#WomenInSTEM & GID

Consejos de administración, meritocracia y el género de los contactos

10 Mar, 2015 - - @politikon_es

El viernes pasado estuve grabando el programa de El Objetivo de la Sexta, que se emitió el domingo (se puede ver aquí) y tuve el gusto de compartir plató con Àngels Barceló, Ana Pastor y Ana Requena. Se trató el problema de las diferencias salariales a niveles de alta dirección. Nacho Conde-Ruiz y Carmen Hoya han escrito más y mejor sobre esto en el pasado. En este post me gustaría contar la historia que esbocé en la emisión.

Como señalaba el trabajo de Conde-Ruiz y Hoya, la presencia de las mujeres en puestos directivos es muy inferior a la de los hombres. Esto tiene consecuencias sobre las remuneraciones medias. En 2001, Bertrand y Hallock estudiaron la estructura salarial a estos niveles y encontraron que la directiva media ganaba alrededor de un 45% del directivo medio, pero que en torno a las tres cuartas partes de esta diferencia se explicaban por la jerarquía del puesto que ocupaban. Si además se tenía en cuenta la edad y la experiencia, entonces la parte sin explicar caía hasta el 5%. Esto sugiere que aunque, las diferencias en el comportamiento negociador o la pura discriminación salarial puedan jugar un papel, lo realmente interesante no es investigar los salarios, sino porque las mujeres no llegan a puestos tan altos como los hombres.

Para explicar las diferencias escalando la jerarquía empresarial, existen muchas hipótesis de trabajo. Es posible que los entornos de alta dirección estén organizados según «reglas de funcionamiento masculinas» como horarios o «normas de disponibilidad» que no permitan la conciliación; estándares de mérito que premien comportamientos masculinos, modelos de liderazgo competitivos, etc. Sin embargo, la hipótesis de la que hablé es la que exploran Marie Lalanne y Paul Seabright (en un artículo aún no publicado): el papel que juegan las redes de contactos.

Es necesario entender en primer lugar el papel que juegan los contactos en el reclutamiento para este tipo de puestos. A la hora de evaluar el valor de un directivo para una empresa, ver su curriculum es importante. Sin embargo, al tratarse de un puesto de confianza, suele ser igualmente importante conocer muchas cosas que no se pueden deducir ni de una entrevista, ni de su curriculum ni de otras fuentes de información. Hay habilidades de orden psicosocial -o simplemente por afinidad personal- que convierten a esa persona en apropiada para compartir trabajo que no se pueden conocer más que de un conocimiento personal o, a través de un tercero que lo avale. En la práctica existe naturalmente también un componente de intercambio de favores en estas dinámicas y de nepotismo puro. La extensión y calidad de la red de contactos es a lo que los sociólogos se refieren desde Pierre Bourdieu como capital social.

La principal aportación del artículo de Lalanne y Seabright es que el número de individuos con el que una persona ha trabajado directamente en el pasado, ponderados por una serie de factores (como la duración de la interacción, la jerarquía del puesto que ocupaban o la cercanía) afecta destacablemente a la remuneración que reciben. En otras palabras: las redes importan, y mucho. Pero son sustancialmente más rentables para los hombres que para las mujeres.

¿Por qué impactan las redes en los problemas de género? En cualquier entorno social, la segregación por género es aparente. Aunque las instituciones donde esta segregación estaba institucionalizada eran muy numerosas en el pasado -la escuela, las residencias de estudiantes, etc-, hoy esto persiste; aún cuando surja de forma espontánea. En cualquier reunión social es frecuente que al cabo de un rato los hombres y las mujeres terminen reunidos en polos opuestos del círculo y, hablando en tonos y de temáticas distintas, penalicen cualquier intento de ir hacia otro lado. Todos hemos oído alguna vez la expresión de «noche de chicas» o «salir con los amigotes». De forma más general, los grupos de amistades no suelen ser ni siquiera aproximadamente paritarios. No me extenderé sobre esto: se trata de destacar que los hombres suelen tener amistades predominantemente masculinas y las mujeres femeninas. De por sí, este comportamiento de «homofilia» podría explicar el fenómeno anterior: los hombres tienden a forjar relaciones de amistad y confianza más facilmente con los hombres con los que trabajan. Por ello, en la medida en la que éstos son mayoritarios en el entorno directivo, una «oligarquía masculina» se consolidaría facilmente. Bajo esta óptica, la sugerencia de Conde-Ruiz y Hoya de tener cuotas temporales tendría mucho sentido: se trataría solo de romper el círculo vicioso de dominio masculino en las altas esferas. Si además pensamos que las relaciones personales dependen del uso instrumental que se les puede dar, introducir cuotas de mujeres permitiría que los hombres empezaran a introducir mujeres en su círculo, contando que éstas serán potencialmente relevantes en el futuro.

