Corrupción

El voto electrónico, ¿un mecanismo de redistribución?

11 Ago, 2015 - - @elena_costas

Argentina votaba este domingo en unas elecciones primarias que, si bien despiertan un gran interés por lo que suponen de cara a los comicios presidenciales de otoño, me han llamado la atención por una razón bien distinta. Ante las distintas sospechas de fraude electoral, son varios los grupos que proponen la implantación de un sistema de voto electrónico, algo que ya funciona en varios países vecinos, y que fue utilizado con relativo éxito el pasado julio en las elecciones locales de Buenos Aires. Más allá del impacto que esta tecnología pueda tener sobre el fraude electoral, ¿qué otros efectos podemos esperar del voto electrónico?

Brasil puede ayudarnos a contestar esta pregunta. En 1995 el gobierno federal aprobó la Ley Electoral, que regulaba el uso del voto a través de las “urnas electrónicas”. La implementación de este sistema fue gradual, cubriendo estos dispositivos electrónicos dos tercios del electorado en las elecciones de 1998. Más allá de los objetivos iniciales que perseguía el gobierno brasileño, como eran la reducción del tiempo y los costes del escrutinio o, de forma similar al caso argentino, evitar algunas acusaciones de fraude electoral, esta tecnología trajo consigo otras ventajas. El voto electrónico incluía fotografías de los candidatos, así como otras ayudas visuales que guiaban a los ciudadanos en todo el proceso de voto, emitiendo mensajes de error si en algún momento éste no era válido.

Debido al suministro limitado de “urnas electrónicas”, en las elecciones brasileñas de 1998 sólo algunos municipios pudieron hacer uso del voto electrónico. Esta distribución desigual permite extraer interesantes conclusiones sobre los efectos de esta tecnología de voto. En primer lugar, la introducción del voto electrónico trajo consigo una gran reducción del número de votos nulos. Esto implicó que millones de brasileños, cuyo voto en un sistema no electrónico no habría sido válido, pudiesen elegir a sus candidatos preferidos. Este efecto fue mayor en aquellos municipios con mayores índices de analfabetismo, lo que implica que fueron aquellos votantes con menores niveles educativos los que más se beneficiaron de esta ventaja del voto electrónico.

Este resultado recuerda a una de las principales conclusiones de algunos modelos de economía política sobre la asignación de recursos: las decisiones de los gobernantes sobre dónde destinar el dinero público dependerán en gran medida de quién vote. Es decir, los políticos buscaran satisfacer las necesidades de sus potenciales votantes, para garantizar así su voto. Esto implicaría que aquellos grupos sociales que tengan menores tasas de participación puedan estar infra-representados en el diseño de las políticas, dirigiéndose una mayor cantidad de recursos públicos a garantizar el bienestar de colectivos políticamente más activos.

Si el simple hecho de votar conlleva una mayor probabilidad de ser “recompensado” por parte de los gobernantes en el diseño de políticas públicas, ¿por qué no observamos altas tasas de participación entre aquellos colectivos que más pueden beneficiarse de estas decisiones? Las respuestas, evidentemente, son diversas. Sin embargo, la dificultad de entender y utilizar algunos sistemas de votación puede desincentivas, o incluso invalidar, el voto emitido por algunos ciudadanos en las urnas. De los costes cognitivos que representan algunos mecanismos electorales es algo de lo que ya hemos hablado en Politikon (I y II), y Brasil puede representar un buen ejemplo en ese sentido. Según datos del Censo de 1991, únicamente un 58% de los brasileños mayores de 25 años habían completado 4º grado – el equivalente en España a 4º de Primaria -, siendo un 23% incapaces de leer o escribir un documento simple. Por otro lado, las elecciones brasileñas no eran precisamente sencillas. Hasta la introducción del voto electrónico los ciudadanos debían escribir su voto en papel, proceso que implicaba también un conjunto de instrucciones escritas. Es de prever que, en un contexto como el planteado en Brasil, estas elecciones lleven a un alto número de votos nulos, que no sean asignados a ninguno de los candidatos.

Volviendo a lo que nos dicen los modelos de economía política, sería de esperar que un aumento de los niveles de participación real entre los votantes brasileños más pobres conllevase también una mayor redistribución de recursos. Sin embargo, ¿fue eso como ocurrió?

Los datos del estudio de Fujiwara (2015) revelan que, como mínimo para Brasil, esta teoría sí se cumple. El aumento del número de votos válidos implicó un aumento en el porcentaje de votos de los partidos de izquierdas, que no fue debido al efecto de una mayor participación en la entrada de nuevos candidatos. Esto supuso a su vez una modificación en la composición del gasto de los municipios afectados, que tendió a dirigirse más hacia la sanidad pública. Se trata de una política con claros efectos redistributivos, al ser los ciudadanos con menores recursos – y niveles educativos – los principales usuarios y beneficiarios de la sanidad pública en Brasil. Por último, está el efecto que este cambio en la asignación del gasto público tuvo en la salud de los brasileños. En los ocho años que siguieron a introducción del voto electrónico, en los municipios afectados no sólo aumentaron el número de consultas prenatales del servicio público de salud, sino que también se redujo, sólo para aquellas madres con un bajo nivel educativo, el número de niños que nacían con un bajo peso (menos de 2,5kg).

Es probable que el contexto concreto de Brasil sea difícilmente extrapolable a otros países. Sin embargo, es indudable que una mayor participación electoral de ciertos colectivos sociales puede tener un importante impacto en el diseño de políticas y sus principales efectos, mejorando así los mecanismos redistributivos del gasto público. En este sentido, si el voto electrónico puede contribuir a dar voz a ciudadanos infra-representados políticamente, adelante con ello!


