Sociedad

En defensa de la jerga técnica: inventar nuevas palabras para pensar mejor

30 Jun, 2013 - - @kikollan

“Never use a foreign phrase, a scientific word, or a jargon word if you can think of an everyday English equivalent.“ ~ George Orwell.

Me gusta la escritura simple y clara, directa y sin adornos. La escuela de escritura anglosajona que abanderó gente como Orwell o Hemingway y que tiene por manifiesto el “Principles of Composition” de Struck y White. Pero al mismo tiempo soy un defensor del uso de jerga técnica, cosa que puede parecer una incongruencia, pero que en seguida explicaré.

En la mayoría de ocasiones el propósito de escribir es transmitir información, y en general eso resulta más fácil si se usan palabras comunes. Esa debe ser siempre la posición por defecto: tratar de escribir de la forma más simple posible. Pero existe un compromiso. Porque si se esquivan los términos sofisticados uno acabará con un texto largo y alambicado, poco claro, que avanza dando rodeos. En ocasiones es preferible una palabra menos común pero más precisa que ayude a mantener el discurso breve y directo. Esta capacidad de sintetizar es trascendental: no es solo una forma mejor de escribir, es una forma mejor de pensar.

Y es aquí donde las jerga juega su papel. Cada día se hacen descubrimientos, surgen ideas y argumentos que antes no existían. Y si queremos manejar todas estas novedades con agilidad necesitamos darles un nombre. De esa forma nos ahorramos las descripciones de tres párrafos: bastará con pronunciar una palabra para que una idea se evoque de golpe y mágicamente en la mente del otro. Estás parejas de {idea, palabra} surgen en ámbitos especializados y son lo que llamamos jerga técnica. Incorporar la jerga en el lenguaje común puede parecer un proceso accidental, pero tiene más importancia de lo que se diría a primera vista.

“La Jerga técnica, palabras como “proporcional”, “placebo”, “falso positivo” o “trade-off” han hecho más fácil para todo el mundo pensar sobre conceptos abstracto.” ~ Steven Pinker.

La jerga técnica comprime ideas sofisticadas en pocas letras. De esa forma, al sintetizar ideas como “placebo” o “proporcionalidad” multiplicamos nuestra capacidad de pensar en abstracto. Lo mismo ocurre con “genético”, “viral”, “inflación” o “exponencial”. Vamos teniendo piezas nuevas que nos ayudan a pensar mejor y comunicar mejor. Por eso generalizar la buena jerga es un proceso estupendo.

No obstante, es verdad que el uso de jerga no es gratuito. Cuando es innecesaria, usarla es contraproducente: hace los textos menos legibles a cambio de nada o con malas intenciones, para ofuscar o fingir erudición. Pero incluso cuando está justificada, un término nuevo tiene siempre que salvar un valle de desutilidad: desde que surge hasta que se generaliza existe un tiempo transitorio en que el término es poco conocido y por lo tanto su uso va en contra de la claridad. Pero es un precio temporal para un beneficio a largo plazo. (Por cierto, esto significa que algunos de esos “snobs” que criticamos por usar jerga y anglicismos son en realidad heroicos pioneros.)

Pero volviendo a los beneficios de la jerga, Steven Pinker llega a lanzar la hipótesis de que integrar tecnicismos en el lenguaje corriente podría haber contribuido a hacernos más inteligentes. Durante el siglo XX se observó algo curioso: las puntuaciones de los test de inteligencia tendieron a incrementarse de forma sustancial y sostenida en muchos lugares del mundo. Es como si la gente en general se hubiese hecho más lista. El fenómeno se conoce como el efecto Flynn, y aunque hay varias hipótesis, no existe consenso sobre sus causas —se barajan los efectos de la educación o la nutrición, y también otro factor, las enfermedades, sobre el que ya escribí en “el círculo virtuoso entre salud, inteligencia y prosperidad”—. Lo que sugiere Pinker es que la sucesiva sofisticación del lenguaje, al ayudarnos a pensar sobre conceptos abstractos, podría explicar porque nuestros resultados en los tests de cociente intelectual son cada vez mejores. Gracias al lenguaje somos (o parecemos) más inteligentes.

