Economía

La popularidad de los irresponsables

9 Sep, 2014 - - @egocrata

¿Cómo podemos predecir una crisis financiera? Tras el desastre de Lehman, el desastre de las subprime y la enorme burbuja inmobiliaria en España ha habido un debate considerable sobre qué señales anticipan una crisis, y qué pueden hacer los políticos para paliarlas. Predecir burbujas a posteriori es algo muy sencillo, pero bastante inútil. Y como vimos durante los años previos a la crisis, incluso aquellos que dicen que la subida de precios de un activo es insostenible pueden estar «equivocados» durante años, con los mercados permaneciendo en un estado de exuberancia irracional durante mucho más tiempo que una Casandra con dotes predictivas puede sonar creíble.

En un artículo en Christoph Trebesch, Helios Herrera, y Guillermo L. Ordoñez sugieren un posible predictor de crisis financieras en países en desarrollo: la popularidad de los gobiernos. Analizando datos de encuestas los autores descubren que un aumento sostenido de la popularidad de los gobernantes durante un periodo relativamente largo (cinco años) está fuertemente relacionado con la aparición de una crisis financiera grave. Veamos algunos casos:

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¿Por qué sucede esto? La idea central de los autores es que una burbuja financiera permite a los gobernantes ofrecer crecimiento económico sin sacrificios de ninguna clase. El Presidente del país emergente de turno puede repartir los frutos de la bonanza (habitualmente nacida de una combinación de boom de materias primas, crédito fácil y balanzas de pagos insostenibles) sin tener que afrontar reformas estructurales con consecuencias distributivas que podrían cabrear a alguien. Como más aprieta el acelerador para mantener la burbuja y más crecimiento indoloro se genera, más probable es el hipotético petardazo financiero. La popularidad del gobernante, por tanto, no es señal que esté haciendo un buen trabajo, sino que está viviendo del cuento desaforadamente.

Lo curioso de los datos es que los países desarrollados y las economías avanzadas se comportan de forma opuesta: las crisis vienen precedidas por una modesta caída de popularidad en el primer mundo. El artículo indica que la relación entre pérdida de popularidad y crisis en los países desarrollados es mucho más débil que la relación entre éxito político y desastre económico en los emergentes. Los autores explican esta divergencia a partir de dos motivos. Primero, en economías emergentes los gobiernos tienden a tener índices de popularidad mucho más bajos de media, y tienen por tanto incentivos mucho más fuertes para aferrarse a cualquier ventaja política que puedas obtener. Ieltsin, por ejemplo, llega al poder bajo la sombra de la caída de la Unión Soviética; su gobierno parte con un problema de legitimidad de base, y tiene por lo tanto un interés mucho mayor que cualquier democracia occidental para crecer a toda costa y no cabrear a nadie, cruzando los dedos que los problemas estructurales de la economía rusa se arreglen solos de forma milagrosa. Obviamente, eso no acostumbra a suceder, así que las crisis son mucho más probables.

Segundo, en países en desarrollo es relativamente difícil saber si el nuevo presidente es un buen político o no. De nuevo, estamos hablando de países con democracias relativamente nuevas y economías que nunca han funcionado del todo bien. Un presidente va a tener mucho más interés en ganarse una reputación de competencia ante votantes dudosos en estos casos que en una democracia avanzada donde los políticos y partidos son todos viejos conocidos, creando comportamientos más arriesgados.

Esto no contradice completamente, creo, la explicación que damos en «La Urna Rota» (basada en este artículo) sobre los efectos de la burbuja financiera en el sistema político español. La burbuja en nuestro caso afecto la calidad de los políticos al frente de las instituciones, ya que por un lado los votantes no podían juzgar su competencia de forma precisa, y por otro los gobernantes se tiraron varios años mandando sin restricción presupuestaria.  El artículo indica que la relación entre pérdida de popularidad y crisis en los países desarrollados es mucho más débil que la relación entre éxito político y desastre económico en los emergentes. Mi intuición es que en el primer mundo los votantes, acostumbrados a la prosperidad, tienden a fijarse más en los efectos distributivos de la burbuja, o al menos en sus efectos políticos. La corrupción, el aumento de las desigualdades o una crisis fiscal incipiente son síntomas que preceden a la crisis,  no sólo el crecimiento económico.

