Cuotas y representación

¿Comprometen las cuotas la calidad de los políticos? No parece.

24 Mar, 2015 - - @politikon_es

En toda discusión sobre la representación de las mujeres en política, alguien argumenta contra las cuotas en nombre del principio de mérito y capacidad. Sin embargo, ¿Existe ese compromiso entre la calidad de los políticos y la representación de las mujeres? ¿Debemos renunciar al mérito y capacidad si queremos que nuestros gobiernos sean más representativos en términos de género?

En el pasado hemos hablado de cómo la presencia de las mujeres en las instituciones afecta a muchos aspectos de la vida pública. Sin embargo, plantear el debate sobre las cuotas como un conflicto entre el principio de mérito y capacidad y el principio de representatividad sólo tiene sentido si el efecto de éstas fuera el de descartar a hombres más cualificados en beneficio de las mujeres que lo están menos.

La creencia de que las cuotas comprometen la selección del talento se apoya a menudo en la observación anecdótica de que las elegidas por un requisito de paridad son mujeres que parecen estar poco cualificadas. Suponemos que esto es particularmente palpable cuando se compara a Pedro Solbes con Leire Pajín -tal vez lo sea algo menos cuando se compara a María Dolores de Cospedal o a Soraya Sáenz de Santamaría con cualquier otro político hombres del Partido Popular.

Este tipo de diagnósticos anecdóticos están sin embargo siempre potencialmente sesgados. El fenómeno relevante es el que ocurre en media, y no la suma de un puñado de casos casos individuales. Observar un caso individual de supuesta incompetencia femenina no muestra nada sobre el efecto de la cuota ya que es imposible saber si el resultado habría sido mejor (o peor) en ausencia de la cuota. Esto es tanto más grave por cuanto, a menudo, este prejuicio en contra de la cuotas alimenta otros contra las mujeres que se benefician de ellas al estigmatizarlas sugiriendo que éstas no han logrado su puesto por méritos propios. Por ello, más allá de la impresión personal, es necesario verificar si este fenómeno está generalizado y por qué.

Seleccionando y midiendo el talento

Para que la calidad de los políticos empeore necesariamente con las cuotas, los procedimientos de selección deberían asegurar un buen reclutamiento del talento en ausencia de ellas de forma que, al introducirlas, éste empeoraría. Sin embargo, parece al menos igual de probable que el reclutamiento de los políticos sea mejorable en la realidad. En caso de que existan barreras de entrada en la carrera política para las mujeres con más talento, una cuota podría tener el efecto contrario.

Una parte problemática de calcular el efecto de las cuotas sobre la calidad de los políticos viene de la dificultad para medir lo que entendemos por «calidad» o «talento». Existen dos estrategias para medirlo. Una primera es basarse en indicadores objetivos, tales como la formación, la experiencia o la actividad que hacen los políticos. Estos indicadores, sin embargo, tienen una relación imperfecta con la calidad de los políticos. Ser doctor por Harvard con seguridad ayuda a ser un buen ministro, pero tal vez aspectos como el «savoir faire«, la capacidad de liderazgo, la integridad ética y la habilidad gestora cuentan tamibén y no se capturan perfectamente con estas medidas y no aparecen en ningún dato observable.

Es posible sin embargo que estos rasgos sí puedan ser filtrados a un nivel subjetivo al observar a un político: escucharlo hablar, conocer su trayectoria como gobernante, leer sus ideas, etc. Sería posible argumentar que el mecanismo de selección democrático sirve, en principio, para agregar estas percepciones de los votantes. Pero ¿cómo sabemos que esta impresión no refleja nuestros sesgos o una estrategia de comunicación exitosa?

En relación con los problemas de género se sabe por ejemplo que los medios tienden a subrayar estereotipos de género y tratan a hombres y mujeres de forma distinta (Gender&Politics 2008). Si los medios tuvieran una influencia sustantiva sobre las percepciones individuales (y parece que sí), entonces tal vez podríamos esperar que estos sesgos repercutieran en la capacidad de la democracia para seleccionar talento. Melissa K. Miller, Jeffrey S. Peake y Brittany Anne Boulton (Gender&Politics 2010) analizaban la cobertura mediática que daban Obama y a Clinton en las primarias demócratas. Mientras que una parte importante de la propaganda negativa sobre Obama iba dirigida a aspectos relacionados con su competencia objetiva para el trabajo, tales como su falta de experiencia, la que iba dirigida a Clinton ponía el acento sobre rasgos de su personalidad o su carácter.