Personalmente me gusta esta visión del lenguaje como un instrumento funcional. Eso no encaja con la idea de algunos que pretenden “mantenerlo puro” o “fiel a sus raíces”. Es evidente que un lenguaje necesita cierta estabilidad porque si no uno nunca sabría que significa una palabra, pero el inmovilismo me parece una batalla perdida y un objetivo inadecuado. Si aceptamos que una lengua es un instrumento, el objetivo debe ser maximizar su utilidad, no tenerlo expuesto en un altar.


12 comentarios

  1. toño dice:

    Es que casi nadie critica la jerga necesaria, la derivada de conceptos nuevos. Lo criticable es el uso de nuevas palabras, casi todas tomadas del inglés, para dar la sensación de novedad, para «meterla doblada’ o para crear barreras artificiales, es decir, para fijar privilegios por la via del lenguaje. Es decir, lo que hacen los que van de «managers»

  2. Alejandro dice:

    Estaba leyendo el artículo y me estaba acordando de esto http://goo.gl/nJTY6. Al parecer es al contrario, todo parece indicar que nos hemos vuelto menos inteligentes.

    Totalmente de acuerdo en la necesidad del lenguaje técnico pero:

    – El castellano «tradicional», es una lengua con siglos de antigüedad y enormemente rica en matices y términos para expresar una cantidad enorme de la realidad inteligible. De hecho, me atrevería a decir que el castellano es en sí, una lengua mucho más descriptiva que por ejemplo, el inglés.

    – Utilizar términos anglosajones por tanto, puede ser práctico (soy ingeniero informático, así que me resulta familiar), pero hay que reconocer que todos esos términos anglosajones se pueden sustituir por sus correspondientes pares en castellano, luego la latinización aunque legítima, suele ser un recurso propio más de la pereza o el escaso dominio de la lengua de Cervantes, que de la necesidad.

    – Durante siglos, la jerga se ha solido usar con bastante más frecuencia como medio para mantener los «chanchullos» propios de cada oficio lejos de la atención del público. Valga como ejemplo la prolija jerga económica, que viene a utilizarse en muchos casos para referirse a realidades bastante más cotidianas de lo que da a entender, pero de forma más… Artificiosa y no apta para profanos. Luego suele estar asociada a ciertos matices de exclusividad y elitismo.

    Por último y de nuevo por pereza, se suele generar mucha jerga «profesional» que, bien mirado, resulta innecesaria y no hace más que conseguir lo contrario, dificultar la interpretación de lo expresado, así que se podría decir que es un arma de doble filo. Digamos que, usada con mesura y donde sea racionalmente necesario es sumamente útil, pero usada de forma tan extensiva como la usamos actualmente… En mi opinión genera muchísima «basura» lingüística.

    • Alatriste dice:

      Recuerdo haber leído ese artículo y haberme quedado a cuadros por varios motivos:

      – El primero es un problema de comparación de muestras. Por desgracia el breve artículo no dice absolutamente nada sobre a quienes se hicieron esas pruebas en tiempos victorianos (cita 1884), dónde y por qué motivo. Me cuesta creer que la muestra – si es que se hizo alguna clase de selección – fuera lo que hoy llamaríamos representativa del conjunto de la sociedad.

      – El segundo es el problema de la medición de los tiempos. De nuevo sin tener ningún detalle de los tests del siglo XIX no se puede asegurar nada, pero estamos hablando de tiempos de reacción visual, así que debemos – deberíamos – estar hablando de décimas o centésimas de segundo.

