Feminismo

Todo lo que siempre quiso saber sobre feminismo pero nunca se atrevió a preguntar (parte I)

9 Dic, 2014 - - @politikon_es

Es frecuente que el término «feminista» genere rechazo, incluso entre personas que dicen tener un compromiso con la justicia y igualdad de oportunidades pero no se sienten identificadas con el movimiento feminista. El objetivo de este artículo y los siguientes será el de localizar la coordenadas políticas en las que se mueve el lector deseoso de formarse una opinión sobre esta cuestión. Intentaremos responder a la pregunta de cuál es el encaje del feminismo dentro de la aspiración de la igualdad de oportunidades.

Echaremos mano de las herramientas de la teoría política para explorar el terreno. Es preciso prevenir al lector de que los conocimientos del autor no son más que los de un aficionado que ha pasado algunas horas de su vida leyendo sobre estas temáticas desde su particular esquina disciplinar. Lo que sigue tiene no tiene afán alguno de exahustividad, especialmente teniendo en cuenta la heterogeneidad del pensamiento feminista (el lector interesado puede consultar Tong 2013); las citas tendrán carácter ilustrativo e incurriremos en muchas omisiones. El debate sobre las problemáticas de género está a menudo teñido de aspectos ideológicos y, aún cuando no lo está, existen tomas de partido que en cualquier caso es inevitable llevar a cabo. La teoría política resulta un instrumento útil que nos permitirá explorar nuestras intuiciones éticas, hacerlas explícitas y, al descubrir su estructura lógica, iluminar las paradojas que pueden generar. Dando un pequeño rodeo, en este artículo intentaremos articular la defensa más convincente (a conocimiento del autor) de la igualdad de oportunidades «liberal» y los dos siguientes articularemos las críticas o revisiones feministas de esta postura.

La igualdad liberal

La igualdad de oportunidades es un principio arraigado en la mayor parte de las sociedades modernas. La aspiración de ser una comunidad en la que el éxito vital dependa de las elecciones individuales y no de haber nacido en la familia o con los atributos equivocados está en la base de los ordenamientos jurídicos y del discurso público.

¿Qué soporta este planteamiento normativo? ¿se trata únicamente de un dogma, de una creencia socialmente arraigada o, al contrario, de algo racional?. La intuición sobre la deseabilidad de la igualdad de oportunidades debe tener algo más de estructura para responder a las clásicas preguntas que se plantean al hablar de justicia distributiva como cuanta igualdad estamos dispuestos a sacrificar a cambio de mejorar la situación de todos o si el bienestar de todos debe contar por igual. Este es el método que usaremos.

Imaginemos que hay dos granjeros, Adam y Karl. Cada uno de ellos tiene una parcela de tierra a un lado del río. Todos los años, el río se desborda hacia un lado. Tanto Karl como Adam le asignan una probabilidad de 1/2 a que el río se desborde hacia sulado. Lo que el granjero obtiene de su cosecha es de 100 o 50 dependiendo de si el río se desborda o no hacia su lado. Sin embargo, los dos granjeros tienen la opción de invertir, conjuntamente, 50 en la construcción de un dique; con el dique, independientemente de lo que ocurra, cada uno de ellos obtendrá 75 – esto es, 100 menos la igual contribución de 25.

Este ejemplo es un modelo extremadamente simplificado de las fuerzas que hay detrás del mercado de seguros. Si asumimos que los dos granjeros son, aunque sea ligeramente, «aversos al riesgo» -un supuesto bastante razonable- entonces ambos preferirán una cosecha de 75 con seguridad que jugar a la lotería de tener 50 o 100 igual probabilidad. Obligar a los granjeros a asegurarse ex ante construyendo el dique antes de que ocurra el desbordamiento es lo que los economistas llaman un «óptimo social»: desde el punto de vista utilitarista, todo el mundo mejora¹.

Volviendo al ejemplo y modificándolo ligeramente podemos suponer que, después de haber logrado un preacuerdo para construir el dique en el escenario simétrico, ocurra algo que haga que Karl y Adam no sean totalmente simétricos; es posible que Adam se vuelva menos averso al riesgo que Karl, que pase a estar menos expuesto al desbordamiento o en caso de sufrirlo perdiera menos que Karl. En cualquiera de los tres casos anteriores, para Adam la construcción del dique pasaría a ser menos ventajosa y, dependiendo del caso, tal vez preferiría que no se construyera y exponerse al desbordamiento. Aquí, la lógica utilitarista nos lleva a un resultado ambiguo: depende de si le damos más peso a Adam o a Karl para evaluar los resultados. Sin embargo, a la vista del preacuerdo, la sensación que tenemos es que este sería un comportamiento oportunista por parte de Adam. El cambio en el óptimo social depende del cambio en la relación de fuerzas o de la suerte. La pregunta es ¿importa este cambio?

