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Natalidad, políticas e igualdad de género

17 Mar, 2015 - - @CarlosDelclos

La natalidad es uno de esos temas sociológicos que, a pesar de su relación directa con el sexo, parece que no resulta especialmente “sexy” para las personas interesadas en el análisis de las desigualdades sociales. Igual es porque una aproximación académica a la procreación, basada en los modelos de elección racional le quita mucho morbo al asunto. O quizás es porque las explicaciones de su importancia (“si no tenemos una tasa de natalidad de X hijos por mujer, ¡el Estado de Bienestar desaparecerá!”) no dejan de evocar la imagen de las mujeres como fábricas de bebés. Sin embargo, si entendemos la reproducción como lo plantea Silvia Federici, es decir, como el conjunto de actividades necesarias para sostener la vida humana en el tiempo, la natalidad se convierte en un campo profundamente determinado por las relaciones sociales y la división del trabajo, en el cual se disputan los deseos y la capacidad para realizarlos.

Ya existe bastante literatura sobre los determinantes culturales y estructurales de la natalidad en Europa y sabemos mucho sobre el impacto que tienen la educación, el trabajo o las preferencias personales en el número de hijos que tienen las personas. Pero hay considerablemente menos trabajo hecho sobre los impactos diferenciales de las políticas sobre la natalidad. Recientemente, Pau Baizán, Bruno Arpino y yo hemos realizado un estudio que pretende aclarar un poco el papel de éstas en 16 países europeos, utilizando datos de las Encuestas de Condiciones de Vida (EU-SILC) de Eurostat. Nuestro objetivo era comprobar los efectos de distintas políticas diseñadas para conseguir más igualdad de género en la división del trabajo sobre el número de hijos de las personas. Pero no nos limitamos a eso. También quisimos comprobar si esos efectos son muy distintos según las características de las personas o si cambian mucho según los contextos normativos en materia de género. En el siguiente gráfico, podéis ver los resultados de uno de nuestros modelos.

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Número previsto de hijos según características del país y el nivel de estudios de la mujer, con intervalo de confianza del 95%.  
Fuente: European Union Statistics on Income and Living Conditions, 2004-2009. Mujeres nacidas entre 1960 y 1973.

Los resultados nos llevaron a afirmar dos conclusiones. La primera es que las políticas asociadas con modelos concretos de relaciones de género tienen efectos significativos sobre la natalidad. Específicamente, pudimos comprobar que las políticas que promueven una “desfamilialización” de los cuidados a través de la provisión de guarderías, tiene un efecto positivo sobre el número de hijos de las personas en nuestra muestra. Por tanto, afirmamos que una política universal que garantiza el cuidado infantil de alta calidad sería una precondición para mejorar la igualdad de género en estos países, ya que reduciría el número de horas dedicadas a los cuidados por parte de la familia, fomentando así una distribución mas igualitaria del trabajo remunerado y los cuidados. En cambio, las políticas que apoyan la “familialización” de los cuidados, de forma más o menos directa, no tienen efectos tan claros sobre la natalidad. Por una parte, las políticas que dan por hecho que las mujeres deben dedicar más horas que los hombres al cuidado de los hijos (por ejemplo: el fomento del empleo a jornada parcial, bajas maternales más largas o subsidios en forma de transferencias) tienen un efecto más débil sobre el número total de hijos. En cambio, una reducción en las horas dedicadas por los hombres al mercado laboral lo aumentaría de forma dramática, al aumentar el número de horas disponibles para las tareas de cuidado. En su conjunto, nuestros resultados indican que las políticas que apoyan una división igualitaria tanto del trabajo doméstico como del trabajo remunerado tienen un efecto positivo sobre el número de hijos que tienen las parejas.

