Internacional

Azares biográficos y carreras políticas

23 Dic, 2014 - - @egocrata

En las próximas semanas en Estados Unidos empezará la pre-campaña para las primarias del 2016. Aunque la primaria invisible lleva tiempo a todo tren, con los candidatos sondeando apoyos, hablando con donantes y buscando organizadores de forma discreta desde hace meses, en enero y febrero es cuando empezaremos a ver anuncios oficiales, discursos de presentación y (para los pobres votantes de Iowa) actos de campaña, publicidad y debates televisivos.

Aún es pronto para hacer quinielas en serio, ciertamente, pero eso no impedirá que los próximos días os empiece a inundar con listas de presidenciables y predicciones sobre favoritos. La campaña de las presidenciales es absurdamente larga y a menudo espantosamente falta de substancia, pero eso no la hace menos divertida. Antes de empezar con quinielas y dramatis personae, sin embargo, dejadme explicar un poco por encima el proceso que lleva a un político americano a colocarse en la línea de salida de unas elecciones de esta clase, y qué tiene que suceder para que alguien llegue a ser viable.

Los políticos americanos, en cierto modo, deben seguir un cursus honorum antes de poder postularse a presidente y que alguien les haga caso. Un candidato normalmente se espera que haya sido capaz de ganar elecciones repetidamente, incluyendo al menos unos comicios que cubran todo el estado, y no un distrito subestatal. Se espera también, aunque no siempre se cumpla, que tenga cierta experiencia en gestión, sea en el sector público o privado, y que además haya sido capaz de cultivar un perfil nacional antes de hacer la intentona presidencial. Sin estos atributos, un político no acostumbrará a ser viable.

Conseguir marcar todas las casillas es a menudo un proceso complicado. Por ejemplo, echemos un vistazo a la carrera política de Chris Murphy, uno de los senadores de Connecticut. Murphy es el senador más joven (41 años) de la cámara, así que es un modelo decente para un tipo que ha hecho carrera, pero que ahora mismo no tiene expectativas presidenciales inmediatas.

Murphy, como casi todo el mundo en política en Estados Unidos, empezó trabajando como director de una campaña fallida, intentando  recuperar un escaño en la cámara de representantes en 1996.  Al tipo le debió gustar la política, porque dos años más tarde se presentaba y ganaba de forma inesperada un escaño en la Cámara de Representantes estatal. Cuatro años después, tras distinguirse como un legislador despierto e hiperactivo, daba el salto al Senado estatal.

Llega el 2006, un año que parecía prometedor para los demócratas. Connecticut, a pesar de ser un estado muy progresista, aún enviaba unos cuantos republicanos a Washington. Con Bush en problemas graves, el partido decidió que Nancy Johnson, la representante de un distrito rural del estado, era vulnerable, y buscaron a un candidato joven y fotogénico para presentarse. El plan había fracasado repetidamente en el pasado, ya que Johnson era moderada y francamente popular; Murphy, sin embargo, tuvo la suerte de presentarse en un año increíblemente favorable a los demócratas, y ganó el escaño por ocho puntos de diferencia.

Un tipo que llega a representante en Washington a la 34 años es, casi automáticamente, alguien que apunta maneras; Murphy, en ese momento, estaba en la liga de tipo que puede llegar lejos. Si se queda en la Cámara de Representantes, habiendo entrado tan joven, puede acumular antigüedad como un poseso, y ser presidente de un comité mediático antes de los 50. Desde ahí puede buscar un perfil nacional, y empezar a pensar en construir un legado legislativo o un salto a un cargo más importante. También puede dedicarse a trabajar duro, dejarse ver en el estado tanto como sea posible y cruzar los dedos para que uno de los puestos estatales que representarían un ascenso (gobernador o senador en Washington) quedan libres a medio plazo.

Las siguientes elecciones a gobernador en Connecticut eran el 2010, y el partido demócrata tenía un candidato listo para ellas desde hacía años. Ese mismo año uno de los senadores del estado se retiraba (Christopher Dodd, ahora lobista de la MPAA) tras un escándalo hipotecario. Sin embargo Richard Blumenthal, el fiscal general del  estado, llevaba años viendo esperando ver pasar el cadáver de Dodd por delante de su oficina, y tenía preferencia de paso. Así que el camino de Murphy parecía cerrado, y más tras la victoria demócrata en las elecciones a gobernador.

