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La socialdemocracia ¿evolución o ruptura?: reseña del libro de I. Urquizu (II)

11 Nov, 2012 -

Continuamos con la reseña del libro «Crisis de la socialdemocracia ¿qué crisis?» de Ignacio Urquizu. La primera parte está acá. En esta parte me ocuparé de los aspectos relacionados con la pertenencia a la UE y del método que usa Nacho para validar sus conclusiones. Dedicaré la tercera y última parte a las conclusiones del libro.

El aspecto más original del libro es probablemente el método que usa para medir la orientación ideológica de los partidos. La ideología es un aspecto naturalmente difícil de cuantificar sin que las discusiones normativas o semánticas desplacen a la objetividad. Para reducir el componente interpretativo en la consideración de una orientación ideológica, es necesario encontrar una medida cuantitativa de la misma que se pueda explicar con otras variables. Para sortear este obstáculo, Nacho recurre a la base de datos del Manifesto Project . El sistema de esta base de datos  consiste en tratar de identificar como de escorado a la derecha o a la izquierda está un partido político en cada momento a partir del análisis de los programas de los partidos. En la página que enlazo tenéis una descripción de la base de datos dónde explican que la medición que arroja suele ser consistente con las evaluaciones que se someten experimentalmente a autores y dónde dan detalles de cómo se construye el sistema.

Mi principal decepción tiene que ver con la inconsistencia de este árido rigor academicista considerando únicamente variables cuantitativamente aproximables fundamentalmente de orden material, con sus coloridos comentarios en twitter en la línea de “El cambio político empieza siempre con la cultura.”.  Aunque pensándolo mejor, quiero dar la bienvenido a Nacho de vuelta al lado del frío y gris academicismo cuantitativo dónde las camisas de fuerza metodológicas disciplinan los prejuicios.

A pesar de ello, este método me parece muy interesante en la medida en la que permite conseguir una medición objetiva, si bien imprecisa e inexacta, pero una medición objetiva al fin y al cabo, de la posición ideológica de un partido. Quiero subrayar que este es un esfuerzo que aplaudo: comparto la idea de que una mala aproximación va a ser siempre mejor que ninguna. No obstante, me gustaría señalar los límites de este sistema en un espíritu constructivo. Dejando por el momento a un lado la eterna discusión de “en qué consiste exactamente ser verdaderamente de izquierdas”, mi principal reticencia no tiene que ver con que genere medidas inexactas, sino con la posibilidad de que las mediciones estén sistemáticamente sesgadas en determinados temas. Dado que mi conocimiento del sistema es relativamente superficial, las críticas que siguen deben ser tomadas como tentativas.

El primer tipo de sesgo que entiendo que puede aparecer deriva de que se está usando el programa de un partido para analizar su orientación ideológica y, de esta forma, se está implícitamente asumiendo, no solo algo tan razonable como que el programa es un buen proxy para medir la ideología, sino que existe una relación más o menos lineal entre ideología y programa y que esta relación es idéntica entre países. Explicado de forma menos pedante: los programas significan cosas distintas, reaccionan de forma distinta y sirven para cosas en distintas culturas políticas.  Ilustraré esta idea general con un ejemplo.

En Francia el sistema de elección es a doble vuelta de modo que los partidos, cuando están en campaña electoral, necesitan asegurarse el paso a la segunda vuelta y, tipicamente, el electorado que persiguen está mucho más escorado a la izquierda o la derecha que en la segunda vuelta. Sin embargo, en la segunda vuelta suelen intentar agrupar una coalición que vaya desde el centro hasta la izquierda/derecha, de forma que sus posiciones son mucho más moderadas. El sistema se traduce entonces en que los partidos franceses, en sus programas electorales, incluyan toda clase de locuras xenófobas o criptosoviéticas según si son de derechas o de izquierdas dirigidas a captar su electorado en la primera vuelta. Esto no significa que el PS se vuelva comunista en cada elección, significa que hay una brecha muy grande entre lo que aparece en el programa y la orientación real del partido. En España, sin embargo esta brecha no es tan grande y por tanto la relación entre el programa electoral y el partido es bastante distinta. Dado que el análisis de Nacho busca explicar la evolución de cada partido (y no comparar entre partidos), este ejemplo solo sirve para intentar ilustrar que el papel que la relación entre el programa de un partido y su ideología es distinta según algo tan trivial como la estructura de la competencia electoral: es decir, es algo susceptible de variar.