La segunda conclusión a la que llegamos es que los impactos de las políticas estudiadas varían según el nivel de estudios de las personas. A pesar de que las políticas que apoyan más igualdad de género tienen efectos positivos para todos los niveles educativos, la magnitud de este efecto positivo es bastante mayor para las personas con un nivel de estudios alto que para las personas con un nivel de estudios bajo. Siguiendo las teorías principales en la literatura sobre la natalidad, la razón por esto es que, por una parte, las personas con un mayor nivel de estudios tienden a ser de una clase social más alta y por tanto se benefician más de su participación en el mercado laboral, de modo que tienen más capacidad para tener el número de hijos que quieren. Por otra parte, son varios los estudios que demuestran que el apoyo a una división igualitaria tanto del trabajo doméstico como del remunerado está mucho más extendido entre las personas con un nivel de estudios alto que entre las personas con un nivel de estudios bajo, que tienden a favorecer más especialización que las personas con un nivel de estudios alto.

Para concluir, es importante resaltar que, a pesar de que hemos podido comprobar que el grado de difusión de los valores asociados con el igualitarismo de género tiene un efecto positivo sobre el número de hijos de las personas entrevistadas, no tenía un efecto moderador respecto a los impactos de las políticas. Dicho de otro modo, el impacto de las políticas estudiadas no depende del punto hasta el cual un país es más o menos igualitario en materia de género. Esto se debe, probablemente, por una parte, al hecho de que los países que hemos estudiado apoyan estos valores bastante mayoritariamente. Por otra parte, las políticas que hemos estudiado (todas, no solo las que tienen un impacto significativo sobre la natalidad) tienden a implementarse en países donde el igualitarismo de género está, por lo menos, valorado positivamente de forma mayoritaria. Según nuestros modelos, si un 95% de la población valorara la división igualitaria del trabajo tanto en el hogar como en el mercado laboral, tendrían una tasa de natalidad bastante cercana al nivel de reemplazo. Actualmente en Europa, sin embargo, nos encontramos en una situación en la que muchos países se han adaptado a la participación laboral de la mujer, pero no al papel del hombre como cuidador.


9 comentarios

  1. Una cuestión enormemente relevante. Los nacimientos producen importantes efectos externos (positivos y negativos, predominando los positivos) sobre el conjunto de la economía. Tengo mis dudas de que el camino sea subvencionar el coste de la crianza de los hijos, porque ese coste es un coste que ya tienen suficientemente en cuenta quienes toman la decisión, que son los padres (aunque no olvidemos que muchos hijos llegan sin una decisión previa).
    Lo que más dudas me genera es que la crianza de los hijos dependa de instituciones gestionadas o reguladas por el Estado. Posiblemente haya un punto hasta el que ese apoyo sea positivo, pero quizá a partir de determinado punto fuese negativo. Imaginémonos que pasaría si los hijos pasan la práctica totalidad del tiempo bajo el cuidado de criadores profesionales. Eso supone una pérdida drástica de la importancia de la familia y, al mismo tiempo, un incremento sustancial del papel del Estado sobre un aspecto tan sensible como la educación de los hijos. Cuanto menos tiempo pasan los padres con los hijos, más desconocidos les son. Si el sistema de protección de los niños se asienta en la patria potestad, de forma que los padres deciden por ellos, es importante que los padres tengan el mayor conocimiento posible de sus hijos. ¿No corremos el riesgo de que un excesivo peso de las instituciones gestionadas o reguladas por el Estado en la crianza de los hijos conduzca en la práctica a que los hijos se «cedan en adopción» al Estado? ¿Cómo se decide sobre un niño al que no se conoce excesivamente, porque se tiene poco contacto con el, por muy hijo que sea? Creo que al final conduciría a que los padres tendrían que recurrir al asesoramiento de los profesionales (dependientes del Estado o de la regulación del Estado) para tomar cualquier decisión sobre sus hijos.

    Un cordial saludo.

