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Trabajo doméstico y roles de género: otra asignatura pendiente

21 Abr, 2015 - y - @politikon_es, @politikon_es,

Escrito en colaboración con Daniel Miles.

Probablemente, el ámbito en el que las diferencias entre hombres y mujeres son más claras y persistentes es el hogar. Las mujeres siguen siendo las principales proveedoras de cuidados informales y también las que asumen la mayor carga de trabajo doméstico rutinario (limpiar, planchar, cocinar, etc.). En esta entrada, vamos a hablar de este último tipo de tareas.

Comencemos con algunas cifras. Según los cálculos que se muestran en Sevilla-Sanz y Giménez-Nadal (2014), basados en las Encuestas de Empleo del Tiempo realizadas por el INE, en 2003, los hombres en situación laboral activa dedicaron, en media, 9,4 horas por semana a tareas domésticas, frente a las 34,7 horas dedicadas por las mujeres. Siete años más tarde, en 2010, estas cifras fueron 11,6 y 31,12 horas, respectivamente. Estos datos resumen las tendencias que se observan en las últimas décadas, aquí y en otros países. En primer lugar, la carga de trabajo doméstico de las mujeres es considerablemente superior a la de los hombres. Incluso en las parejas heterosexuales en las que las mujeres trabajan a tiempo completo, ellas siguen asumiendo aproximadamente dos tercios del trabajo doméstico, como muestran los datos recientes del European Social Survey. En esa cifra, no diferimos mucho del Reino Unido y Alemania, pero estamos peor que países como Suecia o Finlandia. En segundo lugar, la diferencia se está reduciendo gracias, principalmente, a la menor dedicación de las mujeres a estas tareas y no tanto a un aumento notable en la contribución de los hombres. En tercer lugar, aunque estamos en una senda hacia la igualdad, la velocidad a la que nos movemos es baja. Según un estudio realizado con datos de 16 países, si extrapolásemos la tendencia actual, la igualdad dentro del hogar entre hombres y mujeres se alcanzaría … ¡en el año 2050!

La carga de trabajo doméstico importa porque condiciona la oferta laboral de las mujeres, tanto en el margen extensivo, como en el intensivo. Además, existe una evidente empírica bastante sólida sobre el efecto negativo del tiempo dedicado a estas actividades en los salarios de hombres y mujeres (aquí o aquí). Estos hechos confirman que las desigualdades dentro del hogar retroalimentan las desigualdades en el mercado laboral.

Explicar la racionalidad de esta asignación asimétrica ha supuesto un reto para los economistas. Los enfoques tradicionales han puesto el énfasis en los ingresos aportados por cada miembro de la pareja al hogar como elemento que mide su eficiencia relativa en el mercado laboral o como elemento de negociación en las decisiones dentro del hogar. Las predicciones de estos modelos sugieren que, conforme aumenta la participación de la mujer en el mercado laboral, y su situación en el mismo se equipara a la del hombre, el reparto de trabajo doméstico debería hacerse más igualitario. Sin embargo, los datos ponen de manifiesto las limitaciones de estas teorías. Veamos el siguiente gráfico referido a parejas españolas:

image

Si comenzamos por el extremo de la derecha, vemos que, en hogares en los que los hombres son los únicos con trabajo remunerado, las mujeres hacen prácticamente todo el trabajo doméstico. Pero, cuando nos movemos hacia la izquierda, vemos que la contribución de los hombres a las tareas domésticas no aumenta de forma proporcional a la contribución de las mujeres al trabajo remunerado. Incluso cuando las mujeres realizan el 80% o más del trabajo remunerado total de la pareja, los hombres no superan el 40% del trabajo doméstico del hogar. Algunos trabajos han mostrado, además, que si bien la contribución de la mujer al trabajo doméstico disminuye con sus ingresos salariales, esa tendencia se rompe, e incluso llega a revertirse, a partir del punto en el que las mujeres aportan alrededor del 80% de los ingresos del hogar.