En una tradición filosófica que va desde Kant y Adam Smith hasta Rawls (Rawls 1971), Dworkin (Dworkin 1978) o Harsanyi (JPE 1953), existe la idea de entender la justicia desde el punto de vista del «observador imparcial» o, como diría Rawls, «detrás del velo de la ignorancia». Para esta tradición la respuesta es que en general no, este cambio no debe ser relevante. Rawls nos dirá «Imagina que te encuentras detrás de un velo de la ignorancia», esto es, un escenario previo a tu nacimiento dónde no sabes si en la vida real te tocará ser Karl o Adam o, más generalmente, nacer en una familia o en otra, con un físico o con otro. En esas circunstancias, cuando las cartas aún no se han repartido ¿qué tipo de arreglo te resultaría más ventajoso?». Parece sensato pensar que nuestro observador imparcial elegirá un escenario en el que los resultados estén lo más aislados posible de la mala suerte y dependan en cambio de las elecciones individuales.

Existen muchas críticas (ver Sandel 1984 para una recopilación de textos) y extensiones de este enfoque que no podemos revisar aquí, pero sí resaltaremos aquí dos. En primer lugar, el experimento mental del velo captura la idea básica de «igualdad de oportunidades» que está arraigada en nuestras intuiciones morales sobre la justicia. En principio, las desigualdades que resulten de distintas preferencias deberían ser legítimas (por ejemplo, ganar más frente a tener más tiempo libre o un trabajo menos desagradable; tener más seguridad económica frente a estar dispuesto a arriesgar más); las que resulten de diferencias en la situación de partida, deberían ser compensadas (el origen social o la heredabilidad de una enfermedad congénita).

En segundo lugar, el enfoque del velo de la ignorancia subraya que el igualitarismo no depende de la solidaridad, los buenos sentimientos, del afecto o la caridad. Al contrario, es el resultado de extirpar de la justicia distributiva el oportunismo derivado de que las partes se sienten a la mesa a negociar con distintas situaciones de partida. El efecto del velo de la ignorancia es el de señalar que cuando estamos tras él elegimos, de forma egoísta e interesada, la asignación igualitaria. No se trata de una imposición externa o del fruto de la solidaridad; se trata de un contrafáctico más o menos plausible respecto a nuestro comportamiento interesado en una situación en la que la que una diferencia de partida juzgada arbitraria es corregida. La diferencia, bajo esta óptica, entre seguro y redistribución sería de carácter menor.

Recapitulando

El razonamiento basado en el «velo de la ignorancia» ofrece una forma de entender la igualdad de oportunidades como una forma de elección interesada corregida por el oportunismo. Según esta idea, al decidir el tipo de sociedad en la que nos gustaría vivir, resultaría racional optar por una en la que se maximizara la libertad real esto es, dónde las preferencias y acciones individuales contaran lo más posible y se minimizara el impacto de la situación de partida. El género es sin embargo una de las características que tiene un impacto mayor sobre el éxito en la vida. ¿por qué debería entrar el feminismo en conflicto con la justicia entendida como igualdad de oportunidades? Eso es precisamente lo que discutiremos en las dos próximas entregas.

 

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¹: Destacaramos que de las numerosas imperfecciones (en particular las relacionadas con la información asimétrica) del mercado de seguros depende la justificación económica de muchas políticas públicas del Estado de bienestar. En la medida en que muchos mercados de seguros no funcionan o no existen (no hay seguros privados contra el desempleo, por ejemplo), el sector público puede actuar como un seguro obligatorio -dando el servicio público y financiándolo total o parcialmente con impuestos.


33 comentarios

  1. Eldar dice:

    «En principio, las desigualdades que resulten de distintas preferencias deberían ser legítimas (por ejemplo, ganar más frente a tener más tiempo libre o un trabajo menos desagradable; tener más seguridad económica frente a estar dispuesto a arriesgar más); las que resulten de diferencias en la situación de partida, deberían ser compensadas (el origen social o la heredabilidad de una enfermedad congénita).»

    Un interesante punto de partida. Ahora bien, ¿cómo se consideran en este modelo las personas que deciden ganar más (frente a tener más tiempo libre) para asegurar el futuro de sus hijos?

    • Araban dice:

      Muy buena Eldar. Es que «asegurar el futuro de sus hijos» va radicalmente contra la igualdad de oportunidades. Este es el correlato del discurso sobre igualdad de oportunidades que nadie quiere aplicar. Ni tan siquiera los que son «muy de izquierdas»

    • gerion dice:

      Interpreto ese párrafo de forma distinta. Creo que quiere decir que si yo prefiero dedicar mi tiempo a educar a mis hijos personalmente, en lugar de ganar el dinero necesario para pagar a otro por hacerlo, el Estado no debería considerar que existe una anomalía y, por tanto, tratar de corregirla. Yo puedo elegir trabajar menos, ganar menos y pasar más tiempo en casa, y no por ello el Estado debe protegerme. De la misma manera que al que elige trabajar más, ganar más dinero y dedicar menos tiempo a la familia, no debería ser considerado un depredador.
      Si fuera del primer tipo, preferiría que hubiera muchos depredadores, porque su descendencia tiene menos probabilidades de perpetuarse que la mía; si fuera del segundo tipo, está claro que lo que más me importa es mi posición social y mi cuota de poder, así que también sería feliz mientras el resto procrea para proporcionar esclavos a mi efímera descendencia.