Pero hay más: una de las hipótesis con las que especulan Seabright y Lalanne es con la idea de que los hombres y las mujeres construyamos redes de forma distinta. Los hombres tenderían a construir redes con muchos contactos, pero relaciones superficiales y, en cambio, las mujeres a tejer redes más pequeñas pero con amistades más intensas: los hombres tendrían contactos, las mujeres tendrían amigas. Antes de discutir esta idea, veamos por qué es relevante. Desde el punto de vista del reclutamiento dentro de una empresa, sugieren, lo que es la interconexión de las redes. Cuando se tiene un puesto disponible y se pretende cooptar a otra persona, es necesario conocer a alguien, que conozca a alguien que a su vez conozca a alguien. Es decir, es necesario ser capaz de moverse a través de los nodos de una red de contactos con cierta agilidad y para eso no es necesario tener una red con contactos muy intensos, sino una red muy extensa. Para pedir ponerse en contacto con un tercero a partir de un conocido, no es necesario que ese conocido sea un gran amigo, es suficiente con que sea capaz de proporcionar su teléfono.

La evidencia empírica que aportan los autores para esta hipótesis es especulativa, pero sugerente. En otro artículo, Seabright y Friebel  se fijan en el comportamiento de hombres y mujeres hablando por teléfono. Lo que encuentran es que los hombres tienden a hacer más llamadas de teléfono y más cortas, mientras que las mujeres muchas menos y alrededor de un 15% más largas. Esta diferencia de comportamiento sistemático, podría reflejar el estereotípico modelo en el que las mujeres inician las conversaciones haciendo preguntas, poniéndose al día antes de ir al grano de la razón de la llamada, mientras que los hombres actuarían de forma más fría. En general, la experiencia sí parece sugerir que las mujeres tienen tendencia a tener relaciones más personales/íntimas entre ellas, mientras que las relaciones entre hombres parecen evolucionar a un nivel más superficial. En una ocasión, comentando este trabajo con una amiga, ella me comentó que pensaba que tenía sentido porque su percepción era que muchos más hombres que mujeres morían sólos. Si esta última hipótesis fuera cierta, entonces el problema de la infrarrepresentación de las mujeres tendría un carácter endémico porque las mujeres tenderían a tener sistemáticamente redes menos extensas que los hombres y las cuotas se deberían mantener de forma permanente.

Para terminar, me gustaría subrayar como todo esto está muy conectado con lo que contó Silvia Clavería el pasado sábado en el cervezas y Politikon. El reclutamiento para el mundo de la política funciona de forma muy similar y los partidos políticos son igualmente organizaciones dónde las redes y las afinidades personales juegan un papel importante. Por ello, las cuotas en política no tienen el efecto de empeorar la calidad de los políticos. Pero esto es material para otro artículo.


21 comentarios

  1. Javier dice:

    Nada es más permanente que una cuota temporal. Al menos, jamás ha habido ninguna que haya dejado de ser «necesaria».

  2. Valensianet dice:

    Excelente artículo, una pena que utilice tantas veces la palabra «género» para referirse al sexo. Lo siento, pero «género» sólo tienen las palabras.

  3. Alberto dice:

    Señor Abenza,

    No me parece correcto situar al mismo nivel el artículo sobre las llamadas telefónicas del «Journal of Economic Psychology» con una valoración personal que realizó una amiga suya. Y parece que es lo que está haciendo.

    PD: sin querer entrar a valorar absolutamente nada de su vida personal, y en tono ligérament cómico, imagino que cuando se refiere a su «amiga» se está refiriendo a una «conocida», ya que los hombres no tenemos amigos y morimos solos.

