Cuotas y representación

Políticas de género y desigualdad: un repaso de alternativas

26 Nov, 2015 - - @politikon_es

El mes de junio pasado Politikon, en colaboración con la FES, juntó en Madrid a algunos de los expertos más destacados de España en materia de género y primera infancia con representantes de distintos partidos políticos. El objetivo de aquél encuentro era el intercambio de ideas desde los dos frentes: el punto de vista de los encargados de poner en práctica las políticas públicas, y el de los que se dedican a estudiarlas y evaluarlas. Ahora, a menos de un mes de las elecciones generales, el tema está sobre la mesa y los programas de la mayoría de contendientes, por lo que nos parece pertinente retomar lo que allá se discutió.

Este debate, cuando se aborda en la esfera pública, se enfoca a menudo alrededor del problema de la «discriminación» o de forma más amplia, sobre el «machismo». La idea sería que el estatus de inferioridad que es impuestos a las mujeres en el mercado laboral sería fruto de los prejuicios machistas que tienen los empresarios u otros trabajadores. Esto los llevaría a darles un tratamiento discriminatorio. Es normal entonces que se perciba que la solución debe concentrarse en regular las prácticas en el lugar de trabajo y en medidas de concienciación.

Es difícil pensar en alguien que considere apropiado, al menos en público, no combatir el machismo o la discriminación. Sin embargo, este framing del debate tiende a dejar de lado otra tipo de medidas que intentan abordar el problema de forma menos frontal, pero potencialmente más prometedora.

Inversión en primera infancia, inversión en igualdad

El argumento a favor de tener un sistema de guarderías accesible es algo de lo que se ha hablado varias veces en este blog. Sintéticamente, es en el seno de la familia y en los primeros años de vida cuando se forman las desigualdades, e invertir en primera infancia tiene de apoyo tanto un argumento de justicia -nadie debería ser penalizado por nacer en la familia equivocada- y de eficiencia -las guarderías de hoy son el capital humano de mañana y los impuestos/pensiones de pasado mañana.

Pero además, es una medida esencial para la promoción de la igualdad de género. Aunque deba ser un objetivo de cualquier política de igualdad cambiarlo, a día de hoy la maternidad es un coste que recae más que proporcionalmente sobre las mujeres. Son las mujeres las que reducen su participación en el mercado laboral para cuidar de sus hijos, y en la medida en la que externalizar el cuidado de los hijos sea menos factible, más difícil será lograr que las mujeres jueguen en igualdad de condiciones en la arena laboral.

Todo lo que puede decirse del coste que tiene para la igualdad el cuidado de los hijos, puede decirse también del cuidado de los mayores. Es, en media, la mujer la que tiende a ocuparse de los abuelos y por ello un sistema que abarate el cuidado de éstos es uno que tenderá a mejorar el estatus de la mujer en el mercado laboral.

El principal problema de estas políticas es que entran directamente en el presupuesto del Estado. Aún cuando la inversión en primera infancia sea una forma de «invertir en impuestos futuros», en un escenario de ajuste fiscal es difícil que en España nos planteemos seriamente cambios drásticos en este ámbito a corto plazo. Por eso, es importante no dejar de prestar atención a las otras tres medidas que pueden no costar dinero al presupuesto.

Permisos intransferibles, obligatorios y simétricos

Si el problema es el reparto desigual del trabajo doméstico y los cuidados, una solución consistiría en abordar el problema en el hogar.

Como explica Teresa Jurado en en los dos artículos enlazados, un sistema de permisos iguales e intransferibles podría cambiar a medio plazo la estructura familiar. Al igual que para el mercado de trabajo, la actividad doméstica require un proceso de aprendizaje y la simetría en los permisos por paternidad/maternidad se traduciría en que la especialización que ahora ocurre se vería atenuada.

Un debate interesante que surgió aquél día en el encuentro es sobre si la baja por paternidad debería ser obligatoria u optativa. Alguno de los participantes en el debate sugirió que esto supondría una intromisión en la vida familiar excesivamente fuerte y, al margen de si era deseable, haría muy difícil reunir el apoyo político necesario para una medida de este tipo. Este argumento tiene sentido. Más allá de si el Estado debe intervenir o no en la vida familiar -un debate normativo en el cuál cada uno puede tener su opinión- es importante darse cuenta que reducir el margen para el reparto del trabajo doméstico (obligar a los padres a tomarse el permiso) puede afectar a (penalizando) las decisiones de tener hijos. No es difícil darse cuenta que si en la actualidad muchas parejas retrasan sus decisiones de tener hijos a que la mujer esté situada profesionalmente, lo harían en mayor medida si ambos miembros de la pareja tuvieran que tomar esa decisión.

