Política

Cuando la comunicación produce silencio

3 Dic, 2013 - - @jorgesmiguel

La historia es conocida, y en alguna ocasión hemos hablado de ella por aquí o en páginas afines. El 7 de julio de 1977, en horario de máxima audiencia, el recién nombrado Enrique Fuentes Quintana se dirigía a los espectadores de la primera cadena de televisión para explicarles la tarea que le esperaba como Ministro de Economía y los sacrificios que, a su juicio, iban a tener que afrontar los ciudadanos españoles. El contexto es el de los Pactos de la Moncloa, que se firmarían después del verano. Merece la pena que los lectores que no lo conozcan aún se detengan el poco más de cuarto de hora que dura el vídeo, por lo que tiene de simbólico de una época pasada, y por el contraste que hallarán -para bien y para mal- con los modos actuales de comunicación de gobierno.

Al espectador moderno le choca un tanto la espartana puesta en escena y el aspecto aburrido, antiguo y profesoral del orador. No obstante, aparte de tratarse de otra época, y sabiendo que el equipo de Suárez contaba ya por entonces con algunos de los primeros gurús de la consultoría política en España, cabe sospechar que no todo fuese accidental. El Ministro intenta transmitir gravedad, seriedad y un cierto tono resignado de servicio al país, y desde luego lo consigue. Pero, al margen de lo que tenga de venta deliberada de un discurso, la intervención de Fuentes Quintana presupone en el ciudadano-espectador madurez, atención, responsabilidad e interés por lo público, algo inusitado hoy. Y por eso llama tanto la atención vista desde nuestras días.

La semana pasada tuve ocasión de hablar de ello con un profesional de la comunicación institucional -que, por cierto, nos lee, y al que saludo. Le pregunté cuál era en su opinión el motivo por el que una escena como la descrita arriba resulta poco menos que impensable en la actualidad. Por aquí habíamos coqueteado siempre con la idea de que el problema está en el lado de la demanda: hoy día cualquiera puede cambiar de canal y elegir otro entre decenas en la TDT, o pasarse a internet y alternar el televisor con las redes sociales o cualquier otro tipo de oferta de entretenimiento. Y, además, podría haberse producido una cierta infantilización del discurso público asociada a la sociedad del entretenimiento, el debilitamiento de los grandes referentes sociales, los liderazgos blandos, el declive de la mediación a todos los niveles, etc, etc. Mi interlocutor me dio, sin embargo, otra clave, que a su juicio explica mejor la diferencia entre ayer y hoy, y que atañe al lado de la oferta: el riesgo. Una jugada como la de Fuentes Quintana es ahora mucho más peligrosa, según él, de lo que lo era en 1977, con dos canales de televisión, una prensa más o menos controlada y abundantes filtros a la opinión y la conversación pública. Cualquier error o interpretación negativa se difundiría hoy prácticamente en tiempo real a través de las redes sociales, y poco después llegarían los análisis y lecturas de todo pelaje en blogs y medios digitales. El líder o gestor político de turno podría encontrarse no sólo con una estrategia fallida, sino con un problema de reputación y una imagen seriamente dañada en cuestión de horas.

Sin descartar del todo las explicaciones por el lado de la demanda, me resulta verosímil que el factor que propone mi interlocutor sea muy importante o central. A la vista está que en España hay partidos e instituciones que se siente más cómodos en el silencio que explicando a los ciudadanos sus políticas y su comportamiento; y, si vamos un poco más allá del tópico confortable, es posible que esto tenga al menos tanto que ver con racionalidad como con pereza o incompetencia. Podría darse entonces la paradoja de que la sobreabundancia comunicativa genere una situación en la que la estrategia óptima para algunos actores sea comunicar poco o nada. Esto es relativamente frecuente en el entorno empresarial, pero cuando partidos políticos y gobiernos se abocan a la misma lógica, puede ser interesante al menos abrir un debate sobre el asunto.

