Política

La otra Gran Coalición

8 Jul, 2014 - - @jorgegalindo

Es el monstruo de la izquierda: la Gran Coalición, el PPSOE, el «qué más da, si son lo mismo». Los socialistas están tan asustados por este coco que hacen de todo para diferenciarse de los populares, desde insistir en asuntos como el concordato con la Santa Sede, el aborto o (hoy mismo, Pedro Sánchez) el derecho a una muerte digna, hasta hacer peligrosas promesas que parecen gratuitas pero en realidad no lo son. Esta Gran Coalición tiene sus símbolos, claro, que algunos (a priori interesados en el desgaste del PSOE) agitan sin pausa. El Artículo 135 de la Constitución Española, los recortes, las decisiones de Zapatero en mayo de 2010. Austeridad. El PSOE parece no poder o no querer evitar responder a estos envites. Lo curioso es que lo hace sin tener en cuenta que no es la primera vez que nos hallamos ante este tipo de dilemas, y sin dar importancia a las raíces europeas de todo el problema que, supuestamente, se le plantea. Pero, a mi entender, estos son errores menores. Errores que palidecen ante el mayor fallo que un partido socialdemócrata que aspire a transformar la sociedad a través del gobierno de la misma puede cometer: consolidar la otra Gran Coalición.

Las clases sociales no nacen como sujetos políticos: se hacen, se convierten, se activan. O no. Hasta hace bien poco, la práctica totalidad del relato sobre la crisis elaborado desde casi cualquier frente de la izquierda española, sus causas y sus consecuencias, ha sido un cuento de servicios públicos (supuestamente) universales degradados. Una historia de funcionarios sufriendo por recortes que han repercutido negativamente en el bienestar de todos, de clases medias empobrecidas y de malvados políticos corruptos que han ido contra el interés de todos y cada uno de nosotros, sin que hayamos hecho nada por nuestra parte para merecerlo. Incluso el 15M, que fue lo más parecido que vimos en España a un grito más o menos unido de los perdedores de la crisis, se acabó traduciendo en protestas de este estilo. Ni tan solo la nueva formación Podemos parece distanciarse demasiado de este discurso, si bien se le da una pátina (para mí, y de momento, más estética que otra cosa) de jóvenes sin esperanzas, emigrantes desorientados y enfadados, desahuciados en la quiebra.

Pero la realidad es otra. O al menos eso nos dicen los datos: quienes han perdido masivamente sus puestos de trabajo entre 2008 y 2011 han sido los trabajadores temporales, que ya sabemos quiénes suelen ser. Nuestra desigualdad creciente no es de ricos alejándose de la clase media, sino de pobres cada vez más pobres, quizás también a causa de la dualidad del mercado laboral. Las reformas de nuestro Estado de Bienestar que se han visto truncadas con la crisis iban enfocadas a mejorar la vida de quienes más lo necesitaban porque, en realidad, nuestro sistema de gasto público no es particularmente redistributivo para determinadas capas de la población. La burbuja inmobiliaria que vivimos en la década anterior a la crisis contó con la aparente ausencia de castigo por parte de una parte muy sustancial de la población. El crecimiento trajo de la mano unos niveles de precariedad laboral realmente absurdos, que nos preocupaban, sí, pero solo hasta que comenzamos a perder los puestos de trabajo que creamos (y que, en muchos casos creímos eternos hasta que el tiempo mostró que nos equivocábamos). Pero ninguno de estos aspectos era central en las propuestas de la izquierda, no hablemos ya de la derecha. Esta es la otra Gran Coalición, la que hoy aún sobrevive y, aparentemente, goza de la suficiente buena salud como para dominar el debate público.

A mi entender, la «clase social» de los perdedores de la crisis atiende un tanto confusa a este espectáculo. Hay conatos de organización, sí. Ciertos argumentos, ciertas visiones van ganando peso. Pero a la hora de articular un discurso conjunto, identificando causas y elaborando soluciones, casi todo vuelve, demasiado a menudo, a tener un cariz antiguo. Así, las soluciones más comentadas para el paro juvenil o la precariedad son aparentemente variadas: volver al modelo anterior de negociación colectiva, reforzar unos sindicatos que (salvo honrosas excepciones) no parecen demasiado dispuestos a escuchar a sus nuevos clientes, pagar puestos de trabajo con dinero público (esta última en infinidad de versiones, a cual más pintoresca), o simplemente sentarnos y esperar la nueva burbuja. Aparentemente variadas, pero realmente equivalentes en que, en realidad, ninguna afronta las raíces del problema. De reformar el Estado de Bienestar, de reconsiderar en qué y en quién gastamos el dinero (fíjense: ni siquiera hablo de cuánto gastamos) apenas se habla. En lugar de ello, el debate público está dominado por una reforma fiscal cuyo efecto redistributivo agregado es más bien dudoso. Pero, ante las opciones existentes, los perdedores de la crisis se ven forzados a escoger. Perpetuando así la verdadera Gran Coalición.

