Internacional

París: la selección de víctimas

25 Nov, 2015 -

De las muchas preguntas que nos surgen tras un atentado tan dramático como el acontecido en París el pasado 13 de noviembre, hay dos que siguen dejando perplejos a los ciudadanos occidentales: ¿por qué se producen ataques tan indiscriminados contra ciudadanos indefensos que sólo de forma muy laxa pueden ser acusados del comportamiento de sus gobiernos? ¿Y por qué hay ciudadanos europeos dispuestos a acabar con la vida de compatriotas y a la vez acabar con la suya propia, en nombre de ideales religiosos que se nos antojan de la edad de piedra? La primera pregunta se refiere a la selección de víctimas; la segunda a la de los victimarios. La selección de víctimas depende de las preferencias sobre la violencia que tengan los potenciales grupos de apoyo a los insurgentes. La selección de los victimarios depende de la atracción ideológica de la causa, y del caldo de cultivo del que se extraen los militantes. Esta entrada está dedicada a la selección de víctimas y una próxima estará dedicada a los victimarios.

La investigación académica sobre selección de víctimas nos dice que en todo conflicto violento una amplia parte de las personas asesinadas son civiles, independientemente de si hablamos de guerras internacionales, guerras civiles, terrorismo o episodios de violencia colectiva como las revueltas raciales. Sin duda, hay diferencias entre unos y otros tipos. Por ejemplo, en guerras civiles e internacionales, es habitual que más de la mitad de las víctimas no sean combatientes. Al contrario, en la mayor parte de los conflictos terroristas, donde los insurgentes no controlan territorio y se enfrentan a estados mucho más poderosos, el porcentaje de civiles suele estar por debajo del cincuenta por ciento.

La visión más común es que el terrorismo es cosa de fanáticos que asesinan civiles de forma indiscriminada. Y hay algunos grupos que sí cumplen el estereotipo: por ejemplo, los grupos de extrema-derecha que sembraron el terror en la Italia de los años de plomo en busca de una asonada que acabara con la democracia. Pero los grupos de izquierdas, así como los nacionalistas suelen mostrarse mucho más cautos a la hora de asesinar civiles. Con datos extraídos de la base de víctimas de terrorismo doméstico en Europa Occidental (Domestic Terrorist Victims), menos de un cuarenta por ciento de las personas asesinadas por grupos terroristas de orientación nacionalista (como ETA o IRA) o de izquierdas (como GRAPO o Brigadas Rojas) fueron civiles. Y cuando asesinan civiles, muchos son “justificados” por haber colaborado con el “enemigo” (disidentes, desertores, espías, vendedores de droga, personas que no se someten al chantaje económico, periodistas, etc.). En Europa Occidental, la violencia terrorista rara vez fue indiscriminada, con algunas excepciones conocidas como el atentado de Hipercor (ETA) o el de Omagh (IRA).

¿Por qué no todos los grupos terroristas asesinan al mayor número posible de civiles? En general, los terroristas persiguen dos objetivos con la violencia: movilizar a sus seguidores potenciales e imponer un coste tan alto al gobierno que le obligue a negociar (la llamada guerra de desgaste). El primer objetivo busca movilizar conciencias, en sus diversas manifestaciones (publicitar la causa de los terroristas, atraer seguidores, mandar una señal de fortaleza organizativa, polarizar a los ciudadanos y forzar al estado a mostrar su “verdadera naturaleza” represiva). El segundo objetivo escenifica un enfrentamiento abierto entre los terroristas y el Estado, por el cual los primeros suman cadáveres y el segundo detenidos hasta que uno de los dos actores se ve obligado a ceder y acepta una salida negociada a la violencia.

Pues bien, tanto el objetivo de la movilización como el del desgaste imponen altas restricciones al asesinato de civiles. El primero es más obvio: en las primeras etapas de todo conflicto terrorista, los radicales están interesados en atraer a posibles reclutas y simpatizantes, y para ello es necesario enfocarse en blancos simbólicos aceptables para los grupos que podrían coincidir con las metas ideológicas de los terroristas. La moderación es la característica principal de estas primeras etapas. Como escribió Gabriel Mouesca, militante de Iparretarrak, un débil grupo terrorista que operó durante los ochenta en el País Vasco francés, “la violencia de baja intensidad que practicó Iparretarrak fue causada por el nulo apoyo  que nuestros seguidores mostraban hacia el asesinato de personas”. El objetivo inicial de todo grupo terrorista es reclutar para la organización y asegurarse una cierta legitimidad para sus acciones. Cuanto más moderados son los seguidores potenciales, más atadas tendrán las manos los terroristas.