7 comentarios

  1. Jaime dice:

    En unas elecciones, por definición, no confías en nadie. Por eso necesitas de múltiples personas velando por intereses opuestos para verificar cada paso del proceso.

    Utilizando el voto electrónico, no sólo no tienes múltiples individuos con intereses opuestos verificando cada paso del proceso, sino que de repente tienes que confiar en cientos de personas, cada una encargada de una pieza del engranaje.

    Todo eso sin contar con que no existe tecnología que garantice la seguridad de una votación electrónica, ya sea mediante urnas electrónicas, o directamente mediante voto online.

    Para alterar significativamente el resultado de unas elecciones en papel, el tamaño del fraude tiene que ser descomunal: cientos de personas y un coste estratosférico. Para alterar el resultado de una votación electrónica basta una persona con conocimientos suficientes y/o una cantidad de dinero suficiente para encontrar/comprar a esa persona.

    No, el voto electrónico no es una buena idea.

    https://jhalderm.com/pub/papers/ivoting-ccs14.pdf

    • orson dice:

      No es cierto lo que dices, Jaime. Hay muchas maneras de poner encuestas online para muchas cosas para las que no se necesita ser un paranoico de la seguridad, pero el voto electrónico no es así. Los principales requisitos de la votación son la inviolabilidad del voto emitido, la no usurpación de identidad del votante, que el voto sea secreto, y que cualquier interesado pueda verificar la validez de todo el proceso sin violar los requisitos anteriores. Por cada una de estas condiciones hay soluciones técnicas perfectamente válidas para el voto electrónico.

      El problema está en que quien quiera verificar la validez del proceso deberá tener la suficiente educación en informática y criptografía como para entender las partes técnicas en las que descansa. Y ahí es donde está la diferencia con el voto tradicional. Porque no te engañes, el papel impreso, las urnas, las listas del censo electoral para cada distrito y mesa, contar los votos y verificar que su suma corresponde con las personas que han votado…. todo esto también es tecnología, aunque sea mucho más elemental y esté al alcance de todo el mundo. No es difícil buscar maneras en las que se puede falsear el voto tradicional, ya sea por analfabetismo de la mayoría de población, ya sea por fraude en el conteo y comunicabilidad de los votos, o de otras maneras más o menos groseras que ya se han hecho en varios países.

      Lo que garantiza la igualdad ante el voto tradicional es la confianza de la gente en el igual conocimiento de los demás sobre papel, urnas, alfabeto, listas, aritmética… y esto no se da con el voto electrónico. Por esto hay personas como que creen sin fundamento que cualquier forma de voto electrónico puede ser masivamente manipulada por una sola persona, porque para mucha gente la informática es magia. La tecnología para el voto electrónico ya está disponible, ahora solo falta la parte más difícil: la educación de la gente. Solo la educación permitirá lograr la confianza necesaria para su uso.

      • jetkom dice:

        Por curiosidad, tienes algun enlace a descripciones más detalladas de la tecnología disponible? Es un asunto que me interesa bastante (también por ejemplo para otros campos como el judicial).

        • orson dice:

          Siento no haber respondido antes. Si te refieres a sistemas explícitamente diseñados para el voto electrónico, no tengo más información que la que puedas encontrar tu mismo/a por internet. Buscando, se puede ver que se han hecho numerosos intentos de voto electrónico y hay bastante alegaciones, tanto a favor como en contra, pero no sé cómo lo han hecho.

          Lo que pensaba cuando escribí el comentario anterior eran las funciones hash, criptografía de clave pública y los sistemas distribuídos de gestión de software (por ejemplo, git). Realmente con esto ya se pueden montar distintos sistemas que superen todos los problemas salvo el que la mayoría de la gente esté tan familiarizados con ellos como lo están con el papel, la escritura y las listas numeradas.
          De hecho, las funciones hash ya se usan masivamente para garantizar que un documento no ha sido aduleterado (certificado digital).

  2. Epicureo dice:

    Cuando el sistema de voto electrónico se diseña para facilitar las cosas, como parece que ocurre en Brasil, seguramente es inclusivo. Pero con la misma facilidad o más puede diseñarse un sistema que lo haga más difícil para los que no están acostumbrados a interactuar con pantallas, y eso aumentará la exclusión. Claro que lo mismo se puede conseguir cambiando el diseño del voto en papel.

  3. Lester dice:

    El voto electrónico es peligroso:
    a) O no es anónimo
    b) Es una caja negra y, por tanto, no es fiable.

    Temerse lo peor (b), no es ser paranoico, es ser realista. Teniendo en cuenta lo que hay en juego, tengan por seguro que hoy día se hace lo impensable para ganar las elecciones (manipulación de listas, votos por correo etc etc), y manipular aparatos electrónicos, como la NSA nos ha demostrado, puede ser fácil, y lo más importante, tremendamente difícil de detectar.

    Hay un muy, muy interesante artículo «Pruebas piloto del voto electrónico» en
    http://libertonia.escomposlinux.org/story/2005/1/23/185441/321

    Es del 2005, no obstante, no ha perdido vigencia en absoluto.

  4. polkillas dice:

    Si la gran ventaja del voto electrónico es ayudar a los votantes analfabetos y semianalfabetos a poder reconocer a los políticos a quienes quieren votar, una posibilidad que se me ocurre es que se vote con papeletas en papel, impresas a partir de un sistema electrónico. Se tiene el control de la papeleta tradicional y no se expulsa del sistema a las personas desfavorecidas. Supongo que habrá desventajas, pero ahora no las veo.

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