Sociedad

La caja de las esencias: breves anotaciones en torno al culturalismo

28 Sep, 2014 - - @Inmanuelxi

Con esta frase comienza el capítulo dedicado a las conclusiones de La Urna Rota:

El gran enemigo de nuestro libro son las explicaciones culturalistas. Si uno piensa que en España somos el correlato genético del Lazarillo de Tormes, poco más hay que hacer y nuestro destino es fatalista.

El fenómeno de la cultura como herramienta de análisis suele generar enconados debates entre las múltiples familias de las ciencias sociales. Su carácter mayoritariamente simbólico y su dificultad a la hora de hacer mediciones en torno a ella genera cierto rechazo a la hora de incorporar el elemento cultural al análisis por parte de las ciencias sociales más puramente cuantitativas; un rechazo, que aunque comprensible en su contexto, no puedo observarlo más que como un error.

En primer lugar, sería interesante que dedicáramos unas líneas a definir que es culturalismo y que no lo es, pues entiendo que a la hora de redactar la tajante frase con la que Politikon abre su capítulo de conclusiones existe una confusión fruto del desuso. Y para ello utilizaremos, en gran medida, las aportaciones teóricas de Peter Burke recogidas en ¿Qué es la Historia Cultural?(2006).

Lo que me parece entender cuando leo la frase resaltada es que se ha utilizado el concepto culturalismo entendiéndolo como esencialismo. La teoría esencialista, una construcción teórica de gran componente romántico que fundamentalmente se puede encontrar en todos los fondos de armario de los discursos nacionalistas, sostiene que existe un componente cultural determinado (la esencia) que recorre históricamente a los pueblos. El esencialismo viene a plantear que existe un carácter eterno que determina el comportamiento de los pueblos que lo comparten y que cualquier elemento de cambio que pretenda luchar contra este carácter inmutable es una necedad. Este tipo de aproximaciones pueden encontrarse en las recopilaciones del pensamiento político de Hegel o en las obras de teoría política de Edmund Burke, quienes encontraban la esencia de los pueblos en la nación y en la tradición, respectivamente.

El esencialismo es, claramente, una fórmula teórica de carácter cultural, y por tanto, es culturalista per se, pero poco tiene que ver con lo que actualmente se entiende por cultura: asumir que el esencialismo es culturalismo sería tomar la parte por el todo.

Este tipo de construcciones teóricas las podemos encontrar fácilmente en la articulación de la España franquista, como bien señala el historiador Ismael Saz, cuyos componentes constitutivos estaban fuertemente anclados en la tradición y en una noción de “gloria eterna localista” que eran las raíces de lo hispano. No existe mejor ejemplo del esencialismo hispano que posteriormente adoptaría el franquismo que la conocida frase de Marcelino Menéndez Pelayo sobre lo que es España:

España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio, esa es nuestra grandeza y nuestra unidad… No tenemos otra.

A su vez, junto con los componentes heroicos como el señalado, el franquismo también perpetuó una noción de España como nación ingobernable y corrupta fruto de la entrada de las ideas extranjerizantes.

El esencialismo, por tanto, si sería el gran enemigo de lo que Politikon propone en su libro, puesto que si damos por válida esta reliquia teórica, no tendría sentido buscar soluciones para lo que es natural, para lo que es inmutable.

Frente a la noción naturalista e inmutable del esencialismo, el culturalismo responde a otras inquietudes, y sobre todo evita a toda costa caer en determinismos históricos. El culturalismo, actualmente, lo que pretende es explicar los elementos culturales que conforman a una sociedad, entendiendo éstos como un elemento contingente del periodo histórico en el que se ubican; cultura sería todo aquello que conforma el universo mental de las sociedades, es decir, la forma en la que la sociedad entiende lo que le rodea, y esto no sería un elemento natural e inmutable cronológicamente, sino que estaría absolutamente interconectado con la realidad material de su tiempo. En este sentido, y ciñéndonos a los elementos que podrían aportar nuevas perspectivas al debate abierto en La Urna Rota, una forma de culturalismo, la cultura política según es entendida por Sierra y Pérez Ledesma en “Culturas políticas: teoría e historia” (2010), nos ofrece una caja de herramientas analítica bastante provechosa. De ella cabría destacar el análisis de discurso de movilización, la ideología y el análisis de las trayectorias de las tradiciones políticas, o lo que es lo mismo, el bagaje político-cultural de la sociedad que se analiza.

