Política

Los intelectuales y la prosaica democracia parlamentaria

1 Jul, 2013 - - @egocrata
Los entrevistadores preguntan a Aron por la cuestión de como, ante la existencia de los campos de prisioneros soviéticos, era posible que hubiera desacuerdos entre los intelectuales respecto a la URSS.
-Pero, ante estos hechos, ¿por qué el tema de la democracia no movilizaba a los intelectuales?
-Ah, pero todo el mundo hablaba de la democracia. Los soviéticos hablaban de la democracia. La cuestión era saber si la democracia de tipo occidental, luego del tipo americano, era la verdadera democracia. ¿El régimen que saldría de los horrores de la guerra sería una democracia parlamentaria? Pero nadie es entusiasta de la prosaica democracia parlamentaria que solamente es emocionante cuando ha desaparecido. Solamente hay un argumento a su favor, pero es un argumento con mucha fuerza, es el de Churchill: «Es el peor de los regímenes con la excepción de todos los demás».
Sin embargo, esta resignación a este régimen, que es el menos malo o el mejor comparado con los demás, no estaba en consonancia con el entusiasmo y la esperanza de los combatientes y resistentes que salían de la guerra. Es totalmente comprensible. El régimen estalinista, en cambio, era fascinante. Era horrible, pero era fascinante. Esta disciplina de la palabra a través del mundo entero, la adoración del número 1, el amor por aquel hombre, el todo en nombre del humanismo, de la libertad, de la democracia, todo aquello era al tiempo monstruoso, diabólico y fascinante.
(…)
-Usted también ha dicho que los intelectuales franceses elegían este totalitarismo para consolarse un poco ante la pérdida de prestigio político de Francia.
-Sí. Trabajar para la cuarta república era situarse en el Hexágono [Francia], vincularse a una tarea limitada, nacional, reconstruir la economía de Francia, rehacer la sociedad francesa. Para mí, era el objetivo, era el imperativo, era el deber. Y yo encontraba que era muy importante para los franceses darse a sí mismos de nuevo una patria. Pero los verdaderos intelectuales, parece, no encontraban esta tarea digna de ellos. Permitir a Francia reunirse con lo que hoy llamamos el pelotón de cabeza de una economía moderna, no les excitaba. (…)
– Respecto de esta actitud radical de los intelectuales franceses ante la sociedad, usted ha escrito: «Los intelectuales no quieren entender ni cambiar el mundo. Quieren denunciarlo». (…) Usted dice a menudo que los intelectuales de izquierdas se niegan a pensar en la política. Quiere usted decir que se niegan a construir y hacer algo concreto?
-Esto significa dos cosas: los intelectuales prefieren una ideología, es decir, una representación más o menos literaria y lineal de la sociedad deseable, antes que estudiar el funcionamiento de una economía definida, de una economía de mercado, de un régimen parlamentario, y así sucesivamente.
Y luego, hay un segundo rechazo, tal vez más esencial: rechazar responder a la pregunta que me hicieron una vez, ¿si usted estuviera en el lugar del ministro, qué haría usted? Cuando volví de Alemania, en 1932 -yo era muy joven- tuve una conversación con el secretario de estado de exteriores, Paganon. Me dijo: «Cuénteme sus historias». Le hice un discurso de académico, evidentemente brillante -en aquella época mis discursos eran brillantes. Después de un cuarto de hora me dijo: «Todo esto es muy interesante, pero si usted estuviera en mi lugar, qué haría?» Debo decir que ahí estuve bastante menos brillante respondiendo.
La misma historia me ocurrió con Albert Ollivier, pero invertida. Había escrito en Combat un artículo, brillante también, contra el gobierno. Yo le dije «En su lugar, qué haría usted». Él me respondió: «No es mi trabajo. Es el ministro quien debe encontrar una solución, yo solo critico». Yo le respondí: «Yo no tengo exactamente la misma concepción de mi papel como periodista». Y debo decir que gracias al señor Paganon, toda mi vida, en tanto que periodista, me he hecho siempre la pregunta: «Qué haría yo si estuviera en los zapatos del ministro».
-Usted cree que esta es una pregunta que los intelectuales no se hacen
-Rara vez. Consideran que este tipo de preguntas son para los técnicos, los tecnócratas. Ellos solo están inquietos, angustiados, por todo lo malo que nuestro régimen existente comporta (y todo los regímenes comportan cosas malas), tienen sed de una solución que daría una sociedad universalizable. Por supuesto, tienen opiniones sobre lo que hay que hacer en cualquier tema, contra la inflación o en relación con el rearme de Alemania. Pero estas son opiniones basadas en imperativos o en postulados morales, nunca a partir de un análisis de la coyuntura.
Raymond Aron en Le Spectateur Engagé, pp. 254 a 258 – traducción de Cives.


11 comentarios

  1. Juan de Juan dice:

    Aron se engaña cuando muestra la visión que muestra de la época durante la cual los intelectuales franceses (y en otros países occidentales) apoyaban a Stalin. Y la prueba de se engaña y se miente es que, años después de que Nikita Kruschev hubiese descubierto bien a las claras el tipo de gañán, y el tipo de democracia, que los intelectuales habían estado apoyando, esos mismos intelectuales apoyaron el maoísmo en los años en los que estaba dejando a Stalin de activista de los derechos humanos.