      • Epicureo dice:

        No, no quiere decir eso. Habla de gente que quiere ganar más para dejar una buena herencia a sus hijos (dinero, educación, etc.). Si te tomas en serio la igualdad de oportunidades rawlsiana, no puede permitirse, como tantas otras cosas.

        Y tu historia de ciencia ficción no tiene en cuenta que el depredador puede contratar profesionales que eduquen sus hijos, posiblemente mejor de lo que tú educarás a los tuyos.

        • gerion dice:

          Quizá tu punto de vista resulte mejor defendible, pero con ese razonamiento no. Que me digas que mi historia es de ciencia ficción no constituye un argumento de peso. Que me hables de la igualdad de oportunidades rawlsiana, cuyos fundamentos ignoro – al menos con ese nombre – y que no me importan en absoluto, tampoco – no pierdas el tiempo ilustrándome al respecto -. Usas razonamientos tan abstractos como los míos, pero intentando descalificar, en lugar de exponer.
          Que los profesionales contratados por el depredador eduquen mejor a sus hijos que él mismo, revela cierta confusión entre las implicaciones de «educar» y «enseñar», típica de los tiempos que vivimos, en los que la gente cree que en el colegio «educan» a los niños, y por tanto deja sin sentido a la «educación» en casa. A un profesional de la enseñanza, que supongo es a lo que te refieres, lo que le va a importar es que el niño obtenga una buena nota, no que sepa respetar el trabajo y la autoridad de sus padres, por ejemplo.
          Si el depredador contrata a un verdadero profesional de la educación – antiguamente eran los «ayos» o algo así, aunque no recuerdo bien el nombre -, el niño orientará su afecto a ese señor o señora antes que a su padre. Y la educación se consigue mediante los afectos, las emociones, mientras que la enseñanza se ejecuta mediante la lógica. O quizá para tí son lo mismo, y se obtienen de la misma manera, lo que evidenciaría que no has experimentado la diferencia.
          No comparto que ganar más implique una buena herencia, por tanto. La buena herencia la proporciona el tiempo que dediques a tu prole, educándolos en valores como el esfuerzo, y enseñándoles a ser capaces de orientar esos valores de forma productiva cuando tengan que gestionar la herencia material que les dejes. Ese conjunto no lo enseñan los profesionales de la enseñanza, sino los padres y las madres – o los abuelos y hermanos, tanto da – que poseen una buena educación y disposición para transmitirla.

    • Luis Abenza dice:

      Hola;

      El problema que planteas es bastante serio y, hasta dónde yo sé, no hay realmente una solución intuitiva.

      Tomarse muy en serio la legitimidad de la herencia derivada del amor que sienten los padres por los hijos puede llevar a cosas muy contraintuitivas como justificar la legitimidad de esquemas cuasi-feudales dónde las desigualdades se amplifican en cada generación (es trivial «cocinar» un ejemplo dónde esto ocurre). A la inversa, tomarse muy en serio la igualdad, sobre todo cuando uno sabe que el entorno familiar temprano afecta tanto a las oportunidades posteriores, podría justificar cosas que intuitivamente nos parecerían excesivamente intrusivas.

      Pero yo creo que esto no un problema del enfoque liberal; es un problema de la idea de justicia en general. La justicia es una forma de imparcialidad, mientras que las relaciones de afecto o las preferencias «externas» (preferencias respecto al bienestar de otras personas) son subjetivas y muchas veces ambas pueden entrar en conflicto, a menos que uno admita que hay una línea de demarcación, muy cuestionable, entre la órbita privada y la pública. Tal vez te alegre saber que una línea de ataque del feminismo es precisamente la falta de toma en consideración de este tipo de relaciones.

      Pero vuelvo a lo que decía más abajo; creo que le enfoque del velo de la ignorancia tiene la virtud de dotar de cierta coherencia y sistematicidad una intuición ética básica respecto a la «justicia como imparcialidad». Yo soy partidario de la modestia: no creo que uno pueda construir una teoría a prueba de paradojas, precisamente porque en lo que se basan es en un conjunto de intuiciones desordenadas que siempre terminan entrando en conflicto. Pero conseguir organizar me parece ya bastante.

