Política

Si la corrupción es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?

28 Ene, 2013 -

Por Sílvia Claveria.

El pasado sábado Rajoy ha hecho la primera comparecencia pública por el escándalo del ex tesorero y ex-senador del PP, Luis Bárcenas. Se acusa a la cúpula del PP de recibir dinero en negro procedente de Bárcenas. Este caso de corrupción no es el último ni el primero. En estos últimos años se han destapado varios: el caso Gürtel, Urdangarín, Pallerols, Palau, ITV, Crespo, Sabadell, Pretoria… El florecimiento de estos casos de corrupción nos plantea una serie de preguntas. ¿Funcionan las elecciones para controlar la corrupción? ¿Por qué no se penaliza a los políticos corruptos? ¿Qué se puede hacer para reducir la corrupción?

1. ¿Funcionan las elecciones como herramienta para controlar la corrupción?

Teóricamente, en una sociedad democrática, uno de los controles esenciales de la corrupción deberían ser las urnas. Los políticos deberían creer que si realizaran alguna actividad corrupta, podrían ser castigados por los ciudadanos en las elecciones y, por esta regla de tres, se abstendrían de realizar actividades consideradas ilícitas. Pero la realidad es diferente y se produce lo que Víctor Lapuente llama la «paradoja de la corrupción». Es decir, los políticos, aunque realicen actividades corruptas, resultan populares y sobreviven a las elecciones. Los datos confirman esta teoría. Se observa, por tanto, que el 70% de los alcaldes acusados de corrupción han sido reelegidos (Estefanía 2008), aunque algunos investigadores encuentran que existe un decrecimiento entre el 9,7% y 11% de su apoyo (Costas- Pérez, Solé-Ollé y Sorribas-Navarro 2010). También Rivero-Rodríguez y Fernández-Vázquez (2011) analizan los casos de corrupción municipal en España en los qué han alguna autoridad judicial ha intervenido (para considerar la corrupción más creíble), entre 1999 y 2007. La conclusión a la que llegan estos autores es que los candidatos corruptos, que se mantienen en su partido, obtienen de media los mismos resultados -aunque hay que destacar que existe una elevada heterogeneidad de resultados-.

2. ¿Por qué no se penaliza en las elecciones a los políticos corruptos?

La oferta política juega un papel importante. Por un lado, en España hay un sistema proporcional con listas cerradas, es decir, se votan partidos, no candidatos. Por lo tanto, dadas unas elecciones, no se puede discernir al candidato del partido al cual representa. La corrupción no es el único tema que se evalúa en unos comicios. Hay muchos factores que se tienen en cuenta a la hora de votar, como el eje izquierda-derecha o el eje centro-periferia. Esto hace que a veces los ciudadanos voten a un partido por su ideología.

Por el otro lado, cuando se quiere penalizar al partido que tiene un caso de corrupción abierto, el ciudadano debe considerar que la oposición lo podría hacer mejor. Actualmente se hace difícil de visualizar esta alternativa, ya que la mayoría de partidos se encuentran salpicados por la corrupción. En las elecciones catalanas de 2012, los únicos partidos que en la campaña electoral se han podido vender como transparentes han sido: Ciutadans (C ‘s) y la Candidatura d’Unidat Popular (CUP), ya que ninguno de los dos nunca ha llegado al poder. Ambos querían competir por aquellos ciudadanos desconfiados hacia la clase política o la política en general. Según los análisis ecológicos, estos dos partidos mencionados se han erigido como canalizadores del voto «antisistema». Jordi Muñoz explicaba que una parte de los votantes del de CiU en las últimas elecciones había votado a C ‘s (considerando que el PSC no era una alternativa). Sin embargo, para refinar esta idea debemos esperar a disponer de las encuestas individuales, que confirmarán o refutarán esta hipótesis.