A modo de ejemplo voy a hacer una simulación de análisis preliminar basado en los principios teóricos de la historia cultural de la política de la sociedad actual y para ello utilizaré los capítulos 4 y 9 del libro que tratan sobre la debilidad de la sociedad civil española, la aparición del 15M y los posibles caminos a transitar para solucionar esta problemática. Por una parte, un análisis de los discursos de movilización del 15M permitiría entender el núcleo del éxito de esta movilización ciudadana, yendo más allá de su categorización de transversal. Como dice Keith Jenkins en “Repensar la Historia” (2009) los discursos “(…) se apropian del mundo y le proporcionan todos sus significados” y es en torno a esta premisa donde encontramos la clave de por qué algunos movimientos sociales alcanzan el éxito y otros no: ningún proyecto político se perpetúa sin un discurso que lo articule; ningún discurso político se sostiene sino es a través de su interacción con la realidad material del tiempo concreto en el que se crea. Por otra parte, el análisis de las características ideológicas de las agrupaciones que suelen liderar las movilizaciones, nos llevaría a entender por qué se tiende a discursos maximalistas, y nos permitiría trazar un mapa de las condiciones de partida a las que se enfrentan las propuestas de lobby ciudadano que se proponen en el libro.

El análisis cultural, por tanto, no es “el gran enemigo” de La Urna Rota: si sabemos cuáles son las condiciones culturales de partida de la sociedad que queremos cambiar será mucho más eficaz la adaptación y puesta a punto del cambio. Ignorar estas condiciones es un elemento descontextualizador en sí mismo y sitúa cualquier propuesta fuera de la realidad: negar o considerar irrelevante la cultura nos llevaría al error de afirmar que todas las sociedades son iguales. Y, evidentemente, que no lo sean no significa que algunas estén condenadas al fracaso y otras no por una suerte de continuidad histórica inmutable.

En cierto modo, creo que los autores del libro intuyen las cuestiones anteriormente señaladas, pues éstas permean frágilmente en algunos de los postulados que se defienden en el mismo. Adaptando una frase de Ernesto Sábat: “Naturalmente, la cultura que aparatosamente era expulsada por la puerta, volvió a entrar por la ventana.”


9 comentarios

  1. Estimados todos:

    Nunca pensé que lo estudiado en Filología Hispánica -tan lábil, relativista y etéreo- serviría en el mundo tangible de Politikón.

    El Lazarillo de Tormes como muestra de una España que no funciona y destinada siempre al caos es una falsa idea culturalista. Es decir: paradójicamente, se usa un equívoco culturalista para explicar una condenación eterna culturalista. Me explico.

    A pesar de que los textos de la ESO y Bachillerato insisten en decir que el Lazarillo es un libro que exalta la vida de los pícaros, no es así. Pero los libros de texto con que estudian los chavales están llenos de prejuicios culturalistas para explicar el pasado. Son como una especie de predicción al revés. Cuando se lee atentamente la picaresca – me refiero a todos los textos del canon de la picaresca y no solo el Lazarillo por encima- se percibe que los escritos insistían en una cosa: la inmovilidad social. La Picaresca no era una apología de los ladrones y los tramposos. La Picaresca era una forma de decirle a la gente: da igual cuánto robes; da igual cuánto trampees; da igual cómo te las ingenies. El resultado será siempre que no podrás salir de la clase social en la que se te ha condenado a vivir. El Lazarillo no está alabando la picaresca de los buscavidas, sino que está describiendo la imposibilidad de ascender socialmente a causa de la rigidez de una sociedad que no daba ni una oportunidad a quien no hubiera nacido en una cuna selecta. ¿Por qué insisten los libros de texto en ese equívoco culturalista? Porque nadie se lee directamente las obras y utilizan los prejuicios culturalistas que tenían Lázaro Carreter y Francisco Rico. Siempre es más sencillo confirmar el prejuicio y ahondar en la idea de que España es un país condenado a la picaresca.

