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Una conciliación real, compartida y plenamente satisfactoria

12 May, 2015 - - @politikon_es

Artículo escrito de forma conjunta por Teresa Martín-García, Irene Lapuerta, Marta Séiz y M. José González.

“Sí, él, a ver, él hace lo que puede (…) es el trabajo que le gusta, entonces tampoco creo que, hombre sí, todos tenemos utopías e ilusiones pero no creo tampoco que le pueda exigir más. Yo creo que ya hace más de… a ver, llega y casi sin quitarse la ropa se pone a hacer cosas”

 

De este modo contestaba Ainhoa –diplomada que trabaja en una empresa pública– a la pregunta de si estaba contenta con la forma en que ella y su pareja habían compaginado las tareas del hogar y el cuidado del bebé con sus respectivos empleos. La cita resulta interesante no solo por las dificultades que en ella se intuyen para conciliar vida laboral y familiar (tratadas ampliamente en la literatura), sino porque pone el foco de atención en otro aspecto menos explorado hasta el momento: la satisfacción subjetiva con los arreglos adoptados.

Este es el tema objeto de estudio de una investigación cualitativa de carácter longitudinal, cuyos principales resultados adelantamos en este post.[1] El análisis está basado en 31 parejas heterosexuales de dos ingresos que tenían un reparto igualitario del trabajo doméstico antes del nacimiento del bebé.[2] Las parejas fueron entrevistadas en dos momentos del tiempo: durante el embarazo (2011) y cuando la criatura había alcanzado aproximadamente el año y medio de edad (2013). El supuesto de partida es que estas parejas, pese a las limitaciones impuestas por el contexto institucional español, tenderían en su mayoría a reproducir un modelo de conciliación corresponsable y satisfactorio. La cuestión es, ¿hasta qué punto es esto cierto? ¿Conduce un punto de partida igualitario antes del embarazo a una división equitativa de los cuidados y el empleo tras el nacimiento? ¿Es la conciliación corresponsable, en términos generales, también más satisfactoria?

El siguiente gráfico pone de manifiesto, en primer lugar, que prácticamente la mitad de nuestras parejas transitaron hacia un modelo desigual en el reparto de los cuidados. Esta evidencia corrobora la “tesis de la tradicionalización”, que postula un giro en la organización de las tareas domésticas y de cuidados hacia la desigualdad coincidiendo con la llegada del primer hijo/a (Domínguez, 2015). En segundo lugar, destaca que no solo las parejas corresponsables tras el nacimiento del bebé se declaran satisfechas. De hecho, algunas parejas están contentas aunque desarrollan un modelo de especialización de roles. Por último, el gráfico refleja que la insatisfacción con la conciliación es fundamentalmente femenina.

Los hombres se muestran mayormente satisfechos o expresan ligeros malestares relacionados con las restricciones institucionales para desarrollar sus ideales de paternidad. Por el contrario, las madres insatisfechas con la conciliación son mujeres que están muy a disgusto con la implicación de sus parejas o con ellas mismas y su (in)capacidad para cumplir con los estándares de lo que consideran “una buena madre”. La satisfacción con la conciliación tiene, por lo tanto, un claro carácter relacional, en la medida en que hace referencia tanto a los sentimientos positivos experimentados por cada individuo respecto a uno mismo y su implicación en el cuidado, como a la participación de la pareja.