También, como bien apuntan Rivero-Rodríguez y Fernández-Vázquez (2011), los ciudadanos se exponen sesgadamente a los medios de comunicación en base a la ideología que sientan más cercana. En España y en Cataluña, a diferencia del Reino Unido, los medios de comunicación tienen una pluralidad interna más bien escasa. Estos medios tratan y enmarcan los temas en general, y la corrupción en particular, de tal manera que no afecte negativamente al partido al cual son afines. Por lo tanto, según el medio al qué el ciudadano sea expuesto, éstos desarrollarán diferentes impresiones o percepciones del mismo caso de corrupción.

3. ¿Por qué cuesta que los políticos sean apartados del partido?

Víctor Lapuente apunta que en España no se tiene una burocracia meritocrática, sino que los políticos pueden nombrar a determinados políticos, como son los cargos de confianza, los cuales constituyen una administración muy politizada. Esto incentiva a los comportamientos ilícitos, ya que estos cargos de confianza son ofrecidos como bienes a los miembros de la «red clientelar». Es decir, los políticos pueden llegar a agrupar mucho poder, ya que pueden nombrar a sus seguidores para ocupar la administración. De esta manera, el político se rodea de sus seguidores y, además, hace partícipe al resto de los nombrados de la corrupción (ya que posiblemente todos se están beneficiando). Lo que incentiva que estos miembros se apoyen entre sí, lo que el Benet Fusté llama la economía del regalo.

Desde una perspectiva más racional, podemos considerar que si el político dimite está auto inculpándose de los hechos que se le acusan. No dimitiendo, no acepta esta responsabilidad, intentando demostrar a la sociedad que no ha cometido ningún delito, o no era consciente de esta ilegalidad. También Carles A. Foguet o Roger Senserrich apuntaban que los mismos políticos no quieren abandonar el partido al cual representan si son acusados de corrupción a fin de asegurarse un apoyo por parte del mismo. Es decir, un político acusado de corrupción dentro de un partido se cerciora que el partido en cuestión le ayude a afrontar determinadas situaciones sociales y judiciales, cosa que es improbable si el político dimite.

4. Qué se puede hacer para reducir el nivel de corrupción?

La literatura expone que las medidas que se deben empezar a adoptar no deben recaer sobre el control por parte de los ciudadanos (a partir de las elecciones), sino que se deben implantar desde el interior del mismo sistema. Así, si nos fijamos en otros países europeos, se deberían adoptar una serie de medidas institucionales.

-Introducción de instituciones de control externo. Se deberían crear instituciones antifraude, que fiscalicen las administraciones a partir de auditorías (en Cataluña ya existe la Oficina Antifrau, ligada al Parlament de Catalunya). Y que el incumplimiento de la norma tuviera penalizaciones civiles y penales.

Víctor Lapuente aboga por la creación de una administración más profesionalizada, donde los funcionarios sean profesionales y, por tanto, no se puedan utilizar los puestos de libre designación como un bien intercambiable por el silencio (no delación) y / o cooperación con la corrupción. Debe tenerse en cuenta que las administraciones profesionalizadas también tienen una serie de problemas, que aquí sólo apuntaremos. Por un lado, los funcionarios pueden llegar a tener mucho poder. El político que es recién llegado a la administración se dejará guiar por unos funcionarios, que ideológicamente no son neutrales. Por otro lado, los políticos necesitan tener gente de confianza que trabaje de una manera determinada, y puedan ser seleccionados por ellos mismo. Todo ello hace que este problema tenga una difícil solución.

-Garantizar protección a los delatores. En los países escandinavos tienen una legislación estricta con la protección de aquellos individuos que delatan corrupciones, ya sea en los medios de comunicación o en la justicia. El político no puede abrir ninguna investigación para determinar quién ha podido incurrir en este hecho, y además los delatores tienen el anonimato asegurado por ley. Muchos de los casos de corrupción se empiezan a investigar a partir de delaciones, como el caso Malaya, aunque en España esta delación se produce cuando el delator no se ha podido beneficiar de los «bienes intercambiables».

