Internacional

Corrupción y el poder infinito de los incentivos

23 Ene, 2015 - - @egocrata

Sheldon Silver, el speaker de la Cámara de Representantes del estado de Nueva York (el líder de la mayoría demócrata en la cámara) fue detenido acusado de cinco delitos federales, incluyendo soborno, fraude y extorsión.

Silver llevaba al frente de la cámara baja en Albany desde hacia 20 años, y su deshonestidad era un secreto a voces. Hace unos años, cuando George Pataki era gobernador, Silver se dedicó a bloquear el presupuesto a base de levantar objeciones cada vez más descabelladas y extrañas. El gobernador, cada vez más hartó, se enfrentó a él gritándole «¿Quién es tu cliente?», dando por asumido que Silver esta haciéndole un favor a alguien descaradamente. El speaker ha acumulado una fortuna considerable estos últimos años, y los feds llevaban años intentando cazarle. El año pasado tuvieron un golpe de suerte: Andrew Cuomo, el actual gobernador, había creado una comisión de investigación parlamentaria para combatir la corrupción en Albany, pero la cerró de improviso cuando sus pesquisas se acercaron peligrosamente a Silver. Algo debió salir de todo ese jaleo, porque el FBI acabó por encontrar lo que estaban buscando. Silver, parece ser, había cobrado más de seis millones de dólares en sobornos a través de su bufete de abogados a cambio de favores.

Esto sería una anécdota más o menos divertida si no fuera porque no es un caso aislado. En la última década 29 legisladores y políticos estatales en Nueva York han acabado en la cárcel por una variedad de crímenes y delitos que van de ligeramente patéticos (Spitzer y su afición a las prostitutas) a casos de corrupción casi extravagantes. Los políticos de Nueva York saben que si se comportan de forma deshonesta hay una probabilidad nada trivial que una agencia federal completamente fuera de su control los cace y los meta en la cárcel, pero un número abrumador parece seguir cometiendo delitos como si eso no fuera con ellos.

¿Qué está sucediendo? En primer lugar, el miedo a ser detenidos y castigados no parece estar afectando a los legisladores de Nueva York. A pesar que en los últimos años están cayendo como moscas, en Albany parecen no darse por aludidos. Es posible que los legisladores del estado sean colectivamente idiotas o que haya algo en el capitolio más tétrico del mundo que les haga adictos al riesgo, pero es bastante improbable.

En realidad, los políticos están simplemente respondiendo a incentivos. El estado de Nueva York, a pesar de tener 20 millones de habitantes, es gobernado por legisladores que trabajan a tiempo parcial. Los partidos son estructuras débiles, así que cada representante y senador tiene una considerable capacidad de maniobra. El proceso legislativo es rematadamente enrevesado, creando multitud de puntos de bloqueo, además de crear puntos donde añadir enmiendas para contentar a legisladores recalcitrantes. Sin meterme a hablar de detalles sobre procedimiento parlamentario (que la verdad, sólo conozco superficialmente), Albany a menudo parece haber sido diseñado aposta para ser lo más enrevesado, oscurantista e ineficaz posible.

Esta barroca y torpe estructura política crea enormes oportunidades de negocio para políticos emprendedores. Dado que es casi imposible conseguir sacar nada adelante en Albany sin tener aliados políticos fuertes, los demócratas, como partido en el poder (y en menor medida los republicanos, que tradicionalmente controlan el senado) han creado redes clientelares dedicadas a extraer «donativos»/sobornos de cualquiera que necesite una ley o línea presupuestaria. Los legisladores han creado, a lo largo de los años, un sistema de pay to play (pagar para jugar) donde cualquier empresario que necesite un favor puede conseguirlo siempre que pase por caja. Un sector de políticos estatales (y viendo que ha caído el speaker, es un sector poderoso) han montado un sistema de gobierno tan inservible que sólo harán algo por ti si les sueltas pasta. Si a esta ineficiencia inducida le añadimos el tradicional descontrol en la financiación de las campañas en Estados Unidos*, os podéis imaginar el panorama.

La moraleja de la historia, en este caso, es algo que debería sonar familiar: la mejor manera de combatir la corrupción política es sacando a los políticos de los lugares donde van a tener incentivos para corromperse. En el caso de Nueva York, el horrible sistema legislativo crea la posibilidad que los legisladores pidan dinero para dejar que las cosas funcionen. En España a menudo los problemas surgen de permitir que los políticos tomen decisiones de gasto puramente técnicas a dedo, o que puedan utilizar créditos o adjudicaciones para devolver favores.

Queremos que los legisladores tomen decisiones sobre principios generales y diseñen políticas públicas, pero no queremos que sean ellos quien decidan casos específicos o implementen programas de gasto. Lo último que podemos dejar en manos de un político es algo que pueda vender. Si le colocamos en un lugar donde pueda pedir y devolver favores directamente, tarde o temprano alguien acabará corrompiéndose, por muy alto que sea el riesgo de acabar en la cárcel.

*: Nota al margen: la ciudad de Nueva York tiene un sistema de financiación pública de campañas electorales. La proporción de políticos locales que acaban en la cárcel es igual de alta.

 


13 comentarios

  1. Antuerpe dice:

    Esta web ha sido todo un descubrimiento para mí, con temas interesantísimos tratados con un enfoque práctico y riguroso, y un estilo siempre claro e incluso pedagógico que los menos duchos en ciencias sociales agradecemos.