Sin embargo, como apuntó otro ponente, hay argumentos algo más sutiles a favor de la obligatoriedad. Más allá de afectar a la toma de decisiones en el hogar (en favor de la mujer) una medida de este tipo podría revertir la norma social que hoy hace que los empleadores esperen que los hombres no recurran al permiso. La idea es sencilla: si el permiso es opcional, hay un equilibrio de expectativas en el que los hombres son contratados preferentemente frente a las mujeres porque son menos susceptibles de recurrir a la baja por paternidad. En este escenario, recurrir a ella sería visto como una ruptura de ese «contrato implícito» que señalizaría una falta de compromiso con el puesto de trabajo -algo que no ocurriría con la mujer. En la situación en la que fuera obligatorio, sin embargo, el valor de señalización no existiría.

Sin embargo, es difícil no ser sensible al problema de que cada pareja puede desear tener distintos arreglos -por ejemplo, respecto a la duración del permiso. Por eso, una forma de minimizar la intrusividad de la medida sin renunciar a su carácter igualitario sería que conjuntamente cada pareja pudiera decidir la duración del permiso a la que desean optar siempre y cuando ambos opten por la misma.

Fiscalidad de género

Un principio básico en economía sugiere que los impuestos deben ser tanto más bajos como más sensible sea lo que se está imponiendo al precio. Esto es así porque con un impuesto, el coste tiende a subir, y por tanto la demanda tiende a bajar, mientras que el ingreso no, con lo que la oferta se mantiene. En resumen: cuando más elástica (sensible) sea una actividad, menor el poder recaudador de un impuesto, mayor la distorsión que produce. En un escenario utópico, por tanto, cada persona, en función de su disposición a trabajar y dejando consideraciones de equidad al margen, debería soportar un impuesto distinto.

La investigación en economía que la oferta de trabajo de las mujeres es de hecho mucho más sensible al salario que la de los hombres. Aunque esto puede estar cambiando, se trata de algo intuitivo: hay muchas más mujeres que no son la persona de referencia (es decir, quien más ingresos aporta) del hogar. En media la participación en el mercado laboral de los hombres es mucho menos sensible al salario que la de las mujeres. Es posible imponer a los hombres impuestos más altos que a las mujeres sin que estos decidan dejar de trabajar. Y, siempre según este principio, mientras lo hombres y las mujeres se enfrenten al mismo impuesto marginal por su trabajo, los primeros estarían pagando de menos y las segundas de más.

Es importante darse cuenta de que esto es una aplicación aburrida y mecánica de la teoría económica (la llamada «Regla de Ramsey«) que aparece en cualquier libro de introducción, no una idea feminista radical. En su formulación más moderna, apareció en 2011 en la American Economic Review, un artículo que había levantado críticas a diestro y siniestro.

Más allá de la especificidad del diseño, hay un principio en el corazón de la idea que subrayan sus autores:

La imposición basada en el género no es la única política de género que puede conseguir una mejor asignación de las tareas doméstica. Pero ha sido sorprendentemente ignorada como una de las opciones posibles, junto con otras más tradicionales, pero no por ello menos «distorsionadoras» como la discriminación positiva o cuotas de contratación y promoción, políticas familiares subsidiadas y permisos parentelas. La imposición basada en el género iría a la raíz del problema induciendo una asignación más igualitaria de las tareas domésticas entre esposos.

La tributación conjunta a debate

España, al igual que la mayoría de los países de su entorno, mantiene un régimen de tributación conjunta de los cónyuges. La idea detrás de este sistema es una elección en el siguiente compromiso (véase la página 66 para una revisión del debate):

Un sistema impositivo no puede ser al mismo tiempo progresivo, neutral respecto a las decisiones de emparejamiento y cohabitación e imponer a todas las familias con la misma renta conjunta de la misma forma.

La tributación conjunta intenta dar cabida al hecho de que la unidad económica para muchas parejas es la familia: los cónyuges comparten gastos e ingresos. En ese sentido, la tributación conjunta afecta a los dos cónyuges, (grosso modo) dividiendo la renta imponible entre los miembros de la familia y calcular la cuota sobre ese cociente. En la medida en la que el impuesto sobre la renta es progresivo, este sistema penaliza a las parejas que tienen más renta conjunta y, por tanto, a aquellas en las que ambos miembros trabajan.