Uno podría pensar que las cosas son más fáciles cuando los terroristas superan la primera etapa de movilización y se enfrentan abiertamente al Estado. Si el objetivo es hacer daño, ¿por qué no matar cuantos más civiles mejor? Pero de nuevo, las posibles pulsiones asesinas de los terroristas son compensadas por las preferencias más moderadas de los seguidores. Como los grupos terroristas son mucho más débiles militarmente que los gobiernos a los que se enfrentan, su probabilidad de éxito está condicionada por el coste impuesto a través de la violencia, y por el apoyo popular conseguido para la causa terrorista vía elecciones y protestas. Enajenar este último puede ser muy costoso. Miren Alcedo, en un libro que recoge testimonios de miembros de ETA, cuenta cómo para los terroristas una acción no era plenamente exitosa hasta que se comprobaba que había sido aprobada (legitimada) por los seguidores de la banda.

Si los terroristas no pueden matar todo lo que quieren, ¿cómo explicar la violencia desatada de los grupos yihadistas? Hay dos respuestas, una estratégica y la otra organizativa. La primera se refiere al contexto en el que actúan y tiene dos ramificaciones. Por un lado, como el mercado del yihadismo está cada vez más abarrotado, con grupos centrales como el EI y Al Qaeda, junto con franquicias regionales, grupos autónomos y lobos solitarios, la única forma de atraer publicidad y captar la atención de potenciales seguidores es elevando el listón de la violencia. Por otra parte, cuando los rebeldes se debilitan frente a sus enemigos, existe la tentación de aterrorizar a la población civil para camuflar su menor capacidad armada. En ambos casos, esperaríamos ataques cada vez más espectaculares, pero contra objetivos fáciles, dada la precariedad de medios con la que suelen operar las células islamistas radicales.

Quiero terminar con una explicación si no alternativa, al menos complementaria, y que se deriva de las preferencias sobre la violencia de los grupos de apoyo yihadistas. Los grupos violentos están atados por las preferencias más moderadas de sus seguidores. ¿Pero qué ocurre cuando los seguidores son tan radicales como los propios terroristas?

Contamos con evidencia proveniente del conflicto palestino-israelí para responder esta pregunta. Muchos ciudadanos palestinos abiertamente defienden el derecho a asesinar civiles israelíes como objetivos legítimos en la guerra. Según la encuesta global de actitudes del Centro Pew realizada en 2014, sólo el 32 por ciento de los entrevistados se oponían taxativamente al uso de bombas suicidas para defender al islam de sus enemigos. Esta cifra es muy cercana a la encontrada en Bangladesh (33 por ciento) y Egipto (38 por ciento). En el caso palestino, la agresividad de la ocupación, junto con la asimetría entre los dos bandos, coadyuvan a que los palestinos justifiquen el asesinato de civiles como táctica legítima. Aunque no contamos con datos para Iraq o Siria, los países de referencia de los suicidas de París, no es descabellado pensar que las condiciones existentes en esos países también contribuyen a radicalizar a los potenciales receptores del discurso yihadista. Y si los seguidores son tan radicales como los terroristas, no debería sorprendernos que las víctimas de sus ataques sean civiles asesinados por el simple hecho de ser ciudadanos de un país enemigo.

Lo que conviene preguntarse a renglón seguido es de dónde salen estos militantes tan fanáticos. A ofrecer alguna respuesta dedicaré una próxima entrada.


13 comentarios

  1. […] París: la selección de víctimas […]

  2. JLPC dice:

    Estimado profesor de la Calle, permítame -desde el punto de vista de un mero aficionado- manifestar mi sorpresa por el enfoque de su envío. ¡Caramba! ¡Un estudioso del terrorismo que cree necesario elucubrar extensamente sobre el criterio de selección de las víctimas!