  2. lópez dice:

    Un apunte paradójico: Las elecciones personales, que según comentas son las que deberían contar, no dejan de formar parte de la capacidad de cada uno para operar con su cerebro, lo cual no deja de formar parte de la situación de partida. ¿No?

    • Luis Abenza dice:

      Hola;

      Lo que comentas no solo tiene sentido, sino que es algo que mucha gente crítica con la idea de igualdad de oportunidades ha apuntado. En la práctica, existen tantas ideas de justicia como concepciones del libre albedrío y la responsabilidad moral (es algo que reaparecerá en la tercera entrega de la serie), pero en general todas las sociedades atribuyen algo de peso a la responsabilidad individual.

      El objetivo del artículo es bastante más modesto; se trata de dotar de algo de estructura «racional» a la idea de igualdad de oportunidades que genera bastante consenso en las sociedades occidentales para después poder ver como encajan las posturas feministas en relación con ella.

  3. Feminismo dice:

    Magnifico texto sobre el concepto y legitimidad de la igualdad liberal…

    …y que no me ha descubierto nada nuevosobre el feminismo.

    • Luis Abenza dice:

      Hola;

      Tengo previsto hablar de ello en los dos próximos de la serie que era originalmente un documento demasiado largo para el formato de edición de politikon. Lo digo en la introducción

      Dando un pequeño rodeo, en este artículo intentaremos articular la defensa más convincente (a conocimiento del autor) de la igualdad de oportunidades “liberal” y los dos siguientes articularemos las críticas o revisiones feministas de esta postura.

      Siento si no queda claro

  4. gerion dice:

    Me ha gustado el artículo, y entiendo perfectamente que el autor lo firme bajo seudónimo, dado que la polémica en este asunto desvirtúa los contenidos en demasiadas ocasiones – como se ha podido apreciar en artículos anteriores -.
    Pienso que el símil adoptado es adecuado, incluso en su simplicidad, para el caso. Y por supuesto hay que tomar partido – desde los favorables al dique, a los contrarios, o a los que propongan desviar el río, o represarlo aguas arriba, que de todo hay -.
    En mi caso, soy partidario de que no haya dique, y que cada granjero haga sus previsiones contando con que habrá años buenos y años malos para él. Karl deberá encontrar soluciones más creativas a su problema, que al fin y al cabo es lo que nos hace evolucionar. Una podría ser poner a los vecinos en contra de Adam, para así presionarle a aceptar el dique bajo la amenaza de que no pueda vender sus productos en la comunidad. Y la pelota estará en el tejado de Adam entonces, para hacer valer su inicial ventaja competitiva. Si Adam decide mirar hacia otro lado, Karl se sentirá respaldado para dar el siguiente paso: que se le otorgue una mayor cuota de mercado. Ya sabemos a dónde lleva el conformismo de Adam.

    • Aloe dice:

      Le veo tímido y lleno de cortapisas mentales. Lleve su razonamiento a su consecuencia y defiéndala claramente: Adam y Karl pueden acecharse con armas automáticas y el que salga vivo que se quede con el mercado. O prender fuego a las cosechas del otro.
      O si no convencen por las buenas a la comunidad para que boicoteen al otro, sobornar a los vecinos. En esas cosas se ve la iniciativa y talento de cada persona, y por tanto su merecimiento o no del éxito.
      Para evitar problemas de financiación, pueden montar cada uno una partida de secuaces en la comunidad, y el que gane más seguidores imponer no solo su preferencia en lo del dique, sino el pizzo para financiar su séquito mafioso.

      Claro que según muchos, así nació el Estado y en cuanto tienes un protoestado mafioso empiezan los líos para que se convierta en una institución más imparcial, lo cual a su vez acaba llevando a un Estado que obliga a hacer el dique y prohíbe la extorsión.
      Una pena: empiezas luchando limpiamente con Adam intentando extorsionarle y echarle del mercado con sobornos e intimidación, como debe ser, pero al paso del tiempo acabas igualmente con un Estado odioso que hace diques. Nada menos.

      • gerion dice:

        Aloe, sinceramente le digo que me ha hecho reír muy a gusto imaginándome las escenas que describe, aunque el tema sea conflictivo y trascendente. Al menos, tengamos claro que únicamente opinamos.
        Como trasfondo de su ironía, y dado lo que he leído de sus comentarios en otros artículos, entiendo que critica mis perspectivas de «la ley del mejor adaptado» o la que en algún otro lugar ha podido suponer de «determinismo biológico» – aunque esta última hace tiempo que la ciencia la matizó con la inclusión del fenotipo como factor de evolución, punto que también comparto -. Estas opiniones que algunos pudieran calificar como «dogma» – cosa que me molesta bastante -, provienen de un intento de observación imparcial de mi entorno, y están sujetas a cambios, naturalmente. Una de las razones por las que leo esta web es para encontrar algo que me pudiera mostrar una mejor o más completa visión antropológica de los tiempos que nos ha tocado vivir. Y se aprende mucho, como usted sabe.
        La ventaja de escribir bajo seudónimo es que uno puede expresar su percepción de la realidad, incluso aunque no sea la postura social o políticamente aceptada en ese momento. Si estuviésemos en una férrea dictadura, podría abogar por la libertad de expresión sin peligro para mi vida; si estuviésemos en una oclocracia, podría exponer posturas socialmente inaceptadas sin peligro para mi integridad. Y nadie podría juzgar mis palabras por mi sexo o mi color de piel.
        Gracias por considerarme osado – entiendo que su referencia a las cortapisas mentales no era peyorativa -, porque creo que igual que en otro tiempo los defensores activos de la igualdad consiguieron grandes logros que hoy disfrutamos todos, de la misma forma hoy día hacen falta voces que hagan ver dónde acaba la igualdad, y donde comienza el igualitarismo – gracias a Hejo por la referencia -.

        • Aloe dice:

          El boicot es una acción política, igual que lo es una huelga, o un cierre patronal. El Estado liberal, al menos como principio (tampoco es que yo haya nacido ayer), establece el marco de reglas de la acción política y hace, idealmente, de árbitro entre intereses contrapuestos.
          Quizá me he pasado de frenada, pero me ha parecido verle defendiendo tontadas ancap como si no hubiera un mañana: resulta que la comunidad política local, en cuanto la dejes suelta y prescindas del intrusivo Estado, va a comportarse políticamente de modo impecable y las reglas de la justicia se van a hacer respetar ellas solas.
          Sí, hombre. Y dos huevos duros.

          • gerion dice:

            Comparto su punto de vista acerca del Estado: es necesaria su autoridad y su regulación para permitir la convivencia – y si decide que se haga un dique, podré protestar o quemarlo, pero si el Estado cumple su función correctamente, pagaré las consecuencias -.
            Y también creo que todo el mundo, incluso los mejor pensados, actúan según sus propios intereses, aunque digan o defiendan otras cosas – podría hablar de sindicatos, políticos, empresarios o trabajadores, pero sería otro tema -.
            Por tanto, siempre tendré el temor de que alguien a quien el Estado favorezca, obtenga una ventaja competitiva que le permita dejarme a mí en la estacada, incluso si he partido con ventaja inicialmente. De esta manera, la intervención estatal ha suprimido mi ventaja, por el motivo de que mi competidor NO LA TENÍA. Es como matar a mi cabra porque mi vecino no tiene otra – esto es de un chiste sobre capitalismo y comunismo que escuché hace tiempo. El comunista obtenía la igualdad matando a la cabra, mientras que el capitalista sembraba hierba para venderla al propietario de la cabra -.
            Además, como usted ha observado acertadamente, los estados modernos y avanzados han surgido del miedo, la sangre y las armas, no de las buenas intenciones, confirmando mi inclinación a ver las cosas de esta manera.
            En cualquier caso, estoy convencido de que el Estado actual no vela por los intereses del pueblo, sino por mantener las condiciones que permitan su propia existencia como entidad al servicio de los grupos de poder. Estos grupos medran en él, sostenidos por la masa de trabajadores, de manera que les interesa que esta masa resulte productiva, cosa que logran, entre otras, mediante la uniformización de las posesiones dentro de cada estamento. Y debe ser así.

            • Aloe dice:

              Todas las pegas que le pone al Estado son las mismas que se dan sin él.
              Lo único que vale la pena discutir es la manera de minimizarlas. Si no es mejorando el Estado, solo queda volver a las sociedades auténticamente preestatales.
              Lo cual no solo es imposible, sino que en ellas usted no encontraría de ninguna manera que la colectividad no se mete en sus asuntos, sino que, al contrario, todos sus asuntos individuales son de la colectividad.

              • gerion dice:

                En realidad, sólo estoy poniendo una pega al Estado: que no ejerza su autoridad equitativamente, sino según el interés de los grupos que lo controlan. Esto no se puede cambiar sin aumentar la eficacia de los mecanismos de control de las instituciones.
                Si considera que el Estado le agravia, no contribuirá de buen grado a su sostenimiento, ni acogerá sus actos como benéficos. No creo que cualquier otro grupo humano, salvo tal vez a nivel de clan o tribu, sea más justo en ese sentido.
                El primer problema es que el volumen al que un Estado funciona genera un gran volumen de estos actos, y la probabilidad de resultar injustamente perjudicado aumenta con la cantidad de personas que son injustamente beneficiadas. El segundo problema es que hemos sido educados para obtener reconocimiento por el mejor resultado, y conformarnos con la palmadita cuando «lo has intentado, pero no fuiste el mejor»; pero al salir a la palestra resulta que es mentira lo que nos contaron: las oportunidades pueden existir, pero los resultados dependen de quién tenga el poder para alterarlos. El resultado no es una cuestión únicamente de esfuerzo personal y suerte, sino de intereses ajenos a nosotros, y encima con sostenimiento a nivel estatal. Cuanto menos, coincidirá conmigo en que es muy frustrante.