La verdad, no estoy seguro que el modelo sea del todo convincente al hablar de países desarrollados, pero no deja de ser una explicación interesante. Si la historia que explican los autores es cierta (y creo que puede serlo) lo mejor que puede hacer un país en desarrollo es crear instituciones independientes cuanto antes para evitar que los políticos se dediquen a recalentar la economía cada vez que pueden. Cosas como bancos centrales independientes, por ejemplo, o agencias que mantengan los ingresos generados por recursos naturales fuera del alcance de los niños.

La mayoría de países avanzados tienen esta clase de instituciones, cosa que debería reducir (y reduce) la probabilidad de esta clase de crisis, siempre que los políticos se porten bien. Pero claro, eso ya sabemos que no siempre lo hacen.


8 comentarios

  1. […] La popularidad de los irresponsables […]

  2. NN dice:

    ¿Son los gobiernos los grandes enemigos de sus pueblos? Así se explica que cuando a los gobernantes les va bien en su negocio, los gobernados debamos temer que nos irá mal. Si hay una crisis, busquemos un gobierno despreocupado, derrochador e intervencionista al que echarle la culpa.

    Pero la irresponsabilidad tiene muchas caras y la fatal irresponsabilidad de los gobiernos europeos, ha sido la timidez para actuar en el terreno económico, no lo contrario. En España vigilábamos como halcones los límites de Maastricht y fruncíamos el ceño ante cada décima de aumento del déficit o la deuda pública, pero que las empresas se endeudaran por 1’3 billones nos dejaba indiferentes. Al final, el IBEX 35 subió 9.000 puntos en 4 años y el mercado, todo el mundo lo sabe, es infalible.

    Pero no lo era y ahora nos rasgamos las vestiduras lamentándonos «¿porqué el gobierno no actuó a tiempo?». Ya nadie recuerda que el consenso era que los estados en economía solo estorban, y que lo mejor que podían hacer los gobiernos era (Roger dixit) «atarse las manos». «El mercado se auto-regula». «Hay que crear valor para el accionista». «Hay que crear riqueza antes de repartirla»… ¿Suena?

    El final de la edificante fábula de la cigarra albañil y la hormiga prestamista ya lo sabemos. Estalló la burbuja crediticia en EE.UU., UK, Islandia, Irlanda, Portugal, España y medio mundo desarrollado. Los países que habían tenido la prudencia de conservar un estado con margen de maniobra económico, van saliendo malamente a flote. Los que lo habían apostado todo al paraíso neo-liberal, o simplemente no se olieron el trile a tiempo, lo tienen peor.

    Sí, el comunismo es peor que un crimen, es un error. Si, el libre mercado es la forma mas eficiente que conocemos para asignar recursos. Pero no, esa no es toda la historia, ni mucho menos. Hoy todos hemos de hacer autocrítica y hay que decir muy claro que «tercera vía» de Schroeder, Clinton y Blair ha resultado funcionalmente equivalente al anarco-capitalismo. Habrá que inventar una cuarta, pero esta vez, contra el viento.

    • Wahrsagen dice:

      Pues sí, el mercado es infalible. Porque los gobiernos, los bancos y el común de la gente ya estaban contentos de como iban las cosas: más actividad, más negocio, más trabajo, más ingresos vía impuestos, más «la casa nunca baja de precio, es una inversión segura», … y todos ellos hubieran dado el brazo -el del vecino, nunca el propio- para que las cosas siguieran así, aunque con la boca pequeña se escandalizaran como viejas beatas de que un «ideal parejas, (ese cuchitril)» valiera un potosí.
      Pero cuando la mayoría de la gente normal -que eso es el mercado y no el IBEX- ya no podía continuar con esa apuesta suicida, todo se vino abajo, a pesar de los esfuerzos de gobiernos, bancos, constructores, agencias inmobiliarias, etc…
      Y llamar paraíso neo-liberal a una España con deducciones fiscales por compra, ayudas al alquiler si cumplias los requisitos que el político de turno fijaba -y que sirvieron para subirlos en el mismo importe que la ayuda-, maniobras políticas para que un constructor se quedara un gran banco (SACYR vs. BBVA; madre, lo que hubiera resultado eso en 2009…), maniobras conjuntas de alcaldes y constructores para hacer la urbanización más grande y de más super standing, uso político de fondos de las cajas de ahorro públicas, fijación de los tipos de interés de prestamo interbancario por el Banco de España, un ratio de cobertura bajo (fijado BdE), un capital Tier I bajo (ídem), un multiplicador de caja bajo (otrosí digo) y tantas otras cosas sin tener en cuenta la corrupción político-empresarial que nadaba feliz en tanta líquidez de la abundancia y que la falta de monises hace ahora aflorar,… decía, llamar a eso paraíso neo-liberal, me parece una exageración poética digna de una antología.