    Pues mire, don Luis, sin remontarnos demasiado lejos, en Europa y los EE.UU. dispone de un largo repertorio de atentados en los que las víctimas eran, simplemente, quienes pasaban por ahí en ese momento. Le recordaré, por ejemplo, el atentado de Wall Street de 1920 (38 personas muertas y 400 heridos por la explosión de un artefacto en dicha calle de Nueva York), las bombas del Liceo en 1893 o el atentado del Café Terminus de París en 1894, que causó solamente un muerto como pudo causar muchos más.

    ¿Cuál fue el criterio de selección de las víctimas? Santiago Salvador (el responsable del atentado del Liceo) declaró: «Me era indiferente matar a unos o a otros». Y Emilio Henry, el anarquista del Café Terminus, dijo: «No había ningún inocente allí, porque no existe burguesía inocente».

    Quizás el problema de su envío es asimilar Al Quaeda e ISIS a los movimientos de liberación nacional (lo cual explicaría por qué se invierte tanto espacio en hablar de ETA y del IRA). Pero creo que tienen poco que ver. Y cuando un problema se plantea mal, las soluciones que se le den corren el riesgo de ser irrelevantes. ¿Realmente cree usted que cuando se produjeron los atentados de la Torres Gemelas Bin Laden tenía muchos competidores como superterrorista? ¿Y realmente cree que el análisis que nos promete sobre los sentimientos de sirios e iraquíes explicará los atentados de París? ¿Son acaso los ideólogos del ISIS nacionalistas sirio-iraquíes-árabes? ¡Vaya! A lo mejor son una versión un poco más dura del Baaz 🙂

  3. En los ejemplos que senala el comentarista previo veo claros ejemplos de «selección de las victimas» y no de «pasaba por allí y le toco». A finales del siglo XIX sólo la alta burguesía industrial (el «enemigo del proletariado») asistía al Liceo. Por tanto tiene sentido que un terrorista con ideas anarcosindicalista s suelte una bomba en la platea y le de igual quien muera, pues todos son la burguesía con la que quiere acabar. ¿no sería ese el planteamiento de dicho individuo?

  4. Carlos dice:

    Sinceramente me ha repugnado un tanto el enfoque de esta entrada de Politikon. No sé cuál es su propósito. Lo peor es que no sé da cuenta de lo miserable que es el planteamiento.
    Empieza diciendo que nos sorprende mucho lo indiscriminado de los atentados. Parece asumir que alguien por la calle es inocente pero que si hay un autobús lleno de militares es atacado pues… nos hubiera afectado menos, al fin y al cabo yo no soy militar, soy un cualquiera que no tengo culpa de nada.
    Es algo que ya conocemos muy bien en España. Hasta que ETA no empezó a atacar periodistas, políticos, jueces etc. pues no se la empezó a ver como lo que siempre fue, una panda de asesinos descerebrados. Y de eso tiene mucha culpa la izquierda de entonces.
    El terrorismo ya sea de izquierdas o de derechas (por cierto, en Europa el de izquierdas ha sido y es abrumadoramente mayoritario) plantea unos enemigos en su lógica paranoica y atenta contra ellos. El problema es que muchas veces a la hora de entender el terrorismo caemos en el terrible error de justificar unos terrorismos más que otros.
    La comprensión de esta lógica interna tiene relativa utilidad, lo que se debe hacer es derrotarlos, cortar su financiación, su apoyo social y su capacidad de actuar.

    • Ángel dice:

      Intentar analizar algo desde el punto de vista racional y con la cabeza fría, es la manera de solucionarlo; por muy terribles que hayan sido las consecuencias de aquello sobre lo que se reflexiona. Y eso no te hace cómplice, ni indica que lo toleres o que no te repugne.
      Desde luego que hay diferentes tipos de terrorismo, por mucho que hayamos acuñado una palabra que los englobe a todos. Y ya agota que en España la mera insinuación de que el terrorismo yihadista no es igual que el terrorismo de ETA (ni por sus causas*, ni social, ni económicamente) provoque que a uno le acusen de andar con medias tintas, o de tolerarlo en cierta manera, o de no ser suficientemente duro con uno de los dos. Para acabar con un problema, lo primero es entenderlo. Enfrentarse a ello sin reflexionar, con toda tu fuerza, sin decidir donde y de qué manera aplicarla, sí que constituye una actitud «descerebrada».