El segundo golpe de suerte de Murphy, en este caso, vino del otro senador de Connecticut, Joe Lieberman. Tras su errático comportamiento durante la era Bush (y perder unas primarias el 2006, sólo para ganar el escaño como independiente) Lieberman finalmente entendió el mensaje  y decidió no presentarse a reelección el 2012. El resto de la delegación del estado en la Cámara de Representantes era o demasiado vieja, o demasiado joven, o demasiado aburrida para competir, y los demócratas no tenían un ex-gobernador o fiscal a mano, así que le tocó a Murphy. Aunque el 2012 era un año decente para el partido, el tipo tuvo la suerte añadida de enfrentarse a un candidato republicano espantoso, así que llegó al senado sin demasiados problemas.

Senador a los 39; Obama, que no es un tipo demasiado torpe, no llega al Senado hasta los 46. Murphy realmente es buen político, tiene presencia mediática y demás,  así que podría sonar como alguien con futuro. Su carrera política, sin embargo, se enfrenta a dos problemas: primero, Obama está en la Casa Blanca, así que no puede hacerse famoso enviando a parir al presidente. Segundo,  el 2016, el partido tiene una candidata obvia y natural en Hillary Clinton, así que nadie con ganas de ganar elecciones se va a meter en unas presidenciales. Esto quiere decir que Murphy no es viable hasta el 2020, siempre que Clinton pierda las elecciones. Si las gana, el 2020 es otro año en blanco, así que debe esperar hasta el 2024. Por aquel entonces tendrá 51 años, siempre con un presidente demócrata en la Casa Blanca, y un camino muy, muy complicado en unas presidenciales. Su año es el 2020; Si Hillary gana el 2016, es poco probable que Murphy nunca llegue a hacer campaña en Iowa partiendo como favorito.

La comparación más obvia con Murphy es un político dos años más viejo, seguramente con menos talento político pero mejor suerte electoral: Marco Rubio. Rubio tiene una carrera parecida a nivel estatal, con un ascenso meteórico similar (en su caso, de legislador raso el 2000 a líder de la cámara baja el 2007). El 2010 Rubio gana el escaño de Senador tras un golpe de suerte: Mel Martinez, su antecesor, dimite del cargo tras un par de escándalos de corrupción. Rubio gana las primarias en la ola del tea party del 2010, y las generales en una inusual campaña a tres. Una vez en el cargo, la gran ventaja de Rubio es que está en la oposición, algo que facilita su misión de salir en los medios, y es además es latino en un partido donde no abundan, dándole aún más ventaja. Rubio además fue lo suficiente sensato como para no buscar la vicepresidencia el 2012, así que en el 2016 llegará con 45 años a las primarias, con suficiente experiencia pero sin oler aún a naftalina.

La diferencia entre Rubio y Murphy, por tanto, no es talento, sino suerte. Murphy estuvo en el sitio adecuado y momento preciso en tres elecciones seguidas, pero el calendario le ha hecho una mala pasada a la hora de tener expectativas presidenciales. Rubio tiene suerte dos veces, y ahora está en la edad exacta para probar unas primarias presidenciales. Si las pierde, además, será lo suficiente joven para tener un segundo intento, algo que Murphy quizás no pueda hacer.

La historia política de Estados Unidos está llena de estos caminos hacia la presidencia, a veces inesperados. Obama nunca hubiera tenido ninguna opción si Hillary hubiera votado en contra de la guerra de Irak. Bill Clinton tiene la inmensa suerte de presentarse justo después de la primera invasión de Irak, cuando Bush padre era inmensamente popular y ningún candidato demócrata de primera fila se atrevió en las primarias. La recesión del 1992 le dio la presidencia.

Los únicos inmunes al calendario son aquellos candidatos que no necesitan hacer todo el cursis honorum: los hijos y hermanos de presidentes. Los hermanos Bush entran en el ruedo como gobernadores directamente, sin tener que comerse la mili de décadas de ascender poco a poco en el legislativo. Es por este motivo que la candidatura de Jeb Bush (y Hillary Clinton, en el 2008) es tan increíblemente irritante para la gente que nos gusta la política. Hay mucha gente que ha trabajado muy, muy duro para poder llegar a las puertas de unas presidenciales. Esta gente que llega a ellas aterrizando en helicóptero en el techo del rascacielos son bastante cargantes.

Así que cuando empiece a escribir sobre candidatos los próximos días, repasando los posibles y probables en las presidenciales americanas, tened en mente estas cosas: un candidato a presidente, en el fondo, siempre es un tipo con suerte. Como decía Napoleón, para un general es casi más importante ser afortunado que ser bueno en su trabajo.


2 comentarios

  1. Mr. X dice:

    Pero a morbo, un Bush Vs Clinton mola más. Por salud democrática no es aconsejable, por eso de no instaurar dinastías, pero a nivel mediático…

  2. Castorp dice:

    Lo de «trabajar duro», no es una especie de false friend?
    Parece que viene de «tough» o «hard»,no?
    Yo siempre oí trabajar fuerte o trabajar mucho
    Ah, fantástica página

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