Si los perdedores quieren dejar de perder, la formulación de alternativas políticas tiene que cambiar. La tímida apertura de los últimos tiempos dista de ser suficiente, como hemos podido comprobar con el debate de las Elecciones Europeas, o con la discusión entre candidatos a la Secretaría General del PSOE. Pasar a ser clase social políticamente definida y activa: identificar a los tuyos con base a problemas compartidos, y después buscar soluciones a través de coaliciones de mínimos con otros grupos. Solo así sucede el cambio. Porque cada política sin reforma está apoyada, por definición, por una Gran Coalición Oculta. Y sin embargo se mueve.


11 comentarios

  1. Creo que la izquierda española, y quizá la internacional, se equivoca en el denominado «relato de la crisis». No me parece sensato pretender que conocemos todo sobre las causas de la crisis de una manera tan categórica como se manifiesta, la experiencia nos demuestra que aún hoy sigue habiendo intensos debates sobre las causas de crisis pasadas hace mucho tiempo.
    En su lugar creo que la política se debería centrar sobre los males estructurales de la economía española, sobre los que tenemos conclusiones más asentadas. Uno de ellos es la dualidad en los mercados de trabajo, pero dudo mucho que se pueda resolver si no se promueve una participación mucho más activa en la actividad sindical. Debe estar representada la opinión de quienes están muy protegidos por el sistema, pero también la de los que corren grave riesgo de dejar de estarlo y la de los que hoy quedan francamente desprotegidos. No se puede esconder bajo la expresión «los intereses de los trabajadores» la realidad de que, con demasiada frecuencia, sólo se trabaja en favor de los que ya tienen mucha protección.
    Deben abrirse cauces para una participación sindical mucho mayor.
    Reciba un cordial saludo.

  2. Lfg dice:

    Esa «nueva coalición» debería estar formada por los llamados outsiders: gente medianamente joven, formada, que no ha logrado la estabilidad laboral que cabría esperar y con propuestas de reformas medianamente profundas sin llegar a ser radicales.

    Hay hueco para un partido así?

  3. juan dice:

    El PSOE con la primera legislatura de Zapatero siguió con la droga dura de la burbuja porque todo el que compraba caro se sentía protegido porque a una mala podría vender aún más caro, el dinero del futuro (las hipotecas con extensión para bienes adicionales de consumo) rodaba, y los políticos locales y autonómicos de su partido y los demás pedían que no se pinchase. Lo compensó con un par de cosas (superávit con inmensa recaudación, sí, pero que no lo lograron los anteriores y que permitió bajar impuestos) y ciertas políticas de derechos y libertades que le llevaron al enfrentamiento con el clero (sin acabar de romper).
    Como el PSOE está muy atado a los poderes económicos y es difícil que pueda girar fácilmente hacia políticas más diferentes enfatizar la diferencia en temas sociales es un primer paso. Eso sí, lo de romper con la Iglesia ya no seduce tanto a su electorado con este Papa y la próxima jubilación forzada de Rouco como se hubiese aplaudo con el régimen eclesial anterior.

  4. El paro ha aumentado más entre los trabajadores temporales precisamente porque eran los más fáciles de prescindir, pero las reformas laborales (del PP y del PSOE, por aquello de sumar otro símbolo al monstruo real de la Gran Coalición) han ido en la dirección precisamente de precarizar el empleo (tanto de fijos como de temporales) y de abaratar el despido (de los primeros). Ésa es la dirección a la que han apuntado tanto PP y PSOE y por tanto es difícil que sus ex-votantes (más en el caso del PSOE) vuelvan a confiar en ellos en las urnas a corto plazo.
    La imagen de una imposible alianza entre unos trabajadores fijos protegidos por todos los resortes del decadente Estado del Bienestar y unos temporales o precarios que jamás van a alcanzar ese estatus no se corresponde con la realidad, o no al menos con la dinámica en la que estamos actualmente. El plan de «Garantía Juvenil» que se ha aprobado recientemente establece bonificaciones a las cotizaciones de la SS para la contratación de jóvenes ¡indefinidos! Por supuesto que el mínimo de tiempo que tienen que estar contratados y conservar las bonificaciones es únicamente de 6 meses, porque luego se les podría aplicar un despido por causas objetivas y a la calle tan fácilmente.
    A mí no me parece que esos trabajadores indefinidos, en el corto espacio en el que gozan de ese contrato, constituyan un sujeto social o político distinto de otros trabajadores precarios.