La conclusión principal de estos datos es que una parte importante del reparto de trabajo doméstico todavía depende de cuestiones de género, es decir, de quién es el hombre y quién es la mujer dentro del hogar. La introducción del concepto de identidad en los modelos económicos, propuesto por G. Akerlof y R. Kranton, ofrece un marco explicativo consistente con la evidencia empírica anterior. Este enfoque plantea que el reparto desigual del tiempo dedicado a tareas domésticas dentro de las parejas en las que los dos cónyuges trabajan se debe a la desutilidad que experimenta el hombre por la pérdida de “identidad masculina” causada bien por la realización de tareas domésticas consideradas “de mujeres”, bien por el hecho de que la mujer trabaje más horas que él y/u obtenga un mayor salario.

La pregunta clave es ¿en qué momento comienzan a formarse estas preferencias y qué mecanismos contribuyen a reforzarlas o erosionarlas? Una línea reciente de la literatura económica confirma el papel fundamental de la familia a través de la transmisión intergeneracional de actitudes y comportamientos. La psicología aplicada sugiere tres vías por las cuales se produce esa transmisión: el refuerzo intencionado por parte de los padres de los roles de niños y niñas en su educación, la imitación del comportamiento o actitudes de padres y madres por los hijos de su mismo sexo, y el aprendizaje de los comportamientos propios de los miembros de su sexo a través de la socialización. En un artículo influyente de R. Fernández, A. Fogli y C. Olivetti se muestra evidencia empírica consistente con los dos primeros mecanismos. Las autoras encuentran que una de las explicaciones más significativas de la progresiva incorporación de la mujer en el mercado laboral es el aumento en el número de hombres que, a lo largo del tiempo, han crecido y se han educado en un entorno familiar diferente, uno en el que la madre trabaja. Esto ha influido en una mayor preferencia por una compañera o esposa que trabaje y, al mismo tiempo, ha hecho que estos hombres contribuyan más en el hogar. Otras investigaciones también han corroborado la transmisión de actitudes de género de madres a hijas.

¿Podemos identificar algún tipo de transmisión intergeneracional en el caso del trabajo doméstico? En España, no disponemos de bases de datos que permitan tener información sobre la asignación de tiempo de generaciones sucesivas de padres e hijos en su edad adulta. No obstante, sí es posible establecer ciertas correlaciones bastante sugerentes. En un artículo publicado hace unos años, analizamos esta cuestión con datos de la Encuesta de Empleo del Tiempo de 2003. La motivación surgió del siguiente gráfico que representa el tiempo medio diario de trabajo doméstico por edad y sexo, distinguiendo por situación laboral:

g2

Lo más llamativo de estos datos (además de la creciente disparidad entre hombres y mujeres con la edad) es comprobar que la diferencia en el tiempo dedicado a las tareas domésticas entre hombres y mujeres comienza a edades tempranas. Es más, si analizamos en detalle cómo es la asignación de tiempos de chicos y chicas de edades comprendidas entre los 10 y los 17 años, vemos que el trabajo doméstico es una de las actividades (junto con practicar deporte y jugar) en las que la diferencia entre sexos estadísticamente significativas, algo que también ocurre en otros países.

La principal contribución del trabajo fue comprobar que, en familias en las que los padres manifiestan una menor adherencia a normas género tradicionales (recogidas por una mayor contribución a las tareas domésticas), el tiempo dedicado a tareas domésticas de hijos e hijas responde menos a los estereotipos tradicionales de género gracias, principalmente, a la mayor contribución de hijos varones. Curiosamente (o tal vez no), este efecto es más intenso en hogares en los que la madre no trabaja fuera del hogar, es decir, en hogares más tradicionales en términos de quién aporta ingresos al hogar. Aunque los datos no nos permiten establecer si la relación es causal, ni si el mecanismo subyacente es la imitación de roles de los hijos o una asignación deliberada de los padres, sí encontramos que es robusta al control por la educación de los padres, el tamaño de la casa en la que habitan, la presencia de ayuda doméstica contratada, la renta del hogar o el lugar de residencia.

En resumen, avanzar hoy en la igualdad de hombres y mujeres dentro de la esfera doméstica tiene efectos positivos para las generaciones presente y futuras. No tener en cuenta este aspecto contribuye a infravalorar el impacto de las políticas que tratan de estimular un papel más activo de los hombres en el hogar.


