Política

Una política basada en la evidencia

26 May, 2013 - - @kikollan

Desde estas páginas hemos abogado por un debate político menos opinativo y que dé cabida a enfoques analíticos. Un debate, en definitiva, que esté mejor informado. Pero, ¿por qué no generalizar esta petición y demandar este enfoque analítico para el ejercicio mismo de la política?

Esto es lo que pretende la Política Basada en la Evidencia. Un concepto que no es nuevo, pero que tomó impulso bajo el Gobierno de Tony Blair en Reino Unido, cuando éste abogó por una “modernización del estado” que limitase el peso de la ideología y produjese políticas que “tomaran forma en base a evidencias y no como respuestas a presiones cortoplacistas”.

La idea es sencilla. La Política Basada en la Evidencia busca que las políticas públicas estén (más) informadas por evidencias fruto de investigaciones rigurosas. En la práctica, esto pasa por incorporar conocimiento empírico en todas las etapas del proceso, desde que se identifica el problema, hasta que se formula e implementa una política que lo enfrente. Supone también verificar el éxito o fracaso de acciones en funcionamiento, e incluso llevar a cabo ensayos para evaluar un programa antes de su puesta en marcha. Grosso modo, lo que se persigue es asimilar el proceder científico de la medicina y otras disciplinas.

La mejor ilustración del concepto son los ensayos piloto de políticas públicas (Randomized Controlled Trials). Un ejemplo paradigmático son los programas en la India para mejorar los resultados escolares, que se ensayan en cien o doscientos escuelas al azar y que cuando tienen éxito se extienden por todo el país. Estudios semejantes son frecuentes en políticas para el desarrollo, pero también existen ejemplos mundanos, como el de la Cabinet Office británica, que comprobó con un ensayo que enviar un SMS a los morosos multiplicaba por seis el porcentaje de pagadores. Otras veces los resultados sirven para abandonar políticas fallidas. Hace unos años, EEUU y Reino Unido pusieron en marcha un programa que que consistía en entrevistar a jóvenes con presos para que fuesen conscientes de los riesgos de una vida criminal, sin embargo, el programa conseguía justo lo contrario: los participantes en el programa cometían más delitos.

Como digo, estas ideas no son algo revolucionario. Las políticas públicas ya se nutren de evidencias empíricas, pero esta práctica debiera ser rutinaria y más intensiva. Sencillamente, si una política persigue un objetivo, tiene que estar fundamentada y conviene comprobar que efectivamente consigue lo que se propone.

Llegado este punto, es necesaria una advertencia: el conocimiento empírico no puede suplantar el proceso democrático mediante el que se concilian criterios e intereses divergentes. Para empezar, porque los aspectos técnicos —la eficacia y eficiencia de una acción—, no son los únicos factores relevantes en la génesis de las políticas públicas. El proceso es complejo, no lineal y multifactorial. En él tienen cabida desde los intereses de parte hasta cuestiones prácticas como términos parlamentarios. Pero, sobre todo, cabe recordar que la capacidad de autogobernarse es un bien en sí mismo y que las preferencias de los ciudadanos tienen un valor intrínseco. Esto significa que la buena política tiene necesariamente un núcleo de diálogo social y de debate de intereses.

En definitiva, la evidencia empírica y los criterios técnicos no deben imponer el devenir de la política, pero sí deben contribuir a ese proceso como un elemento de importancia. Un elemento, además, de importancia creciente, porque nuestras sociedades enfrentan retos cada vez más complejos que exigen soluciones cada vez más sutiles. La mera intuición es una consejera que pierde facultades cada día y debe dejar espacio a otras formas más rigurosas de saber qué hacer y cómo hacerlo.

Porque hoy vivimos una situación paradójica: nuestras ciencias sociales se alimentan de los datos de políticas reales, pero el tránsito contrario apenas fluye. Se diría que tenemos evidencias basadas en políticas y no políticas basadas en evidencias. De este modo, al permitir que nuestras políticas hagan un uso pobre de la experimentación y la evidencia, convertimos el ejercicio de gobernar en un experimento permanente.