El problema es patente si se observa en el margen. Para una mujer que viva sola, el primer euro que empiece a ganar en el mercado de trabajo empezará a ser impuesto al mínimo impositivo de los tramos del IRPF. Sin embargo, si esa misma mujer está casada, soportará un impuesto mucho mayor porque su familia dejará de poder acogerse a la tributación conjunta.

Es importante darse cuenta de que hay un compromiso, una elección implícita. Desde el punto de vista de la capacidad de pago, aquella pareja en la que ambos estén muy cualificados y puedan pagar más, debería pagar más (si el impuesto es progresivo) que aquella en la que solo uno de los miembros trabaje. Se trata de un sistema que probablemente tenía sentido en otra época. Sin embargo, hoy en la práctica, la tributación conjunta funciona como un subsidio para que la persona que no gana más ingresos en el hogar (i.e. las mujeres) dejen de trabajar después de tener su primer hijo y es por tanto un obstáculo artificial a la participación de las mujeres en el mercado laboral.

Paridad entre directivos

Nacho Conde-Ruiz hizo particular hincapié aquél día en el problema de las cuotas en los consejos de administración.

La desigualdad de género es particularmente fuerte a niveles de alta administración, y existen razones suficientes para pensar que no se trata de algo que esté justificado por criterios meritocráticos o preferencias de las mujeres. El tipo de mecanismos, como la homogamia o el tipo de entornos de trabajo «masculinizados» que producen hostilidad hacia las mujeres, es probablemente suficiente para justificar que se fomente la participación de las mujeres de una forma más agresiva.

Pero además, es importante darse cuenta de que la presencia de mujeres en las estructuras directivas tiene el potencial de cambiar el funcionamiento interno de la empresa haciéndola más sensible a las necesidades de las mujeres. Parece sensato pensar que una empresa dirigida por mujeres tenderá a acomodar mejor las demandas de sus trabajadoras -horarios más flexibles, política de horarios más razonables, etc.

La dimensión de género de la dualidad

El corazón del problema del mercado laboral en España es la dualidad del mercado de trabajo. Las consecuencias del paro afectan desproporcionadamente a unos trabajadores (los precarios) frente a otros (los estables), organizados en dos circuitos relativamente separados -uno con acceso a las estructuras del estado de bienestar, el otro privado de estos. Mientras que en un mercado rígido las transiciones entre empleos son largas pero los trabajadores están protegidos por la indemnización por despido, en uno flexible la indemnización es baja, pero los trabajadores están protegidos por el seguro de desempleo o la apertura constante de nuevos puestos de trabajo. Un mercado dual combina lo peor de ambos mundos: la dureza del desempleo de un mercado rígido y la desprotección de un flexible. Esta protección asimétrica es la fuente de todo tipo de abusos: tratamiento desigualdad en el lugar de trabajo, menor consideración por los sindicatos, discriminación salarial, abusos, etc.

En la medida en que las mujeres -debido a la maternidad- están más expuestas a las transiciones entre empleos, este problema tiene una dimensión de género. Aún cuando la crisis haya podido enmascarar este fenómeno -afectando a sectores predominantemente masculinizados, como la construcción- las mujeres son generalmente más propensas a dejar su trabajo temporalmente – y el efecto de la dualidad es hacer la reinserción en el mercado laboral particularmente dura. Por eso, las políticas que buscan combatir la dualidad son probablemente una pieza esencial de cualquier política de género.

Las políticas que he discutido aquí intentan atacar distintas dimensiones de la desigualdad de género. En última instancia, las raíces de ésta son complejas y se encuentran en las estructuras de lo cotidiano. Ninguna de estas medidas es una fórmula mágica contra esto. Sin embargo, todas las medidas que he planteado aquí tienen el potencial de mejorar este estado de cosas aunque sea marginalmente. Además, con la excepción del caso de la inversión en primera infancia, todas son medidas que son aptas para tiempos de crisis porque pueden diseñarse para que tengan un coste despreciable para el Estado.