17 comentarios

  1. Alatriste dice:

    Este tipo de artículos me resulta incómodo porque me obliga a adoptar un papel de abogado del diablo, pero… bueno, para empezar, sinceramente no creo que si en 2050 el reparto de las tareas del hogar es igualitario eso justifique decir que «aunque estamos en una senda hacia la igualdad, la velocidad a la que nos movemos es baja», y mucho menos las exclamaciones alrededor de la fecha. Es más, creo que en esa y en cualquier otra injusticia actual – no digamos una pasada de generación en generación durante siglos y siglos – todos firmaríamos encantados alcanzar una solución justa e igualitaria en tan solo 35 años.

    En segundo, tengo que decir que no me parece lo más justo del mundo que si en siete años los hombres pasaron de 9,4 horas por semana a 11,6 y las mujeres de 34,7 horas a 31,12 la conclusión sea que «la diferencia se está reduciendo gracias, principalmente, a la menor dedicación de las mujeres a estas tareas y no tanto a un aumento notable en la contribución de los hombres» cuando el varón medio asumió un 40% del cambio producido… En cambio, sí que parece razonable decir que una parte del progreso aparente se debe a que las parejas dedican menos tiempo a las tareas domésticas: si los hombres dedican 2,2 horas más y las mujeres 3,5 horas menos es matemático que la pareja media dedicaba en 2010 un poco menos tiempo a tareas domésticas que en 2003.

    Y en tercero, debo decir que echo mucho un factor en la discusión, puede que muy importante ¿Hasta qué punto los cambios se producen no por decisiones conscientes progresistas o tradicionalistas sino porque en las parejas modernas la mayoría del trabajo doméstico lo hace ayuda asalariada mientras que los dos sexos normalmente trabajan – y comen, aspecto nada despreciable – fuera del hogar?

    • Mayoría dice:

      «la mayoría del trabajo doméstico lo hace ayuda asalariada»

      La mayoría, sí, de esa que vota a Podemos.

    • aviermen dice:

      En efecto, sería muy interesante saber si los cambios entre 2003 y 2010 se deben principalmente a que haya más parejas donde hombre y mujer trabajan (en la primera gráfica, las parejas «se han movido a la izquierda» de la curva), o a que el reparto de tareas dada una distribución de salarios sea más igualitario (la curva para 2010 «se ha movido hacia arriba»).

    • Begoña Álvarez dice:

      Alatriste, gracias por los comentarios … aunque te incomode hacerlos.

      La previsión de que, si se mantienen las tendencias actuales, la igualdad en los hogares (en términos de reparto de tareas doméstica) se alcanzaría en 35 años hay que tomarla con todas las precauciones que una afirmación de este tipo (que simplemente se basa en la extrapolación lineal de una tendencia) conlleva. Pero fíjate que no estamos hablando de eliminar la pobreza, el racismo u otras injusticias de magnitud similar. Hablamos simplemente de repartir las tareas domésticas dentro del hogar de modo que, por ejemplo, hombres y mujeres que trabajen a tiempo completo dediquen el mismo tiempo a fregar platos, planchar o limpiar el polvo. Tres o cuatro décadas ¿es mucho o poco tiempo? Desde mi punto de vista, dada la magnitud de la tarea y teniendo en cuenta que ese camino hacia la igualdad empezó, no sé, pongamos que a principios de los 70 con el auge de los movimientos feministas, pues sí me parece un tiempo considerable. Pero simplemente es una apreciación personal, de modo que interpreta los signos de exclamación como una expresión de mi subjetividad.