Ante la creciente desconfianza de los ciudadanos hacia los políticos y la política, debida en parte a los casos de corrupción que se han producido, vale la pena preguntarse las causas y cómo poder reducir esta práctica. Como dicen algunos autores, la cultura es difícil de cambiar, las instituciones, no.

 

Publicado originalmente en Cercle Gerrymandering.


26 comentarios

  1. A.B. dice:

    En el artículo hay otro aspecto importante que ni siquiera se menciona: los españoles son en general bastante corruptos (no los únicos, ni los más corruptos del mundo), y han desarrollado una cierta tolerancia a la corrupción que admiten mientras no pase de un cierto grado, no perjudique a personas concretas y se «justifique» por otros méritos.
    Mucha gente, si tiene ocasión defrauda (IVA, IRPF), pide subvenciones mintiendo sobre sus ingresos, utiliza los recursos de la empresa para uso personal o se lleva cosas del trabajo, hoteles, grandes almacenes (pero no de tiendas pequeñas), intenta colarse o recibir tratos de favor, conseguir enchufes (aunque luego critiquen a los que los consiguen, sea cierto o no), y recibe favores o propinas ajenas a su salario si puede (conserjes, departamentos de compras, etc). Mientras no sea mucho dinero y el perjudicado directamente no sea una persona, sino el Estado, una empresa, la sociedad en general, etc, parece que es válido.
    Del mismo modo, si un político hace una buena gestión y consigue cosas hay que perdonarle cierto grado de corrupción, «se lo ha ganado»: colocar amigos, recibir algunos regalos o comisiones, etc. Como las supuestas cuentas del Gran Capitán: si había falsificado las cuentas, «se lo había ganado» de sobra por sus méritos (aplíquese ahora al torero, artista, o alcaldesa que ha conseguido una gran riqueza para el pueblo atrayendo parques eólicos), especialmente en épocas de bonanza donde la gente piensa que reciben su parte, así que otros también pueden coger la suya.
    En cambio si han robado a gente concreta (se han quedado con el dinero de un colegio de huérfanos, como acusaban a Roldán), se han quedado con cantidades desaforadas de dinero y viven a todo trapo, o les pilla una época de recortes como esta, donde la gente sí percibe que el dinero robado tiene que ver con lo que les están quitando a ellos, entonces sí que piden la cabeza del culpable.
    Un caso particular: un comercial con una vida sentimental bastante desgraciada se enamoró de una chica joven; por miedo a perderla se gastó un montón de dinero de la empresa en ella. Le descubrieron y despidieron (pero sin denuncia penal), y muchos compañeros opinaban que había sido una sanción muy dura, que pobrecito, que a fin de cuentas lo hizo por amor… Si hubiera sido con el dinero de ellos en vez del de la empresa hubieran clamado por que le aplicasen la pena de muerte.

    • Roger Senserrich dice:

      «El problema de España es que está llena de españoles». Como explicación no me vale. La cultura no es más que una forma de explicar incentivos sociales sin mojarse, me temo. No es cultural.

      • Fulano dice:

        Pues a mí me parece tan improbable el que la cultura sea algo exógeno que sirve para explicar todo, como la versión opuesta que a veces parece abrazarse aquí (y, me temo que en muchos departamentos de economía) y que parte de dos supuestos muy problemáticos:

        1) que los incentivos «institucionales» condicionan los comportamientos sin mediación de la cultura y

        2) que las instituciones no dependen de la cultura y por tanto, se pueden exogeneizar.

  2. Juan de Juan dice:

    El anterior comentario me parece muy acertado. Creo que todo análisis de la corrupción en España que trate de encontrar nuestros aspectos diferenciales respecto de otros países debería comenzar por entender que nosotros inventamos el género picaresco. Pícaros los hay en todas las culturas; ayer mismo, zapeando en la tele, me encontré con la segunda entrega de Arma Letal, y el personaje que en esa peli hace Joe Pesci es, claramente, un pícaro. Pero el pícaro de la picaresca española es distinto, porque no es pícaro porque quiera o le dé por ahí, sino porque debe, porque tiene una razón para serlo (es pobre, está puteado, bla).