      *Decir que el terrorismo tiene motivaciones, o que es consecuencia de algo (como todas las cosas) también es una buena manera de que te pongan a caldo.

    • Aloe dice:

      Cuando yo era pequeña y hacía Primaria en un colegio de monjas, muy estrictas y devotas, hacíamos análisis morfológico-sintáctico en la clase de Lengua, para lo que se empezaba diciendo lo que era cada palabra de una frase.
      Por ejemplo: «El», artículo de tercera persona, masculino singular; «templo», nombre común, masculino singular; «de», preposición; «Dios», nombre propio, masculino singular…
      -¡ALTO! -dijo la monja un día que llegamos a esta palabra, escandalizada y alarmada- ¡Eso es blasfemo! ¡No se puede tratar el Nombre de Dios de esa manera! Se dice «Ser Supremo Creador del Universo».

      Y a partir de entonces, el análisis gramatical de la palabra «Dios» no fue «nombre propio masculino singular» sino «Ser Supremo Todopoderoso Creador del Universo», porque sería blasfemo y ofensivo tratar algo tan sagrado con las mismas reglas de análisis racional (o que pretendemos lo más racional que podamos) con las que tratamos otros temas o cosas profanas.
      El ridículo y la inanidad resultantes no son importantes. (En el fondo el conocimiento no es importante, lo importante es la actitud de devoción correcta. Esa es la filosofía subyacente)

      No sé si ve la analogía que me ha traído aquel recuerdo a la memoria.

  5. EB dice:

    Luis,

    No conocía sus investigaciones y no he tenido tiempo para revisar su libro Nationalist Violence in Postwar Europe donde supongo que usted presenta un marco teórico para analizar la violencia en la política. En todo caso, la lectura de su post me sorprendió porque usted comienza por las víctimas como si el problema de los violentos fuera seleccionar víctimas. No puedo entender cómo esta selección puede ser punto de partida para el análisis de la violencia.

    Por otra parte, potencialmente cualquiera de nosotros puede ser víctima de la violencia de los demás, sea por castigo por algo que hicimos antes (lo que implica que la identidad es crítica) o por accidente intencional o no de algo que el victimario quería hacer (la identidad no importa). Si uno parte reconociendo esa posibilidad, lo primero es analizar la demanda por seguridad y las varias formas en que puede satisfacerse. Supongo que los victimarios potenciales toman en cuenta en sus decisiones cómo las medidas (individuales y colectivas) de seguridad condicionan el éxito de lo que decidan hacer, y entonces la selección estaría condicionada más por esas medidas y menos por sus deseos personales de causar daño.

  6. VictorIII dice:

    Yo creo que lo que os repugna es que el tiempo y sobre todo la brutal e indiscriminada irrupcion del autentico terrorismo en Europa da la medida del problema politico que fue (fue??) ETA. Os habeis topado de golpe y porrazo con que lo que tacahabais de terrorismo ciego o alocado seguia una logica propia que nunca quisisteis entender. Y ahora el terrorismo golpea en nuestras puertas.

  7. Epicureo dice:

    Ya sabía yo que enseguida iba a comentar alguien que intentar estudiar los motivos de los terroristas desde un punto de vista racional es repugnante y miserable, y que es obligatorio pensar en ellos como locos descerebrados e inhumanos. Un punto de vista que no ayuda en nada a vencerlos, y que no sirve más que para presumir de nuestra superioridad moral.

    • jetkom dice:

      Hay gente a la que el punto de vista racional siempre le parece repugnante y miserable.

      Esta entrada confirma la intuición que yo tenía y me parece interesante, lógica y necesaria.

  8. minded dice:

    Visto el argumentario de esta entrega sobre las víctimas, me puedo imaginar la conclusión sobre los victimarios :

    Los yihadistas son de derechas.

  9. M. Oquendo dice:

    Un amigo militar se dedica profesionalmente a la docencia de este asunto de las diferentes formas de violencia.
    Dirige una «maestría» en una buena universidad española y vengo siguiendo sus conferencias desde hace unos años. No coincidimos demasiado políticamente pero ambos tratamos de conservar un mínimo de objetividad y una buena relación.
    Conozco varios como él, en activo y en la reserva, y he decir que tratan la violencia más objetiva y profesionalmente que los profesores civiles.