24 comentarios

  1. […] Políticas de género y desigualdad: un repaso de alternativas […]

  2. Pescador dice:

    «Es importante darse cuenta de que esto es una aplicación aburrida y mecánica de la teoría económica (la llamada “Regla de Ramsey“)»

    Después de leerme la entrada de la «Regla de Ramsey», lo de la aplicación aburrida y mecánica- sobre todo mecánica- no la veo nada clara, pero nada. Un sistema impositivo que necesita ajustes permanentes y tener en cuenta los resultados de esos ajustes sobre el «consumo»de un bien para reajustar hasta el óptimo no debe ser nada aburrido.Podrían ponerlo en práctica con el tema del IVA y así nos ibamos enterando…
    Y tiene comentarios grandiosos, en especial uno al final sobre como bajarle los impuestos a los ricos les hace trabajar más….
    «It is important to remember, that a lot of assumptions and value judgements lie behind all these results. These considerations are really at the core of the debate on optimal tax systems»
    Esos lot y esos judgemets no son inocentes…

  3. M. Oquendo dice:

    Me temo que la ingeniería social del «Género» no va a funcionar del todo bien como forma de remodelar la sociedad. Por diversos motivos.

    Uno de ellos es que habría que prestar más atención a la Demografía.

    En Europa la población nativa camina progresivamente a su extinción –gracias en parte a estas ideologías que no parecen ser muy científicas ni proclives a respetar la libertad de los seres humanos. Hay mucha más ideología y cálculo de rentabilidad política que razonabilidad.

    Hoy se está ocultando el decrecimiento con emigración musulmana masiva; pero estas personas ya han llegado a la conclusión de que nuestra cultura no les atrae tanto como para integrarse olvidando la suya.
    Y por increíble que nos parezca su Religión les «mola». Yo no lo entiendo, pero ahí está.

    La población con tasas de crecimiento más importantes, la musulmana, ya se acerca a los 50 millones oficiales (sinpa’s aparte) y en muy pocos años más surgirá como un factor social determinante –con su propia legislación (Sharia) que parcialmente es hoy tolerada desde Gotemburgo a Bruselas pasando por Badalona. En Cáceres hay ya un pueblo de 2000 habitantes compuesto al 100% de musulmanes.

    El ritmo de conversiones de nativos europeos al Islam es actualmente de 100 personas diarias y sigue creciendo.

    Mientras tanto, en toda Europa, el Suicidio de europeos autóctonos crece (un factor del que no hay el menor estudio causal porque el sistema político no lo financia). En España ya está por las 10 personas día y no somos un país especialmente proclive a suicidarnos.

    Por si fuera poco las leyes de eutanasia, aborto y suicidio asistido están acelerando el «tránsito» de la población «blanquecina» a la eternidad. Tenemos una especie de fascinación colectiva por llegar pronto al más allá.

    Es decir, no hace falta ser un lince de la estadística para ver que las políticas sociales en vigor han producido y conducen inexorablemente a la sustitución de una población por otra que, me temo, no es tan fácilmente moldeable. Lo peor es que tampoco esta vía resolverá el problema de las pensiones.
    ¿Es esto casual? ¿Es intencional? o…. ¿Es incompetencia? como ya sugiere algún estudioso.

    En fin, que me parece que los «estudios de Género» también son una forma de esconder la cabeza en la arena y que tenemos problemas muchísimo más importantes.
    Por ejemplo el Suicidio. ¿Por qué? Diez personas al día, en España, es una tragedia brutal.

    Ya hay profesiones donde la abrumadora mayoría son mujeres y nadie sale a la palestra a proponer «cuotas» de varones. ¿Ni vergüenza torera?

    By the way, el 70% de los «jóvenes y jóvenas» de 20 tacos se divorciarán al menos una vez. El «single» comienza a ser abundantísimo y mayoritario. ¿Por qué? ¿Es normal esto?

    No sé, todo suena raro. Como muy forzado. Sin fundamento.

    • heathcliff dice:

      A mí me suena a subvención facilona, texto bienqueda, conclusiones preestablecidas y ausencia de debate en lo que verdaderamente importa.

      El tema del género es la versión 2.0 y laica de aquello del sexo de los ángeles.

      Y a veces, ni eso: un simple remake.

    • Argos dice:

      Si solo habláramos de esconder la cabeza en la arena…

      La propuesta de «permiso obligatorio de paternidad» se considera solo de forma superficial. Pero el problema de la ingeniería social es que las ramificaciones van a veces mucho más allá del concepto original, y lo efectos secundarios terminan siendo los más relevantes.

      En el caso de ese permiso, no se considera, por ejemplo, el efecto que tendría sobre la natalidad: si hoy en día pocas parejas autóctonas se atreven a tener hijos, si hace el permiso obligatorio para profesionales que no se atreven a faltar a su trabajo durante tanto tiempo, la consecuencia final puede muy bien ser que no se postpongan aun más los hijos.