                • Aloe dice:

                  La vida es frustrante de por sí. El resultado del esfuerzo depende mucho del azar, no solo (ni principalmente) de las maquinaciones en nuestra contra (salvo para las minorías de personas que precisamente se quejan poco en la plaza pública y tienen menos voz).
                  La actitud de que el mundo nos debe algo, y nunca nos recompensa lo bastante, no solo es bastante dañina, sino que es ejercida fundamentalmente por los que disfrutan de más privilegios, más suerte y más recompensas.

  5. Luis Abenza dice:

    Hola a todos;

    Disculpad, en Politikon han tenido un pequeño problema de coordinación y el post no salió con mi nombre. Ahora espero que esté aclarado.

    Un saludo

  6. dalek_fan dice:

    Bueno, no voy a decir mucho porque a fin de cuentas es un artículo introductorio. Espero que los siguientes entren mas en lo que son los feminismos (prefiero hablar en plural, hay tantísimas concepciones. Y ya si entramos en el feminismo queer, pues para qué contar) y a ser posible que los ejemplos estén protagonizados por mujeres, ya puestos XD

  7. Javier dice:

    Hay más críticas al «velo de la ignorancia» de Rawls, como la de Nozick: partiendo de una situación de igualdad todas las desigualdades que provengan de decisiones libres son justas y llevan a una situación desigual, pero justa. P.ej. que millones de personas le den un euro a Cristiano Ronaldo por divertirles jugando al fútbol.

    A todo esto, hay que hacer un pequeño «reality check». Ninguna sociedad existente ha logrado, ni siquiera intentado, tener una igualdad de oportunidades. Ni siquiera una similitud de oportunidades. Para empezar porque hay una serie de factores puramente endógenos: se puede nacer más listo, más fuerte y más inteligente que el vecino.

    A lo más que han podido optar las sociedades de más éxito es a garantizar a todos sus miembros lo siguiente: que si tienen un comportamiento adaptativo y se esfuerzan, su posición socioeconómica será mejor que la de sus padres. Esto, en si, ya es mucho.

    Al final el artículo da en un clavo muy gordo: estamos hablando de intuiciones morales. De repugnancias y aprobaciones hechas con las tripas que luego pintamos de colores mediante racionalizaciones como el velo de la ignorancia.

    A todos nos gusta que alguien sea muy pobre. A todos nos parece bien que la sociedad diga que las oportunidades son iguales para todos, en parte porque eso dignifica nuestros éxitos con la aprobación del mérito. a todos nos gusta el mérito -el talento, el trabajo- y todos queremos verlo recompensado. También, todos tenemos a la gente organizada en círculos concéntricos y somos más solidarios y nos sacrificamos más con los que están en los círculos más interiores. Por la familia lo damos todo: no pasaríamos horas por las noches revisando los deberes del crío del vecino, sólo del nuestro. Por los ciudadanos de nuestro país damos nuestros impuestos, lo que no haríamos por los extranjeros.

    Todas estas intuiciones morales son universales, y son contradictorias. ¡No podemos cumplirlo todo! a lo más que se puede optar es a un trade-off. Maximizar la solidaridad de un tipo va en contra de la libertad, de la seguridad y de las solidaridades de otro tipo.

    Además, cada uno de nosotros da un peso distinto a cada una de estas intuiciones. No hay una combinación «correcta».

    • Javier dice:

      Quería decir «A nadie le gusta que alguien sea muy pobre» 😛

    • Luis Abenza dice:

      Hola

      Hay muchas críticas a la posición del velo (el libro de Sandel que cito, creo, es representativo de las distintas críticas); empezando por las feministas de las que hablaré en las dos siguientes entregas, pero he intentado ser conciso porque el propósito del texto es servir de punto de partida para poder hablar del feminismo después.

      Las ideas de Nozick tienen bastante gancho intuitivo como crítica, pero su alternativa «lockeana» lleva a considerar como legítimas cosas exageradamente contraintuitivas. Van Parijs cuenta en uno de sus libros aquél ejemplo en el que los libertarian, Nozick, (Thomas) Friedman y compañía, reunidos por John Templeton, discutían el ejemplo de un hombre que habría caído en un planeta extranjero en el que toda la tierra y la atmósfera era ya propiedad de los nativos y se trataba de averiguar si el recién llegado tenía derecho, según la justicia libertaria, a respirar su aire o no. Y luego está esa crítica de Gerald Cohen que hay por ahí dónde, si uno parte de la idea de que todos los recursos son inicialmente propiedad colectiva (la «lockean proviso» de Nozick es muy difícil de aguantar) es trivial llegar a un resultado dónde a través de la autonomía de la voluntad todo el mundo llegar a resultados igualitarios (el igualitarismo de partida es, de nuevo, la idea propia del velo de la ignorancia).