39 comentarios

  1. soymadre dice:

    Esas tildes que les faltan… Cuiden la forma, cuesta tan poquito.

  2. dpcereza dice:

    Hace tres meses un diputado del PNV dijo en la comisión de interior que desde 1981 las pelotas de goma habían matado a 35 personas, y que lo documentaba con fuentes judiciales. Un dato así, de ser cierto, obligaría a replantear las tácticas policiales. Pero la intervención no fue ni replicada ni recogida por nadie… Y el diputado no sabe ahora de donde saco esos números.

  3. ¿Por qué es en gran medida inviable una política basada en pruebas?

    1) Porque gran parte de los políticos españoles son licenciados/graduados en Derecho, disciplina más argumentativa que anclada en datos. Nuestros políticos provienen de una tradición poco amiga de la ciencia o que tiene serios problemas para entenderla. (Sólo hay que ver a Punset).

    2) Porque a la gente le da bastante igual la política. Sólo hay que mirar las encuestas del CIS en las que se pregunta expresamente por esto. Por ejemplo, para jóvenes entre 18 y 29 años, el 68.3% manifiesta que la política le interesa entre poco y nada (pregunta 4).

    http://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Marginales/2900_2919/2919/e291900.html

    Uno no pide un discurso elaborado cuando algo no le interesa. De hecho, un discurso elaborado, frente a uno más simple, tiene, en muchas ocasiones, las de perder. En situaciones de baja motivación, uno no evalúa racionalmente los argumentos, sino que se centra en la apariencia de verdad (heurísticos; ruta perífica de procesamiento). Una política basada en pruebas supondría para muchos políticos tener que defender opiniones tal vez impopulares entre su propio electorado cuando éste no está muy por la labor de escuchar al político.

    Siempre se dice que los políticos han de escuchar al pueblo. Mi duda es en qué medida el pueblo está dispuesto a escuchar a un político con voluntad de llevar adelante un programa basado en pruebas.

    3) Por los mismos motivos que es difícil la extensión de la práctica basada en pruebas en otros contextos. Hay estudios para hablar sobre el tema. Se puede hablar basándose en pruebas sobre la resistencia a las pruebas. 😉

    • Error mío. La encuesta es para jóvenes entre 15 y 29 años.

    • Kiko Llaneras dice:

      Topo, sí, estas dificultades existen y no son pequeñas. Sí, nuestro políticos tienen que tener mayor sensibilidad hacia los datos. Y sí, para la ciudadanía un debate político más riguroso es también más costoso en tiempo y esfuerzo. Exige más y eso actúa como freno. Por eso usamos nuestros «partidos referencia» como atajo muchas veces.

      Sin embargo, estas barreras no hacen menos necesaria una política basada en datos, solo la hacen más difícil. Se pueden ir dando pasos pequeños.

      Impulsar medios para un debate más elaborado (aunque minoritario).

      Hacer conscientes a los gobernantes de que su responsabilidad es ser rigurosos y basar sus políticas en informaciones veraces.

      Prestigiar la misma idea de políticas basadas en datos.

      Se puede cambiar la forma de hacer políticas públicas en las administraciones; empezando por ahí donde hay más independencia y donde pesan menos cuestiones «ideológicas, por ejemplo, impulsando los mejores métodos para combatir el fraude fiscal.

      Algunos elementos pueden ser más fáciles de vender, como la necesidad de que se auditen los programas en marcha. Los objetivos de una política son a veces ideológicos, pero una vez fijados estos, evaluar si un programa funciona o es un derroche es casi una cuestión neutral.

      Salvando las distancias, tomemos la medicina como referencia. La gente no participa del debate científico sobre salud u otros asuntos, pero asume que el juicio técnico tiene valor, aunque no sea una voz unánime, ni omnisciente, ni esté libre de errores.