    La moral española establece dos tipos de personas que hacen las cosas mal: los que tienen razones para ello, y los que no. El mal, por lo tanto; el mal, entendido como lo ilícito, lo que no se debe hacer, está permitido de principio; sólo tienes que cumplir determinadas condiciones (sobre todo, no ser rico) para merecer ese nihil obstat.

    Por lo tanto, errais los expertos y estudiosos al hablar de la corrupción política en España, porque ese término es una sinécdoque que resume dos cosas: la corrupción aceptada, buena, incluso admirada, que es la ejercida por quien tiene razón para ejercerla y además la ejerce con la suficente moderación; y la corrupción intolerable, que es la que comete la gente que YA es rica (lo que ilegitima su comportamiento) y, en estos tiempos, la gente que mete el cuezo en lo de todos. Pero eso es, digo, ahora, porque hay crisis, y tal. El día que no haya crisis, este segundo rechazo desaparecerá.

    Por lo demás, será probablemente porque no es tema que la articulista quiera abordar, pero creo que no se dice nada de una de las madres del cordero: la corrupción nace de la capacidad que algunas personas adquieren de controlar la vida de los demás. Parece que se parte de la base de que el nivel de control que el administrador tiene sobre sus administrados es inamovible, y yo tengo mis dudas al respecto. A lo mejor, lo que pasa en algún que otro país con escaso índice de corrupción es que los administradores no tienen tan elevados poderes de decisión sobre los administrados.

  3. La apelación a la picaresca para explicar algún hipotético hecho diferencial español en lo que a corrupción se refiere puede tener un cierto atractivo e incluso una aparente verosimilitud, pero en un par de artículos que siguieron a este que se ha traducido apuntamos que, desde la perspectiva de la psicología, no existe evidencia de que haya diferencias culturales relevantes en lo que a la tendencia a la deshonestidad se refiere:

    http://www.cerclegerrymandering.cat/corrupcio-deshonestedat-economia-conductual/ [Necesario hablar provenzal]

    De hecho, el primer comentario es, prácticamente, un resumen punto por punto de las explicaciones que contiene el artículo que enlazamos.

    • Juan de Juan dice:

      Como no hablo provenzal, tendré que apostillarte con un ojo tapado.

      Respeto vuestras investigaciones y vuestras conclusiones. No pretendo en modo alguno decir que no sean ciertas ni que, por decirlo en términos, por cierto, muy nuestros, tú ganas (tienes la razón) y yo pierdo (no la tengo).

      Pero me cuesta entenderlo.

      En las películas norteamericanas, es raro que el malo se lleve el gato al agua. De hecho, eso las hace un tanto rígidas, porque el mundo no es así. Pero es un hecho que hay un mensaje social transmitido constantemente: si la haces, la pagas.

      En el cine español, sobre todo en las comedias, el personaje del tipo logrero, embaucador, jeta, que, al fin y a la postre, en el metraje final de la peli se lleva a la tía buena o consigue un curro de puta madre o le cae una olla de oro del cielo, está al cabo de la calle.

      Y yo no hablaba, y creo que AB tampoco, de ser deshonesto. Hablaba de comprender al deshonesto, de justificarlo, de admirarlo incluso. Son cosas distintas.

      • Tal y como apuntas, no se trata de ganar ni de perder, sino de intentar entender mejor el fenómeno, por la cuenta que nos trae. En cualquier caso, las investigaciones no son nuestras (ojalá), así que siéntete libre para criticarlas, que no tenemos ningún sentimiento de paternidad / maternidad con ellas. 🙂

        Lo curioso de la tesis de la economía del comportamiento es que la mayoría de los artículos citados se basan en experimentos llevados a cabo… ¡en Estados Unidos! Y, ante la tentación culturalista, se replicaron en muchísimos otros países para comprobar si existía o no un sesgo cultural. Y la respuesta fue que no (cosa que sorprendió, y mucho, a los investigadores locales, pues la mayoría de ellos creían que SU país sería mucho más «corrupto» que el resto).