Grafico1

¿Cuáles son, por lo tanto, los mecanismos que explican las variaciones en la satisfacción con los distintos modelos de conciliación? Un primer hallazgo revelador es que la satisfacción de estas parejas está más relacionada con las expectativas e ideales, mostrados ya durante el embarazo, que con las estrategias concretas de conciliación.[3] Las parejas satisfechas-corresponsables han podido llevar a cabo un ideal de reparto igualitario. Por el contrario, el malestar de las parejas insatisfechas –expresado mayoritariamente por las mujeres–, se relaciona de forma muy evidente con la disonancia entre, por un lado, sus expectativas iniciales respecto a su propia implicación en los cuidados y la de sus parejas y, por el otro, los arreglos finalmente adaptados. Ahora bien, algunas parejas muestran un elevado grado de satisfacción a pesar de no haber cumplido sus expectativas. Se trata de parejas satisfechas-desiguales que, o bien han tenido que renunciar a sus ideales igualitarios forzadas por las circunstancias, o bien se han adaptado a distintas concepciones de la ma/paternidad en el seno de la pareja con un grado variable de resignación. Ainhoa, con la que abríamos este post, es un claro ejemplo de ello.

Un segundo mecanismo es el modelo de paternidad desarrollado por el padre y, en particular, su grado de implicación en las tres dimensiones del cuidado señaladas por Lamb et al. (1987): la participación, entendida como el tiempo dedicado al cuidado y al juego con los niños; la accesibilidad, que hace referencia a la disponibilidad o flexibilidad para cuidar; y la responsabilidad, que conlleva la colaboración en la toma de decisiones cotidianas y en la planificación de las tareas de cuidado De hecho, el modelo de conciliación corresponsable va unido a un modelo de paternidad positiva, caracterizado por una elevada implicación en las tres dimensiones señaladas, lo que garantiza una elevada satisfacción. Este fenómeno se muestra frecuentemente ligado a un proceso de anticipación y adaptación previa por parte de los hombres desde el momento del embarazo, mediante el cual construyen su personalidad como progenitores implicados y prevén los cambios laborales necesarios para poder ejercer los cuidados.

A la inversa, los modelos de paternidad en los que el padre muestra una escasa implicación, especialmente en las dimensiones de accesibilidad y responsabilidad, se traducen en insatisfacción materna, derivándose ésta del reparto no equitativo del cuidado y del choque entre distintas percepciones sobre las necesidades de los hijos. Estos padres se caracterizan por un desarrollar un modelo de paternidad en el que sus empleos, y no los cuidados, son la máxima prioridad. No obstante, se dan situaciones intermedias en las que el malestar materno no se produce a pesar de que la distribución del cuidado no es plenamente corresponsable. Son aquellas en las que el padre dedica una cantidad de tiempo sustancial al niño cuando sale del trabajo o logra establecer un fuerte vínculo emocional con éste, así como las asociadas a condicionamientos externos tan fuertes que producen resignación en ambos progenitores. Estos resultados confirman los hallazgos de investigaciones previas que muestran que la satisfacción de las mujeres con la implicación del padre no depende exclusivamente del tiempo que éste le dedica y el tipo de tareas que asume, sino de cómo ella percibe la calidad de la relación padre-hijo.

El contexto institucional, por su parte, se revela como un tercer mecanismo que, si bien contribuye a favorecer o dificultar la satisfacción de las parejas analizadas con el modelo de conciliación, ni la condiciona totalmente ni resulta por sí mismo suficiente para explicarla. Los horarios laborales compatibles con dedicar tiempo al bebé, la flexibilidad al respecto, y un entorno de trabajo que permita el ejercicio de derechos o ajustes favorables a la conciliación son factores que propician la satisfacción por parte de padres y madres. Al mismo tiempo, desempeñan un papel clave en facilitar la materialización de los planes de la pareja y una implicación paterna intensa y corresponsable. La disponibilidad de una red familiar que llegue donde las políticas públicas y los derechos formales no llegan o alivie los constreñimientos del entorno laboral también contribuye a una conciliación más sencilla y, por lo tanto, más satisfactoria.

De esta investigación se desprende que hay un gran margen de mejora para favorecer estrategias de conciliación más corresponsables –y, por lo tanto, más satisfactorias–, especialmente en el grupo de hombres que inicialmente presentan actitudes igualitarias y deseos de paternidad compartida, pero cuyos planes se ven limitados por unos constreñimientos laborales muy fuertes. Una legislación laboral que racionalice los horarios de trabajo y que garantice los derechos ya existentes –cuyo ejercicio real está frecuentemente condicionado a la existencia de un entorno laboral y un jefe comprensivos– tendría una influencia fundamental en este sentido.