  2. Pedro dice:

    Con el desempleo que hay ahora mismo en España parece increíble, pero lo cierto es que en el futuro vamos a tener un serio problema demográfico. Ahora mismo nuestra pirámide de población es un rombo, pero en un par de décadas será otra vez una pirámide, pero invertida. Para la década de 2030 nos jubilaremos toda la generación del babyboom de finales de los 60 principios de los 70, y las generaciones posteriores no son ni la mitad. Para entonces espero que mis niños recién nacidos estos 2 años anteriores no tengan problemas de desempleo, optimista que es uno…..Y aun así, tendrá que venir gente de fuera a ayudar, si o si, si queremos mantener nuestra estructura socioeconómica, estaría bien que fuéramos capaces de dirigir esta inmigración de la mejor forma posible, como hacen Australia, Canadá o USA….

  3. Joaquín Guimbao dice:

    La izquierda tine un prejuicio importante relacionado con las políticas de natalidad y es que éstas fueron desarrolladas en Europa por los fascismos, el franquismo en versión española. Esto ha condicionado unas políticas gravemente restrictivas y en algunos casos injustas, por ejemplo cuando yo era padre joven (tengo cuatro hijos) en tiempos del felipismo había determinadas deducciones fiscales que consideraban límites de renta para su aplicación y que, sorprendentemente, no tenían en cuenta el número de mienbros de la unidad familiar por lo que tener hijos estaba claramente penalizado.
    Aunque hayamos mejorado nuestras políticas para aumentar la natalidad las medidas han sido escasas y rácanas, lo que sin duda ha contribuido a que seamos el país más envejecido del mundo (o el segundo después de Japón). Esto significa que en España el número de personas de más de 80 años es muy superior al de menores de 5 años.
    No hace falta ser un experto en economía, ni siquiera hace falta ser muy listo, para entender lo que esto significará para nuestro futuro a medio plazo

  4. Emilio dice:

    Quizá suene tremendo pero en este como algunos otros temas conviene poner los puntos sobre las íes. Todos los derechos sobre la natalidad son femeninos: «nosotras parimos, nosotras decidimos» ; «serás padre si yo quiero, cuando yo quiera» y los derechos como se sabe conllevan obligaciones, pero el feminismo justamente en este punto es donde más parco de palabras es y en torno a lo que menos se pronuncia, salvo para tildar de retrograda, cuando no fascista, cualquier política que favorezca la natalidad. Por cierto no todas las políticas a favor de la natalidad tienen el origen que les atribuye Joaquín: François Miterrand llevó adelante una a favor de que las parejas fuesen a por el segundo hijo. Esta cuestión aún cuando siga pautas de tipo universal va más por países y convicciones religiosas que por ideologías.

  5. José Salvador (Salver) dice:

    Lo primero es reconocer que tenemos un problema muy grande: en los países desarrollados, no conseguimos tener hijos suficientes para garantizar el reemplazo, y este problema se agrava en las épocas de crisis económica. La situación no es sostenible.

    ¿Qué hacer?

    La respuesta es obvia: estimular los nacimientos, pues no podremos contar para siempre con los aportes del Tercer Mundo. En algún momento, el Tercer Mundo dejará de serlo, afortunadamente, y al desarrollarse, ellos se encontarán con el mismo problema del reemplazo que nosotros ya soportamos.

    ¿Qué hacer, entonces, internamente?

    Creo que en este asunto, como en otros, hay que simplificar. La navaja de Occam, diríamos. Se pueden hacer mil estudios sobre la eficacia de tal o cual medida, que son muy estimables. Se pueden ensayar cientos y cientos de distintas políticas, unas más efectivas que otras. Pero, en mi opinión, todas estas políticas son «invasivas». Quiero decir que se entra desde arriba, desde los gobiernos, a «dirigir» los comportamientos de las personas, «dirigiendo hacia» la paternidad responsable, dando más horas a los hombres, otorgando no sé qué ventajas a las mujeres, etc, etc.

    Eso es intervencionismo. Eso es conducir comportamientos desde arriba para conseguir determinados efectos. No me gusta.

    Vayamos a lo simple. Occam. Y, sobre todo, a lo neutro: dejémonos de políticas, valorables, variables, opinables.

