Política

La corrupción como problema, a lo largo de dos décadas

28 Oct, 2014 - - @kikollan

La corrupción es hoy, y una vez más, el centro de la actualidad. La red ‘púnica’ viene a alargar una secuencia que lleva años ejecutándose: desde la contabilidad de Bárcenas, a Gürtel, al caso Pujol, a Campeón, a Palma Arena, a los ERE en Andalucía, y hasta Lloret de Mar, la financiación de Unió, o el extraño caso de Amy Martin. Una sucesión de escándalos que, coincidiendo con la llegada de la crisis, ha hecho que los ciudadanos pasen de ignorar la corrupción a considerarla un problema de gravedad.

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Durante los 2000, los ciudadanos nunca consideraron que la corrupción fuese un problema principal —nos preocupaban más la inmigración, las drogas, la inseguridad o la vivienda—, pero eso cambió en 2009. Desde entonces los ciudadanos dan una importancia creciente a la corrupción, hasta el punto de considerarla ya el segundo problema de nuestro país (solo por detrás del desempleo). En el mismo periodo, y de forma similar, se ha disparado nuestra inquietud hacia los problemas que asociamos a la clase política (hoy la casta) y a los partidos.

Estas dos preocupaciones llegaron lentamente, al menos si se comparan con el temor al paro o los problemas económicos. Se diría que primero nos preocuparon los efectos de la crisis, y después buscamos las responsabilidades. O Quizás necesitamos sufrir la crisis para que cristalizase la desafección y el hartazgo hacía las peores prácticas de nuestros dirigentes.

¿La corrupción nos preocupa solo en recesión?

En el gráfico se observa claramente que lo que está ocurriendo ahora ya pasó hace quince años, durante la recesión de mitad de los noventa, que también vino acompañada de una crisis política y de escándalos de corrupción que algunos creíamos imposible de repetir. Pero como ocurre casi siempre, casi nada es nuevo.

¿Por qué la corrupción emerge como un problema solo cuando llega la crisis? El tráfico de influencias y demás fraudes debían ser igual de frecuentes (o más) durante los años de crecimiento, ¿por qué entonces no nos preocupaba? ¿Ocurría que no se destapaban o simplemente no recibían atención? Mi impresión es que se dieron ambas cosas a la vez, aunque hoy me parece evidente que la crisis ha contribuido a sacar la corrupción a la luz.

Lo que no sé es explicar son las razones. Entiendo que quizás en bonanza éramos más permisivos y que ahora nos hemos vuelto más vigilantes. Esto aplica a los ciudadanos, pero muy especialmente a los medios de comunicación, y quizás hasta a los funcionarios de justicia. También puede ser que esta justicia se mueva lentamente, y que su labor detectivesca solo de frutos ahora, años después.

No repetir errores (otra vez)

Siempre que veo datos de percepciones ciudadanas me llama la atención lo rápido que cambian. El sentir popular es una esencia que fluye rápidamente, capaz casi de olvidar la corrupción cuando la vieja crisis arreció, de confiarse durante una década y dejar hacer, incapaz o indiferente, hasta que la crisis regresó, y esta vez, además, multiplicada. Esto no es una justificación, ni una queja, sino una llamada de atención: los problemas que podamos tener —que tenemos— ya existían en la época de bonanza, durante la burbuja, cuando nos decíamos preocupados por otros asuntos.

Es importante reconocer que los problemas han regresado, o no se han ido nunca. Reconocer que, como ayer escribía Jorge Galindo, es la corrupción española, otra vez. Nuestro pasado augura que este brote de corrupción pasará, pero también nos enseña que si nos conformamos con quitar a los corruptos y dejamos las reformas por hacer, lo probable es la corrupción vuelva a nosotros en un futuro no tan lejano.


18 comentarios

  1. […] La corrupción como problema, a lo largo de dos décadas […]

  2. Juan de Juan dice:

    La sociedad española (y otras muchas), en realidad, no está contra la corrupción. Está contra la corrupción que no le mola, que no es lo mismo. El español medio deplora la corrupción del partido A de la misma forma que entiende, y ampara incluso, la corrupción del Partido anti-A. El ejemplo más claro es el caso de Pujol; pero se podrían citar muchos más.