En la misma dirección actuarían políticas públicas que amplíen los derechos del padre y desde el inicio permitan establecer patrones de parentalidad compartida, como un permiso por nacimiento y/o adopción individual e intransferible para cada progenitor. Este último tipo de medidas, a su vez, contribuirían a fomentar y normalizar –tanto en la sociedad en general como en el mercado laboral en particular– nuevas concepciones de la maternidad y la paternidad como un fenómeno que atañe por igual a hombres y mujeres y cuya protección debe garantizarse a ambos sexos.

El objetivo es que las utopías, como las de Ainhoa, se hagan realidad; conseguir una conciliación real, compartida y plenamente satisfactoria. Se trata, en definitiva, de promover el cambio en el diseño de las políticas de familia por el que ha abogado el paradigma feminista en los últimos tiempos y que busca compatibilizar un triple objetivo: promover la conciliación, la igualdad de género y el bienestar de la infancia.

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[1] Los resultados de esta investigación integran el capítulo “¿Quiénes logran un modelo de conciliación corresponsable y satisfactorio?”, que formará parte del volumen coordinado por Teresa Jurado y M. José González y publicado, próximamente, por la editorial Catarata.

[2] En estas parejas ellas no realizaban antes del nacimiento más del 60% del total de las tareas domésticas -excluyendo la ayuda externa- y ellos llevaban a cabo al menos un 40%. Estas 31 parejas forman parte del proyecto TransParent (transición a la paternidad y maternidad) en el que participaron un total de 68. Todas las parejas provienen de contextos urbanos, estaban formadas por personas activas y esperaban su primer hijo/a en el momento de la entrevista. Para más información sobre la muestra o el proyecto: http://transparent.upf.edu/

[3] Por este último término entendemos la combinación de recursos formales (permisos de cuidado o escuelas infantiles) o informales (abuelos, redes de apoyo o contratación de una persona) para afrontar los cuidados del bebé.


9 comentarios

  1. HPerezTapia dice:

    No termino de entender si dentro de las variables por trabajo factorizais de alguna manera la diferencia de implicación laboral exigible y su relación con los sueldos de ambos miembros de la pareja. Creo quees más fácil explicarlo con un ejemplo.

    En mi caso personal gano 5 veces más que mi pareja y soy el principal sostén económico de la familia. En la variable participaciónen el cuidado de los hijos estamos 40%-60% a favor de mi pareja. En responsabilidad 50%-50% pero en accesibilidad estamos fácilmente en un 90%-10% a su favor. Evidentemente esto deriva de una rigidez mayor en mi trabajo desde una óptica institucional, pero también desde una óptica económica. Es decir, una reducción de jornada equivalente en ambos casos supone una pérdida superior (5 a 1) en ingresos familiares si quien hace la reducción de jornada soy yo.

    Es mi (creo que nuestra, más bien) percepción que intentar igualar la variable de accesibilidad supondría no una mayor satisfacción de mi pareja sino una menor satisfacción general de la familia por la pérdida de ingresos globales. Siendo esto así, aunque el nivel de satisfacción de mi pareja ha bajado por tener menos implicación en un trabajo que le encanta, ésta ha sido la opción que menos insatisfacción causa a nivel general de la familia. Creo que esto podría entenderse como un contrafactual de vuestro trabajo que no sé si habéis valorado en el estudio.