    Un saludo.

  4. Emilio dice:

    En mi opinión género y meritocracia son términos que concilian mal cuando no son directamente contradictorios. Género es un término político que tiene que ver con el empoderamiento femenino y que se contrapone de forma beligerante a todo lo que se oponga a ese objetivo que lo es de un grupo social no del conjunto de la sociedad. Pretender presentarlo como algo neutro más tarde o más temprano se acaba demostrando inútil.

    • Luis Abenza dice:

      Hola Emilio,

      Tengo la sensación que lo que te molesta (a ti y a otros comentaristas) es el uso del término «género». Yo suelo usarlo intercambiablemente con el término sexo porque es algo que está normalizado en la academia y porque dentro de la perspectiva interaccionista a la me adscribo no tiene demasiada relevancia en general distinguir entre sexo (biológico) y género (social) , no intento plantear ninguna reivindicación.

      Luego, una cosa es que puedas pensar que cualquier discusión de cómo debería ser una sociedad debería hacer abstracción del sexo/género de los individuos. Otra cosa es pretender ignorar que es una categoría que estructura las interacciones sociales, la percepción que tiene cada cuál de sí mismo y de los demás. Por desgracia o por suerte, distamos mucho de vivir en una sociedad andrógina dónde el sexo/género de las personas no tenga ningún impacto sobre su vida, sino que esta afecta dramáticamente a la vida, desde la educación en la infancia, la construcción de la personalidad en la adolescencia, hasta el mercado de trabajo y el mercado matrimonial y lo hace de forma distinta a como lo hace el color de pelo o la altura. Esto es algo que en este (en relación con las redes de contactos), y en otros artículos, me he esforzado por demostrar.

      • Emilio dice:

        Hola Luis,

        En un debate como este donde tantas cosas se ponen en juego es posible ser respetuoso con las personas aunque se expresen opiniones contrapuestas y se critique firmemente, con fundamento y honestidad, las del otro. Yo al menos así lo procuro. Es por eso que no creo que la palabra a usar sea molesto.

        Sencillamente discrepo y procuro fundamentarlo. Creo por lo demás que es lo que tiene sentido en un blog. Todos debemos estar abiertos a que se nos descubra algo, los que participamos como comentaristas y los que, además lo hacéis como autores de las entradas.

        En lo que expongo en mi primer comentario entiendo que me ajusto a lo por todos conocido y a lo expresado por las creadoras de la perspectiva de género. Permíteme dudar sin embargo de tu afirmación de que usas de forma indistinta sexo y género. Solo tienes que repasar los títulos de las entradas y verás que no es así. O que el término género sea neutro y sin claras connotaciones ideológico-políticas.

        No tengo inconveniente en desarrollar más la contraposición entre género y meritocracia. Sería por ejemplo interesante recordar la larga lista de nombramientos en el ámbito público y privado llevada a cabo por Bibiana Aído y el, en su momento denominado, Ministerio de Igualdad. Fueron varios los autores que en aquellos momentos señalaron el despilfarro de inteligencia que suponía prescindir de buenísimos técnicos de la Administración, y sin embargo ahora comprobamos qué estaba pasando en el Tribunal de Cuentas.

        Un saludo

        • Luis Abenza dice:

          Hola Emilio,

          Uso ambos términos intercambiablemente porque para mí la distinción no tiene demasiado interés salvo en contextos concretos. No los uso igual de a menudo, suelo optar por género por, como te decía, una cuestión de normalidad y porque no creo que sea productivo entrar a polemizar sobre ello en cada entrada que escribo.

          Te alegrará saber que en un par de semanas sacaré un artículo hablando de si existe, y en ese caso como de grande, un compromiso entre la calidad de los políticos, así que te invito a mantenerte al tanto.

      • Victor dice:

        «Por desgracia o por suerte, distamos mucho de vivir en una sociedad andrógina dónde el sexo/género de las personas no tenga ningún impacto sobre su vida, sino que esta afecta dramáticamente a la vida»

        Desde el momento en que nuestra especie es sexuada, una sociedad androgina no puede existir. Nos comportamos diferente y nuestras experiencias vitales son fundamentalmente distintas en funcion de nuestro genero, que tambien modifica nuestro organismo (hormonas). Una sociedad androgina que no distinga entre sexos, es artificial y en contra de los mismos individuos. Parece que se confunde siempre igualdad de derechos y deberes, con homogeneidad.