Dado que tanto la evaluación objetiva como subjetiva tienen ventajas e inconvenientes para medir la calidad de los políticos, parece necesario combinar ambas dimensiones a la hora de evaluar el efecto de las cuotas: qué costes electorales tiene la introducción de cuotas para un partido y qué perfil tienen las mujeres que entran en política.

La pérdida de talento inencontrable

Existen varios trabajos que han intentado estudiar el efecto de las cuotas sobre la selección del talento. Basándose en indicadores objetivos, Rainbow Murray (Gender&Politics 2010) investigó el caso de Francia. En el año 2000 entró en vigor una ley de paridad que aumentó sustancialmente la representación parlamentaria femenina. Para evaluar la calidad, Murray compara (a) el perfil, como la profesión, cualificación, edad, experiencia previa y, (b) la actividad que desarrollan una vez elegidas, como el número de proposiciones de ley introducidas, preguntas hechas, participación en comités etc. Aunque hombres y mujeres resultaron tener perfiles distintos en cuanto a su cualificación, encuentra que son indistinguibles en su actividad parlamentaria y las mujeres resultan ser igual de productivas que los hombres.

Un ejercicio similar es el de Baltrunaite, Bello, Casarico y Profeta (Journal of Public Economics 2014). En el año 1993 se introdujo una cuota en Italia que desapareció en 1995. Dado que no todas las localidades italianas tuvieron elecciones en ese periodo, las autoras pueden comparar la diferencia entre los municipios a los que le afectó y a los que no. Encuentran que las cuotas aumentaron el nivel educativo medio de los políticos. Para completar el análisis, usan otros proxies para intentar medir la calidad de los políticos y obtienen el mismo resultado.

Tania Verge (Revista Española de Ciencia Política 2011) examina el caso del parlamento de Cataluña. Mirando los perfiles, encuentra resultados similares según los cuáles las mujeres que entran no están menos cualificadas.

¿Como explicar la aparente paradoja de que las cuotas puedan mejorar la preparación de los políticos? Una posibilidad es la que se puede ver con la intuición de un ejemplo muy simplificado. Asumamos que hombres y mujeres se distribuyeran uniformemente del 0 al 100 por su formación. Si existiera una proporción de 70% de hombres en puestos de responsabilidad y los mejores fueran reclutados, significaría que el último hombre en ser reclutado tendría una competencia de 30, mientras que la última mujer tendría una competencia de 70. Si con una cuota nos movemos a una proporción 60%-40%, entonces la mujer menos preparada tendría una competencia de 60 y el hombre menos preparado de 40. Habríamos sustituidoen el margen a hombres menos formados (en el segmento 30-40) por mujeres más formadas (en el segmento 70-60) y la cualificación media de los políticos mejoraría.

Ésta es aproximadamente la intuición que explotan José Tavares y Paulo Júlio (2010) que desarrollan un modelo formal en el que el efecto de una cuota puede tener el efecto de mejorar la calidad de los políticos al atraer mujeres mejor formadas que los hombres desde el mercado laboral.

En un artículo aún sin publicar, Besley, Folke, Persson y Rickne no sólo llegan a conclusiones similares usando datos suecos. Además, proponen un mecanismo explícito por el que podría ocurrir. Consideran que el statu quo puede responder a que haya una selección de políticos negativa, dónde los líderes de los partidos nombran a otros menos competentes para no ver amenazadas sus carreras políticas. Esto resulta de que la competencia electoral no es igual de intensa en todos sitios, de modo que para muchos líderes nombrar subordinados competentes no aumenta realmente su probabilidad de ser elegidos, solo amenaza su silla dentro del partido al promocionar a un rival más válido. Los autores sugieren que la introducción de una cuota puede alterar el equilibrio interno del partido y que, al aumentar la competencia política, se produciría una mejora de la calidad media de los políticos.

Pablo Casas-Arce y Albert Saiz usan la introducción de la ley de igualdad para estudiar el caso español. Consideran tres explicaciones alternativas (a) Es posible que los votantes sean menos propensos a votar por mujeres por su perfil. (b) Es posible que exista una falta de mujeres capaces para ocupar puestos de política y (c) Es posible que las maquinarias internas de los partidos discriminen contra las mujeres (esto podría ocurrir por ejemplo por el efecto de las redes sociales).