    Héctor

    • Luis Abenza dice:

      Hola;

      Esto es interesante porque ilustra que la esfera matrimonial y la esfera laboral interactúan. Pero el problema de la historia está en que ambas variables se determinan probablemente de forma simultánea: la brecha salarial depende de la brecha de implicación y la brecha de implicación depende de la brecha salarial. Entonces la implicación que uno parece deducir no está nada clara que ocurra. En particular a nivel agregado: si en todas las familias hubiera una implicación simétrica del hombre y la mujer en la vida doméstica, ¿la familia media sufriría una caída de ingresos o se compensaría el mayor ingreso del hombre medio con el de la mujer media?

      Lo que uno observa son condiciones de llegada (de «equilibrio» como se dice en economía) y no puede mover una variable dejando las demás fijas.

      • HPerezTapia dice:

        Luis, disculpa pero no te compro ese argumento de forma general. En mi caso, y en el de muchas otras parejas que conozco, la desigualdad de salarios es previa a la llegada de los hijos (incluso al matrimonio). Y cuidado que no hablo de desigualdad de salario siendo el hombre el que más gana sino que, al menos en dos casos de mi entorno, quien más gana de la pareja es la mujer.

        Bien es cierto que de los dos casos que conozco, en uno ha sido el hombre el que ha asumido una mayor implicación, mientras en el otro ha sido la mujer a través de un cambio de trabajo (de consultoría a empresa final con mayor flexibilidad pero menor salario y menores posibilidades de promoción).

        Lo que intento transmitir es que no creo que se pueda cuantificar o aislar la parte de (in)satisfacción que puede tener un miembro de la pareja por una mayor o menor implicación en el cuidado de los hijos sin ver el conjunto de circunstancias de la familia, siendo una de las más importantes es el coste de oportunidad económico de equilibrar estrictamente las tres variables que señala el artículo (participación, accesibilidad y responsabilidad). No sé si esto se puede analizar a partir de los datos de este estudio o sería necesario o conveniente ampliar el campo del mismo.

        Héctor

  2. vellana dice:

    Machista. Usted se aprovecha de la (in)cultura del patriarcado para cumplir con la máxima de San Pablo.

    🙂

  3. Marta Seiz dice:

    Hola Héctor y Luis, muchas gracias por vuestros comentarios y el interesante debate. Intento responder por partes en nombre de todas:

    Héctor:

    -Cuando introducimos variables relacionadas con el empleo no contemplamos directamente la diferencia de implicación laboral «exigible» y su relación con los sueldos de ambos, tal y como lo planteas,porque consideramos que dicha implicación y las diferencias de ingresos no son variables exógenas, sino algo que viene en gran medida determinado por nuestras propias variables explicativas: los planes e ideales que tuviera la pareja antes del nacimeinto (impregnados tanto por su situación personal/familiar/laboral como por sus valores y socialización de género), la anticipación que haga el padre de su propio papel como tal, y el contexto institucional (que en líneas generales como tú mismo señalas todavía tiende a reforzar una implicación laboral asimétrica entre hombres y mujeres y la brecha salarial).

    Respecto al ejemplo que planteas, nuestro argumento vendría a ser que en diferentes parejas un reparto por ejemplo como el que señalas vendrá a ser más o menos satisfactorio dependiendo de: 1) si la pareja ya anticipaba tal reparto en un primer momento, antes del nacimiento de la criatura; 2) si el padre compensa la falta de accesibilidad a través de otros mecanismos como la intensidad del vínculo o de la implicación emocional; 3) si el contexto institucional es tal que permite «hacer más llevadera», para la parte de la pareja en la que recae la mayor carga del cuidado, la asimetría al respecto (acceso a escuelas infantiles, abuelos, etc). No sé si en el caso que planteas podría ser la clave de vuestra «satisfacción relativa» uno o varios de estos factores. En cualquier caso sería interesante, efectivamente, analizar en qué casos las ventajas de una determinada distribución económica pueden compensar una posible insatisfacción derivada de la asimetría en el cuidado, pero generalmente no es algo que hayamos encontrado en nuestras parejas (las mujeres en situaciones como ésta tienden de manera clara a expresar insatisfacción)

    Sobre tener en cuenta el coste de oportunidad económico, muchas veces las parejas, en el caso de nuestro estudio lo incluyen en su cálculo anticipado de lo que van a hacer antes del nacimiento, y en el caso de que las circunstancias cambien, lo hemos captado a través de su descripción y argumentacion respecto al contexto institucional.
    Creo es que más o menos hasta donde podemos llegar con datos de carácter cualitativo.

