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Breve nota sobre (des)igualdad de oportunidades y democracia

26 Sep, 2013 - - @jorgegalindo

Ayer publiqué en Jotdown un artículo sobre desigualdad. El argumento central del texto es sencillo, creo: si miramos solo el nivel de renta de dos personas (o de todos los miembros de una sociedad, por extensión) podemos estar llevándonos una idea equivocada de la distribución de desigualdad entre ellos. La renta actual es un predictor solo relativamente bueno de la renta futura de esa misma persona. Y funciona mejor cuando hablamos de cantidades muy altas o muy bajas. En el espectro que va de medio-bajo a medio-alto podemos estar pasando por alto toda una estructura (institucional en este caso, pero también puede valer para estructuras de mercado, creo, tendría que pensarlo) que va a condicionar la evolución de estas personas en el futuro, que va a marcar a qué renta podrán seguir accediendo a lo largo de su vida. En el artículo de Jotdown hablo de dualidad porque es el ejemplo que mejor conozco y aplica perfectamente al caso de España, pero en realidad me refiero a algo mucho más general y que últimamente me preocupa bastante. Voy a aprovechar unas pocas líneas para intentar exponerlo en términos abstractos.

Decía que a lo que intento referirme es a aquella desigualdad que viene provocada por instituciones que distribuyen las oportunidades a lo largo del ciclo de vida de manera… bueno, desigual, valga la redundancia. Esto, así dicho, es un fallo de Estado: una red de seguridad que protege solo a una parte excluyendo a los demás (por ejemplo, un sistema de protección de desempleo que solo se ocupa de aquellos que contribuyen a partir de cierta cantidad y durante cierto tiempo sin ningún tipo de contraprestación no contributiva para quienes están en los márgenes inferiores de la escala de capital humano); un modelo de protección al despido dual; educación superior gratuita y educación primaria o infantil cara o inexistente, etcétera. El elemento común es que en cualquiera de estos casos el reparto desigual de oportunidades no es visible para la clase media y media-baja mientras exista crecimiento económico. El ciudadano no se da demasiada cuenta, creo, de los efectos nocivos de la dualidad en costes de despido mientras esto facilite la contratación en el tramo flexible del merado de trabajo, entre otras cosas porque la comparación en la mente del votante no se realiza con respecto a un mundo ideal, sino con respecto a lo que había antes: paro. Tampoco tiene por qué pararse a pensar en si el sistema de ayuda al desempleado va a ser útil en una larga recesión cuando ésta no se otea siquiera en el horizonte. Ni si sus nietos van a poder acceder a toda la educación que deseen desde el principio mientras sus hijos sí puedan entrar en la universidad y a él no le cueste dinero.

En otras palabras, de lo que hablo es de cómo los votantes pueden llegar a defender, o a no penalizar, un sistema que puede crear a él o a los suyos una barrera en el futuro simplemente porque en el presente parece inclusivo mientras haya crecimiento. Volviendo al ejemplo del artículo original, si consideramos como gran interrogante por qué los outsiders no votaron en masa contra la salvajada hecha con las sucesivas reformas laborales en España desde los años ochenta, la respuesta podría ser que solo lo hicieron cuando nuestro mercado laboral comenzó a castigarles. Hasta entonces todo parecía funcionar bien porque se generaba empleo (desde luego más que sin ninguna flexibilidad), y no tenían por qué convertir la dualidad en un cleavage. Esto solo puede pasar en recesión. Trasladado al marco general, lo que me pregunto es en qué situaciones una persona vota a favor de algo que le puede suponer una barrera de entrada a lo largo de su vida solo porque en el corto plazo el mismo mecanismo hace que recoja unas migajas del crecimiento que antes ni siquiera veía. Y en si esto explica en parte por qué, durante la burbuja, los votantes Españoles nos dejamos llevar sin preocuparnos de montar prudentes instituciones contracíclicas o un sistema de protección que actuase como una auténtica red de seguridad universal.