    No he comentado nada hasta ahora en ningún artículo ya que poco podría aportar, pero me gustaría hacer una pequeña crítica constructiva. He observado que en algunos textos se pueden encontrar pequeños errores, en especial queísmos, que distraen un poco durante la lectura. Un detalle sin apenas importancia, pero pienso que corregirlo ayudaría a pulir todavía más el resultado final.

    Un saludo y felicidades por la página.

    • Ferrim dice:

      Eso es muy frecuente en el autor de este artículo. Roger Senserrich odia la mayoría de los «de que», él dice que porque sobran, aunque yo opino que es por influencia del inglés.

      También verás que los artículos de Senserrich tienden a ser los menos rigurosos, pero eso es porque es el que más escribe y mete muchos artículos de opinión, en particular sobre política americana. A mí me aportan mucho, aunque se alejen de lo que podríamos llamar la línea editorial; simplemente hay que llevar un tiempo siguiendo a la página y a los autores para saber lo que esperar de cada artículo. Y cuando se pone a escribir «en serio» es tan riguroso como el que más: su artículo reciente sobre democracia y votar es una joya.

  2. edulfc dice:

    Sobre la propuesta de designar a técnicos para que sean ellos los que tomen las decisiones en lugar de los políticos tengo una duda: ¿quién garantiza que esos técnicos sean incorruptibles? ¿No se les puede comprar igual que a un político?

    • jetkom dice:

      Supongo que otra vez es una cuestión de incentivos. Un funcionario que tiene su puesto «para toda la vida» y por tanto su nivel de vida digno prácticamente asegurado, seguramente se lo piense dos veces antes de poner todo eso en juego y tampoco debería deberle favores a ningún político o empresario. Además los funcionarios suelen venir de entornos sociales normales y corrientes, mientras que en política hay mucha saga familiar de gran trayectoria, poder y ascendencia. En un cuerpo de funcionarios bien organizado, puedes rotar, establecer controles… y si lo haces bien no deberías tener a gente con un poder comparable al de un ministro/consejero autonómico.

      Aunque obviamente, si no organizas el cuerpo de funcionarios en base a un estricto sistema de méritos y con un buen control, puedes tener también problemas.

    • navarta dice:

      Creo que la solución es crear un cuerpo de funcionarios públicos ejecutores de las políticas públicas (que ya existe) y otro de control de la función de los anteriores que tambiém existe ya) (tribunales de cuentas, interventores, etc…), y paralelamente un sistema judicial ágil y rápido en la parcela administrativa para evitar desviaciones en las funciones de ambos grupos funcionariales, los ejecutores y los controladores.

      • antonio dice:

        Ok,esa es una solución. Otra,mejor,es que todos los políticos sean funcionarios.Las dos chocan con el problema de fondo: los políticos actuales y su poder absoluto sobre la ciudadanía siempre las impediran.

        • Feinmann dice:

          El exigir que los candidatos a un cargo electo sean de un grupo particular es completamente antidemocratico. Ademas, debe existir una separación entre quien define las políticas (los politicos) y quien las ejecuta (los funcionarios).

          Los funcionarios tienen exactamente el mismo derecho que cualquier otro ciudadano a postularse para un cargo electo, porque ese derecho nace de gozar de la plenitud de derechos civiles.

  3. Jesús dice:

    Y entonces, ¿eso que nos venden de que la diferencia en la productividad económica entre EEUU y nosotros se debe a que aquí tenemos un sistema político ineficaz y proclive a la corrupción, dónde queda?

    • Feinmann dice:

      De algo debe servir ser el centro del imperio, en lugar de ser la periferia. ¿o es que crees que Roma era mas eficiente que sus provincias? lo que pasaba era que tenia el control de las provincias, y todas le eran tributarias.

  4. El tema es interesante, sin embargo, no me acaba de gustar algunos aspectos. Encuentro dogmático que se critique duramente un sistema político sin dar apenas argumentos —incluso se reconoce que apenas conoce cómo funciona—. No queda claro que es exactamente lo que lo hace ineficaz. Es evidente que hay algún problema por el tema de la tendencia a la corrupción, sin embargo, observo que al menos, en este caso son finalmente cogidos. Ojalá aquí pasara igual, si en estos momentos salen más casos es debido a la progresiva debilidad de los dos partidos que hasta ahora dominaban todo el espectro políticos, incluidos todos los poderes que en teoría deberían ser independientes.

    Si además se dejan caer apreciaciones subjetivas como «el más tétrico del mundo» que no aportan absolutamente nada a la discusión, resulta preocupante.

    • edulfc dice:

      No creo que una opinión personal sobre el aspecto estético de un capitolio le reste nada a la argumentación.

  5. gerion dice:

    Si los métodos de control y las instituciones que los aplican funcionasen de verdad, los corruptos no sólo irían a la cárcel, sino que además resarcirían al Estado de un modo u otro.
    Más allá de la obligación de devolver lo robado al Estado – y pensando que ese robo ha causado daños colaterales, como que no haya dinero para sufragar gastos en tratamientos médicos específicos, por ejemplo -, a mí, como ciudadano del montón, me proporcionaría más beneficio que esos corruptos, que conocen cómo funciona el cotarro, empleasen sus conocimientos para combatir la corrupción – como lo de contratar hackers para seguridad informática, o ladrones de coches para evitar robos de coches,… -.
    Y si no se avienen, a picar piedra, que parece de risa enviar voluntarios a limpiar playas cuando tienes tanto presidiario comiendo del erario público sin dar ni chapa.

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