  3. Wahrsagen dice:

    Un aspecto que no he visto tratado en todos estos años de recesión causados por la burbuja inmobiliaria es la relación entre ella y la evolución demográfica de la población. Dicho de otro modo, si el baby boom nacional fue entre 1965 y 1975, y en España nos emancipamos tarde, hacia los 30 años, eso nos da una necesidad mayor de viviendas entre 1995 y 2005. ¿Alguien sabe algún estudio que intente averiguar cuanto del aumento de la actividad constructiva fue justificable y cuanta fue por aquellos felices años locos en que tanto amabamos el ladrillo? Gracias.

  4. dalek_fan dice:

    Salvando las distancias esta columna me recuerda al discurso de Pablemos. En Pablemos se habla de la famosa casta, de una forma que a veces hace pensar en una especie de entes autónomos desconectados e independientes de la sociedad que parasitan, casi como robots venidos de otro planeta, que no tienen nada que ver con dicha sociedad, pobre víctima de sus abusos.

    En este artículo sin embargo es lo contrario:

    «Cosas como bancos centrales independientes, por ejemplo, o agencias que mantengan los ingresos generados por recursos naturales fuera del alcance de los niños.»

    Al parecer existe algún tipo de élite económica seria, centrada, perfecta y sobre todo independiente que mantiene la economía lejos de las garras de esos políticos que todo lo estropean.
    Uno se pregunta dónde diablos se ha metido esa élite hasta ahora.

    Obviamente todos estamos a favor de organismos regulatorios serios (no creo que nadie aquí seamos Ron Swanson) pero no actuemos como si el problema de responsabilidad fuera una cosa concreta de los políticos.

  5. Andres dice:

    No puedo estar más de acuerdo con NN. Que una crisis mundial en la que el desregulacionismo y el crecimiento de un sistema bancario en la sombra no sujeto al control estatal han sido protagonistas, de pie a este tipo de artículos, muestra hasta qué punto están las ciencias sociales imbuidas por la ideología. Lo cual no es ni bueno ni malo, pero si es distinto de lo que los «científicos sociales serios” venden. Y esto lo dice un “científico social” con un perfil muy cuantitativo hijo del sistema de postgrado anglosajón, no uno de esos politólogos trasnochados de Podemos hijos de la corrupta universidad pública española a los que me imagino que aquí denostaréis. PD: El artículo científico que se presenta y que da lugar a esta entrada-panfleto (y por favor, no entender panfleto como peyorativo, sino como meramente descriptivo) parece interesante, gracias y animo con el blog.

    • Trans dice:

      Pues yo no puedo estar más de acuerdo con Wahrsagen. El gran pilar de la regulación y el intervencionismo en la economía es el actual sistema bancario que permite a los bancos y políticos crear dinero de la nada. Esa es la madre del cordero.

      Las armas de destrucción masiva de la economía son precisamente las entidades y políticas reguladoras que, políticos mediante, permiten que una élite haga y deshaga las cosas a su antojo.

      • Andres dice:

        Entiendo que sugiere usted la vuelta al patrón oro. La experiencia Argentina en ese sentido no resultó muy positiva. Me imagino que usted será de los que piensa que el estado no debe de estar para nada más que para garantizar el derecho a la propiedad privada, que es un derecho natural. Pues ándense con ojo porque me parece que no se están enterando de lo que está ocurriendo en la calle, y la sorpresa va a ser desagradable. La gente que según las reglas del juego no puede jugar, no tiene ningún incentivo a seguir esas reglas.

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