    • Uno que pasa dice:

      Hola,

      Estudio Derecho y también Ciencias Políticas.

      Decir que Ciencias Políticas, en España, se sustenta sobre datos, es hoy en día una quimera, salvo honrosas excepciones.

      Para argumentar, por cierto, hay que tener datos.

      Tenga cuidado con su bilis.

      Un saludo.

  4. heathcliff dice:

    A mí, francamente, me suena lo propuesto a aquello, un poco antiguo, de que la república debe ser gobernada por los filósofos…

    Dejando aparte las medias bromas (sólo medias, insisto), creo que Topo universitario tiene toda la razón: complicar los argumentos, en democracia, es poner la victorias en bandeja a los populistas.

    Porque llegará el día, y en poco tiempo además, en que unas elecciones se ganen con este discurso:

    «Yo no sé nada y no quiero entender nada. Lo único que quiero es que los otros, esos otros, se jodan»

    No estamos tan lejos de que ese sea el discurso ganador…

    • Josei dice:

      Tan poco lejos estamos que ése es el discurso actual. Con eufemismos, pero lo es. Crispación, lo llaman.

  5. Epicureo dice:

    Es verdad que las ciencias sociales empiezan (por fin) a medir los resultados de la aplicación de determinadas políticas en el mundo real. Aunque experimentar con ellas es otro asunto. Diseñar e interpretar un experimento no es nada simple, y los científicos sociales no disponen de una tradición metodológica asentada. Muchos todavía consideran que experimentar en ciencias sociales es inútil o antiético. Otros se entusiasman con resultados no generalizables (las famosas guarderías de Perry). Mala ciencia en ambos casos.

    Por otra parte, no deja de ser curioso que, a la hora de abogar por una reforma concreta, en Politikon optéis por el contrato único con indemnización creciente, que no existe en ningún país y por lo tanto su justificación se basa totalmente en razonamientos teóricos, no en la evidencia.

    Finalmente, me gustaría leer alguna referencia al caso más extenso y sistemático de experimentación socioeconómica en la historia del mundo: la transición de China al capitalismo a partir de 1978, que en gran parte se realizó experimentando reformas económicas y políticas limitadas en ciudades o provincias concretas (cada una de ellas del tamaño de un país europeo). Un estudio detallado de esta historia sería valiosísimo.

    • Kiko Llaneras dice:

      En general sobre este asunto no he encontrado —tras una búsqueda superficial— demasiadas referencias. Si alguien conoce textos sobre el tema, casos de éxito, etc. Le agradeceré mucho si los comparte.

      Sobre el contrato único, sí hay cierta evidencia. Sabemos mucho sobre el problema que representa la dualidad, y también que está no se explica sin el papel de la regulación (y en particular de la brecha dual). También está la referencia de los países con despido libre o prácticamente libre, que son una forma (no la única) de contrato único. Además, el conocimiento digamos científico (objetivo, repetible, rigurosos, etc.) no es solo el resultado de la experimentación, aunque está sea su forma más sofisticada.

      Insisto, si alguno tiene referencias que pueda compartir sobre este asunto, serán más que bienvenidas.

      • Epicureo dice:

        Si vas por ahí diciendo que el despido libre es una forma de contrato único te va a costar mucho venderlo como una medida de izquierdas 🙂

        Es verdad que hay mucha evidencia sobre los males de la dualidad. Está claro que el contrato único sería mejor que lo que tenemos. Pero no veo evidencia que respalde el modelo de contrato único con indemnización creciente frente a otros modelos posibles.

        No estaría mal analizar el caso del Reino Unido, que tiene algo parecido al contrato único de Politikon, aunque con indemnizaciones bastante más bajas (no más de 10 días por año para los más veteranos). Parece ser que allí la precariedad no ha desaparecido (sólo se ha ocultado) y los niveles de pobreza son mucho más altos que los de desempleo, hasta el punto de que algunos sociólogos han definido el «precariado» como una nueva clase social.

