Política

Valenciano, Bartomeu y la insoportable levedad del relato

7 Abr, 2014 - - @jorgesmiguel

En los últimos días hemos asistido a (por lo menos) dos desastres de relaciones públicas y a un nuevo episodio en la descomposición de una manera de hacer y comunicar la política, que tuvo su cenit en los momentos previos a la crisis y quizás no le sobreviva.

Los desastres son, claro, el de Esperanza Aguirre y su desenfrenada gira de entrevistas y declaraciones lunáticas, y el de Josep María Bartomeu, presidente del Fútbol Club Barcelona. Un día después de anunciarse la sanción de la FIFA por violar la normativa sobre traspasos de menores, Bartomeu ofreció una comparecencia delirante en la que afirmó la inocencia del club, después admitió implícitamente su culpa y, para terminar, aludió a oscuras conspiraciones mundiales contra la institución que preside. Ambos casos le hacen a uno preguntarse qué se le pasó por la cabeza a estas dos personalidades públicas y sus círculos más cercanos para tomar semejantes decisiones. En una época, además, en que la comunicación está profesionalizada hasta el extremo y cualquier metedura de pata tarda segundos en difundirse de forma masiva.

Ah, la comunicación profesionalizada. Y entonces llegamos al tercer caso. Las condiciones a las que se enfrentan el PSOE y su candidata Elena Valenciano en las elecciones europeas no son un secreto. El PSOE tiene una pequeña oportunidad de capitalizar el voto de castigo al PP después de tres años de legislatura turbulenta. Pero, por desgracia, como se comprueba un debate del estado de la nación tras otro (y le ha recordado el propio PP en un spot de impecable factura técnica), el PSOE no puede bajar a la arena de las críticas concretas: mayo de 2010 queda dolorosamente cerca aún, y los actuales líderes  del partido no eran meros transeúntes en aquellas fechas. Por tanto, la campaña debe orientarse hacia terrenos emocionales, tratando de movilizar y concentrar el voto de izquierdas en torno a valores generalistas: el famoso PSOE «más rojo, más morado y más verde» que anunció la misma Valenciano en la última Conferencia Política.

Los elementos están claros. Pero una buena campaña no consiste sólo en identificar el contexto y la orientación general de la competición, sino en que la ejecución de las acciones y los materiales sea correcta, y que unas y otros vayan en consonancia con el tono y los estados de ánimo públicos. Y, de ser posible, si no es mucho pedir, que todo ello esté al servicio de alguna idea política de cierto vuelo, de una visión para el futuro. Sin duda, en unas elecciones, y más en unas elecciones europeas, «gratuitas» y con circunscripción única, puede pasar cualquier cosa. Pero dice mucho del estado de confusión del PSOE que, el año que la izquierda europea presenta al líder de Syriza como candidato a la Comisión, con Izquierda Unida en ascenso y la posibilidad de que el travelling circus de Somosaguas entre en la política institucional, la movilización de la izquierda de Valenciano se concrete en una campaña de acuarelas chillonas, fotos de manos izquierdas, hashtags equívocos y abrazos, muchos abrazos. Mientras, el PP, agazapado, se limita a contemplar las sucesivas ocurrencias de la candidata del PSOE para elevar un tono de campaña que Rajoy estaría feliz de congelar hasta, si fuera posible, el día siguiente a las elecciones.

Pero la campaña de Valenciano no sucede en el vacío. Es más bien la consecuencia de unos años, los del zapaterismo, en los que el socialismo español abanderó una pequeña revolución en la comunicación política. Años en los que relaciones muy cercanas del entonces presidente introdujeron en nuestro país el storytelling y una personalización de las campañas que hasta entonces nos sonaba muy americana y muy peliculera: la famosa marca ZP. Quizás el mejor ejemplo fuera la campaña de las generales de 2008, punto culminante y principio del fin del zapaterismo. Cualquiera que se dedique a la comunicación sabe que, de unos años hasta ahora, todo es storytelling, «relato». Entonces resultaba más novedoso, y un conjunto de técnicas y enfoques eficaces (no milagrosos) permitieron dotar al ya presidente Zapatero de un perfil y un liderazgo público insospechados poco tiempo antes. Por desgracia, no hay relato que sobreviva a una congelación de las pensiones y una pérdida de poder adquisitivo de los funcionarios, como el presidente y su equipo descubrirían de la forma más cruel en mayo de 2010; y lo que hoy vemos en el PSOE son los restos de aquel naufragio, arrojados a la playa por el mar y trabajosamente reunidos por los supervivientes. Una enseñanza obvia: la comunicación profesionalizada ofrece herramientas muy poderosas a los partidos, pero a la larga no puede contrarrestar la ausencia de un proyecto realista, ni suplantar a una auténtica visión estratégica. El «relato» es la concreción del proyecto, no su sustituto.