(Sobre un equilibrio distinto, aunque en el fondo no tanto, en otro sistema político, es interesante por ejemplo este artículo que nos traía Roger la semana pasada:

That’s not to say that presidential campaigns don’t matter. The catch is that the opposing campaigns matter simultaneously. By the time of the general election, they have both grown pretty good at what they do. “Unlike candidates in many down-ballot races, the major-party presidential nominees are usually evenly matched,” Sides and Vavreck wrote. “They tend to have roughly equivalent resources: lots of money, professional campaign organizations, and so on. In short, they are good at competing, most of the time, and this means their efforts neutralize each other.”)


19 comentarios

  1. Drissang dice:

    Es algo que he pensado varias veces desde el principio de la crisis. Se echa en falta la actuación del presidente (o el gobierno) como líder del país.

    Creo que en su momento, aparecer ante la población podría haber sido una inyección de moral y puede que incluso nos ayudase a cohesionarnos un poco como sociedad.

    Claro que eso requeriría tener valor, confianza en los ciudadanos, saber que lo que se quiere hacer y estar convencido de que se está haciendo lo mejor para el bien común.

    No me parece que nuestros políticos anden sobrados de ninguna de estas cosas…

    • Carlos Jerez dice:

      Aparece Rajoy en plan líder a explicarnos la situación del país y los retos que afrenta, antes de que haya dicho dos palabras ya le está cayendo mierda, quien se cree ese, el nos metió allí, todos la misma mierda son, y encima con un partido corrupto hasta el tuétano. Vamos, que es muy difícil que un político (a veces merecidamente) se plante a hablarnos seriamente, casi como un padre o profesor y la reacción por parte de muchos no sea directamente mandarle a la mierda, tal y como señala Jorge.

      Aún con todo me gustaría que Rajoy, Guindos o el siguiente en la cola fuera capaz de plantarse como Quintana y hablarnos con seriedad, como hombres adultos. Por cierto, creo recordar a Guindos dando una conferencia de forma respetuosa en el LSE y aceptando los golpes estoicamente de los alumnos españoles allí presentes (y te los puedes encontrar mucho peores en otros sitios). No es que no hubiera que ser incisivo con las preguntas, es que hay una guerra, así es la relación entre muchos ciudadanos y los políticos, por el hartazgo que nos han producido.

      • carlos dice:

        Pero es que efectivamente no sé de qué narices nos iba a hablar Rajoy sobre sacrificios y esfuerzos cuando cobran sueldos en negro de comisiones ilegales por repartir contratos a dedo.

        Que no, que el problema del gobierno (y mayor partido de la oposición) en España no es «de comunicación» ni de imagen ni de nada. Es de materia prima.

        El problema simplemente es que son lamentables y no tienen ninguna altura moral para darle lecciones a nadie, ninguna competencia técnica para considerarlos preparados para lo que hacen y ni siquiera se rodean de gente que tenga alguna de esas cualidades.

  2. david.a dice:

    ¿Y no será que no se dan explicaciones porque las explicaciones son inconfesables? Es decir: el mantenimiento a toda costa de las redes clientelares.

  3. Jorge dice:

    Quizás el silencio y el «no se aceptan preguntas» sea una estrategia, un movimiento racional de su conveniencia. Puede que también lo sean el «optimismo» y los «brotes verdes». Pero en que saco metemos a declarar vía plasma, a las «indemnizaciones en diferido» y a cualquier cosa que haya dicho jamás Ana Botella. Desde luego a mi no me parecen estrategias, o quizás son auténticos genios de la comunicación y yo no soy lo suficientemente sensible para captarlo.

  4. Gulliver dice:

    Me parece muy creíble lo que apunta david.a. Si un ministro está comunicando una política que cree que es la mejor para el país, puede permitirse el lujo de ser claro y sincero en sus explicaciones, presentar los obstáculos y las dificultades del camino a seguir e intentar ganarse la confianza de los ciudadanos.

    ¿Qué pasa con los gobernantes de hoy? Su política, sea del signo que sea, no es la mejor que los expertos en ciencia económica pueden aconsejar y están aconsejando, como bien saben los lectores de este blog. Las reformas necesarias no se aparcan indefinidamente por ignorancia, sino por intereses. Demasiados amos, amigos y grupos de interés varios que empujan hacia políticas a las que hay que maquillar antes de presentarlas en sociedad para que se note menos su fealdad.