  2. Un artículo que trata un tema vital como la cultura. También pienso que creer en elementos culturales inmutables y específicamente propios de un pueblo es contraproducente. Creo que la cultura es producto en primer lugar de la herencia que recibimos, pero en segundo lugar de las decisiones que toman los individuos en función de las circunstancias de su tiempo. Pienso que el contacto con otros pueblos permite entender que la herencia que permanece inmutable en un pueblo suele tener un carácter universal, y no particular de ese pueblo. En segundo lugar, el contacto entre personas de diferentes pueblos permite reconocer elementos provechosos de la cultura de unos pueblos para los individuos del otro pueblo. Y en tercer lugar, ese contacto permite unir provechosamente elementos de diferentes culturas, creando algo nuevo. Y ese legado fruto de relaciones entre individuos de diferentes pueblos es el que reciben los pueblos, que en absoluto creo que deba calificarse como esencial. Pensemos que la inmensa mayoría de nuestra propia cultura tiene su origen en lugares lejanos.

    Un cordial saludo.

  3. Agustín dice:

    Mea culpa de un culturalista: Pícaros de ayer y hoy, en http://pulgarcity.blogspot.com.es/

  4. Ullman dice:

    Este artículo de Alesina y Giuliano ofrece ideas interesantes para conceptualizar la cultura y ver como se relaciona con las instituciones:

    http://scholar.harvard.edu/alesina/publications/culture-and-institutions

    Alesina diferencia como factores medibles dentro de la cultura de una sociedad:

    – La confianza generalizada
    – El individualismo versus el colectivismo
    – Los lazos familiares
    – La moralidad generalizada versus la limitada
    – Las actitudes hacia el trabajo
    – La percepción de la pobreza

    La conclusión final es que cultura e instituciones están conectadas, ambas son importantes y se encuentran en algún tipo de equilibrio social. Deja en el aire el viejo debate de qué factor es más potente y cual se adapta más rápido al otro si las instituciones a la cultura o la cultura a las instituciones. Mi percepción es más bien que esta última es la idea correcta (lo cognitivo es más flexible y se adapta a los incentivos) pero desde luego es un debate abierto. En todo caso es interesante precisar de qué se habla cuando se habla de cultura y cómo se puede medir.

    Un saludo

    • Emmanuel dice:

      Hola Ullman,

      Muy interesante la referencia bibliográfica, la guardo para echarle un vistazo.
      Más allá de precisar que la cultura no es un elemento inmóvil, el sentido del artículo iba más dirigido hacia lo que entendemos como «cultura política», un fundamento metodológico que hace uso de elementos culturales para construir lo que podríamos llamar «universo mental» de los individuos. Creo que este «universo mental» es un elemento muy importante a la hora de plantear acciones políticas en un marco concreto; este postulado, por supuesto, no es más que una reinterpretación del método cultural de investigación histórica, y por tanto, quizás osado, pero entiendo que podría tenerse en cuenta.
      Efectivamente, concuerdo con le análisis de que cultura e instituciones están íntimamente relacionados, pero es una interacción que desconozco, por lo que no me quiero aventurar a decir mucho más al respecto, aunque si que creo que abre posibilidades interesantes.