Es posible que el FC Barcelona esté atravesando una situación en cierto modo análoga (con la evidente diferencia de que Messi e Iniesta no son Valenciano y López). Durante años, el club combinó una plantilla que reunía a los mejores jugadores del mundo, un entrenador brillante y un funcionamiento institucional en apariencia impecable. Pero, además, tenía un «relato». Un relato de normalidad, trabajo, talento y sencillez, reconocible en todo el mundo y que permitía joyitas de la comunicación como esta. Mientras, el Real Madrid seguía preso de las inercias burbujiles del primer florentinismo. Una época de modernización que había empezado con buenas intenciones, pero cuyo propio «relato» de grandeza e historia había naufragado entre la ostentación de los Galácticos y desastres como el himno del Centenario -esa horterada tan de la época- el mismo Centenariazo y una sensación generalizada de hartazgo de la grandilocuencia y el delirio. Todo ello envuelto en la palabrería de Jorge Valdano, que empezó siendo el intelectual del fútbol y ha acabado vendiendo libros de autoayuda del management.

Pero, un poco a la manera en que la propia ciudad de Barcelona se «llenó de balón» con el proyecto faraónico y grotesco del Fórum de las Culturas, reduciendo al absurdo su propio modelo, el FC Barcelona también ha acabado ridiculizando sus valores y su marca. La última cadena de escándalos y la gestión incompetente de una directiva a la deriva, que se refugia de manera lastimosa en discursos conspirativos, sólo certifican la ruina del modelo y la necesidad de una reconstrucción a fondo, institucional y deportiva. Por supuesto, el primer equipo puede aún ganar las tres competiciones que disputa. Es incluso posible que el PSOE obtenga una victoria nítida en las elecciones europeas. Pero ninguno de esos hipotéticos triunfos oculta el agotamiento de una filosofía que antepone la comunicación y el marketing a los proyectos reales. Y persistir en ella es un insulto a la mucha gente de talento que hay en ambas organizaciones.


7 comentarios

  1. […] Valenciano, Bartomeu y la insoportable levedad del relato […]

  2. Epicureo dice:

    Para que el PSOE recoja voto de castigo al PP necesita dos cosas:

    – Eliminar a todos los implicados en el zapaterismo.

    – Incorporar a gente competente.

    Una lista encabezada por Elena Valenciano y que incluye a Pepe Blanco es exactamente lo contrario.

    Así que conseguirán que el PP gane las europeas, sin candidato y corrupto hasta las cejas. Espero que el PSOE no quede ni segundo, a ver si reaccionan.

  3. Maese Alcofribas dice:

    yo estoy convencido de la conspiración contra el Barça, que es absolutamente compatible con el hecho de que que todas las acusaciones sean ciertas. (Yo pienso que) La conspiración consiste en que la única alfombra que se levanta es la azulgrana. (Yo creo que) El sentido primero de la conspiración es político (órdago de independencia) y sólo en segunda instancia deportivo (dominio del Barça). (Es mi opinión que) Si no hubiese habido órdago independentista, Messi seguiría defraudando a hacienda tranquilamente

    «…sólo certifican la ruina del modelo y la necesidad de una reconstrucción a fondo, institucional y deportiva».