      Yo pienso que Nozick tiene críticas razonables, sobre todo del utilitario, pero que la forma de leerlo a Nozick es que apunta que nuestras intuiciones éticas son eclécticas, porque son el resultado de reflejos socioevolutivos (pon Ken Binmore tiene un libro sobre el desarrollo evolutivo del sentido de la justicia y la posición original). Pero eso es precisamente lo que hace el método del «equilibrio reflectivo» (hay un enlace en el texto) de Rawls: se trata de partir de una posición, articular un conjunto de principios con gancho intuitivo, ver hasta dónde nos lleva y si lleva a resultados contraintuitivos, rectificarlos y repetir el experimento hasta que lleguemos a algo aceptable.

      Esto no me parece superfluo; no es solo una «racionalización» ex post, es un artefacto para entender mejor qué hay detrás de nuestros juicios de valor y hacerlos coherentes.

      Me parece muy discutible, pero esto es una opinión, que cada uno le dé un peso distinto a las distintas intuiciones; yo diría que hay bastante convergencia entre países occidentales.

      • Javier dice:

        Y, aún así, en las sociedades occidentales da para tener partidos políticos de corte muy distinto, y de hecho modelos de sociedad muy distintas. Desde la norteamérica rural a las socialdemocracias nórdicas. Todos ellos comparten los mismos valores, pero distintos equilibrios ponderados.

        Yo hacía referencia al concepto de «pluralismo» de Isaiah Berlin, según el cual no puede haber un conjunto de principios universalmente correcto, ni una solución única a los problemas morales.

        Según Berlin, los valores humanos son plurales y no se pueden reducir a uno solo. Además, suelen chocar, son incompatibles en su máxima expresión y no se pueden medir en una escala común (¿Cambio 17 igualdadones por 10,3 libertadones?). No hay ningún procedimiento objetivo que nos permita equilibrar un valor contra otro en un conflicto y decidir dónde trazar la línea.

        Berlin distinguía el pluralismo de los «monismos», que suponen que sólo hay una manera correcta de hacer las cosas, y del relativismo, que considera a cualquier código de valores igualmente digno de respeto. Para él cosas como la violencia como argumento no eran aceptables.

        • Luis Abenza dice:

          Yo no creo que términos como «correcto» tengan demasiado recorrido cuando uno habla de ética, entendida como el conjunto de procedimientos prescriptivos para realizar juicios normativos puros (más o menos puros http://en.wikipedia.org/wiki/Normative_economics ), es decir, formas de ordenar resultados finales y que no dependen de creencias respecto como funciona el mundo y que, en principio, son más o menos separables de estos últimos.

          En la práctica esto es casi imposible de distinguir porque los juicios normativos siempre están entremezclados con prejuicios arraigados sobre las consecuencias estado del mundo (la gente es más hostil a la solidaridad porque tiene prejuicios sobre sus efectos respecto a como afecta a los incentivos de trabajar duro o sobre el papel que juega la suerte). Yo diría, y esto es una opinión basada en la observación, que casi toda la varianza que observamos en valores viene de la parte factual, no de la «normativa» de los juicios normativos puros. Este tipo de creencias, con matices, sí pueden ser o no ser correctas o incorrectas (puedes pensar que los prejuicios son una forma de «valor» plural, bien; hay gente que desde Savage defiende esto en probabilidad).

          Pero en lo que respecta a los valores «puros», yo creo que en ciertos perímetros culturales y comunitarios, la gente comparte lo esencial (con posibles excepciones, como temas relacionados con la religiosidad). Sobre todo, es que no creo que la reflexión ética individual evolucione a un nivel suficientemente abstracto/técnico/intelectual como para que se termine divergiendo sustancialmente. Por ejemplo, en occidente parece haber un consenso alrededor de la idea de que la democracia es algo deseable. Pero la mayoría de la gente no se ha parado a pensar en la diferencia entre a) Creer que la democracia y la participación del pueblo es una forma de gobierno deseable en sí misma b) La democracia es una buena forma de gobierno, en el sentido de que produce resultados buenos, porque el dilema entre democracia y buen gobierno nunca ha aparecido con probabilidad 1. Tienes un problema de identificar las preferencias y las creencias. Pero con un poco de imaginación (que es como se razona en filosofía política) uno puede considerar el contrafáctico plausible en que eso ocurriera y, mi sugerencia es que uno llegaría a algo bastante consensual.