    Luis:
    Nuestra respuesta anterior va en gran parte por donde tú planteas. Efectivamente las asimetrías en el cuidado y en los salarios son endógenas y mutuamente dependientes y sería francamente interesante estudiar qué sucede en el terreno económico cuando se iguala el grado de implicación doméstica (en el terreno de la satisfacción me aventuro a decir, en vista de lo que nos hemos encontrado en este estudio, que las ganancias por ambas partes serían notables; al menos en parejas con una implicación doméstica a priori – antes del nacimiento – equitativa)

  4. Heriberto dice:

    Seguro que el artículo y todo el estudio es muy interesante. Desgraciadamente, cuando me hablan de un estudio con 31 parejas analizadas y me muestran en el primer gráfico resultados de 33 parejas dejo de leer.
    Sé que en la investigación cualitativa no gustan de hacer cuentas, pero no sabía que habían llegado a estos extremos.
    Un saludo

    • Las autoras dice:

      Estimado Heriberto:

      Si amplía el gráfico, y vuelve a realizar la suma, verá que es correcta. De hecho, el número total de parejas en las que se basa el estudio es 31. Ese es el número que se desprende del gráfico y el que aparece en el texto.

      Un saludo.

    • Victor dice:

      Uff, es que a mi las investigaciones cualitativas ya me resultan sospechosas. El sesgo en estas investigaciones se mete casi desde el momento de su diseño. Ademas, 31 parejas (o 33) me parece una broma. Porque entonces, mi entorno de amistades me permitiría hacer un «estudio cualitativo» mucho mas fiable.

      Y deberían controlar, ya que estamos, lo siguiente:

      – La elección de trabajo o carrera profesional de los cónyuges, puesto que hay trabajos que llevan a mayor éxito económico a corto y largo plazo.

      -La llegada a la relación con una situación en la que uno de los dos YA gana mas

      -El motivo de esta diferencia de salarios o posibilidades laborales. Si uno es arquitecto y otro es peluquero, el problema viene de antes. De elecciones previas.

      Porque me da que el sesgo es que esto es debido a que uno es hombre y sale favorecido por… cosas? y por eso termina siendo la mujer la que termina teniendo mayor implicación en el entorno del hogar. Y como es una idea de partida, no lo estudian.

      Creo que hay que ver esos puntos, ver de que forma influyen las elecciones vitales de cada uno (si alguien elige ingeniería y otro elige educación infantil, podemos predecir quien ganara mas con alta probabilidad). Si no, esto simplemente sera otro paper diseñado para confirmar ideas previas, no para aprender ni entender problemas actuales.

      Un saludo.

      • gerion dice:

        El asunto de confirmar ideas previas viene desde el origen de la serie de artículos que pretenden analizar la desigualdad de «género». Desgraciadamente, es una idea que ha cuajado profundamente en la sociedad, gracias entre otras cosas a políticos que dicen lo que sea para ganar votos. Y la gente, en lugar de observar el entorno y tratar de obtener conclusiones por sí misma, se lo cree.
        Hace poco hablaba con una compañera integrada en un observatorio de igualdad oficial, que afortunadamente asiste a congresos internacionales de igualdad – tiene una experiencia propia más abierta que la media -, y me contaba desolada cómo en lugares como Países Bajos, se percibe que en España sólo hay un género: el femenino. Y lo peor es que nuestras instituciones politizadas sólo contribuyen a potenciar esta percepción.

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