Internacional

Ignorando a (casi) todo el electorado

11 Abr, 2014 - - @egocrata

En democracia, se supone, los políticos responden a la opinión pública. Cuando los votantes de tu distrito o las bases del partido empiezan a quejarse sobre algo, y las encuestas empiezan a mostrar mayorías decentes a favor o en contra de una cuestión, nuestros representantes tienden a responder a ello, intentando ganar elecciones.

Esa es la teoría. A la práctica, todos hemos escuchado críticas sobre cómo los políticos nunca nos hacen caso, los grupos de presión y los lobbies tienen todo el poder del mundo y sólo los ricos y poderosos parecen ser capaces de ejercer influencia. Los legisladores en una democracia representativa responden a incentivos, pero las voces que escuchan están fuertemente filtradas por la estructura de poder real.

¿Cuál de estas dos visiones es más cercana a la realidad? Martin Gilens y Benjamin Page, de Princeton y Northwestern, han analizado 1.779 decisiones sobre políticas públicas en Estados Unidos durante los últimos 20 años, evaluando qué factores parecen tener más peso en cada votación. Para ello los autores han compilado una (titánica) base de datos que incluye el estado de la opinión pública sobre cada tema en concreto en el momento previo a la votación, especificando las preferencias de los votantes según nivel de renta (en la decida con menos renta, renta mediana y el 10% con más ingresos, concretamente); y el número de grupos de presión de interés y lobbies relevantes a favor y en contra de la iniciativa, tomando los datos de las clasificaciones de Forbes. Con esto, han construido un modelo estadístico evaluando qué factor tiene mayor peso en cada una de las votaciones.

El análisis ofrece unas conclusiones bastante deprimentes. Si mantenemos las preferencias de los grupos de presión y los votantes más ricos constantes, a los políticos les importa un rábano la opinión pública: la probabilidad que hagan lo que pide la mayoría no varía un milímetro. Si el votante mediano está en contra, hay un 30% de probabilidad que la política pública impopular salga adelante. Si están a favor, la probabilidad que sea aprobada es un 30% igualmente. Si el tema es del interés de l 10% de votantes más ricos, sin embargo, los números cambian de forma dramática. Si la mayoría de ricos se oponen a algo, la probabilidad que salga adelante cae a cero; si están a favor, la ley será aprobada un 50% del tiempo. Las cifras son aún más dramáticas si miramos a grupos de interés, con los lobbies empresariales teniendo una capacidad de influencia enorme cuando actúan de forma coordinada. Los grupos de presión «de masas» (sindicatos, organizaciones religiosas, asociaciones de veteranos, etcétera) tienen también una capacidad de influencia considerable, aunque significativamente menor que los grupos empresariales.

Resumiendo: si los autores están en lo correcto, en Estados Unidos los políticos hacen caso, ante todo, a los lobbies empresariales. En segundo lugar, a cierta distancia, los legisladores se preocupan de lo que piensa el 10% de votantes con más ingresos y los grupos de interés organizados de masas estilo foro de la familia, asociaciones de jubilados y demás. Lo que diga el votante mediano le importa un comino, y a los pobres ni sabe que existen. Es para echarse a llorar.

Aún así, vale la pena recordar unas cuantas cosas. Primero, antes que vayamos a quejarnos del imperio del neoliberalismo en España es necesario recalcar que los autores hablan de Estados Unidos. Aunque los dos países pueden parecer comparables con eso que hay elecciones y se vota en ambos, los sistemas políticos no se parecen en absoluto. La parte del artículo que habla sobre «aprobar leyes» debería sea una pista importante; los grupos de presión en España han sido incapaces de convencer que Rajoy haga nada, así que mucha influencia no pueden tener.

Por añadido, cualquier modelo estadístico es tan fiable como los datos empleados para estimarlo, y desgraciadamente en este caso los datos no son demasiado espectaculares. Las cifras utilizadas para estimar preferencias de los votantes según nivel de renta son bastante torpes, y realmente sólo capturan votantes acomodados, no las élites económicas (la decila superior empieza en $146.000 al año, algo que no es especialmente ultra-rico), y los indicadores sobre grupos de presión son sugerentes pero muy poco precisos. Los mismos autores reconocen que el modelo parece agrietarse cuando incluye todas las variables, perdiendo parte del poder explicativo, algo que no acostumbra a ser buena señal.

Otro problema añadido puede ser un sesgo negativo en las políticas analizadas – los grupos de interés, por ejemplo, están oponiéndose a cambios en políticas públicas en la mayoría de debates. El sistema político americano está diseñado para favorecer el status quo: es mucho más fácil proteger una ley existente que cambiarla. Dado que los ricos y grupos de interés estarán más a menudo en el bando conservador, las cifras pueden sobrestimar su capacidad de influencia.