    Es, como digo, una visión muy cínica la suya que trata de obviar el asunto de que la intelectualidad europea fue objeto de una campaña de opinión, en ocasiones extraordinariamente bien retribuida, que ellos aceptaron de una forma acrítica; tan acrítica que podría calificarse, sin lugar para el error, de antiintelectual. La actuación de la intelectualidad francesa cuando Victor Kravchenko decidió llevar a los tribunales a sus críticos fue miserable. Pero, las bat not lis, veinte años después, con Stalin ya cadáver, la repitieron cuando Solsenitzsin salió de la URSS y comenzó a conceder entrevistas sobre el Gulag. Es más: Solsenitzin salió en la televisión francesa, en prime time, creo recordar que en el 71 o en el 72, y afirmó que la Conchinchina iba a convertirse en un matadero comunista; y ahí están las colecciones de Le Monde, Le Nouvel Observateur y, por supuesto, L’Huma, para comprobar lo que estas mentes preclaras dijeron de él.

    ¿Stalin, fascinante? Puede. Pero también rentable. Muy, muy rentable.

    • Alatriste dice:

      ¿Perdón? ¡Pero si lo que dice se aplica perfectamente! El maoísmo era también un espectáculo fascinante – como estoy de humor punzante, diré que a los atractivos del estalinismo añadía una estética orientalizante muy del gusto francés – y les permitía exactamente el mismo alejamiento de la prosaica necesidad de enfrentarse a la política gris de los lunes a los viernes.

      Y también estaba el mismo problema de la pérdida de prestigio de Francia. Ya no se trataba de la reconstrucción después de 1945, sino del fiasco de Suez, la derrota de Dien Bien Phu y la guerra sucia en Argelia, pero después de esos golpes el caso es que era mucho más romántico hacerse maoísta y responder a todo que la respuesta es la revolución, etc, etc, que colaborar con de Gaulle y la V República.

      Y ese mecanismo sigue activo. No voy a resistirme a mencionar el mito de la Cuba castrista, que sigue tan vivo como antes el del estalinismo y el maoísmo…. y si hace falta otro ejemplo bastó que estallara una rebelión contra Gadafi para que ciertos círculos empezaran a convertir a Gadafi en un icono revolucionario y hubiera gente diciendo tontadas como que las tribus eran una forma democrática «aestatal».

      Es más, podemos ver el mismo esquema en la España de hoy. Puede que esto levante ampollas en muchos – bueno, no es que pueda, es que lo va a hacer – pero es la misma mecánica que lleva a tantos a responder a _cualquier_ problema, desde la crisis a la corrupción pasando por la baja calidad de la programación televisiva es «la» república (no una república, «la» república).

      Por cierto, y para acabar, me ha parecido una traducción notable. Yo la hubiera preferido en algún punto más libre – como «sociedad ideal» en lugar de «deseable» – pero en líneas generales me parece muy buena (quienes tengan costumbre de traducir y de leer traducciones me entenderán si digo que lo primero que se descubre leyendo una traducción no es si quien la hizo domina el inglés o el francés, es si domina el español; Cives lo domina).

  2. Ormos Loulida dice:

    Justamente por los argumentos expuestos en este artículo es por lo que los intelectuales han sido capaces, históricamente, de imaginar mundos alternativos (las denostadas utopías que, con sus errores y castillos en el aire, son el motor del cambio social), mientras que los profesionales y técnicos se dedican a explicar lo existente.

    Desde mi punto de vista, tan necesarios son los unos como los otros. La política ‘gris’, los asuntos de tres al cuarto, así como la crítica y la alternativa (pese a que sea irrealizable, insisto).

  3. […] – Raymond Aron, los intelectuales y la prosaica democracia parlamentaria: […]

  4. Capitalismo y Stalin venció a los nazis. dice:

    ¿Se imaginan los pomposos discursos que se escribirían si hubiese sido el fascinante régimen soviético quién hubiese lanzado dos bombas atómicas sobre dos ciudades abarrotadas de civiles en lugar de hacerlo una de esas democracias aburridas, serias y que no se pueden criticar porque «son el régimen menos malo»?

    A todo esto, ¿para quién es la democracia parlamentaria el régimen menos malo? ¿Para los que no tienen empleo? ¿Para los que no tienen seguros médicos? ¿Para los que habitan en el gulag de guantánamo (ay perdón)?

    La democracia parlamentaria es el régimen menos malo para la burguesía. No me extraña que en estos tiempos el interés suyo de clase se haya confundido con el de todos.

    • heathcliff dice:

      La diferencia fundamental entre nazismo y comunismo es que el nazismo no murió de hambre…

      Por lo demás, poca cosa…

      • Capitalismo y Stalin venció a los nazis. dice:

        ¿Tiene vd estadísticas de desnutrición en rusia anteriores a la revolución bolchevique, posteriores a la misma y con el régimen estabilizado en los setenta y posteriores a la traición de gorby y compañía para hacer esa clase de juicios o ha sacado la frase de una agenda?

        • Alatriste dice:

          Para empezar, esas dos ciudades abarrotadas de civiles eran importantes centros de industria bélica (en parte se escogieron por eso, porque los amaericanos querían ver qué efectos tendría la bomba sobre las industrias de guerra). Nagasaki era uno de los principales astilleros de la marina de guerra japonesa, Hiroshima una de sus principales bases navales.

          Y luego, Heathcliff no tiene más que leer el artículo escrito por Yegor Gaidar, primer ministro de la URSS, diciendo exactamente eso: que lo que acabó con la URSS en 1989 fue que sin préstamos de Occidente para pagar alimentos se hubiera desencadenado una hambruna.

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