  5. NADIE dice:

    Me parece muy ensombrecedor que después de vivir y sufrir esta recesión tan larga y dolorosa, la izquierda española se centre en temas difusos como la reforma constitucional hacia una república federal, la eutanasia o el concordato con la Iglesia… Son temas que en realidad no son la causa del problema sociopolítico que padecemos.
    Las razones hay que buscarlas en el verdadero objetivo de la clase política (la verdadera coalición que dibuja el post) que no es otro que alcanzar y mantener el poder:
    Tras las elecciones europeas aparece un nuevo partido político construido mas sobre ideas que sobre realidades presupuestarias. Al parecer la idea de los dos grandes partidos PSOE y PP no es una verdadera autocrítica orientada a hacer partidos mejores, si no a detener la sangría de votos que se esa opción política está produciendo. Y para ello en el PSOE aparece ese discurso desenfocado descrito arriba, y en el PP esa pretendida “regeneración democrática”.
    Ninguno de los dos discursos aportará nada a esta crisis, que hunde sus raíces en temas como la corrupción, la no separación de poderes, un sindicalismo inoperante, una educación pública con gravísimas deficiencias, una presión fiscal y una burocracia que resulta perjudicial para nuestro tejido empresarial, la dualidad del mercado laboral, unos reguladores que no funcionan o una gestión energética nefasta, por citar algunos…
    Y no sólo eso, de triunfar esos enfoques nos alejaremos aún más de la resolución del problema.

    • Me pone triste escribirlo pero coincido contigo al 100%.
      El único objetivo que mueve a los líderes de PP y PSOE es mantener o alcanzar el poder. Sólo así se explica que una dirigente autonómica que no fue elegida en votación para el cargo, que claramente tienen responsabilidades políticas sobre casos de corrupción sistémica en la región que gobierna (la de mayor paro de Europa) y que no ha mostrado ningún discurso político coherente, de repente sea aclamada por el resto de dirigentes socialistas como la líder salvadora, Y todo porque es la única que en las elecciones europeas ha demostrado cierta solvencia en los resultados. Realmente la política en este país está alcanzando niveles cloacales.

  6. Ghell dice:

    Estamos en una época de crisis; de cambio. Las políticas Españolas hacen cambios hacia lo que han estado haciendo otros estados durante años y años antes de que ellos también sufrieran esta crisis. Por lo tanto en mi opinión son cambios que no llevan a nada, y si se arregla la situación en 6 años sera por otros factores.

    «Nuestra desigualdad creciente no es de ricos alejándose de la clase media, sino de pobres cada vez más pobres.»

    Las estadísticas demuestran como la riqueza en las clases más altas ha crecido, mientras que las clases medias y bajas se empobrecen. La desigualdad es tan pronunciada pues no solo los pobres son más pobres sino que los ricos son más ricos.

  7. Fenix dice:

    «Las estadísticas demuestran como la riqueza en las clases más altas ha crecido, mientras que las clases medias y bajas se empobrecen»

    Convendria poner un enlace. Sin duda es cierto a escala OCDE, pero lo dudo más en el caso español; aquí tenemos una problemática de desempleo totalmente propio, que lo condiciona todo en materia de desigualdad.

  8. Pescador dice:

    Jorge, enumeras una serie de temas en la que el PsoE se quiere diferenciar del PP, que te parecen meramente cosméticos, por no decir banales…¿Podrias decirnos en que se diferencia realmente el PP del PsoE y que podamos entender como «ventaja» sustancial de este último?

  9. Cruz Alarcia dice:

    Desde luego, cuando de mantener sus acuerdos no escritos se trata, sí que son lo mismo.
    También para denigrar a quien se alza en su contra. No hay más que ver cómo reaccionaron ante el éxito de Podemos:

    http://codigonuevo.com/demanda-pablo-iglesias-podemos/

  10. […] electoral que ha sostenido al PSOE y PP todos estos años (la verdadera gran coalición que describía Jorge Galindo) no va a darle la Moncloa al PSOE después de los años de Zapatero, y desde luego […]

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