El pasado día 25 de mayo, mientras que en España nos preocupábamos de votar para el Parlamento Europeo, en Bélgica estaban teniendo “la madre de todas las elecciones”. Por primera vez desde 1999 este país tenía de manera simultánea elecciones regionales, federales y europeas. A partir de 2001 un acuerdo gubernamental, el acuerdo pajarita (en honor a el primer ministro Elio di Rupo), consagró que las legislaturas federales pasarían a 5 años, como las regionales, para hacer coincidir todas las elecciones en la misma jornada —a excepción de las locales-.

Una de las razones detrás de esta nueva iniciativa es impulsar la formación de gabinetes. Pensemos que Bélgica es una federación muy compleja (tres regiones, tres comunidades lingüísticas, un nivel federal, administraciones locales…), la cual además tiene un sistema de partidos totalmente desconectado entre los neerlandófonos y los francófonos (aquí un resumen del sudoku belga). La sucesión de elecciones obligaba a los partidos a pensar en múltiples niveles a la vez y jugar con varias barajas.

La idea es que este mandato más amplio tendría dos efectos positivos. Primero, que los partidos pudieran gobernar sin pensar tanto en el corto plazo y se pudieran dedicar a hacer más reformas del Estado. Y segundo, que ante el temor de pasarse 5 años en la oposición, los partidos fueran más proclives a llegar a acuerdos de gobierno. La idea es evitar que, tal y como pasó tras las elecciones federales de 2010, el país pasara 541 días con un gobierno en funciones porque los partidos no fueron capaces de llegar a acuerdos. Esto fue lo que hizo que el PS de Rupo terminara siendo el formateur en una coalición que aislaba a la N-VA, los nacionalistas flamencos de Bart de Wever.

Pues bien, parece que ha habido un récord y en apenas 4 meses se va a formar un nuevo gobierno federal, con una fórmula inédita conocida como «la coalición sueca». Este fue el panorama que arrojaron las elecciones federales de 2014.

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En la mitad francófona del país, tal como se esperaba, el PS retrocedió pese a la popularidad de su candidato. Mientras, el PTB (pequeño partido de izquierdas que rechaza la división lingüística), el MR (los liberales de centro-derecha), o el FDF (partido francófono de fuerte implantación en Bruselas, donde el conflicto está más a flor de piel) ganaron algunos escaños. Por el otro lado, en la mitad flamenca del país, la N-VA volvió a crecer quitando espacio desde el independentismo a la extrema derecha del Vlams Belang, que cayó estrepitosamente. El resto de partidos flamencos (CD&V, Open VLD, Sp.a o Groen) apenas variaron.

Este panorama dejaba de nuevo abiertas las opciones de formar gobierno y todo iba a depender de la implicación de la NV-A. Aunque los flamencos son mayoría en el país y el partido de Wever lo es en la cámara, su posición independentista abocaba a una situación de nuevo bloqueo. La razón es que su postura beligerante “anti-francófona” y el conflicto lingüístico en la periferia de la capital generan muchas críticas en la parte sur del país. Por lo tanto, si un partido francófono se avenía a pactar con ellos, no pocos analistas consideraban que sería su suicidio político.

Pero se obró el milagro. El Moviment Réformateur (MR) ha aceptado formar una coalición a nivel federal con ellos, la coalición sueca, por ser amarilla (N-VA) y azul (MR). Esto lleva a una situación verdaderamente paradójica: un partido con el 9.6% de los votos tendrá el 50% de los ministerios dado que, tal como se recoge en la constitución federal (art. 99), el gabinete debe ser paritario entre los miembros de «expresión  francesa» y de «expresión neerlandesa». El gobierno, por lo tanto, gira a la derecha con la N-VA, CD&V, Open VLD y MR como partidos que le darán apoyo parlamentario. En este artículo se comentan algunas de sus medidas proyectadas en el preacuerdo, como la bajada de impuestos, la imposición del equilibrio presupuestario, la prorroga nuclear o una subida de la edad de jubilación.

Durante las negociaciones un escollo importante era decidir quién sería primer ministro. Recordemos que Elio di Rupo fue el primer ministro francófono en 30 años y muchos planteaban que debería volver a ser un flamenco. Sin embargo, De Wever ha hecho una jugada y ha facilitado que el MR también sea quien ponga primer ministro, Charles Michel, un político de 38 años que ha tenido la cartera de Cooperación y Desarrollo varios gobiernos, así como burgomaestre de Wavre. Con esto se termina de solidificar el apoyo de la MR y la N-VA, una vez ésta volvió a insistir en que no quería poner al cabeza del ejecutivo, evitando así que la CD&V, su competidor en la mitad flamenca, pudiese capitalizar la labor de gobierno. A la vista de todo esto, es normal que De Weber haya dicho que el asunto ha salido como él quería.

He aquí por lo tanto un nuevo gobierno federal, con el MR como socio francófono recompensado en carteras (por ley) y llevándose el cargo de primer ministro (por política). Son las cosas de la rocambolesca política belga, de su modelo de federalismo consociacional. Es posible que para el MR ha sido un acicate importante que el PS hubiera formado con gran rapidez gobierno en Valonia y Bélgica. Cinco años en la oposición son muchos. También es verdad que habrá que ver si el MR paga un peaje en las urnas por asociarse con la N-VA, pero la legislatura es larga. Lo que habrá que comprobar es si los socios o la oposición se resistirán a movilizar el tema lingüístico y no pondrán a su partido en una posición incómoda a medida se acerque 2019. Veamos si tienen la cintura sueca.

 


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