        Ahora bien: es relevante el apunte al «mensaje social». Tal y como apuntamos en el artículo, un dique de contención de la deshonestidad es la norma social. Cuánto más sólida, mejor. Ya que las investigaciones apuntan que el clima de «corrupción» se instala a costa de degradar la norma social.

        Por último, lo que sí tenemos que aceptar, y sabemos que es casi una pirueta mental, es que es cierto que la corrupción no es sólo deshonestidad, pero no lo es menos que cualquier comportamiento corrupto tiene, entre muchas otras cosas, un componente deshonesto. Sin deshonestidad (entendida como la tratamos en el artículo enlazado), no habría corrupción.

        ¡Un saludo!

    • Juan de Juan dice:

      Te concretaré aun más mi pensamiento al respecto, para ver de que entiendas mi tesis: para mí, la hipersensibilidad del español hacia la corrupción es un producto de la crisis económica. Y morirá con ella. El español medio, hoy, se encabrona pensando que, con la cantidad de gente parada que no tiene de comer, haya tipos que se dan cuchipandas en marisquerías a cuenta del Erario público por cualquier pollada. Cuando la crisis pase, lo que sentirá ese mismo español medio es envidia. Envidia. Y deseo de que su hijo Ramón, que dice que va a opositar, llegue a «colocarse» (expresión muy hispana) algún día en algún sitio así, donde pueda trincar percebes a gusto (que, una vez más: se lo merece porque nosotros somos humildes y bla, y defraudamos al seguro porque es muy caro, a la sanidad pública porque hay que ver lo que valen las medicinas, a la guardia civil porque joder eso de poner el límite en 120 es de trogloditas, a Hacienda porque hay que ser idiota para pagar el IVA de una chapu, al profe porque para qué vas a estudiar si puedes copiar…)

      • fjbaigorri dice:

        La explicación de nuestra tolerancia a la picaresca y las corruptelas tiene raíz social-politico-institucional. En España o Italia, a diferencia de los países de Centroeuropa, trabajar duro y acorde a las reglas no es garante de éxito, sino que lo es «conocer a alguien». Es cierto que esta regla existía en todas partes (la literatura sobre la necesidad de contactos para hacer carrera en el Ejército o la Armada británicos es amplia) pero en algún momento el asunto cambió (supongo que a fines del XVIII-mediados del XIX) y empezaron a imperar las reglas de respecto a la competencia, meritocracia, etc. El hecho de que aqui, en lugar de mejorar la industria , se decidiera, en connivencia con el poder político, aumentar los aranceleso, ya recientemente, que la forma de hacer dinero es por pelotazos urbanísticos (y su necesaria conexión con el poder local) o a través del BOE nacional o autonómico da muestra de dos formas distintas de la forma de actuar tradicional de las élites. Nada nuevo bajo el sol, como demuestra la película «La escopeta nacional»..

  4. navarta dice:

    La solución pasa por la incentivación de la delación, interesada o no, a todos los niveles. Es decir, la corrupción, como otras muchas práctica ilegales sólo es verdaderamente controlable desde dentro.
    Ejemplos hay miles, pero los más conocidos pueden ser la figura del poli infiltrado, tan cinematográfica ella, y de gran efectividad para luchar contra el crimen clásico de corte mafioso, o la del arrepentido, tan común en la lucha antiterrorista (que pregunten a las Brigradas Rojas), figura que EE UU lleva años implementado en la lucha contra el terrorismo islámico (guantánamo es un gran centro de reclutamiento, además de una cárcel infame), y que Israel ha elevado a la categoria de obra de arte político-policial en su guerra particular con los palestinos.

    Esas son las únicas vúias efectivas de lucha contra el delito, y si se quiere luchar contra la corrupció o el fraude fiscal o laboral, son el único camino a seguir.