Aún con estas objeciones, es importante recalcar una cosa: de todas las variables en la regresión, el votante mediano es el que tiene mejores datos, y todas los modelos lo dejan con cero capacidad de influencia. La única manera que los ciudadanos de a pie puedan ganar peso es organizándose, formando asociaciones, grupos de interés y sindicatos. La muerte del sindicalismo americano en las últimas tres décadas, bajo esta perspectiva, es una pérdida infinitamente mayor que el final de la negociación colectiva en unas pocas empresas.

Es una conclusión deprimente, sin duda, pero habiendo visto el sistema político americano desde (relativamente) cerca, no me sorprende gran cosa.


9 comentarios

  1. El artículo me resulta casi impecable en general, pero hay una frase que no acabo de ver clara:

    «La parte del artículo que habla sobre “aprobar leyes” debería sea una pista importante; los grupos de presión en España han sido incapaces de convencer que Rajoy haga nada, así que mucha influencia no pueden tener»

    Hombre, es posible que España tenga cierta tendencia al inmovilismo legal, pero me resulta un poco chocante esta afirmación. Cada una de las pequeñas reformas de los últimos años, con Rajoy y en la última etapa de Zapatero, parecen orientadas en interés de los poderosos de forma más o menos clara. Fuera del aumento de la rentención en las rentas del capital y quizá la reciente promesa de reducción de exenciones fiscales en el IS, todo lo demás me parece que ha ido encaminado a una política de esas que se llaman un tanto cínicamente «pro-business»: Desde las continuas flexibilizaciones de la contratación y el despido hasta la priorización absoluta del pago de la deuda y el saneamiento bancario, todo se ha encarado desde la misma perspectiva.
    Otra cosa que habría que analizar es si lo que llamamos los oligopolios quizá ya tenían desdde hace tiempo una legislación absolutamente favorable a sus intereses, pues en ese contexto el inmovilismo sería la política preferida de los poderosos y la contraria a los intereses de las clases más desfavorecidas.

    Saludos,

  2. […] Ignorando a (casi) todo el electorado […]

  3. Metzger dice:

    La democracia liberal es la dictadura de los burgueses. Bienvenidos al desierto de lo real y a la madurez política.

  4. Fenix dice:

    Es perfectamente posible que la decila superior este mucho mejor informada sobre las políticas que funcionan, entienda mejor los dilemas, y por tanto, si el votante elige en términos de bienestar percibido y no de políticas concretas, lo que interesa al político es orientarse a lograr resultados, no hacer caso a sus electores.

    • Epicureo dice:

      Seguro que la decila superior está mucho mejor informada y entiende mejor los dilemas. Y sabe las alternativas que funcionan PARA ELLOS, no necesariamente para el otro 90 % de la población.

      Es muy inocente (o muy engañoso) suponer que las políticas que «funcionan» y «logran resultados» son únicas y mejoran el bienestar de todos (y no digo de todos por igual porque me da la risa).

      Esto no quiere decir que la opinión del votante mediano no puede estar terriblemente equivocada. Pero si miras la evolución de la sociedad estadounidense (reparto de rentas, salarios, etc.) el criterio de decisión está clarísimo.

      • Perplejo dice:

        Independientemente de la calidad de la información y las propuestas de la decila inferior o superior, lo que es obvio, incuestionable, cristalino como arroyo alpino a mediodía es esto:

        «La única manera que los ciudadanos de a pie puedan ganar peso es organizándose, formando asociaciones, grupos de interés y sindicatos.»

        A lo que habría que puntualizar: organizándose «en condiciones», con proyectos concretos, bien planificados y realistas. Quejarse en la barra del bar o en un foro de internet puede ser muy reconfortante y es, sin duda, muy cómodo; pero también perfectamente inútil. Que cada cuál saque las conclusiones pertinentes.

  5. colapso2015 dice:

    Las cosas no suelen ser tan complicadas en temas humanos…

    El porcentaje de millonarios ronda el 4%, sin embargo en el Congreso supera el 50%; con una media de casi 900k$. Porcentaje ha aumentado significativamente en el último siglo.

    Tal como remarcaron algunos de los fundadores, las personas «razonan», en temas sociales, en base a su posición en la sociedad.
    Lo cual nos lleva a deducir, el nivel económico es un indicador de prestigio por esos lares. La participación en las elecciones y esa «filosofía de vida» actual, explican, desde mi punto de vista los diferentes movimientos del cuerpo legal.

  6. Lawrence Lessig lleva varios años denunciando la fórmula de financiación de las elecciones en USA, como causa de que las decisores políticos tengan en cuenta únicamente a un porcentaje minúsculo de la población norteamericana, aquella capaz de aportar más dinero a la campaña política de su congresista.

    Su charla en TED2013 es enormemente didáctica:

    http://www.ted.com/talks/lawrence_lessig_we_the_people_and_the_republic_we_must_reclaim

    En España, el problema ha sido y continúa siendo la financiación ilegal de los partidos, así como las redes clientelaras de favoresXdineroXvotos.

  7. […] en Wall Street, el auge de los accionistas exigiendo retornos, la hipótesis de la superestrella o la captura completa y absoluta del gobierno por parte de los más ricos y su conversión en una casta de élites extractivas despreciable. […]

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