre descentralización siempre tenían el problema implícito que el gobierno central podía deshacerlos sin que nadie pudiera oponerse. Un gobierno con mayoría absoluta, en nuestro sistema, puede recentralizar, reducir recursos autonómicos o llenar el constitucional de jueces afines sin contrapeso alguno, haciendo cualquier promesa menos creíble. Rajoy o Zapatero, casi omnipotentes, no podían prometer crear un candado competencial que él o sus sucesores no pudieran romper.

Los gobiernos de coalición cambian este cálculo. Dado que aprobar reformas requiere formar mayorías, y que cualquier reforma en un sistema fragmentado requiere de la participación de más de un actor, es mucho más fácil defender leyes existentes que aprobar nuevas. Un acuerdo de reformas autonómicas de calado será difícil, pero también tendrá más posibilidades de sobrevivir otra legislatura.

Por encima de todo, la fragmentación parlamentaria traerá forzosamente un cambio de mentalidad de las élites políticas en la próxima legislatura. Aquellos que apuesten por la confrontación se quedarán solos, y los que busquen acuerdos serán los que tendrán capacidad de gobernar. Este factor, ya de por sí, debería servir para abrir nuevas vías para arreglar los problemas del modelo autonómico y buscar un acuerdo en Cataluña.

Todo el mundo sabe cuál es la solución al problema. Ahora que los incentivos que perpetuaban el bloqueo han perdido fuerza, es hora de dar ese paso.


8 comentarios

  1. Alatriste dice:

    Roger, eso que dices suena plausible a primera vista, pero siento tener que decir que no pasa de ser un catálogo de buenos deseos (por no llamarlo una carta a los Reyes Magos) y que es exactamente lo contrario de lo que ha pasado en Cataluña a medida que el sistema cuasi bipartidista se colapsaba y era reemplazado por uno de varios partidos de fuerzas más parejas.

    Un presidente que si tiene una característica que lo define es precisamente su obsesión por «lanzar un dardo en el mapa y decir que ese es el destino», un firme rechazo a la negociación (no, estar dispuesto a aceptar la rendición del enemigo no es estar dispuesto a negociar), una carrera continua hacia el radicalismo, una descalificación «bolivariana» de todo el que no vote lo que debería, una competición diaria a ver quien la suelta más gorda, una polarización creciente de la sociedad con el consecuente empoderamiento de los extremos, una serie de elecciones casi anuales que no resuelven nada… esa alternativa es como mínimo tan probable como la que describes; en mi opinión personal, más probable aunque solo sea porque la Generalitat no va a ser lo que se dice una influencia moderadora.

    Prácticamente en lo único que estoy de acuerdo es en que la Constitución está trufada de procedimientos concebidos con la idea de que el gobierno nunca tendría mayoría absoluta… lo cual hace imperativo cambiar un sistema electoral con un sesgo mayoritario tan fuerte que las hace bastante fáciles.

  2. Vellana dice:

    «Para empezar, el partido más inflexible respecto a reformas del sistema autonómico, el PP…»

    No sé por qué, al leer esto voy y pienso en la cláusula Camps.

  3. navarta dice:

    La cuestión autonómica puede ser un tema mucho más problemático de lo inicialmente previsto, si como parece, se produce una coalición PP-Cs, en ese caso, cada uno de ellos tiene incentivos para llevar más allá los argumentos centralizadores del otro, y si a eso le añadimos el problema catalán y una negociación del cupo vasco derivado del concierto, que al menos CS pone el solfa (el PP que concurre con UPN en Navarra no creo que ponga en duda el concierto ni el cupo), el lío puede ser de aúpa, eso sí, divertirnos nos vamos a divertir a partir del 21D.

  4. Minded dice:

    Otro intento de Senserrich de hacernos creer que sucumbir a las exigencias de los marquesitos reaccionarios del nordeste es ser «moderado» y «flexible».