    • gerion dice:

      Viendo el nivel de esta conversación, casi me da vergüenza intervenir.
      Por si mi aportación sirviera de algo, creo que para llegar a conclusiones firmes habría que enfocar el asunto desde el punto de vista evolutivo de la especie humana como conjunto, no desde la ética o la moral.
      Creo que los valores personales siempre van a ser tan dispares como personas hay en el mundo, y podrán agruparse en colectivos, pero nunca se alcanzará un consenso sin el uso de la fuerza – y no me refiero únicamente a violencia física, dado que hay otras formas de fuerza -.
      Sin embargo, si se enfoca como evolución de especie, entenderíamos que el conflicto y el enfrentamiento deben existir, de la misma manera que aceptaremos que unos colectivos deben desaparecer para que prevalezcan otros, por pura lógica de supervivencia. Seguro que hay una postura oficial que defiende esto, y que tiene un montón de detractores y otro montón de defensores.
      Una sociedad, al nivel que queramos hablar de ella – clan, tribu, Estado, confederación,… – sobrevive en la medida que sea capaz de evitar ser absorbida por otra, esto es, de sobreponerse a los lógicos (desde un punto de vista evolucionista) intentos de fagocitación – como amebas – de las sociedades circundantes con las que compite. Los líderes – ricos, políticos, iluminados,…- canalizan ese esfuerzo de supervivencia, esfuerzo soportado por los elementos productivos de esa sociedad – la gente -. La canalización se regula mediante leyes, y aquí es donde, a mi modo de ver, se plantean los dilemas morales. ¿Cómo legislar? Pues de manera que mi modelo de sociedad se imponga a los de mi entorno, naturalmente. Y eso no se consigue suprimiendo la competición interna, con sus implicaciones de prevalencia del mejor adaptado, sino mejorando mis elementos productivos y a mis líderes, y orientándolos correctamente.

      • Javier dice:

        Si te he entendido bien, el objetivo de la legislación de una sociedad debe ser su independencia política (no ser invadido) y cultural (que no nos cambien el «modelo de sociedad» del que hablas). Y el modo de lograr eso implica imponerse política y culturalmente sobre el entorno.

        No acabo de verlo. Y además creo que esta creencia sobre los fines de una sociedad depende mucho de los valores morales personales.

        Puede haber otros objetivos para la legislación de una sociedad. La legislación de una sociedad puede enfocarse, por ejemplo, a la vida, la liberad y la persecución de la felicidad de sus individuos. Según esa óptica, que te cambien el «modelo de sociedad» desde fuera o desde dentro puede ser muy bueno. P.ej. con valores culturales feministas. Ver películas de Bollywood en Afghanistán.

        Por lo demás, la forma más segura de imponerse política y culturalmente a los vecinos ha sido siempre el «sangre y hierro» de Bismarck.

        • Gerion dice:

          No recuerdo quién, pero alguien dijo que un imperio muere cuando deja de expandirse. La vida funciona igual – vida biológica -. Si lo que has afirmado acerca de la creencia de los fines de la sociedad fuese cierto, eres una bellísima persona, y bastante idealista, creo.
          En cualquier caso, fijándose bien igual podemos encontrar evidencias de lo contrario, es decir, sociedades que asimilan a otras, y leyes que no buscan el bienestar de la población. O no he captado la ironía.

        • gerion dice:

          Por cierto, te recomiendo el artículo «El fin del mundo» en Jot-Down. Salió el día 12, me parece, aunque lo acabo de leer ahora. Resulta muy interesante, y va en la línea de un Jared Diamond o similar.

  8. […] el artículo anterior describimos la justificación liberal de la igualdad de oportunidades, la idea según la cuál la […]

  9. Mercedes Expósito García dice:

    Dado que estamos en un contexto de comprender qué es el feminismo parece procedente que el sistema de citas tenga en cuenta a mujeres y no exclusivamente a hombres; y dado que el feminismo tiene, entre otros, el objetivo de sacar a las mujeres del anonimato… ¿por qué en lugar de «dos granjeros» no hablar de «dos granjeras», Thelma y Louise, por ejemplo?
    Siguiendo con esta misma dinámica… ¿por qué no mencionar, al menos mencionar brevemente, toda una tradición filosófica feminista que lanza desafíos a la idea de igualdad, que pone en cuestión la idea del «observador imparcial» y que desarticula la trama de un sistema de democracia excluyente. «Excluyente» por ser exclusivamente masculina, es decir, por no reconocer la condición de ciudadanía de las mujeres y por tanto negarles derechos educativos, derechos reproductivos y derechos civiles como el voto, el derecho a la propiedad, la custodia de los hijos, etc? Se trata de una tradición filosófica entre cuyos nombres encontramos los de M. Woolstonecraft, Olimpia de Gouges, Marie Deraismes, Harriet Taylor, Clemence Royer, etc etc (permítaseme no citar del siglo XX -la lista sería excesivamente extensa- más que a Carole Pateman, crítica de la metáfora política del «velo de la ignorancia de Rawls)

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