      Respecto a la afirmación de que el cambio hacia la igualdad se está produciendo por un aumento en el tiempo que dedican los hombres pero, en mayor medida, por una reducción en el tiempo que dedican las mujeres, es una tendencia que se observa en todos los países y que está reflejada en diversos trabajos de investigación. En España sólo disponemos de datos comparables en los años 2002-03 y 2009-10 y también observamos esa tendencia. Si hubiese un hogar que se comporta como la media, lo que ha ocurrido es que el hombre ha pasado de dedicar 9.4 horas semanales a tareas domésticas a 11.6 horas semanas, y la mujer ha reducido de 34.7 a 31.5 horas su contribución. No emitimos ningún juicio de valor al respecto. De hecho, es un comportamiento lógico: se mueve más quien parte de una situación peor y gana más con el cambio. Para tener una visión más global de lo que ha ocurrido en la asignación de tiempo de hombres y mujeres en el hogar en ese periodo recomiendo este artículo de Almudena Sevilla y José Ignacio Giménez . La tabla 2 es muy interesante.

      http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00036846.2014.887194#.VTZ_KJNWTkU

      En tu comentario, te preguntas por las razones detrás de este cambio. Eso requeriría un análisis que no hemos hecho y que, para ser rigurosos, debería hacerse a partir de datos de panel sobre usos de tiempo, algo de lo que no disponemos para España. Por una parte, el cambio refleja, afortunadamente, una reducción del tiempo total que dedicamos a estas tareas. Las razones son diversas, pero no disponemos de información para cuantificarlas: cambios en las preferencias, avances en tecnología del hogar y, en algunos sectores de población, la contratación de trabajo doméstico asalariado (en algunos estratos socioeconómicos)….

      A mí, más que el tiempo total que se dedica a este tipo de tareas, me interesa explicar por qué se produce la asimetría en el reparto de tareas incluso cuando se comparan hombres y mujeres. Las normas sociales y el grado acuerdo con los roles tradicionales de género se han mostrado en la literatura como un factor explicativo de este reparto asimétrico. De modo que es razonable pensar que la reducción del gap entre hombres y mujeres, además de con avances en la situación relativa de las mujeres en el mercado laboral, también tiene que ver, con cambios sociales en esos aspectos.

      • Begoña Álvarez dice:

        Aviermen, tu sugerencia es muy interesante. Deberíamos reproducir el primer gráfico con datos del 2010 para comprobar si se ha producido un desplazamiento hacia arriba. Esa información, combinada con la evolución de la ratio media de salarios entre hombres y mujeres nos daría pistas de hacia dónde se han movido, en media, los hogares españoles.
        Nos lo apuntamos como tarea pendiente. Gracias.

  2. Ullman dice:

    ¿Y que hay del factor evolutivo en las preferencias por las tareas domésticas? Es evidencia anecdótica pero los hombres solteros de media parecen tener una tendencia menor a realizar tareas domésticas y si las hacen le dedican menos tiempo y son menos exigentes que las mujeres solteras. Para mí es un factor que hay que contemplar para tener el cuadro explicativo completo.

    Un saludo

    • Begoña Álvarez dice:

      Ullman, efectivamente, las preferencias en relación a la limpieza, el orden… también evolucionan. El problema es cómo medirlas para evaluar su impacto.

  3. Yann dice:

    Los hombres dedicamos el tiempo que creemos adecuado y necesario a las tareas domésticas.

    Si tan importante es para las mujeres que el tiempo que invierten hombres y mujeres sea el mismo, la solución es muy simple: solo tienen que dedicar el mismo tiempo que actualmente invertimos los hombres. Lo que no vamos a hacer los hombres es dedicar más tiempo del que ahora le dedicamos, cuando no creemos necesario dedicar tanto esfuerzo al tema doméstico ni que sea necesario tener la casa en perfecto estado en todo momento.

    Si gusta, bien, si no, pues mala suerte.

    • Alatriste dice:

      Hombre, creo que eso hay que matizarlo. Aunque es cierto que como al 99% de los hombres solteros ver una cifra como 45 horas semanales de tareas domésticas nos resulta tan exótico y aterrador como un sacrificio azteca (yo pago a una persona cuatro horas semanales y aunque supongo que sumando compras, lavadoras, pequeñas reparaciones, hacer la cama, etc, me saldrían tal vez otras dos o tres hechas por mí, solo salen siete u ocho en total y eso me parece perfectamente suficiente) hay dos cosas que cambian la situación de forma radical: cocinar y comer en casa todos los días es la segunda, pero la primera con gran diferencia es tener hijos – sobre todo si son pequeños.

      • Yann dice:

        Pero entonces tendrías que considerar el tema de la custodia.