 


14 comentarios

  1. HPerezTapia dice:

    Entiendo que, básicamente lo que dices es que los votantes no tienen visión a largo plazo y que sólo nos preocupamos de los problemas potenciales cuando pasan a ser efectivamente reales, ¿no?.

    La naturaleza humana, vamos.

    Héctor

    • Es una variante algo más sutil de eso: los votantes nos preocupamos pero nos parece que las soluciones existentes van a funcionar bien a largo plazo, en la parte baja del ciclo, igual que ahora. Comparado con un sistema ultra-rígido, uno dual genera más oportunidades en presencia de crecimiento. Pero no en ausencia del mismo.

  2. Jorge, en la conclusión disiento: la percepción del problema no deriva tanto del ciclo económico -aunque sin duda influye- sino la manera en que se construyen identidades políticas en España.

    Creo que el hecho de que en la Transición se diseñara un sistema político-institucional más o menos rígido para que fuera hasta cierto punto inmune a las presiones externas, dificulta mucho la lógica que tu presupones al sistema político y de opinión pública, que es la lógica de la diferencia- que podríamos entender como lobbies luchando entre sí hasta cierto punto en igualdad de condiciones, como se dan hasta cierto punto en un sistema tipo Westminster- en favor de un sistema más cerrado donde rige la lógica de la equivalencia, de algún modo más parecida a la articulación de preferencias en los países latinoamericanos: se agrupan una serie de demandas a priori inconexas entre sí, que se pretenden realizar todas a la vez.

    En el frente de la izquierda española (y la confusa constelación de izquierdas nacionalistas) que es a quién entiendo según tus artículos que debería preocupar esta desigualdad, preocupa fundamentalmente aumentar los ingresos tributarios y una redistribución de los mismos a escala funcional (p. ej. de defensa a educación).

    La misma composición de esta coalición de intereses, (trabajadores mayores, consolidados, sindicados, generación de la Transición por un lado, jóvenes con estudios superiores, parados o sobrecalificados para su trabajo, básicamente sus hijos) impide, a mi modo de ver, que este problema se contemple. Parte a su base social prácticamente por la mitad, en términos políticos supondría un suicidio.

    Dada la mayor implicación sindical, social y política de los más mayores frente a las nuevas generaciones, resulta si cabe más complejo que los jóvenes concienciados enfoquen el problema en sus únicos aliados realmente presentes hoy en día. Entre una propuesta política pragmática que pide básicamente «repartir la miseria/poco empleo disponible» y otra intergeneracional que exige mejorar salarios y gasto público (aunque sea sin poner un solo número sobre la mesa) la segunda es más fácil de entender, ofrece más aliados y sin duda es más atractiva. Sin este análisis, es difícil entender las causas de una desigualdad sangrante, o que al menos lo era antes de la reforma laboral.

    • «En el frente de la izquierda española (y la confusa constelación de izquierdas nacionalistas) que es a quién entiendo según tus artículos que debería preocupar esta desigualdad, preocupa fundamentalmente aumentar los ingresos tributarios y una redistribución de los mismos a escala funcional (p. ej. de defensa a educación).»

      Sí.

      «La misma composición de esta coalición de intereses, (trabajadores mayores, consolidados, sindicados, generación de la Transición por un lado, jóvenes con estudios superiores, parados o sobrecalificados para su trabajo, básicamente sus hijos) impide, a mi modo de ver, que este problema se contemple. Parte a su base social prácticamente por la mitad, en términos políticos supondría un suicidio.»

      Eso que dices es lo que dice Rueda: los partidos socialdemócratas se enfrentan al dilema de ir con los insiders o con los outsiders. También lo dice Polavieja. Bueno, y toda la literatura estándar.

      Ahora, no veo que todo eso se deba a que tenemos un sistema cerrado. Vamos, me suena a argumentación tipo Molinas. Quizás es que no te estoy entendiendo bien (es probable). Pero en cualquier caso está claro que no se debe *solo* al ciclo económico, o todos los países con volatilidad tendrían instituciones similares. Y no es así.