    Las formas prácticas de hacer esto son varias: el anonimato legal, la optención de algún beneficio económico o recompensa (el antiguo oeste era mas oeste que antigio en esta materia) o cualquier otra fórmula que se nos ocurra.

    Bueno, antes de tomar medidads eficaces, siempre tendremos que oir a las plañideras de turno, todas ellas ,casualmente, muy interesadas en el status quo actual, armadas con textos legales de gran peso (esos libros son gordos de verdad). Llorando por el estado de derecho puesto en peligro, la pérdida de la libertad del individio, y un clásico que nunca falta a estas citas, Stalin y 1984 (Orwell revivido para la ocasión

  5. carlos dice:

    Qué pesaditos que sois los culturalistas macho (lo digo por los 2 comentarios anteriores, no por el artículo).

    Que sí, que los españoles somos genéticamente incapaces de darnos unas instituciones modernas y serias. Pues nada oye, no intentemos cambiar nada porque es completamente inútil y habrá que seguir votando al PP y al PSOE entonces, que estamos condenados a no encontrar nunca algo mejor.

    En fin, gracias a los articulistas por aportar algo de luz. El tema de la protección de los delatadores es algo que nunca se me había pasado por la cabeza.

  6. Isidoro Lamas dice:

    NOTA DEL MODERADOR: Nukeado por trolleo y spam.

  7. Social capital dice:

    Desde mi punto de vista el cambio cultural es posible, pero difícil. Para que un cambio cultural sea realizable es necesario cambiar muchas cosas en una sociedad y eso no se logra en unos años si no, tal vez, en generaciones y a base de educación (fundamentalmente). El tener unas estructuras que lo propicien es algo que alguien tiene que poner.
    De la eficacia para ello de nuestros políticos dudo muchísimo y por eso tengo pocas esperanzas pero alguna sí albergo.
    Yo, hablando de estos temas, siempre tengo como referente el cambio en la cultura general en la circulación en nuestro país. Hace no mucho el ponerse el cinturón, el no conducir bebido, el ir a toda pastilla era celebrado y jaleado por aquellos a quién se lo contaras, hoy, afortunadamente, ya no tanto. La gente se pone el cinturón, procura no beber si tiene que conducir, etc. ¿Qué es por miedo a las multas y perder puntos? Seguramente que sí, pero las generaciones que vienen detrás ya tienen más asumido eso de ponerse el cinturón, no beber si vas a conducir, etc.
    Esa cultura se ha conseguido cambiar, poco a poco, pero lo va haciendo.
    ¿Por qué no se puede hacer con otras cosas?

  8. […] Fuente:  http://politikon.es/2013/01/28/si-la-corrupcion-es-la-respuesta-cual-es-la-pregunta/ […]

  9. Joshua dice:

    Me lo ha quitado de la boca, o del teclado, Social Capital: lo que me molesta del culturalismo no es que sea equivocado o acertado, es esa sensación que transmite de que no hay nada que hacer, como en el chiste archiconocido del escorpión que pica a la rana en mitad del charco después de haber pactado que lo cruzaba en su lomo: «es que hay cosas que no se pueden evitar». Por eso me resulta tan cansino este revival de «noventayochismo» que estamos viviendo ahora en la red.
    Pues hay ejemplos en los que el culturalismo no resiste el paso del tiempo, como el de la Suecia derrotada y desmoralizada de principios del siglo XVIII. También entonces se contaba y no se paraba, dentro y fuera de Suecia, sobre la corrupción y los males del modo de ser sueco. No se tardó precisamente siglos en cambiar ese estado de cosas.
    Pero efectivamente, las infraestructuras más necesarias aquí y ahora no contienen hormigón (que de eso ya andamos servidos) sino capital social. En ese terreno está toooodo por hacer, pues ha resultado que la transición no era sino un retablo de las maravillas tras el cual estaba bien oculto el pelo de la dehesa. Si Joaquín Costa levantara la cabeza…, volvería a bajarla pensando que no hemos aprendido nada.