        Es decir: en la mayor parte de los divorcios (y el 50% de los matrimonios terminan en divorcio) la custodia es para la madre, mientras que al padre le toca pagar pensión.

        Se supone que esa pensión cubre tanto gastos como el trabajo extra de la madre (al no estar el padre en la casa para ocuparse de los crios), y que el padre puede dedicar el tiempo extra que no dedica a los chavales a ganar un dinero adicional que va a la pensión.

        En ese caso parte del trabajo doméstico de la madre debiera contarse como retribuido, y no como propiamente doméstico. ¿Se considera eso en la estadística?. Por supuesto, no.

        • Begoña Álvarez dice:

          Yann, tu comentario es provocador, pero planteas, precisamente, el punto clave que da pie a las cuestiones que se abordan en el post:

          “Los hombres dedicamos el tiempo que creemos adecuado y necesario a las tareas domésticas”
          Añado:
          “Las mujeres dedicamos el tiempo que creemos adecuado y necesario a las tareas domésticas”

          Y ahora, te planteo la pregunta: ¿por qué el tiempo “adecuado y necesario” es tan diferente en hombres y mujeres, incluso cuando tienen situaciones laborales similares, mismo nivel educativo y salarios equiparables?
          (Como hasta el momento no hay ningún estudio científico que demuestre que hay diferencias genéticas de hombres y mujeres en cuanto a estándares de orden y limpieza, vamos a eliminar esta explicación.)

          • Yann dice:

            Pues yo sí que creo que es una diferencia genética.

            Ojo, no tomemos la frase anterior y montemos una narrativa sobre ella (es algo muy común en internet). Digo que creo que es una diferencia genética, no que esa diferencia sea que «las mujeres genéticamente limpian más».

            En mi opinión (opinión personal, y punto) de experiencia de convivencia con hombres y mujeres, estas tienden a ser más territoriales. Cuando digo territoriales me refiero a un espacio físico. Es decir, los hombres tienden más a preocuparse de asentar su dominio sobre un grupo de individuos e intentar situarse como el «alfa» (ese palabro que se ha puesto tan de moda), mientras que las mujeres se preocupan más de hacerlo sobre un espacio físico (repito, es opinión).

            Con lo cual pienso que es una cuestión genética. Pero no porque las mujeres sean genéticamente «limpiadoras», sino porque tienen mucho más marcado su sentido de propiedad sobre los espacio físicos. Y cuando algo es más importante para ti, lo cuidas más y le dedicas más tiempo.

          • Yann dice:

            Y añado a lo anterior: lo cual también explica que los hombres exterioricen la violencia imponiendo un concepto de propiedad sobre su pareja. Esto sería una versión desequilibrada del deseo masculino de «ser el lider» de la manada, que llevada al extremo puede degenerar en el deseo de ser «propietario» del nucleo familiar, que generalmente es la pareja.

  4. Aloe dice:

    Me gustaría saber si hay algún cálculo serio de la cantidad de trabajo doméstico que se puede considerar necesario, o que en la práctica resulta ser el promedio, en función del número de personas del hogar y del número de dependientes (niños, dependientes adultos, ancianos).
    Así como de las variables que lo modificarían, tales como: renta disponible, hábitos de externalización (comer fuera o mandar limpiar el coche, por ejemplo), proporción de trabajo asalariado…

    Una cosa bastante evidente es que la tecnología ha aumentado enormemente la productividad de muchas tareas domésticas, ha eliminado prácticamente muchas otras y ha convertido en adquiridas en el mercado, en lugar de autoproducidas, otra buena cantidad.
    Una parte de las tareas automatizadas o externalizadas parece ir a aumento del tiempo disponible (para trabajo pagado o para ocio) pero otra parte parece que va a tareas que no se pueden automatizar y para las que hoy en día existe la expectativa de que se les preste una cantidad de atención y esfuerzo mucho mayor que antes (como atender a los hijos) y eso hace que el total de horas no baje tanto.
    En cualquier caso, da la impresión, no sé si equivocada o acertada, de que es un ámbito no tan estudiado como podría estarlo.