  3. Pedro dice:

    «…lo que me pregunto es en qué situaciones una persona vota a favor de algo que le puede suponer una barrera de entrada a lo largo de su vida solo porque en el corto plazo el mismo mecanismo hace que recoja unas migajas del crecimiento que antes ni siquiera veía.»

    Es que lo que hay son muchísimos trabajadores que se conforman con recoger las migajas que les caen de los más acomodados…y están encantados con ello.

    Supongo que los más ricos tienes medios de influencia cultural, comunicación, social, educación, que consiguen que una parted de las clases medias y bajas defiendas los intereses de las altas, por lo menos suficiente para contrarestar en un sistema democrático a la mayoría no rica.

    Y así nos va….

    • Teresa Cabarrush dice:

      Toda la razón, Pedro. Las personas se conforman con las migajas. Yo creo que no se reconocen ya, ni a ellos mismos. Esto parece el libreto de una opera…no sé cual será su final, supongo y hablando en serio, algún día escribirán alguno sobre nuestros tiempos actuales.

  4. Navarta dice:

    Es tan viejo como aquello de ¨lo tomas o lo dejas, son lentejas¨, es decir, el pequeño beneficio presente se propone como única solución posible, o yo o el kaos.

    Eso es lo que vemos, por ejemplo, con la reforma de las pensiones, se nos convence de que la rebaja actual es imprescindible para mantener el sistema, haciendo creer a la gente que o rebaja su pensión actual y futura o esta desaparece, o cero o uno, no hay opción intermedia en el árbol de decisión.

    Luego, claro está, viene la campaña mediática de convencimiento sobre lo bueno que es sacrificarse en este valle lágrimas para alcanzar el paraiso futuro, en forma de pequeña pensión con la que malvivir los últimos años de nuestra vida.

    Bueno, parece que esto va de ajo y agua para todos, ellos han vencido la lucha de clases y punto, ya lo dijo Warren Buffett).

  5. Roller dice:

    “En el frente de la izquierda española (y la confusa constelación de izquierdas nacionalistas) que es a quién entiendo según tus artículos que debería preocupar esta desigualdad, preocupa fundamentalmente aumentar los ingresos tributarios y una redistribución de los mismos a escala funcional (p. ej. de defensa a educación).”

    La izquierda, o más bien pseudoizquierda española, es esa cosa tan coherente y preocupada por la desigualdad, que por un lado exige que los individuos particulares con más riqueza contribuyan más al fondo común (o sea, que paguen más impuestos), y por otro exige que las Comunidades Autónomas con más riqueza contribuyan menos al fondo común (o sea, que paguen menos impuestos, y se los queden para ellos).

    Lo que diga semejante hatajo de hipócritas esquizofrénicos no me merece el menor interés.

  6. Manu Oquendo dice:

    Tiene razón el autor en que este es un tema importante en el cual pensamos poco y se nos nota a todos en cuanto hablamos de él.

    La igualdad de oportunidades tiene una prueba del 9: La movilidad social. Esta hoy anda de capa caída. Hubo mucha más movilidad social durante el franquismo que hoy día.

    No puedo identificar factores causales pero debe de haberlos y muchos más de lo que parece. Voy a citar algunos que creo tienen influencia.

    El orden no es significativo.

    La reducción de capacidades industriales reduce oportunidades (hasta de investigación)
    El crecimiento y fragmentación del Estado limita la esfera privada (menos oportunidades) y aumenta la posibilidad de corrupciones. Axiomático.
    Como no hay industria y el estado es grande es muy importante relacionarse con el «Estado» como Funcionario o como Proveedor.
    La degradación del sistema educativo y la des-incentivación del mérito actúan como reductores de movilidad.
    El conjunto expulsa a los mejores hacia fuera, un fenómeno que hace que se muevan, sí, pero nunca en España.