Las dos primeras hipótesis implicarían que, si un partido elige a sus candidatos para maximizar sus resultados electorales, entonces las de cuotas deberían empeorar su resultado electoral en mayor medida allí dónde les forzara a sustituir más hombres por mujeres. Por el contrario, si se debiera a una discriminación contra las mujeres, entrarían mujeres más capaces y posiblemente mejoraría su resultados electoral. El impacto de la ley de igualdad no fue sin embargo idéntico en todos sitios. Por un lado, solo se aplica a municipios con más de 5000 habitantes y esto permite comparar el efecto en unos sitios y otros. Por otro, no todos los partidos tenían el mismo desequilibrio de género en sus listas en todos sitios, de modo que la ley debería tener más impacto allí dónde hubiera menos mujeres. Los autores encuentran que los datos apoyan la tercera hipótesis y que es probable por tanto que las maquinarias políticas de los partidos discriminen contra las mujeres.

Las cuotas no son (sólo) un remedio contra la infrarrepresentación…

El principal mensaje de este artículo es que las cuotas no son (solo) un remedio contra la infrarrepresentación de las mujeres en la política, también pueden actuar como una medida contra los fallos de los mecanismos de reclutamiento. A lo que toda esta literatura apunta es a que, si la selección de candidatos funciona mal antes de la cuota, no hay ninguna razón para suponer que será peor después de ella. Y en efecto, parece que en la práctica no existen demasiadas razones para pensar que las cuotas han afectado negativamente a la selección de élites.

En la práctica, las mujeres se enfrentan a muchos problemas a la hora de desarrollar una carrera política. La política premia la visibilidad, los liderazgos fuertes, las redes de contactos y la continuidad (lo que resulta difícil de compatibilizar con la maternidad), lo que se combina con otros otros muchos obstáculos (una lista aquí) para convertir la política en una profesión particularmente masculinizada. Estos obstáculos no están relacionados con la falta de talento, sino más bien con las y, por ello, ayudar a removerlos no solo no tiene por qué empeorar la selección de los políticos, sino que puede hipotéticamente mejorarla o simplemente dejarla intacta.

Si las cuotas no empeoran, tienen un efecto despreciable o incluso en algunos casos mejoran, la selección del talento -como parece que es el caso- entonces cabe replantearse la pertinencia del estigma que han soportado muchas mujeres que accedieron a puestos de responsabilidad con motivo de ellas y cuya valía -parece que injustamente- ha sido mirada con lupa.

 

Nota: Agradezco a Alberto Penadés la inspiración para el título de este post.


15 comentarios

  1. David dice:

    Me pregunto a que se debe la contradicción con http://nadaesgratis.es/admin/calma-calma

  2. Sgt. Kabukiman dice:

    ¿A que el uno habla de partidos politicos y el otro de empresas?
    A ver si no va a ser lo mismo.

  3. Emilio dice:

    Luis, conociendo tus opiniones sobre muchas otras cuestiones de género, lo extraño sería que llegases a conclusiones distintas. Solo me gustaría hacer algunas precisiones: lo de que los estereotipos en la prensa actúan contra la mujer yo comenzaría a darle la vuelta y otro tanto al socorrido tema de la maternidad, que en un país con una de las tasas de natalidad más bajas del mundo parece la variable que más cosas explica. En cualquier caso ahí está el caso de Susana Díaz a quien su embarazo para nada impidió su victoria.

    El mérito y la capacidad creo que son buenos baremos para la economía o la educación pero no me parece apropiado para la política. Lo cuenta bien Michael Ignatieff que lo sufrió en carnes propias. A un político lo que lo mide es su representatividad y esa se la dan los ciudadanos, y antes sus correligionarios. En mi opinió cuanto más se cocinen las listas electorales menos opción dejan a los ciudadanos, y las cuotas lo que hacen es engordar la cocina. Cuando ya son en cremallera ni te cuento.

    Ni Cospedal, ni Saénz de Santamaría son políticas de cuota, como no lo es Angela Merkel. Lo que sí observo y no sé si será anécdota o, al menos en nuestro país, comenzará a hacer categoría, es la enorme cantidad de mujeres en posiciones muy destacadas en sus partidos que, o bien han roto con él, o bien mantienen en su seno una actitud muy contestaria. Véanse: Rosa Díez y el PSOE, Rosa Aguilar e I.U., ahora Tania Sánchez, el permanente desacuerdo no disimulado de Esperanza Aguierre, y otro tanto de la mismo en el caso de Carmen Chacón. Quizá merecería cierto estudio y reflexión.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Emilio

      Luis, conociendo tus opiniones sobre muchas otras cuestiones de género, lo extraño sería que llegases a conclusiones distintas.