      Con lo cual el problema es la sustitución étnica se agravaría, ya que los cuadros medios y altos, que son los que tienen más dificil el obtener permisos, son mayoritariamente europeos.

    • Aloe dice:

      «Es decir, no hace falta ser un lince de la estadística para ver que las políticas sociales en vigor han producido y conducen…»

      La única política social que se requiere para que baje la natalidad drásticamente es exactamente lo contrario de «intromisión del Estado» e «ingeniería social».
      Es simplemente dejar libertad personal, en la ley y en la costumbre, para planificar la descendencia, para elegir el tipo de vida que se prefiere y, adicionalmente en el caso de las mujeres, tener plenitud de derechos civiles y políticos, y autonomía para elegir cualquier actividad profesional.
      Es decir, lo que viene siendo el repertorio de libertades liberales clásico, que consiste en que ni la religión ni el gobierno ni el señor nos ordenen cómo vivir y en que se elimine la desigualdad ante la ley.

      Por qué tener derechos civiles -y expectativas de autonomía personal y una vida mejor- originan un desplome de la natalidad es una cuestión importante, pero es lo que hacen.
      Y lo que eso pone de manifiesto es que, al contrario de lo que usted dice, la natalidad alta en las condiciones tradicionales era el producto de no poder elegir, el producto de la «ingeniería social» de despojar a las mujeres de derechos civiles y obligarlas a quedarse en su casa sin alternativas (y prohibiendo la anticoncepción, de paso).
      Resulta que en cuanto le dejas elegir a la gente, y pasa una generación o dos para que tome decisiones vitales con ese horizonte, ya no elige tener casi cuatro hijos de media. Caramba.

      Llegados a este punto (que no es «ingeniería social», es el abandono de la ingeniería social tradicional de la coerción), si se pregunta a las personas afectadas, te contestarán que, por término medio, sí querrían tener más hijos de los que tienen, pero que no van a tenerlos en las condiciones de precariedad económica, falta de conciliación familia-trabajo y respaldo nulo del Estado que tienen en este momento.

      Es decir, la sociedad estaba acostumbrada a tener una ingeniería social que funcionaba para producir hijos obligados y baratos (y otros cuidados baratos), y que ya no lo hace.
      El desconcierto consiguiente y la tacañería inveterada hacen que lo de «hay que incrementar la natalidad» sea un ruido de fondo permanente pero que nadie se toma realmente en serio, aunque varios países europeos muestran que es factible.
      Y no con ingeniería social malvada (a nadie se obliga a tener hijos, eso era antes), sino con eso tan liberal de los incentivos: trata a la gente mejor, ayúdala con la carga, repártela más equitativamente, dale red de seguridad, y ella solita se permite tener más hijos.

      Usted lo entiende todo al revés. Incluyendo el hecho de que los países pobres de hoy están haciendo la transición demográfica mucho más rápidamente que los países pioneros, y que el modo de que las mujeres de países musulmanes tengan menos hijos es aproximadamente el mismo que en todas partes: darles derechos, autonomía personal y educación, y que puedan elegir.

      • Sgt. Kabukiman dice:

        Y los datos lo confirman: paises como Iran o marruecos han dividido por tres sus tasas de natalidad en los últimos 30 años. En el caso de Iran el indice de fecundidad es tan bajo que no se garantiza una piramide de poblacion estable, de ahi que los ayatolas esten mosqueados.
        En la poblacion emigrante ocurre lo mismo, pero aun mas deprisa.
        Lógico, los incentivos para tener mas o menos hijos y tenerlos mas o menos tarde son los mismos que para los nativos.

  4. Emilio dice:

    A mi modo de ver, el hecho de que quienes sostienen la ideología de género se nieguen a contestar cualquier objeción que se les haga responde a que establecen primero la conclusión a que deben conducir los argumentos y luego buscan los hechos, por parciales que sean, que les pueda parecer que confirman los axiomas de partida, ignorando, cuando no despreciando, todo lo demás.

    Con ese método todos sabemos que podríamos sostener casi cualquier cosa en relación con los grupos sociales y las personas. Por eso se presta muy bien a la defensa de intereses personales o de grupo pero dista leguas de cualquier pretensión de cientificidad o, quizá más acertado, por tratarse de cuestiones sociales, de cualquier intención de generalidad o universalidad. La igualdad de género es asimétrica y rehúye la reciprocidad y quienes la promueven se reservan el derecho a decidir qué asimetrías son tolerables y cuáles no.