        • Kiko Llaneras dice:

          Asumo que aquí se me entiende: la existencia de un contrato único es independiente del nivel de protección.

          Por supuesto, a la hora de concretar la propuesta y barajar la forma concreta de un CU —no hablemos ya de fijar el nivel de protección— habría que hacer números, evaluar alternativas, etc. Pero creo que el concepto es suficientemente «straightforward» como para que pueda ser impulsado en el estado actual de las cosas.

          Sobre el caso inglés, investigo.

          • Epicureo dice:

            Se te entiende, sobre todo los que hemos escuchado la última tertulia, que despeja muchas dudas.

        • Uno que pasa dice:

          Tener una clase (esta afirmación es discutible, pero bueno) de «low-pay» es infinitamente mejor que tener una clase de gente sin trabajo y sin perspectivas de encontrarlo siquiera.

          • Kiko Llaneras dice:

            Digamos que una parte al menos de la Ciencia Políticas, o Ciencias Sociales, sí se sustenta en datos.

            No acabo de entender lo de la bilis.

          • Epicureo dice:

            Es perfectamente posible tener las dos cosas, o ninguna.

    • heathcliff dice:

      Lo que cuentas de China sería interesantísimo…

      • Epicureo dice:

        Mucho, porque parece que los chinos, que dejaron de creer en Marx pero nunca llegaron a creer en Friedman, han encontrado un sistema mejor que el capitalismo liberal en términos de crecimiento económico y estabilidad (aunque no en términos de justicia social, bienestar y libertad política). Aunque solo sea para evitar que nos avasallen del todo…

        Hay muchos estudios generales, pero no encuentro ninguna historia detallada, supongo que será secreto de Estado. Parece que el federalismo fiscal competitivo y la política industrial activa y descentralizada fueron claves.
        http://www.economyandsociety.com/publications/NeeOpperWong07JAN05.pdf

  6. GDDL dice:

    No quería entrar al tema, pero ese primer punto me parece un despropósito que cada vez se repite más en Politikon.

    1º) Antes que nada, voy a lanzar yo la falacia fácil. Sí, uno de los títulos que cuelgan en mi pared es la licenciatura en Derecho.

    2º) De las ciencias sociales, pocas hay con tanto apego por la puta evidencia como el Derecho. Es irónico que justo lo digas en pleno ataque de empirismo. ¿Tienes alguna prueba que lo sustente?

    3º) El rollito reaccionario no es casual. Es muy divertido cuando viene un académico a proponer sus mierdas cantando «Un mundo ideal», y un grupo de tres tíos le enseña el colador nada más exponer la idea.

    4º) Intentar desarrollar una política pública sin especialistas en Derecho público es como intentar desarrollar un programa de ordenador sin programadores. El Estado es Derecho: Está construido a base de Derecho y quema Derecho para moverse.

    5º) Lo de la «tradición poco amiga de la ciencia» me ha llegado al alma. ¿De dónde cojones te has sacado esta ocurrencia? ¿No estarás usando a la cuadrilla Rajoy para hacerte una idea del jurista medio?

    6º) Cuando se habla de ciencia, me gusta excluir todo aquello que no entre en el método científico. O dicho de otra manera, si estamos hablando de un método propio de las ciencias sociales, mejor utilizamos otra palabra distinta, para no liarnos.

    7º) No quiero restar valor a las encuestas, los sondeos, las experiencias piloto, los programas de evaluación, los soportes de fibonacci y demás. Eso sí, tampoco entremos a comernos nuestras pollas sociales, que un abogado de trinchera desmontando a un perito ha estado más cerca de la ciencia que todos nosotros juntos.

  7. Zhurrer dice:

    ¿ Donde está la evidencia empírica que sustenta en contrato único?