    Una vez me molesté en hacer un cálculo de las horas de trabajo doméstico en varios hogares que conozco bastante bien, sin niños preescolares ni ancianos dependientes (un tipo de hogar modelo básico, podríamos decir) y me salió que la limpieza, atención al mantenimiento y a las reparaciones, papeleos varios (impuestos, seguros, comunidad de vecinos, ITV…), en general las tareas que son menos sensibles al número de miembros y dependen más del «equipamiento», se llevan alrededor de diez horas a la semana (algo más por miembro adicional pero no mucho). La ropa en cambio es muy proporcional y son unas dos horas/semana/persona. La comida varía enormemente, tanto por los hábitos de comer o no en casa como por el nivel de exigencia en cuanto a la calidad y por el número de miembros de la familia. Comprar-cocinar-recoger para una comida «seria» al día para 4 personas, más un suministro de alimentos menos elaborados para el resto del día, son un mínimo de 12-14 horas a la semana, sin ponernos exquisitos ni tirar de precocinados excesivamente.
    Esto es muy burdo, lo sé, pero da treinta y tantas horas a la semana para una familia de 4, sin empezar a cuidar a los niños (que lleva muchísimo tiempo), y por supuesto sin sacar brillo a los latones o cualquier actividad obsesiva prescindible. No veo forma de rebajar ese tiempo considerablemente.
    Así que parece que el tiempo que le dedica la gente según los datos de la entrada no es exagerado, y que salvo nuevas tecnologías que sigan automatizando trabajo, así va a seguir: o se reparte efectivamente o lo de las «dos jornadas» de las mujeres va a seguir siendo verdad; no es una exageración ni un capricho. Pero de verdad me gustaría saber si hay trabajo empírico detallado sobre esto.

    • Begoña Álvarez dice:

      Aloe, efectivamente sería interesante conocer cuál es “nivel de subsistencia” en cuanto a trabajo doméstico. Pero creo que es muy complicado establecerlo porque los estándares de lo que es necesario seguramente varían mucho entre individuos.

      No obstante, trabajando los microdatos de las Encuestas de Empleo del Tiempo, podrías obtener para distintos tipos de hogares caracterizados por número de miembros, tipo de vivienda, situación profesional, etc. los tiempos medios dedicados a cada una de esas tareas, así como su dispersión. Eso te daría una idea del rango de valores entre los que oscilan. De hecho, el nivel de desagregación por actividades es muy minucioso. Además, estas encuestas te permiten conocer el tiempo dedicado a planchar, cocinar, limpiar, comprar, etc. de cada uno de los miembros del hogar.

      • Aloe dice:

        Gracias por la respuesta.
        De artículos leídos hace (bastante) tiempo recuerdo que el tiempo que dedicaban los hombres como contribución a las tareas del hogar se iba en buena parte en atender al coche, gestiones y papeleos y pequeñas reparaciones. Planchar o fregar, más bien entre poco y nada. Por supuesto, eso es lo que puede estar cambiando.

  5. Andrés dice:

    Me llama la atención el que no se plantee la respuesta de las mujeres al desequilibrio en el reparto de las tareas domésticas. Lo digo porque en general cuando hay un colectivo privilegiado y otro perjudicado es éste el que se moviliza para acabar con lo injusto de la situación. Entiendo que el conflicto al que nos referimos no tiene un carácter tan nítido como los coloniales o los de clase, que en éste los contrincantes confraternizan más. Pero eso no implica que no sean las mujeres, y especialmente las que viven directamente la situación, quienes deben sobretodo combatirla. Y supongo que muchas lo hacen, pero no lo sé. ¿Hay estudios que relacionen la estabilidad de las parejas con el reparto más equilibrado de las tareas de la casa? ¿Es el reparto distinto en las parejas formalmente casadas, en las que se declaran pareja de hecho y en las que conviven sin declaración formal (descontando el factor edad)?En España estamos peor que en Suecia o Finlandia ¿porque los españoles estamos poco educados en la igualdad o porque suecas y finesas rechazan convivir con tipos que no asuman una parte del trabajo del hogar?Por otro lado en la disminución del tiempo empleado por la pareja en su conjunto, no se si se ha tenido en cuenta el aumento del trabajo asalariado externo en los hogares españoles, que en la década abarcada supongo que fue considerable.

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