    ¿Qué es lo objetivo, lo simple?

    El dinero.

    Fomentemos de verdad la natalidad, sin desincentivar al mismo tiempo el trabajo, pues necesitamos cotizantes.

    Papá Estado no debe proveer una política de guarderías, ni de historias. Eso es cosa de las familias: que las familias se busquen la vida con SU dinero.

    Papá Estado sí debe garantizar permisos por nacimiento largos e igualitarios entre cónyuges, y NADA MÁS. ¿Nada más? Bueno, sí, repito, una sola, neutra y objetiva cosa más: dinero.

    Los cotizantes que tengan hijos, verán disminuida drásticamente su carga fiscal directa. Si usted tiene un hijo, tiene una deducción igual a una vez el SMI anual. Si tiene dos, deducción de dos veces el SMI. Si tiene tres…

    Objetivo. Limpio. Efectivo. No discutible. No evaluable.

    Luego ya usted ya con su dinero ya… ya se paga usted la guardería o lo que quiera.

    Porque tendrá usted más dinero en el bolsillo. Mucho más. Y usted es un ciudadano adulto y consciente, y usted toma sus decisiones. Si usted no tiene hijos, o solo tiene uno, está en todo su derecho. Eso sí, deberá soportar una carga fiscal elevada, porque la sociedad está invirtiendo en su futuro, mientras usted, con todo el derecho, invierte en su presente.

    Los que invierten en tener hijos, en el futuro de todos, son retribuidos por ello: están prestando un considerable servicio a la sociedad. Luego ya ellos, ya, que implementen consigo mismos las políticas, las guarderías, las medidas de conciliación adicionales que ya ellos, ya, consideren oportunas, ya, con SU dinero.

    Porque ellos, los cotizantes, no son niños a los que dirigir. Son adultos viviendo su propia vida, y tomando sus propias decisiones. O al menos, eso pienso yo. 😉

    Saludos.

    • Aloe dice:

      Dado como está el patio, o eso es un impuesto negativo que se cobra a tocateja aunque no se tenga cuota líquida en el IRPF, o seguiremos haciendo lo que se hace siempre en España: un Estado del Bienestar para las clases medias, y a los que tienen menos, que les den.
      A las famosas ventajas de «familia numerosa» me remito como muestra: unas ayudas sociales gloriosas, que redistribuyen de abajo hacia arriba. Como tantas otras en España.

      • Jose Salver dice:

        No es mi intención prorrogar un Estado de Bienestar que tal y como estaba planteado en España era inviable. Aquí hablábamos de fomentar la natalidad. Y, en mi opinión, para ser padre hay que poder mantener a los hijos. Luego no cabe darle un cheque por tener hijos a quien no tiene recursos. Puede parecer duro, pero una condición mínima para tener hijos debe ser poder ganar un mínimo de dinero para mantenerlos. Lo contrario es una irresponsabilidad que ningún Estado debería subvencionar.

        • Aloe dice:

          O sea, que quiere Estado natalista para que alguien pague su pensión y le atienda de viejo y siga abriendo cada día la panadería, pero sin gastar un duro de dinero público en ayudar a las familias a mantener a sus hijos, ni a esos hijos a tener igualdad de oportunidades. ¡Faltaba más!
          Pues ya me dirá cómo se come eso con su «política natalista».
          Entiendo que lo de estimular los nacimientos es bueno rebajando impuestos, porque a usted le viene bien, pero dando dinero en efectivo no, que a usted no viene bien.
          …Aunque dinero público lo es igualmente en ambos casos, y la diferencia es que el primero solo favorece a los contribuyentes medio-altos en IRPF y el segundo favorece también a quienes tienen menos.

          Pues estupendamente: acaba de hacer un buen resumen de por qué tenemos la segunda o tercera natalidad más baja del mundo. Ahorre mucho para los inmigrantes que le van a atender en el futuro.

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