    Me llama la atención lo poquísimo que habláis los corruptólogos del pequeño temita de los valores. España, como digo, cuando menos desde la picaresca es partidaria y proclive al engaño, al timo, al escaqueo, al atajo, al enriquecimiento inmerecido, de todo aquél que tenga por característica ser como nosotros, compartir nuestras ideas, ser moralmente solidario con quien juzga. Habrá quien piense que lo que está pasando ahora es que, por fin, un socialista o pepero se encabrona porque un socialista o pepero se corrompe. Pero no es verdad. Si la preocupación por la corrupción se eleva es porque mucha gente se «descuelga» de la identificación partidaria; y, al descolgarse, encuentra fácil juzgar con dureza la actuación de los que hasta ayer eran los suyos.

    Decía Lenin que una revolución en Alemania sería muy complicada, porque si tienes que tomar una estación de tren con una partida de partisanos germanos, no podrás evitar que cada uno de ellos compre el preceptivo billete para entrar en el andén. Ese tipo de rigidez a nosotros no nos va, y por el camino del rechazo a esas cosas se nos cuela un espíritu moral que fue expresado, mejor que por nadie, por el ministro franquista José Solís: «a los amigos el culo, a los enemigos por el culo; y a los indiferentes, la legislación vigente».

    Es una cuestión de valores. El español medio de derechas, puestos a encumbrar, prefiere encumbrar a un político corrupto de derechas que a uno honrado de izquierdas. Y viceversa. La corrupción en los ayuntamientos españoles tiene tanta solera como los propios ayuntamientos democráticos, muchos de los cuales son tan pequeños que es imposible, repito, imposible, que nadie supiese que su concejal de urbanismo las estaba haciendo de a veinte el kilo. Pero todo eso se aceptaba porque el español medio tiene una relación mafiosa con su gobernante preferido: está dispuesto a pagarle bien (corrupción) a cambio de que le proteja de su enemigo (la oposición). Acabamos de verlo en Brasil, donde si fuese cierto que las sociedades no perdonan a los corruptos, el gobierno Rousseff no habría pasado de la primera vuelta. Y ha ganado.

    • Moisés dice:

      El artículo, magnífico. El comentario de Juan de Juan, aun mejor. Discrepo ligeramente en una cosa. Efectivamente creo que el problema fundamental es de valores. Y eso es muy difícil de cambiar. Pero no imposible. También se pueden crear y desarrollar valores. Llevar estos temas a la educación desde edades muy tempranas podría ayudar. En Alemania a mí también me han ofrecido servicios sin factura ni IVA, y en Berlín hay un (proyecto de) aeropuerto que es el hazmerreír y la vergüenza de toda la federación. Para eso hace falta gente que se salte las reglas y gente que mire al otro lado. Mucha gente. Pero si se invierte en transmitir valores desde temprano, ese número disminuye y es mucho más fácil de controlar. Hace un par de décadas en Suecia la corrupción también era mucho más alta de lo que es hoy. La gente decidió cambiar eso. Y lo hizo.

    • Epicureo dice:

      Algo hay de eso, pero no tan equidistante. El PSOE ha perdido elecciones por escándalos de corrupción. El PP hasta ahora no, pero quizá ahora sus votantes aprendan.

      Lo de educar a los niños desde pequeños y blablabla no sirve de nada. Si les dicen una cosa en la escuela y ven otra en la calle sólo se van a deteriorar más sus valores.

      Lo que realmente hace que la mentalidad de la gente cambie es percibir que la corrupción les perjudica directamente. Por eso la corrupción tiende a aumentar en las épocas prolongadas de auge económico, cuando sobra dinero para hacer cosas populares. Así que ahora es el momento de aplicar toda la presión social que se pueda. Votando, manifestándose, escribiendo…

      • Lole dice:

        Sólo un pequeño matiz: No estaría de más que en las escuelas se deje de demonizar al chivato. En otros países te denuncian hasta por bajar la basura al contenedor fuera de hora. Aquí casi nadie denuncia nada, ni hace reclamaciones por vías oficiales, salvo que te afecte muy directamente. Hacen falta chivatos, especialmente entre los funcionarios. La sociedad debe legalmente ampararlos. Actualmente es justo al contrario.

        • Antonio dice:

          Tiene razón. Uno de los muchos problemas de España, relativamente a los países que nos gusta compararnos, viene derivado del carácter que tenemos sus gentes.