      Fíjate que la única parte del artículo en la que expreso, y creo que de forma muy prudente, mi opinión, es en la última sección y diría que las conclusiones no se siguen de mis opiniones sobre temas de género, en general, sino de los argumento de las dos primeras secciones. La primera es puramente un planteamiento del debate, la segunda es un resumen de investigación que ha llevado a cabo otra gente.

      El mérito y la capacidad creo que son buenos baremos para la economía o la educación pero no me parece apropiado para la política.

      Si uno piensa así, que me parece legítimo -yo tengo mi propia opinión sobre el tema- entonces uno no puede criticar las cuotas por impedir la selección de mujeres para los puestos mejores. Sobre todo, a la hora de usar la métrica de las elección para medir el talento (como criterio «subjetivo») lo que estaríamos midiendo es como de contentos están los ciudadanos con el cambio. No creo que tu conclusión de cuanto más cocinadas estén las listas más se limita el poder de los ciudadanos para elegir. Eso solo ocurriría si el mercado político fuera perfectamente competitivo y me parece heroico pensar que es así.

      • Javier dice:

        Entiendo que hay una errata en ese último párrafo.

        Que un mercado no sea perfectamente competitivo no significa que no pueda serlo menos, o más. Imponer cuotas lo lleva en la direccion del «menos». Y precisamente el hecho de que sea un mercado imperfecto hace aún más grave el convertirlo en más imperfecto.

        Es un caso parecido al de Irán, en el que todos los candidatos han de pasar el beneplácito de los clérigos. Alguien que no quisiera ver la realidad podría decir «No creo que ese baremo limite el poder de los ciudadanos para elegir. Siguen pudiendo votar a distintos partidos con distintas opciones.»

        • Ramsey dice:

          No, a ver, claramente un país dónde las mujeres tienen asegurada la representación en política no es comparable a Irán, vamos a no hacer un nudo con la polla, ¿eh?

        • Sgt. Kabukiman dice:

          Imponer cuotas lo lleva en la direccion del “menos”.
          Y eso es así por ¿verdad revelada?
          Al menos al autor del post se molesta en argumentar algo, digamos … en dirección contraria. A la reserva intelectual de occidente le basta con querer ver la realidad.

      • Emilio dice:

        Una de las fallas en que se ha movido y se sigue moviendo nuestro sistema político en los últimos tiempos es la crisis de representatividad, hasta el punto de que todo él iba camino de convertirse en un turnismo -bipartidismo lo llaman algunos- en que prácticamente bastaba esperar a que el otro se desgastase para aspirar al Gobierno, sin que se tuviera muy claro en qué redundaría el cambio.

        Entonces comenzaron a aparecer propuestas de todo tipo en la dirección de mejorarlo: listas abiertas, primarias, mayor democracia interna y un largo etcétera. Y ahora ha desembocado en la aparición con gran empuje de nuevas organizaciones políticas y una severa puesta en cuestión de muchas de las organizaciones heredadas: partidos políticos, sindicatos, y muchas otras instituciones.

        En este contexto las cuotas y su correlato de listas cerradas con cremallera no va en la dirección de todos esos cambios.

        Otro aspecto que me gustaría dejar algo más claro de lo que lo hice en el primer comentario, es que por supuesto estoy a favor de que nos representen los mejores, lo que pasa es que entiendo que quien sea mejor no lo va decidir ni un tribunal de oposición, ni los títulos que posea el candidato, sino quien los ciudadanos consideren más apropiado.

        Y citaba el caso de Michael Ignatieff porque tratándose de un respetado profesor y un intelectual de reconocido prestigio a nivel mundial su paso por la política se ha saldado con un rotundo fracaso como el mismo reconoce, porque como también él mismo dice, las cualidades de un político son muy específicas y quien las valora es el electorado. Electorado al que se le deben brindar todas las posibilidades de poder elegir a los mejores y no obligarlo a votar unas listas decididas por muy pocas personas y a la que se accede por cooptación. Y mucho de eso ha habido en nuestra corta historia democrática.