    En primer lugar debemos recordar que el terrorismo sobre la población civil es una táctica común de todos los contendientes desde la segunda guerra mundial.

    El tratamiento mediático trata de evitar recordarnos Dresde, Nagasaki, Bagdag, Guernica, Cabra o Coventry como Actos Terroristas de Estado pero lo único que los distingue son los uniformes del agente.

    El problema muchas veces es determinar –o reconocer– si estamos o no en guerra y con quién.
    Todos los Estados y todos los Políticos evitan reconocer que podrían estar en guerra y tratan por tanto de reconducir la situación a lo civil-excepcional: Un acto de locura, una banda terrorista, unos desalmados, etc.

    España pasó a la historia de las guerras napoleónicas a través de la «Guerrilla» sobre el invasor y de esto –a poco que hurguemos– entendemos más que muchos.

    Los belgas, por ejemplo, ni se enteran porque han estado acogiendo terroristas y dándoles cobertura política desde, que yo recuerde, los años 60 y 70. Hoy su policía no se atreve a entrar en Molenbeek y sus políticos balbucean porque lo han estado subvencionando.

    En el caso que nos ocupa no sé cuánto tiempo habrá dedicado el Estado Mayor del enemigo a la selección de objetivos.
    Pero sospecho que más de lo que creemos aunque solo sea porque el Daesh está dirigido por militares bien formados. Justamente la élite del ejército de Saddam Hussein desbandada por un reconocido supuesto incompetente: Bremer.

    El otro factor es que un simple recuento de víctimas totales de esta táctica de guerra nos indica que en el 2014 hubo en todo el mundo 17,950 muertes en actos de esta naturaleza.

    En Occidente en el 2015 llevamos menos del 1% de dicha cantidad.

    No debemos perder la perspectiva porque nos deja ciegos. Este año que no ha terminado, el recuento es muy superior. Solo Boko Haram lleva por encima de 6000 muertes.

    La conclusión es que donde se están cebando es justamente en los países musulmanes y que hay una guerra muy gorda justo cuando realmente nosotros, toda Europa, hemos destrozado los ejércitos que de verdad ganan o pierden las guerras: Los de Tierra.

    Definir la guerra y sus objetivos no es tan fácil si cada acto terrorista se analiza descontextualizado.
    Esto es lo que el mundo acaba de descubrir que viene haciendo Occidente desde hace décadas. Cubrirse los ojos con las manitas del Buen Rollismo.

    De repente nos encontramos con que un Ejército de «Terroristas» con el que colabora y financian activamente como mínimo Turquía (Otan) y Arabia Saudí, es parte de la estructura operativa que nosotros mismos usamos para derrocar a los gobiernos de Iraq, Libia y Siria (de momento).

    Esto lo han descubierto en primer lugar los Militares europeos, en segundo lugar nuestros cuerpos Diplomáticos y en tercer lugar nuestros partidos políticos y gobiernos.
    Llevan mucho tiempo hablando sobre ello y ahora ya lo hablan en público. Las contradicciones siempre revientan.

    De repente el cirio está en el medio del Tablero geopolítico y finalmente ha obligado a Hollande a acercarse a Rusia (que sí analiza seriamente las cosas y no se pierde en tonterías) para defender a su gente mientras Obama le explica que «Chico, es que todo es muy complejo».

    En este sentido el atentado de París bien podría tener como objetivo exponer a la luz pública la realidad de una situación que era desconocida y abrir un Cisma en la estructura político-militar de Occidente.

    Este cisma –entre «anglos» y «carolingios»– ya está bajo la luz de los focos.

    El imperio Otomano se mueve y como nuestros políticos no tienen ni la menor idea de qué era eso –ni de que el Impero Romano de Oriente duró hasta el Siglo XVI– pues………..nadie se entera y dicen que el atentado de París es obra de locos y no un acto de guerra otomana más meditado de lo que parece.
    Es un decir.

    Un saludo cordial y gracias por el artículo y comentarios.

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