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La cara electoral de la dualidad

24 Jun, 2013 - - @jorgegalindo

We argue that the distinction between insiders and outsiders is essential to understanding the politics of industrialized democracies since the 1970s. In this respect, we are following the lead of a number of authors, most directly that of David Rueda. However, where Rueda’s work concentrates on the relationship between government partisanship and economic policy, we emphasize another matter of central importance that has not yet received much attention: the interaction between party strategies and voter preferences.

Our main argument is that if center-left parties emphasize the interests of insiders, outsiders tend to abandon the political process or vote for radical political parties, but if center-left parties emphasize the interests of outsiders, insiders become more likely to vote for the center-right. Herein lies the insider–outsider dilemma: center-left parties are pulled in opposite directions by two groups of voters – both part of the historical core constituency of the Left – that often have different interests.

Este artículo de Johanes Lindvall y David Rueda es una derivación en términos electorales de las tesis de Rueda sobre dualidad y preferencias políticas. La idea central es sencilla: si las preferencias sobre la regulación del mercado laboral son distintas entre trabajadores estables y trabajadores poco protegidos/desempleados, los partidos socialdemócratas van a enfrentarse a un dilema a la hora de construir su programa electoral. O bien proponen mantener la dualidad con alta protección para los trabajadores indefinidos, arriesgándose a sacar del sistema a los outsiders, o bien proponen acabar con la dualidad y soportar la pérdida de su base electoral, que son al fin y al cabo la clase media constituida por trabajadores indefinidos. Los autores ponen a prueba su hipótesis con un estudio de caso, Suecia, en la década de los noventa. En las raíces de su análisis para el caso de Suecia hay modelo espacial de voto, pero teniendo en cuenta que los partidos tienen una core constituency o base electoral (para los socialdemócratas, trabajadores indefinidos; para los partidos de centro-derecha, propietarios, gerentes y empresarios en general). Por otro lado existe un grupo de votantes llamados swing voters formado por los outsiders que pueden asignar su voto de manera distinta dependiendo de la configuración del sistema de partidos y de la plataforma electoral de los distintos contendientes. Al comparar las elecciones suecas de 1994 y 1998, llegan a la conclusión de que los outsiders variaron, como colectivo pivotal, su voto de partidos SD, ya que no «representaron sus intereses».

Esta conexión entre dualidad y voto de castigo puede ser modelada también como voto basado en evaluación económica del Gobierno de turno. Por ejemplo, este reciente paper muestra que los trabajadores más expuestos al riesgo de perder su empleo votan más con el bolsillo, y por tanto tienden a castigar de manera más acentuada a aquellos partidos que no hagan algo por ellos. Son dos caras de una misma moneda: los trabajadores precarios y desempleados tienen ciertas preferencias en política laboral dada su posición relativa en el mercado de trabajo, nos dice Rueda. Votarán a quienes les ofrezcan una mejora en este sentido. Por otro lado, si esta posición se encuentra particularmente amenazada en un momento dado, quienes la ocupan reaccionarán «defendiéndola» de quienes consideran malos gestores.

El auténtico dilema, pues, está en el lado de las respuestas estratégicas de los votados. La pregunta que enfrenta la socialdemocracia es cómo conseguir construir un discurso y una propuesta política que aúne los intereses de quienes más se han beneficiado de la regulación laboral y del crecimiento de los años anteriores a la crisis, y quienes han visto sus trayectorias completamente rotas desde 2009. Cómo mantener un programa articulado en torno a la igualdad entendiendo de qué manera los cambios en el mercado laboral están moviendo de lugar las brechas (de clase, incluso, si queréis llamarlo así) que lo dividen. Y esta cuestión es válida no solo para el PSOE. Los sindicatos también deben asumirla como propia e inevitable. Ignacio Urquizu defendía esta semana el papel de los sindicatos, reconociendo a la vez que éstos no pasan por su mejor momento. La defensa es legítima y simpatizo con ella, pero con un matiz importante: deberíamos preguntarnos por qué los sindicatos pasan por tan mal momento. Las causas son múltiples, y puede que quepa pensar en ataques directos como apunta Urquizu, pero una no menor es la creciente dualización en el mercado laboral. Ya en 1997 Javier García Polavieja escribió junto a Andrew Richards un paper en el cual planteaban el dilema al que se enfrentaban los sindicatos: el cambio en la estructura del mercado laboral español sobrevenido desde las reformas de principios de los ochenta hasta entonces había dejado a las centrales con una decisión que tomar, calcada a la que Lindvall y Rueda enuncian en su reciente trabajo: ir a por los nuevos trabajadores temporales y tratar de defender sus intereses para evitar una pérdida de miembros y apoyos, o mantenerse junto a los trabajadores indefinidos que históricamente han constituido el núcleo de los sindicatos españoles.

El dilema entonces fue resuelto con un camino aparentemente intermedio: los sindicatos continuaron pidiendo seguridad laboral para su core constituency pero también comenzaron a defender los intereses de los trabajadores precarios con algo más de ahínco. La respuesta fue: más protección para todos. El resultado real, mantener la brecha existente. Es decir: escasos o ningún resultado sustancial (salvo por algunos cambios hechos en 2005 y 2006 por el Gobierno socialista). Es muy posible que la situación actual, con presumiblemente muchos más hogares afectados por la precariedad y el desempleo y con unas expectativas mucho peores para aquellos que se encuentran en el lado malo del mercado laboral, ya no haga sostenible mantener una apuesta intermedia. Ni para los sindicatos, ni para los partidos socialdemócratas. Un nuevo compromiso en forma de propuesta política es urgente para evitar quedar atrapados eternamente en el mismo dilema mientras otros adelantan, por la derecha o por la izquierda.


Un comentario

  1. Pedro dice:

    Politikón está muy orientado, siempre, ha analizarlo todo en base a la dualidad del mercado de trabajo.
    Yo creo que más que un problema de dualidad propiamente dicha, la cuestión es más general: Existe un pulverizado de situaciones sociales y laborales que es amplísimo, y por tanto esta construcción de clases sociales como bloques monolíticos que compartían los mismos intereses por sus similitudes han pasado a la historia.

    No sólo hay trabajadores insiders y outsiders, hay también profresionales que trabajan por obra y servicio o a horas, hay multitud de autónomos con intereses absolutamente distintos, clases ociosas de distinta naturaleza, empresarios precarizados, empresarios endeudados, trabajadores pertenecientes a sectores regulados, etc, etc, etc.
    Los partidos de izquierdas no han sabido adaptarse a este cambio social y crear un marco común que interese a todo aquel pulverizado que podría situarse en lo que es la antigua clase media y la clase trabajadora. Esto obviamente es un problema, pero no es tan grande como el de los sindicatos que si creo que necesitan una reconversión total. El problema de los partidos es político, ideológico, de sociedad a la que aspirar.

    El éxito de la derecha yo lo interpreto de una forma más primaria. Ante la caída de la idea del progreso y la aspiración a una sociedad mejor, la derecha ha vendido la aspiración de la mejora individual, que es una idea positiva, y otra idea mucho más negativa: Ha potenciado la envidia a los privilegios del vecino. Esto lo desarrollé aquí:

    http://larepublicaheterodoxa.blogspot.com.es/2013/05/la-envidia-como-sentimiento-movilizador.html

    Saludos,

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