  4. Carlos Jerez dice:

    Muchas gracias Luis por las aportaciones, y creo que probablemente tendrás razón, que las cuotas de género pueden ser positivas en nuestro sistema democrático, ayudando a representar mejor a la población. Ahora bien, en otros posts se ha hablado mucho de su aplicación en la empresa privada, posiblemente el lugar donde más discriminación haya y a la vez donde los efectos de un sistema de cuotas si que puedan ser mucho más relevantes. ¿Que evidencia hay sobre ello?.

    Un saludo.

  5. […] ¿Comprometen las cuotas la calidad de los políticos? No parece […]

  6. Manuel Cruz dice:

    Las cuotas son una aberración, y vosotros mismos lo demostráis en vuestro «ejemplo» de cómo las cuotas pueden «mejorar el resultado». Lo que a vosotros os parece una paradoja no lo es. Porque lo que estáis haciendo sin que os déis cuenta es comparar dos cuotas entre sí, descubriendo que a mayores las cuotas, peores los resultados. Vuestro primer ejemplo no es un caso de que se seleccionen 70% de hombres porque al seleccionar los mejores salga ese porcentaje, es un caso de que se seleccionan 70% de hombres por CUOTA, lo que lleva a seleccionar a gente inútil y dejar fuera a gente competente.

    Es decir, vosotros mismos estáis minando vuestro argumento y estáis dando la razón a los «machistas», que por lo que se ve es el nombre que les dais a los que saben razonar. Las cuotas SIEMPRE empeoran el resultado porque el criterio de selección no guarda relación con el criterio de evaluación. Se hace simplemente como gesto de cara a la galería.

    Como ejemplo ilustrativo, en las anteriores elecciones europeas, con el bajón de diputados que tuvieron los partidos tradicionales, hubo muchísima gente ESENCIAL en esos partidos que se quedaron fuera, porque en las listas cremallera pusieron mujeres en plan florero y calcularon mal la cantidad de escaños que conseguirían. Sacrificaron gente de la que dependían para negociaciones clave por hacerse los guays, y eso perjudicó muchísimo a España.

  7. perplexman dice:

    Luis Abenza: «Es un firme creyente en el rigor, en la revisión de los datos a la luz de la teoría y…»

    Pues no lo parece, francamente.

    Antes de intentar demostrar nada, empiezas diciendo que los que estamos en contra las cuotas de género es por prejuicio. No , Luis, lo que es un prejuicio (sexista) es querer imponer a personas de un determinado sexo por ese mero hecho: ser de ese género.

    Los estudios que citas sí que parecen anecdóticos y tremendamente sesgados al estar presuntamente imbuidos de la doctrina de género, igual que tu artículo.

  8. Emilio dice:

    La perspectiva de género niega desde su propia esencia la posibilidad de aceptar como válido el método empírico, porque inmediatamente que se ve contradicha por los datos atribuye los resultados a todo tipo de sesgos derivados de la sociedad machista y patriarcal en que según esa perspectiva vivimos.

    Pero también porque los presupuestos de partida y entre ellos la consideración de que las mujeres están discriminadas en infinidad de ámbitos sociales no está sujeto a contrastación y así, buena parte de los datos que nutren esta ideología corresponden a encuestas realizadas a mujeres en las que estas manifiestan su opinión -necesariamente subjetiva- excluyendo de los cuestionarios a los varones o en las que directamente se les ha asignado un determinado papel, por ejemplo, en las de violencia sea ésta en el ámbito escolar o familiar al presuponer que ella es siempre la víctima y él el victimario.

    Y desde luego un enfoque empírico debiera dar cuenta no solo de los temas que plantea la agenda de género, sino de todos aquellos relevantes para entender las posiciones de hombres y mujeres en la sociedad. Por ejemplo explicar la paradoja de que mientras ese enfoque sitúa a la mujer en una posición social subordinada sea ella la que tome más del 80% de las decisiones de compra y se haya convertido en la figura más preciada para los publicistas y las empresas.

    O el porqué de sectores laborales completamente feminizados en porcentajes que superan el 60% y hasta el 80% y precisamente en sectores de máximas garantías laborales y sueldos elevados. Sería interesante saber en qué porcentajes se están incorporando hombres y mujeres a los ámbitos relacionados con el sector público y en particular en aquellos de máxima relevancia en la configuración de la imagen que la sociedad tiene de sí misma: administración propiamente dicha y ámbitos: escolar, sanitario o judicial. En lo relativo a la dependencia el porcentaje a lo que más se aproxima es al 100%.

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