    Seguro que hay muchos más pero esos me parecen importantes.

    Sería tema para un workshop.

  7. colapso2015 dice:

    «una auténtica red de seguridad universal»

    ¿La NSA no vale?

  8. Teresa Cabarrush dice:

    Interesante artículo y muy significativo: » Ni si sus nietos van a poder acceder a toda la educación que deseen desde el principio mientras sus hijos sí puedan entrar en la universidad y a él no le cueste dinero», esto es muy preocupante. Está claro tengo melancolía de los » Ilustrados».

    Saludos.

  9. Navarta dice:

    Este artículo de Krugman http://blogs.elpais.com/paul-krugman/2013/09/los-muy-ricos-son-mucho-mas-ricos.html profundiza en este tema.

    Y oh¡¡¡ sorpresa, un ejemplo de desigualdad clamorosa de oportunidades es la escuela de negocios de la Universidad de Harvard http://economia.elpais.com/economia/2013/09/13/actualidad/1379085165_919877.html

    Quien lo diría, ¿verdad?

  10. Epicureo dice:

    Este artículo es completamente falaz.

    La diferencia entre Juan y María no es un caso de desigualdad de oportunidades. Los fijos y los precarios no son castas hereditarias.

    Lo que ocurre es que cuando Juan era joven había una red de seguridad para los trabajadores que las reformas laborales han ido eliminando, a la chita callando y sin efecto retroactivo (estaría bueno). Juan es un residuo del pasado; en la generación de María ya no habrá casi juanes.

    Durante la burbuja era fácil encadenar contratos temporales y no se notaba demasiado la diferencia (en eso el artículo tiene razón), pero ahora se nota, y mucho.

    Lo normal sería que los perjudicados se rebelaran contra los responsables de su situación y los que se han aprovechado de ella: el Gobierno y los empresarios.

    La receta de Politikon, en cambio, es enfrentarlos contra aquellos cuyo único delito es haber nacido unas décadas antes: los trabajadores con contratos fijos, los jubilados con pensiones (a veces) dignas, los profesionales y microempresarios en sectores regulados. Los restos de esa clase media trabajadora que podía permitirse vivir incluso bien.

    Es una estrategia inteligente por parte del capital. Mientras haya algo de democracia no habrán ganado aún la lucha de clases, porque los pobres son más. Pero si enfrentan entre sí a los pobres y los menos pobres, lo tendrán fácil. Divide y vencerás. Como cuando los ricos se divertían al ver a los mendigos pelearse por las monedas que les tiraban.

  11. Joshua dice:

    Creo que Navarta y Epicureo resumen todo lo que me sugiere el artículo original y este post. Centrase en la distribución entre media y media baja puede arreglar algo del estropicio de desigualdad generado. Pero hay un elefante en la habitación: alguien se ha estado llevando la parte del león ahí arriba popr encima del percentil 90, y eso solo ha sido plenamente visible cuando el crecimiento económico (lleno de esteródes dicho sea de paso) ha dejado de taparlo. Y lo de los esteroides no es una metáfora hueca: lo que se han llevado los de arriba NO es mayoritariamente su producción genuína de bienes y servicios (su parte legítima en una economía de mercado) sino rentas extractivas puras y duras. El Estado del Bienestar puede hacer frente a ciertos niveles de desigualdad, pero a partir de ciertos límites, es incapaz de redistribuir lo que se distribuye tan crecientemente mal (básicamente porque se mete en deudas difíciles de pagar).
    Es cierto que la dualidad laboral y la elegibilidad para determinados servicios públicos genera desigualdades que no son defendibles, pero me temo que no es ahí donde nos jugamos el futuro de la clase media.
    Si lo que se pretende es una convergencia hacia el suelo con una sociedad realmente dual (90-10% ó 95-5%) el artículo va bien encaminado. Adiós siglo XXI, Hola siglo XIX.

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