    Si nos fijamos por ejemplo en el concepto “género” o las “diferencias de género” lo que se observa es que se trata de términos acomodaticios que más que clarificar oscurecen cualquier cosa que queramos conocer de hombres y mujeres, y al igual que sucedía con el de “plusvalía” en Marx, imposibilitan cualquier intento de contrato o aproximación entre grupos sociales.

    Ya que si existen múltiples diferencias entre hombres y mujeres, quién se ha apropiado del término se reserva el derecho a decidir cuáles interesa considerar y cuáles no, cuáles hay que corregir y cuáles no importa que se produzcan, y así sucede que se consideran legitimados para exigir paridad para unos temas y negarla en muchas otras ocasiones, clamar porque entre los 700 árbitros de fútbol solo haya 2 mujeres, y que está mal que sean los actores quienes estén a la cabeza de las remuneraciones en Hollywood, pero que no importa que las modelos o las cantantes ganen mucho más que sus colegas masculinos.

    Y así sabemos que aunque el fracaso escolar masculino sea el doble del femenino no establece ninguna diferencia de género, como no la establece la diferente esperanza de vida, la siniestralidad laboral, los trabajos de riesgo y esfuerzo, la mili obligatoria solo para los varones o los índices de suicidio por destacar solo algunos de ellos. Que una promoción entera de jueces esté constituida solo por mujeres es algo a celebrar, que haya una paulatina desaparición de maestros y enfermeros a nadie debe preocupar, sí que la mayoría de alumnos de las ingenierías sean varones, pero no que en medicina suceda lo contrario.

    De ahí que la pretensión de intercambio de opiniones sobre este tema resulte estéril y el intento caiga una y otra vez en saco roto. Al igual que en los asuntos de fe, la comunicación solo es posible si se comparten los postulados de partida, en este caso los axiomas de género, aunque eso al mismo tiempo solo valga para reforzar el sentimiento de grupo.

    • Victor dice:

      La conclusión de tu reflexión, que comparto, es que los estudios de género no son más que esfuerzos manipulativos para defender un dogma que lleva fallando estrepitosamente desde que la sociedad decidió darle una oportunidad.

      Ejemplo de argumento dogmático:

      «La desigualdad de género es particularmente fuerte a niveles de alta administración, y existen razones suficientes para pensar que no se trata de algo que esté justificado por criterios meritocráticos o preferencias de las mujeres.»

      Así, de un plumazo y sin dar mucho argumento (ninguno?) intenta descartar los argumentos que se esgrimen para explicar conceptos como el techo de cristal y la disparidad de género. Ahora resulta que las preferencias de sexos no explican la disparidad. Aunque en Suecia y otros países, adalides de la igualdad, hayan terminado cerrando el Instituto de género nórdico tras comprobarse que las elecciones por sexo sí son diferentes.

      Será que tienen datos aquí que no conocieron allí a tiempo, para solucionar el problema. Pero no los dice, solo que hay «razones suficientes para pensar». Imagino que el día que decidan pensar de verdad y usar la ciencia para comprobar sus afirmaciones, tendrán que abandonar sus dogmas de género.

      • Emilio dice:

        Sí, mi planteamiento va por ahí. Del mismo modo que el texto resalta las diferencias en niveles altos de la Administración, podría señalar que las diferencias de género son muy sobresalientes en los trabajos de riesgo y esfuerzo, pero al parecer esta desigualdad no interesa resaltarla más bien camuflarla bajo denominaciones tan clasistas como trabajo del músculo y el cerebro, como si quien trabaja con el músculo no lo hiciera también con el cerebro, ¡que se lo pregunten a Rafael Nadal o a Garbiñe Muguraza! y para ocultar que entre ambos tipos de ocupaciones si se produce una verdadera brecha salarial.

        No saldrá tampoco a colación que el 80% de las decisiones de gasto las toman las mujeres, porque como dije en mi primer comentario se trata de escoger de entre los datos solo alguno que interesa. La ideología de género, en el mejor de los casos piensa en el 50% de la sociedad, sin importar qué suceda con el otro 50%. Primero se estigmatiza la masculino y luego cuando no se le dan palos directamente se oculta su verdadera realidad.

        En un determinado momento de la entrevista de Bertín Osborne a Pablo Motos, éste último, hablando de su padre dijo que lo recordaba siempre trabajando, en el caso del mío también fue así. En la dura postguerra y bien entrados los 60 y los 70 para sacar adelante a los hijos miles de padres no dudaron en recurrir al pluriempleo. Esta realidad ha sido borrada del mapa, porque el señor de ese tiempo como miembro del género dominante no puede ser presentado más que como un tirano déspota con su mujer y sus hijos.