        • Luis Abenza dice:

          Hola Emilio y Victor;

          Mi referencia solo intenta subrayar que desde el momento en que uno reconoce que la sociedad está estructurada por sexos/géneros, y que Nos comportamos diferente y nuestras experiencias vitales son fundamentalmente distintas en funcion de nuestro genero, que tambien modifica nuestro organismo (hormonas) parece legítimo preguntarse si instituciones aparentemente neutras al sexo/género, en la práctica funcionan de forma discriminatoria.

          Por ejemplo, aquí creo que es fácil demostrar que el sistema de cooptación que gobierna la designación de cargos de confianza, probablemente crea una desigualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, además de ineficiencias en la designación. Si esto es así, probablemente tiene sentido pensar en alguna forma de corrección que no sea neutral al género.

          Un saludo

          • Vellana dice:

            La palabra “homofilia” me deja perplejo.
            ¿es contraria a homofobia?
            ¿significa amor por lo igual?
            ¿significa amor por los hombres?
            Si es esta última, mejor usar androfilia, porque eso de usar términos latinos con griegos queda un poco pretencioso.

            E igual que me dejaba perplejo lo de «gobierno masculino», me deja perplejo lo de «el género de los contactos». Me cuesta imaginarme un contacto con orgános sexuales, sean del tipo que sean.

            Cuestiones lingüísticas al margen, todas estas descripciones de entornos laborales o políticos (elegidos de forma interesada) en los que se da una clara disparidad del número de hombres y mujeres, las cuales incluyen hipótesis no contrastadas de las causas de esa disparidad me llevan a pensar que lo que se pretende es un mundo donde las organizaciones sociales o laborales dejen de tener el objetivo que tienen y pasen a tener otro, el evitar esa disparidad. Como si se quisiera crear un mundo paralelo, en el que objetivo de una empresa no es maximizar beneficios, sino que el número de consejeros sea similar al de consejeras.
            Yo creo que eso es un grave error. Como decía un comentarista en otro blog, la misión del cuerpo de bomberos no es contratar gente, y mucho menos que cuando haya cierta diferencia entre el número de hombres y mujeres contratados, el siguiente contratado deba tener el sexo menos abundante. La misión del cuerpo de bomberos es realizar un trabajo de la forma más eficiente en las urgencias en las que se requiere su servicio, salvando el mayor número de vidas posibles.
            Pero aún asumiendo que realmente ese fuese lo que pretendemos, yo creo que es más justo, en el caso de las empresas, no imponer cuotas, sino tratar de concienciar a los consumidores de que:
            1º Ese objetivo es bueno por sí porque lleva a una sociedad mejor; aun cuando las empresas no fuesen más efectivas, se mitigaría una discriminación.
            2º Premien a las empresas que cumplan con ese objetivo, por lo anterior. Así, por el mismo dinero o algo más (o incluso menos), compras lo que quieres y fomentas un «mundo mejor».
            De esta forma, si la gente cree que una sociedad así organizada es mejor, se optará masivamente por ella, y cada uno asumirá sus costes, si los tuviera.
            Un saludo.

            • Luis Abenza dice:

              Hola Vellana,

              Homofilia designa el trato de favor que se tiene a los que son parecidos a uno, es un comportamiento bastante generalizado en los fenómenos sociales, en este caso se refiere al género.

          • Emilio dice:

            Hola Luis,

            Mi discrepancia no es tanto por algunas cosas de las dices, aunque alguna hay, por ejemplo cuando afirmas: «Nos comportamos diferente y nuestras experiencias vitales son fundamentalmente distintas en función de nuestro genero, que también modifica nuestro organismo (hormonas)»
            en el sentido de que alteras el orden de los factores, y en este caso el orden sí importa, ya que el orden es el inverso: porque hormonamos de forma diferente, nuestro comportamiento es diferente.