    • Kiko Llaneras dice:

      Como decía arriba: «Sobre el contrato único, sí hay evidencias a su alrededor. Sabemos mucho sobre el problema que representa la dualidad, y también que está no se explica sin el papel de la regulación (y en particular de la brecha dual). También tenemos la referencia de los países con despido libre o prácticamente libre, que son una forma (no la única) de contrato único.» Ahora recuerdo y añado que la propuesta original también incluía el resultado de algunas simulaciones con el contrato único.

      Insisto también en que el conocimiento objetivo y científico no es solo el resultado de la experimentación —aunque está sea su forma más sofisticada— sino que incluye también al análisis racional, las simulaciones, etc.

    • Shine dice:

      En ninguna parte, pero a ver tú cómo te crees que la mayoría de trabajadores van a aceptar abaratar su despido si no es haciendo demagogia.

  8. Hola

    me gustan tus artículos (de hecho entro en politikon por este tipo de artículos)

    sólo un detalle: creo que pones mal las tildes a la palabra «esta». Este detalle dificulta la lectura.

    Está –> «está enfermo»
    Esta –> «esta casa»
    Ésta –> cuando ya has mencionado la casa… «ésta tiene ventanas»

    Ejemplo «Las políticas públicas ya se nutren de evidencias empíricas, pero está práctica debiera ser rutinaria y más intensiva.» Aquí sería «esta práctica».

    En los comentarios también hay un par de ejemplos

    Lo dicho, muchas gracias por publicar y por ponerle números a los debates 🙂

    Un Saludo

    Pedro Olazábal

  9. Rábula dice:

    GDDL,

    Un abogado que ejerce en Tribunales (lo soy) tiene necesariamente un interés solo parcial en los hechos: en los hechos que favorecen a los intereses de su cliente.

    Si Topo Universitario piensa en los picapleitos como yo cuando diagnostica uno de los males de la política, que está repleta de ellos, está en lo cierto. A los picapleitos no nos interesa toda la realidad, solo destacar (exageradamente) la parte que nos conviene y ocultar (descaradamente si es preciso) la que nos perjudica. Estamos para ganar litigios (o elecciones), no para mejorar el mundo.

    ¿Peritos desmontados por abogados de trinchera? No es infrecuente. Los peritos forenses están tan adaptados al medio en el que actúan que han evolucionado a otra especie de picapleitos.

    • Uno que pasa dice:

      Hola,

      Un abogado que no se interese por los hechos que puedan desmontar su defensa es un mal abogado.

      Aunque alguien que utiliza la palabra «picapleitos», en realidad, no merece ni respuesta.

      • Rábula dice:

        «Un abogado que no se interese por los hechos que puedan desmontar su defensa es un mal abogado». Pensaba que se sobreentendía: no hablo del interés en conocerlos, sino en ocultarlos intencionadamente (algo que requiere, antes que nada, conocerlos).

        ¿Molesta el despectivo término «picapleitos» dirigida a la parte más despreciable de mi tarea? A mí no.

      • GDDL dice:

        Relájate, no entiendo qué problema tienes con la palabra «picapleitos». Tira palante, que oirás mil cosas peores y la mayoría con razón.

        Yo diría que el compañero está en lo cierto, excepto cuando dice que ese es uno de los males de la política. ¿De verdad crees posible que la politica se convierta en una reunión de filósofos? Sean o no sean abogados, el juego es el mismo, y no es precisamente un partido benéfico.

        No sé, si realmente eres abogado de trinchera, eres el primero al que oigo hablar como un académico desde su torre de marfil. ¿No tendrás algún rollito de profesor de universidad? 😉

  10. Dani dice:

    Sospecho que en realidad quieres decir «una politica basada en pruebas», evidentemente. Cuidado con esas traducciones facilonas del ingles que no son tan faciles.

    • Kiko Llaneras dice:

      Soy consciente de que la traducción tradicional de «evidencia» es «prueba», pero me parece confusa. Una «prueba» puede ser indicio, pero también una demostración irrefutable, como » prueba matemática», o cuando decimos que un hecho ha quedado «probado». La RAE acepta de hecho «Evidencia» como «prueba determinante», así que la cosa es relativamente sutil. Yo prefiero usar evidencia para indicios de cualquier nivel y prueba para evidencias digamos casi definitivas.