    Quince pueblos te has pasado

    Lo siguiente no es una crítica hacia ti. La mera idea de «comunicación profesionalizada» implica que el interlocutor es subnormal, de hecho se trata de un eufemismo de «engaño profesionalizado». Aunque sea REALIDAD que el interlocutor es subnormal, supongo yo que Habermas le daría un patatús si alguien se planta en un debate con el discurso «por favor, perdóname por mi flagrante incompetencia al intentar engañarte. La próxima vez me esforzaré más». Es decir, un debate legítimo implica la obligatoriedad de no considerar subnormal al interlocutor, aunque este lo sea realmente. No es una cuestión de formas o respeto, sino de la posibilidad de un debate legítimo y productivo.

    El «relato» del Barça, por maximalista y maniqueo (nosotros buenos y humildes, los otros -esto es, el Madrid- malos y chulos), y aunque Cristiano se esforzara en darle la razón con su ego adolescente, trataba a sus interlocutores de subnormales. Eso que llamas «joyita» de comunicación, a mi me pone (me ponía) los pelos como escarpias de la vergüenza ajena, productos de un mundo mercantil-infantilizado. Y mentiras tan evidentes no pueden mantenerse mucho tiempo. Pero de ahí a «ruina del modelo» va un trecho; no hay nada en ruinas en el Barça

    • PaulJBis dice:

      Que conste que esta teoría (la de la persecución al Barça como consecuencia del independentismo) se la he oído antes a algún periodista poco sospechoso de culé, así que usted no es el único en haber pensado en ella. Ahora bien, contra ella hay dos evidencias muy claras:

      -La bochornosa tribuna de Miguel Cardenal, miembro del gobierno de España, que parece que ya hemos olvidado.

      -El hecho de que el último trapo sucio (el del tráfico de niños) haya sido levantado por la FIFA, que no es parte del gobierno de España. A menos que queramos entrar ya en teorías conspiratorias tipo «Aznar llamó a Hollande, que llamó a Blatter…»

      • Maese Alcofribas dice:

        sólo por seguir con mi conspiranoia, tampoco es que me interese mucho

        – si esa «conspiración política» existe, Cardenal no pinta nada, ni nada podría hacer para combatirla. En ese contexto (y en un contexto político en general) es un don nadie. Por otra parte, también estoy convencido de que en privado Cardenal (como Bartomeu, como cualquiera) diría lo que no puede decir en público, que la mierda está en todas partes y se mira para otro lado hasta que alguien dice «vamos a dejar a este con el culo al aire»

        – de lo que estoy convencido es que la «orden» política existió en la investigación a Messi. Lo estoy menos en la admisión judicial de lo de Neymar.

        – lo de la FIFA es aparte, parece evidente que el Barça se pasó por el forro la normativa convencido del absurdo de que la ley no puede ir contra la excelencia. Pero que la FIFA tomara la decisión de sancionar hace meses y lo comunique ahora también me parece raro, raro, raro. Y no es necesaria la línea Aznar-Hollande-etc. Basta con Florentino Pérez, que parece que también se nos olvida lo que representa el palco del Bernabéu

        en cualquier caso, sin pruebas lo que el implicado tiene que hacer es callarse la boquita hasta que las tenga, si eso ocurre. Cosa que no ha hecho el Barça y que lamento.

        lo que realmente me importa es la batalla de mañana en el Calderón-Termópilas. Yo voy con los persas

  4. Lista Lydya dice:

    la campaña de abrazos de Valenciano es de lo más penoso de los últimos tiempos. Es ZP en estado puro, como si no hubiera pasado el tiempo. Y sí ha pasado, una crisis enorme, una desconfianza enorme también en los políticos, un crujir de estructuras, y ahora viene Valenciano con lo de las adhesiones inquebrantables por vía de la emoción. No queremos abrazos, queremos soluciones, puntos concretos, debatibles, en cada tema, en cada problema, queremos que se informen y que se sometan a crítica. No quiero que me abracen ni que me tomenn por tonta.

  5. […] *El problema a corto plazo de este tipo de propuestas es que estamos atrapados en un modelo europeo que obliga a los países acreedores y al Banco Central Europeo a demandarnos austeridad y reformas estructurales sin ofrecer a cambio inflación y transferencias fiscales. La solución pasa por una mayor integración europea, algo que debería estar centrando el debate antes de las elecciones de mayo. Pero no lo está haciendo. […]

Comments are closed.