          Al igual que sucede en otras sociedades en América o Asía, por poner varios ejemplos, a los españoles se nos puede definir perfectamente con el término anglosajón «easy-going» (pausado, despreocupado, acomodadizo). Esta descripción no creo que sea objeto de discusión, como tampoco creo que nadie discuta que, en cierta medida, que ese carácter tiene su vertiente positiva, incluida una versión económica- positiva. Sólo así se puede explicar el éxito de nuestro país como país de acogida de turistas, emigrantes y/o estudiantes.

          Pero ese carácter tiene implicaciones muy negativas también. Esa característica hace que nos acomodemos a las situaciones injustas o negativas de la vida y que no tratemos de resolverlas. El español típico es más proclive a mirar a otro lado que a tratar de resolver el problema, si de lo que se trata es de reprender a alguien su actitud. Se ve todos los días cuando, por ejemplo, se produce un comportamiento vergonzoso o nocivo en un sitio común, como el Metro. Nadie, o casi nadie, se atreve a reprender a aquellos que causan algún tipo de problema. Todos tendemos a evitar problemas y a no inmiscuirnos en la situación; a diferencia de un alemán quien te notificará incluso cuando cruces mal una calle.

          Si este carácter se combina con el poco respeto existente hacia el bien común, más allá del bien propio, tenemos una situación en la que a nadie le molesta la corrupción en tanto en cuanto no le afecte directamente o, más concretamente, no se sienta afectado. Lamentablemente la situación de crisis ha hecho que esa afección se pueda traducir en la imposibilidad de satisfacer los bienes más primarios para una parte de la población. La gráfica del artículo es muy descriptiva, pero aún lo sería más si se introdujese el ciclo económico. Así se mostraría como, desgraciadamente, la preocupación sólo aumenta en periodos de crisis aún cuando la corrupción en esos periodos es menor, simplemente por el menor movimiento de capitales.*

          *Aunque habría que tener en cuenta un cierto «lag» o retardo en la aparición pública de los casos de corrupción desde su comisión.

          • Pescador dice:

            «Se ve todos los días cuando, por ejemplo, se produce un comportamiento vergonzoso o nocivo en un sitio común, como el Metro. Nadie, o casi nadie, se atreve a reprender a aquellos que causan algún tipo de problema. Todos tendemos a evitar problemas y a no inmiscuirnos en la situación; a diferencia de un alemán quien te notificará incluso cuando cruces mal una calle.»

            Hombre, lo que no queremos es que nos partan la cara y, en el mejor de los casos, enfrentarnos a un pleito por daños en el que, aun ganando, se nos van a reir en la cara.
            Aquí hay mucho tajo, no es solo una cuestión de educación.

            • Rosie dice:

              Lo del lio en el metro, ciertamente es muy universal. He oido la misma queja en el Reino Unido o Francia. Lo de que nos hacen falta más chivatos si que es cierto. En el Reino Unido tienen un pedestal a los «whistleblowers», los que se alertan de mal funcionamiento o conductas delictivas (como mínimo en teoria, la practica es otra cosa). Aqui no tenemos ni una palabra para definirlos.

              Otra característica es que nos quejamos mucho… en privado, pero pocas veces reclamamos oficialmente. Esta actitud es debida a muchos factores, aunque creo que uno de los principales es que la justicia no es rapida en resolver conflictos. Mi marido es británico, y le parece algo muy raro. No solo en la administración, tambien los servicios de atención al cliente en España son de pena (sólo te das cuenta cuando has visto como funcionan en otros países). Todo juega en contra de la transparencia y en favor de la componenda.

  3. tbd dice:

    ¡»Dos décadas»! Venga… están de broma… Pero si en España lo de la picaresca se mama, hombre… *Siglos*!!

  4. Moisés dice:

    Educar no es decir.

  5. Gerion dice:

    Para mí, la cleptomanía viene a ser un éxito adaptativo, así que no se puede ni se debe erradicar. Al igual que las demostraciones de fuerza, que hemos aprendido a respetar como cualquier otro mono cuando resultan lo suficientemente duras. Por tanto, sin llegar a cortar manos, al corrupto hay que dañarlo públicamente de forma que nadie lo olvide. Y para eso, el poder judicial debe mostrarse eficaz y eficiente, ambas carencias actualmente imperantes.