      Además, creo que es mejor converger al inglés por una cuestión práctica y porque presentar batalla me parece que sería una batalla perdida.

      Conste que sé que no todo el mundo opina como yo en este asunto.

  11. Alfonso dice:

    Al leer el titular en principio desconfiaba del artículo, pero he de decir que me han gustado las matizaciones.
    A la «política basada en la evidencia» le veo varios problemas:
    1. Puede que se le acabe dando más importancia a los «datos» que al funcionamiento real. Yo empecé un grado con el Plan Bolonia y conocí algunas de los sistemas evaluadores de la ANECA, y al final lo que importaba era que las previsiones y datos se ajustaran a los «targets» que estaban previamente establecidos. De este modo, lo que en un principio debía ser un factor de racionalidad acaba por viciar el sistema ya que consolidaba prácticas perniciosas (antiguas y nuevas) pero se maquillaban los datos para poder contar el respaldo de las centrales evaluadoras, más aún cuando de estas dependen cuestiones como la financiación…
    2. Aunque el autor del artículo lo advierte, creo que sigue habiendo un conflicto en el hecho de esta concepción de la política con la democracia. En una democracia siempre habrá conflictos de intereses y se tiene que procurar conseguir pactos y acuerdos. En este sentido, ¿cómo se concilia el hecho de que existan «políticas probadas científicamente»? Evidentemente, si empíricamente sabemos que es mejor hacer A que B, preferiremos A. Pero lo que me preocupa es que a partir de entonces se puede convertir en una especie de argumento de autoridad, que sería muy difícil de rebatir y que puede acabar en una especie de «totalitarismo tecnócrata» suave (por decirlo de algún modo).
    3. Estoy totalmente de acuerdo en que la utilización de la evidencia para hacer las políticas es algo positivo. Es más, si se hiciera más y mejor no estaríamos en este pozo sin fondo. Pero para nada creo que esto pueda entenderse como una manera de «reemplazar» o «apartar» la ideología. Es cierto que hay decisiones torpes que se toman pensando en los efectos electoralistas, clientelares o puramente emocionales que luego resultan ser un desastre. Pero hay que tener en cuenta que este modo de entender la política fundamentada en los «datos» CONSTITUYE EN SÍ MISMA UNA IDEOLOGÍA: tiene sus dogmas, sus axiomas, sus puntos débiles y sus callejones sin salida… Una crítica de esto, especialmente en el campo de las políticas públicas, se puede ver en los documentales de Adam Curtis.

    Sin embargo, creo que por ahí debería el camino, aunque no podemos dejar de lado estas reservas…

  12. spartan dice:

    El contrato único sin indemnización (despido libre) sería el contrato único que acabaría totalmente con la dualidad generada por «grados de carestía del despido». Vamos, no habría dualidad «por definición». Pero a ver como vendes eso en España. Incluso el CU con rampa ya hay muchos que lo ven como un abaratamiento del despido y una concesión al malvado empresario.

    También se me ocurre el caso de la educación segregada por sexos. Ideología aparte, dicen que funciona. Pero igualmente eso en España se considera facha y asociado a una religiosidad ultramontana.

    Estoy pensando también en el sistema educativo alemán que segrega desde muy jóvenes a los niños (unos estudiarán para empleos facilitos, otros para técnicos más especializados y otros van a la Uni). El segundo grupo son los típicos que harán la formación dual, que a mí me parece un sistema acertado. Pero esa segregación le recordará a más de uno a Un Mundo Feliz, con sus alfas y sus betas.

  13. alberto dice:

    creo q aqui hay mucho abogado pero poco asesor politico. si se conociera en base a que inexistentes estudios se toman muchas decisiones nos dariamos cuenta que «no hay nadie a los mandos»

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