    Eso sin contar con que en las ruedas de prensa, si hay preguntas, no se pueda evitar que se acaben mezclando otros asuntillos más feos que llevan al Partido Popular de cabeza (también a otros partidos y a sindicatos, eso desde luego).

    En este contexto no es raro que se escurra el bulto a la hora de explicarse frente a los medios de comunicación, que se eviten preguntas en las ruedas de prensa, se vayan por la tangente, se utilice un lenguaje técnico y abstruso o se mienta descaradamente.

    Obviamente, la ciudadanía cada vez se siente más ajena al sistema de partidos y la democracia sale perdiendo con todo esto. No falla la demanda, sino la oferta.

  5. Gherrilheira dice:

    Curioso que en el video se hable de un paro del 5% como algo trágico. Si el pobre tiene que dar ese discurso hoy día le da un ataque…

    • Miembro baneado dice:

      La «legislación franquista» es lo que tiene.

      • Carlos Jerez dice:

        Yo tenía una duda parecida por lo mismo, el desempleo se incrementó durante el principio de la democracia. Por eso pregunté en nadaesgratis a nivel de contratos laborales (está claro que la legislación sobre convenios o políticas activas y pasivas de empleo también importa, o la segunda crisis del petróleo y como se cargó nuestro sistema bancario) y Juan José Dolado me dió un excelente resumen histórico:

        «El origen histórico del contrato indefinido ordinario en España se remonta a las Leyes de Contratos y Jurados Mixtos de 1931 llevadas a cabo por el socialista Largo Caballero, donde se distingue entre despidos disciplinarios y económicos. Posteriormente hubo reformas sustanciales en 1956 y 1958 durante el franquismo, generalizando la intervención judicial que determinaba la naturaleza del despido mientras que su indemnización venia establecida por el juez , sin norma estatutaria preestablecida. Es en el Estatuto de los Trabajadores de 1980 cuando establecen los 45 días de salarios por año trabajado con un máximo de 42 mensualidades para el despido improcedente.»

        Lo podrás encontrar en los comentarios de este post:
        http://www.fedeablogs.net/economia/?p=33628

    • Alatriste dice:

      Es que si se hubiera medido con los criterios de hoy el paro en 1977 habría superado muchísimo el 5%. Solo un dato, extremadamente revelador, para que no comparemos tocinos con velocidades

      1977: población de España, 36 millones de personas. Número de ocupados según la EPA, algo menos de 12.600.000.

      2013: población de España, unos 46,5 millones. Número de ocupados según la EPA, algo menos de 16.800.000.

      En otras palabras, el porcentaje de personas que no tenían un empleo en 1977 era bastante más alto que hoy, a pesar de que estamos en lo más profundo de una crisis de caballo y a pesar del envejecimiento de la población. Esa conclusión también es válida para los años del franquismo, y si comparamos con 2008, antes de la crisis – cuando el número de ocupados rozó los 20,5 millones – la goleada ya es de escándalo.

      • Ferrim dice:

        Si haces los cocientes con los números que has puesto, verás que te salen casi idénticos (0.35 contra 0.36), así que el porcentaje de personas sin empleo sólo era ligeramente superior entonces.

        Lo que sería interesante es quitar del cálculo a menores de 16 (muchos más en 1977) y a mayores de 64 (muchos menos en 1977) y volver a hacer los números: empleados sobre personas en edad de trabajar. Intuitivamente diría que el porcentaje de no ocupados nos saldrá mayor ahora, pero no exageradamente mayor. Lo que, después de casi seis años de crisis y con seis millones de parados dejaría claro que el cálculo de la tasa de paro de 1977 no es en absoluto homologable al actual.

        Vamos, que en realidad te estoy dando la razón.

        • Alatriste dice:

          Uhmm, tienes razón, eso me pasa por calcular «a ojo»; y también tienes razón en que las circunstancias demográficas son diferentes tanto por el lado de la juventud como por el de la vejez, y además está la inmigración, cuando en 1977 todavía era España país de emigrantes .