  6. Estilpón dice:

    Quizás las propias leyes contra el blanqueo de capitales y, sobretodo, las obligaciones que imponen a multitud de agentes económicos de comunicación y vigilancia facilitan el «destape».

    ver también GAFI, comisiones rogatorias, listas paraísos fiscales etc…

    Antes era más complicado.

  7. LiMA dice:

    para mí el tema de los valores está (valga la redundancia) sobrevalorado. Es mucho más importante la sensación de impunidad que ha habido en este país, donde parecía que si pertenecías a la élite de turno (líder empresarial local, partido político, realeza etc) nadie te exigiría jamás cuentas por tus acciones.

    Así pasaba lo que pasaba: estas prácticas deleznables no sólo se llevaban a cabo, sino que se hacían prácticamente a la luz del día y eran un secreto a voces; los corruptos de turno dejaban rastro de sus fechorías en emails y conversaciones telefónicas compremetedoras; no se hacía ni el mínimo intento por «embarrar» el campo para generar confusión en una eventual investigación policial, porque nadie pensaba que esta tendría lugar.

    Sospecho que -simplemente por eso- en el siguiente ciclo expansivo veremos mucha menos corrupción (y en todo caso mejor encubierta). Y nos daremos cuenta de que el tema de los valores importa pero no tanto.

    En cuanto a las razones de que la preocupación por la corrupción se haya destapado en la crisis, yo apuntaría las siguientes:
    – los jueces se han dado cuenta de que hay muchos menos temas (y personas) tabú de los que muchos en su fuero interno pensaban, con lo que su «autocensura» ha disminuido mucho. Se han concienciado de su importantísimo papel en una época tan delicada para nuestro país
    – la presión social (incluyendo medios de comunicación) ha aumentado en el sentido de que los corruptos sean identificados y castigados
    – mucha gente en los altos escalafones del poder (que tenían indicios parciales sobre casos de corrupción en su entorno inmediato) se ha dado cuenta de la magnitud y carácter sistémico del problema
    – last but not least: la crisis ha limitado la cantidad de dinero disponible para «tapar la boca» a testigos incómodos y chantajeadores

    • Antonio dice:

      Permítase adjuntar también otras razones:

      – Mucha gente sin nada que perder por la crisis. O gente que dice: «para lo que me queda dentro…» Ejemplo: despedidos de la UGT.

      – Algunas de las cosas que ahora son corrupción no lo eran percibidas como tal antes. Ejemplo: ¿Por qué es más corrupto un consejero de Caja Madrid (Ojo, no la dirección de la Caja y sólo refiriéndome a las Black) que un albañil que cobraba en negro una parte importante de su sueldo?

      – La corrupción, y más concretamente, el destape de escándalos, se ha convertido en un divertimento o entretenimiento más. Está muy bien, y es necesario, indignarse, pero esto no va a resolver los problemas del país. Es otra distracción más que impide un verdadero debate público de los problemas del país.

      – La nula asunción de responsabilidad del español medio ha transferido toda la responsabilidad de la crisis a los políticos. No digo que no sea mucha, pero desde luego no es la parte entera. Como cabezas de turco en que se han convertido, que además muchos son turcos verdaderos, son objeto de minuciosos análisis de una forma inusitada hasta la fecha. Poco o nada se dice de los corruptores y mucho de los corruptos.

  8. […] – En Politikon Los perdedores del estado de bienestar y sus consecuencias y La corrupción como problema, a lo largo de dos décadas […]

  9. […] situación actual no es una novedad. Crisis económica e incapacidad política para dar la respuesta adecuada, ciudadanos desconfiados […]

  10. elena dice:

    “¿Por qué la corrupción emerge como un problema solo cuando llega la crisis?”
    Por la misma razón por la que durante la hambruna de principios del XIX en Inglaterra se condenaba a muerte a galeras a quien osara robar una barra de pan. O por la misma razón que se atribuye como una de las causas de la Revolución Francesa la subida en los precios del pan. Porque no es lo mismo robar de lo que sobra que de lo que falta. Y como circula por las redes “ya no hay pan para tanto chorizo”

  11. […] señala Kiko Llaneras desde la web Politikon,[3] durante la década anterior la sociedad española no consideraba a la corrupción uno de sus […]

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