      – El tercero es la asociación entre reflejos rápidos e inteligencia. En mi experiencia hay gente muy rápida y muy inteligente, pero también gente que es muy rápida… en equivocarse. No creo que tener reflejos rápidos esté relacionado con una profunda capacidad de análisis lógico o matemático, por ejemplo. Aquí estamos hasta cierto punto hablando de uvas y manzanas. Las dos son frutas/inteligencia, pero no son lo mismo.

      – Y el cuarto es… bueno, esto no hay ninguna manera educada de decirlo: el artículo parte de la asunción evidente de que los pobres y los extranjeros son imbéciles (perdón, «tienen genes menos favorables»). Eso de que «Las personas más inteligentes tienen ahora menos hijos que en décadas anteriores (por las presiones de la vida moderna), mientras que las personas con genes menos favorables tienen más» equivale a decir de un modo apenas disimulado que el problema es que los ricos tienen la parejita mientras que los proletarios y los inmigrantes procrean como conejos, los muy asquerosos.

      • Aloe dice:

        Yo he pensado lo mismo, que se podría resumir diciendo que independientemente de los promedios de las poblaciones, el autor (o autores) del artículo sí podrian ser un ejemplo de su propia tesis.

      • Kiko Llaneras dice:

        Hay mucha evidencia de lo contrario, buscad efecto Flynn y veréis. Las hipótesis explicativas son todas interesantes, como por ejemplo, la que comentaba de las enfermedades infecciosas: http://politikon.es/2012/05/21/el-circulo-virtuoso-entre-salud-inteligencia-y-prosperidad/

      • Alejandro dice:

        Cierto, al estudio se le pueden plantear bastante pegas – es lo bonito de la ciencia -, lo cité más por encontrarlo curioso que con otro ánimo. A pesar de eso, se puede encontrar algo más de información en la fuente de la noticia (http://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0160289613000470) aunque parece que es de pago.

        El estudio de la velocidad de reacción se hace, no obstante, porque tras haber hecho estudios en sujetos actuales, habrán encontrado una relación estadística importante entre ese dato y la inteligencia… Desconozco los detalles neurológicos ;-).

  3. JLPC dice:

    ¡Ay, el prof. Pinker! y sus brillantes generalizaciones…

    Me gustaría saber en qué se basa para decir que el lenguaje se ha ido haciendo más abstracto a lo largo del periodo en que se maniefiesta el efecto Flynn. Aún más, me gustaría preguntarle si cree que el castellano o el inglés clásicos tienen menos palabras «abstractas» que los lenguajes correspondientes del s. XXI.

    Por cierto, llevando esta hipótesis a sus últimas consecuencias, las personas más inteligentes del mundo occidental debieron de ser los escolásticos medievales 🙂

  4. GDDL dice:

    Lo que no entiendo es por qué se generaliza. No sé en otros sectores, pero en el ámbito jurídico, el uso de jerga técnica busca descaradamente establecer una barrera de entrada al arte.

    A mí me lo dijeron el primer día. No uses el inglés si puedes usar el español. No uses el español si puedes usar el latín.

    Al final estamos hablando de postureo, como siempre. Si fuéramos prácticos, no usaríamos «Trade-off», sino «coste de oportunidad». Si encima quieres que te paguen, mejor usar «lucrum cessans».

    • L dice:

      Tradeoff no es lo mismo que coste de oportunidad; un tradeoff es entre dos cosas, el coste de oportunidad no. Tradeoff se aproxima más a dilema, pero dilema la idea de que es algo binario, no continuo.

      • GDDL dice:

        Coño, puestos a sacar punta, métele mano a lo del lucro cesante.

        Por cierto, el coste de oportunidad también es entre dos cosas: o haces X, o haces algo distinto a X. Con un 50% de probabilidad cada alternativa.

        Las matemáticas son muy putas.

  5. GDDL dice:

    Coño, puestos a sacar punta, métele mano a lo del lucro cesante.

    Por cierto, el coste de oportunidad también es entre dos cosas: o haces X, o haces algo distinto a X. Con un 50% de probabilidad cada alternativa.

    Las matemáticas son muy putas.

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