      Un saludo

    • fulano dice:

      Yo no estoy seguro de que la cuestión de cuál de las dos se adapta más rápido sea muy importante. Supongo que eso es un intento de reducir el sistema, expresándolo solo en términos de la que varía más lentamente. Pero eso no requiere solo que haya una diferencia significativa en el ritmo de ajuste, sino que esta diferencia sea muy grande. Es lógico preferir un sistema más sencillo y eso encaja con la propensión a buscar «causas últimas» de las cosas, pero parece una forma demasiado apriorística de afrontar el problema.

      Un ejemplo que a mí me parece estupendo de esta dinámica es el de la burbuja inmobiliaria. La generación que compró viviendas en los años 80 vio cómo les salió la operación generalmente muy bien. Pero en lugar de extraer las conclusiones correctas, es decir, un criterio para decidir si comprar vivienda basado en los precios, alquileres y previsiones de tipos de interés reales, extrajo una regla muy sencilla: hay que invertir todo el ahorro en vivienda. Esta regla se transmitió tal cual a la generación siguiente con efectos conocidos. Por ejemplos como este la confianza ilimitada en el poder de los incentivos me parece desacertada.

  5. Joshua dice:

    A estas alturas de la película ya nadie sensato puede pensar que se puede resetear con éxito a una persona o a una comunidad pensando que esencialmente somos una página en blanco. Todos los intentos que se han hecho en los últimos 100 años han fracasado.
    Pero siempre hay por ahí un montón de gente dispuesta a pensar y a creer que ellos tienen exactamente la manera de resetear el programa y hacerlo funcionar correctamente. Y siempre con las mejores intenciones.
    Tan malo es pensar eso como tratar de menendezpelayear nuestro viejo software y encima decir que es el mejor.
    Las instituciones no (deberían) ser más que la forma de «parchear» nuestro viejo software social para adaptarlo a los tiempos cambiantes. Pero a menudo ocurre que lo único que saben hacer es apuntalar las peores características de lo viejo.
    En cualquier caso, pretender toquitear al software sin conocerlo, o tachar a los que lo advierten de «culturalistas» inoperantes, es una receta bastante directa para el fracaso. Esencialismos, los justos. Podemos lamentar nuestra configuración y tratar de mejorarla, pero lo que no se puede hacer es olvidarla.

  6. Maese Alcofribas dice:

    Buen artículo y buenos comentarios.

    Muy oportuno el apunte de Juan Pablo. Yo me partí de risa con el Buscón, pero no fue precisamente por admirarle o identificarme con él más que con los otros.

    Esencial para el tema que tratamos es lo que dice Joshua en su penúltimo párrafo.

    Por supuesto que la cultura es un «actor» real, por muy difícil que sea definirla y medirla. Tanto los esencialistas como los «tábula rasa» viven en los mundos del yupi-simplismo. Lo «natural» o «genético» no tiene por qué ser inmutable; la miopía o la esquizofrenia seguramente tienen un importante componente genético y eso no quiere decir que no se puedan modificar o controlar. ¿Pero cómo cambiar las conciencias mediante otro recurso que no sean las instituciones? ¿telepredicación? tal vez si el predicador tiene diez veces más carisma que el Obama de 2008 y un millón de veces más sinceridad. O quizás ambas cosas sean metafísicamente incompatibles. ¿Tendrá la educación escolar algo que decir, o necesitaríamos un predicador carismático y sincero hasta el hastío en cada puesto docente?

  7. JLPC dice:

    «Un orador irlandés, de opulenta y ardentísima palabra, de fantasía cuasi oriental y de recuerdo grato para todos los amigos de la humanidad y para todos los amigos de la tradición, cuyos derechos defendió con caballeresco celo enfrente de las sangrientas abstracciones revolucionarias, como antes había impreso el hierro de su palabra sobre la frente del Verres británico […]»

    Así hablaba don Marcelino de don Edmundo. Ambos, por otra parte, personas bastante razonables; y quizás no los mejores ejemplos de «esencialismo», habiendo a mano tantos alemanes.

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