          Lo que no es discutible es que en 1977 las cosas estaban como mínimo igual de negras que ahora (por algo todos firmaron los pactos de La Moncloa) a pesar de lo que pudiera indicar una tasa de paro oficial del 5%.

  6. Maese Alcofribas dice:

    sobre el ciudadano-espectador maduro, atento, responsable, etc, y aunque no en los niveles que nos gustaría, no creo que hoy lo sean menos que en el 77. Pero el contexto es muy diferente; después de 40 años de dictadura es normal un mayor interés y una visión más limpia (¿ingenua?) de las cosas. Después de 40 años de democracia chorizera es normal un menor interés y una visión descreída y cínica.

    demasiado idiota tendría que ser el preconsciente colectivo para no asumir como una verdad irrefutable que la verdad no es una prioridad en la comunicación política. Las dos primeras prioridades son no molestar a los «amigos» y seguir en el cargo (no necesariamente para enriquecerse). El verdadero shock ocurrirá cuando un político ponga la verdad como prioridad sagrada (no hablo de secretos de estado), cueste lo que cueste. Es más, cuando este político le explique a la cara a los ciudadanos lo que significa «cueste lo que cueste», y los enfrente a la realidad de que para vivir según principios de verdad y justicia, en medio de un mundo donde estos principios no son prioritarios, es inevitable sufrir más de lo que lo haríamos (de que lo hacemos) cuando estas no son nuestras prioridades.

    Y entonces este político será llamado demagogo por los poderosos, y será repudiado por aquellos que ahora sufren y exigen verdad y justicia. Y él, satisfecho, se irá a casa a dedicarse a sus labores

  7. Maese Alcofribas dice:

    releyendo mi primer párrafo parece que alabo la dictadura. Quería decir que después de 40 años de falta de libertades, es normal que la gente estuviera más ilusionada con la participación política

  8. Aloe dice:

    Una razón de que el silencio y la falta de explicaciones sean una estrategia racional es que PUEDEN permitírsela. Es decir, se la permitimos. No tiene coste.
    El riesgo de una estrategia es considerable, pero el punto está en que el riesgo de la otra es NULO.

    El gobierno de 1977 también se podía permitir el silencio, y de hecho es lo que hacía habitualmente. Eso no quita para que efectivamente, con un riesgo mucho más bajo que ahora, tal o cual vez se considerara adecuado apelar solemnemente a la ciudadanía, y esa jugada excepcional fuese más fácil que ahora.

  9. Miguel dice:

    Hoy en día hubieran hecho chistes en twitter y vídeos en youtube sobre las veces que se pasa la lengua por los labios… seguramente es lo único que hubiera quedado del mensaje.

  10. Ramon TM dice:

    Jorge,

    a mi eso de las puestas en escena austeras me recuerda aquel capítulo de «Yes, Minister» o de «Yes, Prime Minister» en el que Hacker tiene que dar un mensaje a la nación y duda entre contenido novedoso – escenificación austera y bla bla bla de cada año – escenificación moderna y rompedora. por supuesto hacía el discurso con decoración moderna. De echo entre la serie y el nombramiento de Fuentes Quintana sólo median 4 o 5 años (más el atraso que con UK que pudiera haber…).

    Vaya, que si lo que hay que decir es importante, mejor no aderezarlo demasiado y que quede claro que el mensaje está en el mensaje.

  11. AmalricNem dice:

    A mi lo que sigue llamando poderosamente la atención es la juventud (relativa) de toda esta generación cuando acceden al cargo. Catedraticos universitarios con menos de 40 años con plaza de funcionario en la administración publica.

    Si alguien hiciera una exposición publica de intenciones como esa hoy seria bien recibido y dejaria al sistema de opinión publica establecido completamente descolocado, acostumbrado a frases rapidas de telediario.

  12. fjbaigorri dice:

    Bueno, hay que tener en cuenta también que Fuentes Quintana no era un político como Rajoy, sino un reputado catedrático que se incorpora al gobierno para servir al país. Su discurso es doctoral porque es lo que sabe, lo que se espera de él y lo que le da credibilidad. Ese discurso sería impensable en Suárez, aun cuando el respeto por el presidente fuera mayor entonces que ahora.

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