            Pero más allá de eso mi diferencia iría en la dirección de que el enfoque de género es parcial y unidireccional al considerar que solo la mujer puede sufrir discriminación en esta sociedad, y obviar que en muchos terrenos las mujeres gozan de una situación más beneficiosa que el varón. Ir a la guerra, trabajar en la mina o morir 6 años antes no puede considerarse un privilegio. Como estar más cerca de la familia, desempeñar trabajos de menos riesgo y en lugares más confortables no se puede considerar discriminación. Como botón de muestra de que esta cuestión solo se puede abordar desde una visión global y conjunta, y que la vigilancia debe ir en las dos direcciones, en lo que pueda afectar a ellas pero también en lo que afecta a ellos te dejo este enlace que habla sobre fracaso escolar masculino.

            http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2015-03-11/la-empecinada-grieta-sexual-del-informe-pisa_725660/

            Un saludo

  5. Emilio dice:

    En relación con el párrafo que cita Víctor y que se me había pasado comertarlo, no solo suscribo lo de que una sociedad andrógina ni es posible, ni seguramente deseable, pero me gustaría añadir que el problema no es que vivamos en una sociedad sexuada, cosa que venimos haciendo desde antes de constituirnos como especie, cuanto que uno de los sexos ha desaparecido de la esfera pública y pareciera que ni sus problemas en la escuela, el trabajo o las relaciones tuvieran interés ni debieran estudiarse salvo si lo que se trata son los aspectos negativos de su personalidad.

    • Victor dice:

      Interesante punto con el que estoy de acuerdo. Esa es la base de mi pensamiento: la invisibilidad de los problemas del sexo masculino, cuando se hace incapie constantemente en sus «privilegios» (aunque pocas veces se especifican cuales son estos…).

  6. fulano dice:

    Parece que la mayor exposición pública del autor viene acompañada de una paciencia infinita con comentarios inanes. No sé si es mejor ahora o antes.

  7. Belen dice:

    Hola,
    muy interesante el post.

    Por lo general, hasta ahora no me han atraído mucho los estudios sobre diferencias de género (o sexo) en los altos cargos porque siempre he echado en falta precisamente lo que este post apunta: el sistema no está basado en la «capacidad», «talento», «merito», … sino la red de contacto.

    Sin embargo, aquí he echado en falta las consecuencias reales claras y logicas que tiene este hecho. Tenemos que lo que importa son los contactos y la calidad de estos contactos (posición alta en la empresa). Y estamos hablando de un mundo donde históricamente ha habido machismo, donde esos altos cargos han pertenecido historicamente a hombres y donde esos hombres suelen crear más amistad y contactar más fácilmente con otros hombres. Pues parece que la causa de la dificultad de las mujeres a llegar a altos cargos está bastante clara: su red de contactos masculinos es peor.

    No entiendo qué aporta la parte final. Tendría sentido en una red creada desde cero. Pero la red ya tiene una aplastante mayoría masculina. Aunque la mujer tenga una red de contactos muy amplia, sigue teniendo dificultades para acceder a los altos cargos, por el hecho de ser mujer. Menos hombres la considerarán un contacto por el hecho de ser mujer, y sus contactos serán mayormente de menor rango que el de los hombres. Eso es lo que dice la primera parte del post.

    Estaría curioso ver que pasa en entornos distintos, por ejemplo en círculos donde la mayoría sea mujer y también estén basados en la amplitud de la red de contactos. O con otro tipo de diferencia que no sea género: orientación sexual, raza, fan de un equipo de futbol, preferencias políticas, religión, …

    Un saludo y gracias por el artículo,
    Belen

  8. Emilio dice:

    En mi opinión la mayor red de contactos existente en nuestro país es la que ha tejido el poder feminista, que va de la política, los partidos políticos y sindicatos y otras instancias de poder menos formalizadas, a la economía y la cultura. ¿Cómo se repartirán por sexos las más de 7.000 plazas que ha convocado hoy mismo el Consejo de Ministros?

  9. […] Pablo Casas-Arce y Albert Saiz usan la introducción de la ley de igualdad para estudiar el caso español. Consideran tres explicaciones alternativas (a) Es posible que los votantes sean menos propensos a votar por mujeres por su perfil. (b) Es posible que exista una falta de mujeres capaces para ocupar puestos de política y (c) Es posible que las maquinarias internas de los partidos discriminen contra las mujeres (esto podría ocurrir por ejemplo por el efecto de las redes sociales). […]

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