        Ahora se pretende ocultar que ningún impedimento ni de tipo cultural ni de cualquier otro signo existía para que la participación de hombres y mujeres fuera pareja en, por ejemplo, las nuevas formaciones políticas, pero el hecho es que no ha sido así. Toda la infraestructura de Podemos con salvadas excepciones fue puesta en marcha por varones, como la de UPyD, también en este caso aunque estuviese encabezada por una mujer, o la de C’s, al igual que ha sucedido con las históricas, y el arreglo consiste en que por ley las listas han de ser paritarias y ¡todo para recordarnos que seguimos en el mismo sistema machista y patriarcal de siempre!

        ¿La pregunta sería, ganaríamos algo tildando de machista el hecho de que los candidatos de las principales fuerzas políticas sean varones? ¿Los candidatos más feministas no cometen incoherencia al ocupar un lugar que según su propio mensaje deberían ceder a una mujer? ¿La paridad de puertas para fuera, ya que en mi territorio yo digo cómo se ha de gobernar? ¿Para cuándo la paridad en éste y otros tantos blogs, también en los marcadamente femeninos como los dedicados a moda, salud o belleza? ¿Es ese el camino?

      • Pescador dice:

        En el País Vasco intentaron promocionar FPs técnicas, de las «limpias», entre las mujeres y el fracaso fue espectacular.
        No es tan sencillo alcanzar paridades…

        • Emilio dice:

          Hay muchos más fracasos de ese tipo y sería larga su enumeración, hasta el punto que si el objetivo del feminismo consistiera como dicen en la igualdad, habrían de concluir con un estrepitoso fracaso. El trabajo del «músculo», como despectivamente se le denomina en alguna otra entrada por contraposición con el del «cerebro», corresponde prácticamente en exclusiva al varón.

          Los roles se perpetúan adaptados a una nueva realidad económica y social que por supuesto se aleja mucho de sociedades precedentes en las que soñar con un estado del bienestar auque fuese precario, supondría soñar despierto, pero no en cuanto a que el reparto se siga haciendo de modo bien diferenciado por sexos.

          Lo cierto es que las únicas paridades existentes son aquellas que se imponen desde la ley y los mecanismos legales y siempre en beneficio de la mujer porque se interpreta que espontáneamente no se producirían. Por ejemplo en la ley electoral con la paridad de las listas, lo regulado en relación a los consejos de administración de las empresas o lo que se propone en la entrada en relación a los altos cargos de la Administración.

          La gran arma sobre la que esta realidad se nos está imponiendo a todos: sin debate, ni balance, son los instrumentos jurídicos y es eso lo que lleva a muchos a hablar de «ingeniería» social.

          Resulta por lo demás muy llamativo que se apele a criterios meritocráticos, como nos recuerda esta entrada, cuando justamente los sistemas de cuotas lo que hacen es negarlos por innecesarios. Cuando las listas electorales se confeccionan con primarias el resultado debe corregirse para ajustarse a lo que establece la ley en relación con la paridad y las listas en cremallera.

          Como llamativo resulta que el mercado resulte el mejor sistema de asignación de recursos, salvo al parecer en el mercado de trabajo donde discrimina a las mujeres, incluso el de consumo si habemos de hacer caso lo que el feminismo viene diciendo últimamente de que los artículos para mujeres resultan con un precio desmesuradamente alto.

          Mientras tanto cualquiera puede darse un paseo por su ciudad para ver quién compra y para comparar número, calidad y diversidad en la oferta de artículos personasles según vayan dirigidos a mujeres u hombres, o comprobar lo envidibles que resultan infinidad de empleos muy mayoritariamente desempeñados por varones.

          • Emilio dice:

            Fe de erratas:
            En el penúltimo párrafo me he comido la preposición debiera decir «… hacer caso a lo que el feminismo…»

            Y en el último dende debiera decir «envidiables» se ha quedado en «envidibles»

            Disculpas

  5. M. Oquendo dice:

    Estimada Aloe:

    Creo que a su alegato le falta la coletilla «caeteris paribus» y le sobran algunas flexiones colaterales además de un posible olvido sobrevenido.

    Digo olvido porque supongo, –sin ánimo de molestar, todo lo contrario–, que tiene usted edad para recordar con objetividad cómo eran las cosas hace, por ejemplo, 40 años.