    Ya puestos, podría dedicar alguna palabra a cuando el gobierno central en minoría se encontraba prisionero de las exigencias de algún partido nacionalista, que por supuesto barría para su Comunidad Autónoma y al resto que les dieran por el bul, que por algo hay clases (territoriales). Qué tiempos tan felices de moderación, diálogo, ofertas de acuerdo y flexibilidad, eh? Sobre todo para los perjudicados, que o lo aceptaban o eran unos fachas y a callar.

    Ya. Claro. Por supuesto.

    • Hejo dice:

      ¿ Entonces, la 2ª legislatura de Aznar fue mejor que la 1ª?
      Me parece que entre el blanco y el negro caben bastantes grises.

  5. Luis dice:

    No me parece que sea una ocurrencia de senserich, cuando hay dos posiciones alejadas o se negocia o peta, y la negociacion siempre traera a una postura intermedia, en funcion de la correlación de fuerzas.
    Podria ser una solución dejar que pete el tema pero desde luego seria muy ingenuo pensar que eso llevaria a una situacion de mantenimiento del status quo.
    Y en mi opinion este petar perjudicaria a españa entre la que incluyo a cataluña, claro.
    El gobierno a de velar por la seguridad juridica y la estabilidad politica, cosa que no esta haciendo el catalan ahora desde luego, pero que no se puede hacer sin el apoyo de la gente que sostenga la legalidad y la fuerza del estado.

  6. EB dice:

    Sí, ningún partido tendrá mayoría absoluta y habrá un gobierno de coalición, aunque la posibilidad de un fracaso en formar gobierno y por lo tanto una nueva elección no puede ignorarse. Entre las varias coaliciones posibles, por votos y escaños la más probable es PP+Cs, con el PP poniendo dos tercios o más. Pero ni siquiera esta coalición sería lo suficientemente robusta para apoyar decisiones sobre temas difíciles, esos que requieren un alto grado de consenso interno en la coalición para hacer frente a una oposición unida. Un nuevo sistema de organización territorial de España requiere una reforma constitucional y lo más probable es que PP+Cs jamás defina una posición común. La situación sería igual o peor con cualquier otra coalición y en particular con coaliciones de tres partidos.

    Sí, el post de Roger minimiza las muchas divisiones internas a cada partido y que se agravarían en cualquier coalición de partidos. Ningún partido ha hecho el trabajo básico de plantear posiciones claras sobre temas difíciles para evitar la ruptura del partido (y también para competir con los otros partidos por electores que no tienen posiciones claras y firmes sobre esos temas). Dadas las urgencias y las presiones que cualquier coalición gobernante tendrá que hacer frente, ninguna podrá darse el lujo de prestar atención a temas difíciles que fácilmente podrían romper la coalición.

    En caso de duda sobre lo anterior, recomiendo revisar los varios análisis de los programas de los partidos en este blog y otros.

    Pasa en España y pasa en todas las democracias constitucionales. Hoy en muchas democracias constitucionales, una reforma profunda del Estado es condición necesaria para reducir el alto costo del Estado en términos de crecimiento económico pero esa reforma requeriría consensos que se han vuelto imposibles.

    • EB dice:

      Y si alguien tiene dudas sobre cómo funcionan las coaliciones gobernantes, le recomiendo estudiar el caso de Nueva Mayoría, la coalición gobernante en Chile con mayoría absoluta en Diputados y Senado. La transformación de la vieja Concertación (gobernó entre 1990 y 2010) en Nueva Mayoría con la incorporación del Partido Comunista y el cómodo triunfo electoral en 2014 les hizo que podrían imponer cambios radicales, incluso en la Constitución (hace tiempo que no es herencia de Pinochet porque fue reformada varias veces). Cada proyecto de reforma se ha convertido en un parto grotesco para generar criaturas deformes sin padres y por suerte otros proyectos–en particular, la reforma constitucional–se han ido postergando.

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