    • Juan de Juan dice:

      Me lío bastante con los comentarios y no sé si estoy contestando donde no debería. Pero por si eso del culturalismo y el no way out va por lo que yo digo, te aclaro que mi primer comentario no pretende en modo alguno transmitir esa impresión. Lo que pretende transmitir, y por la presente pretenden transmitir estas líneas, es que para embridar bien el problema de la corrupción es necesario saber a qué tipo de equino le estás poniendo la brida. No es lo mismo embridar un pony que un percherón.

      Y el equino de la corrupción española es el equino de un fenómeno que el personal no rechaza en lo absoluto. Lleva siglos aceptándolo y aplaudiéndolo. ¿Eso quiere decir que no se puede hacer nada? Ni modo. Eso quiere decir, simple y llanamente, que hay que cambiar los valores.

      • Joshua dice:

        Aclarado queda, y es un punto en el que racionalmente creo que estamos de acuerdo. En realidad mi comentario era más desde el sentimiento que desde la razón (ya sé que esa diferenciación también está pasada de moda, pero yo así me aclaro).

  10. T_Memeli dice:

    La hipótesis culturalista, sin datos numéricos en que apoyarse, se queda simplemente en eso: una hipótesis. Estoy a la espera de que alguien ofrezca datos a su favor. Sin ellos no tiene ningún peso. Como diría el señor McNamara: «Get the Data». A Nate Silver le fue bien.

    • Fulano dice:

      Según tú, ¿qué es la hipótesis culturalista?

    • Joshua dice:

      … Eso es lo que le pasa a todas las hipótesis, como las que están detrás de la mayor parte de teorías. Supongo que lo que pides es que esa hipótesis se recubra de una teoría y, a ser posible, que se corrobore con datos cuantitativos.
      La cuestión es que esa hipótesis, a mucha gente de ahora y a mucha gente de hace un siglo, le cuadra/cuadró con todo lo que ve/veía a su alrededor, por lo que sencillamente la incorpora al sistema operativo con el que ve el mundo y con el que toma decisiones de qué hacer, y en este caso especialmente, de qué debe dejar de hacer. Y eso va desde los pensadores más sesudos hasta el último ciudadano.
      Y es difícil ponerle números porque no sabemos qué es lo que hay que medir. Supongo que lo que hacen Acemoglu y Robinson sobre instituciones inclusivas en su Why nations fail es lo más parecido a lo que pides, aunque no se puede decir que sea una cuestión de datos fundamentalmente sino de descripciones cualitativas más o menos cuantificadas de cómo han evolucionado los países gracias al tipo de instituciones que tienen/son capaces de darse a sí mismas.
      Hasta ahora hemos ensayado soluciones quirúrgicas que son las que irónicamente cita Navarta, y que han acabado rematadamente mal. La cuestión está, a mi juicio, en saber si existen «cirugías» no invasivas para transformar el sistema operativo profundo. Pero esa es la pregunta del millón.

  11. carlos dice:

    Jaja, ¡no encajas en ningún lado eh, Iracundo!

  12. Demangeon dice:

    Las teorías «culturalistas» reciben una crítica bastante demoledora en Why Nations Fail que cualquiera que las defienda debería tener muy en cuenta. Personalmente creo que el post va en la dirección correcta, es decir, la clave está en; instituciones, incentivos y equilibrio. De todas las posibles medidas que citan me parece interesante el trade – off entre política y burocracia. Quizás darle un poco más de poder a la burocracia (con todos los riesgos que ello conlleva sin duda) no nos vendría nada mal. Un saludo

  13. […] Politkon ya explicaban a nivel conductual y por tanto individual, así como dentro del ámbito del diseño institucional, algo que sin duda se trata de una tarea ardua y […]

  14. […] que no serán lo representativas que debieran-, esto no sería la panacea, tal y como se muestra en Politikon. De hecho, un estudio muy reciente ha hallado una relación muy curiosa, y es que los votantes […]

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