    Las décadas de los 60 o 70 sin ir más lejos. Esta premisa me evita contarlas de nuevo.

    Pero esta discusión no es nueva.
    La última que recuerdo tuvo lugar hace tres años y cinco meses en un curso de verano en El Escorial donde un eximio historiador –por entonces todavía «socio-prisista»– pretendió que nada de lo sucedido durante estos años era responsabilidad de las políticas defendidas y aplicadas por su línea ideológica.
    No solo parte de la mesa sino que –para mi sorpresa– el público, bastante documentado y respondón aquella tarde, le hizo ver lo equivocado que estaba.

    Pero es que en este caso –y sin necesidad de entrar en otros detalles importantes– creo que Aloe se ha olvidado de citar COMPLETA la frase que pasa a comentar. Esto tiene arreglo. La repito tal cual.

    La frase, si se termina tal como se escribió, me sigue pareciendo rigurosamente cierta. Es más, la estamos viviendo en directo en toda Europa.

    Cito
    «Es decir, no hace falta ser un lince de la estadística para ver que las políticas sociales en vigor han producido y conducen inexorablemente a la sustitución de una población por otra que, me temo, no es tan fácilmente moldeable»
    Fin de cita

    Como se puede ver nadie habla de reducciones drásticas de natalidad que suceden de modo natural por motivos lógicos y no necesariamente vinculados a ideologías doctrinarias sean estas religiosas o políticas.

    De lo que se habla –directamente– es de………… Extinción gradual de la parte de la población que acepta inerme la imposición de dichas políticas.

    Se habla explícitamente de «Sustitución de una población por otra».
    Y de momento lo dejo ahí porque el asunto tiene mucha tela pero debo hacer esta precisión porque afecta al núcleo de la tesis del comentario que aquí se discute.

    La «Otra» población es la que sigue sus propias reglas y evoluciona en el ejercicio de su Ley Social.
    Ley ésta, por cierto, que yo no comparto.
    A mi también me gusta que mis hijas e hijos se realicen plenamente y sean felices decidiendo libremente su vida.

    Una vez dicho esto, con mucho gusto proseguiré con otros aspectos de la conversación porque de ella siempre sale luz. En otro momento, claro.

    Un saludo cordial

    • Aloe dice:

      La vida humana y la sociedad humana son complicadas de narices, pero precisamente los puntos que usted menciona lo son mucho menos, y no requieren razonamientos extraños como el suyo. En realidad son la combinación de unos pocos hechos:
      1. Las mujeres (familias) de origen local han bajado su natalidad por los motivos que mencioné arriba.
      2. Las mujeres (familias) de origen foráneo lo hacen también, pero a ritmo parcialmente diferente, precisamente porque vienen de entornos culturales y económicos diferentes, a menudo precisamente similares a los que había en España hace no tanto.

      En cuanto los «ingenieros sociales» de países musulmanes y latinoamericanos dejen de ser escuchados (y no menciono quienes son pero no hace falta) las cosas se igualarán. Laus Deo

      • Aloe dice:

        Lo que usted da rodeos para no decir abiertamente, es que los inmigrantes musulmanes son constitucionalmente incapaces de apearse del rigor religioso, de adoptar valores laicos pluralistas, de respetar la libertad individual y de tener menos hijos (de paso).
        Dígalo abiertamente y no ande con tantas precauciones. Total, parece usted un racista exactamente lo mismo.

  6. heathcliff dice:

    «Se habla explícitamente de “Sustitución de una población por otra”.

    ¿Eso no es un eufemismo para hablar de limpieza étnica?

    De hecho, si se hiciese al revés, seguro que esos términos exactos saldrían a reducir… Pero como los que desaparecen son los europeos blancos (que parecen los culpables de todos los males del Universo) pues no pasa nada…

    • Aloe dice:

      Limpieza étnica es un eufemismo o un hallazgo del humor negro, para aludir al genocidio o, adicional y complementariamente, a la deportación masiva, esterilización forzosa y horrores de ese tipo.
      Ninguna de esas cosas les han pasado a los oriundos europeos recientemente (salvo en Bosnia donde unos europeos se lo hicieron a otros)
      Simplemente tienen pocos hijos y su territorio es atractivo para gente de países más pobres, en parte no europeos.
      Ahora, a lloricas y dramaqueens cuando pasa algo que no nos gusta y donde no mangoneamos nosotros al mundo, no nos gana nadie.

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