Concretamente, lo que no me parece exacto pensar que la reacción en la redacción del programa es igual en todos sitios. Es posible que en determinados países la redacción de los programas conserve cierto radicalismo en cualquier caso, aunque el partido se mueva a la izquierda o la derecha, y en otros guarde una relación más estrecha con la verdadera posición. Como podéis leer en el punto 4 de este artículo, una fuente de ruido a la hora de medir la ideología es que lo que aparece reflejado en el programa del partido puede ser fruto de un compromiso entre las distintas facciones de un partido y depende de cómo esté organizado por dentro. Si un partido está más dividido durante un periodo, es probable que en su programa refleje esto en forma de planteamientos ambiguos que intenten contentar a todo el mundo, pero esto no tiene por qué significa una mayor moderación si, por ejemplo, el líder que ha sido elegido como candidato pertenece a una de las facciones y decide enfatizar en la campaña las propuestas de su facción. En este caso, muchas propuestas del programa serían simplemente decorativas y no representarían la verdadera propuesta programática del partido.

Aún así, formulo estas críticas más para subrayar los límites del análisis que como algo dirigido al fondo. Las conclusiones a las que lleva son intuitivas, racionalizables a través de mecanismos causales verosímiles y existen razones para pensar que los errores no estarán significativa y sistemáticamente sesgados, de modo que tendremos una aproximación razonable.

Mi principal crítica de fondo es sin embargo a la conclusión de que la pertenencia a las instituciones Europeas es una de las causas de la moderación, medida por el programa. Fijaos en que, como decía, se encuentra la pertenencia a la UE es una causa de moderación en la ideología y la economía pero NO en relación con la redistribución. En mi opinión, una parte de este resultado no está midiendo una moderación de los partidos socialistas; lo que está midiendo es que determinados temas salen de la esfera política nacional conforme la UE va adquiriendo competencias en ese ámbito.

Pensemos en un ejemplo totalmente distinto. Tomemos un país que tenga una estructura federal y otro con una estructura unitaria analizando los programas de los distintos partidos. En el Estado federal la única competencia que tiene el Estado central es la defensa nacional mientras que en el unitario se tratan cosas como el seguro de desempleo, la sanidad, las pensiones, etc. Con seguridad, los partidos socialdemócratas en las elecciones nacionales propondrán muchas menos cosas relacionadas con el papel redistributivo del Estado en el Estado federal que en el unitario y plantearán ideas que acepten como dado lo que ocurre a nivel local. Creo que esto se puede ver en el hecho de que incluso dentro de un mismo país los partidos defienden regionalmente planteamientos distintos algo que está documentado, por ejemplo, en el Regional Manifesto Project  que usa un método similar. Este hecho no debería interpretarse como que la estructura federal produce moderación; significa únicamente que los programas tratan solo temas que están en la agenda política en cada momento tomando como dadas las condiciones externas.

Mi interpretación es por tanto que es posible y probable que exista un sesgo cuando se estima el efecto de la pertenencia a la UE sobre la moderación. El principal efecto de pertenecer a la UE no es imponer determinadas políticas, sino trasladar el policy making en esas áreas de la arena política nacional a la Europea, dónde se gestiona de forma intergubernamental y por tanto los programas de los partidos tienen poco impacto. De esta forma, una vez tomada la decisión a nivel europeo, los gobiernos aceptan estas políticas como dadas e intentan reaccionar de otra forma. Dicho de forma un tanto burda: lo que está midiendo Ignacio es en parte que después de entrar en la UE, en España el partido socialista plantea menos cosas sobre política monetaria devaluaciones o política comercial o agraria. La pertinencia de interpretar este hallazgo como un indicio de moderación es algo de lo que espero ser convencido en el futuro.

En relación con este mismo tema, pienso que es falaz asumir como exógeno tanto la pertenencia a la UE como su impacto sobre las políticas nacionales. Cuando se habla de la UEM, es sencillo olvidar que Maastricht fue firmado por Felipe González y Mitterrand, ambos líderes con impecables credenciales democráticas y de izquierdas. ¿Creó Maastricht la moderación de los socialdemócratas o la moderación de los socialdemócratas creó Maastricht? Mi intuición es que es probable que la causalidad vaya en los dos sentidos. Un relato más plausible de esta observación sea tal vez que las élites de los partidos socialdemócratas se volvieron más ortodoxas en los años ochenta, entendieron que era inviable mantener tipos de cambio fijo y libre circulación de capitales y aceptaran Maastricht como un mecanismo de compromiso para tener una política macroeconómica creíble.

Siguiendo este razonamiento, una de las principales conclusiones a las que llega el libro es que lo que está en crisis no es tanto la socialdemocracia, como la democracia en sí misma. En otras palabras es en opinión de Urquizu el ascenso de instituciones no sometidas al control democrático y, a la sazón, sospechosas de ser menos de izquierdas, como la UE o los Bancos Centrales, lo que explica la supuesta crisis de la socialdemocracia. Si habéis seguido mi razonamiento hasta aquí o estáis familiarizados con mi opinión sobre el famoso problema del déficit democrático (I,  II  y III) no os sorprenderá que esté en total descuerdo con este planteamiento. Os remito a los enlaces para no alargar más esta reseña. Me gustaría sin embargo recalcar que me parece muy discutible darle algún valor ideológico a recetas de política económica específicas cuya valoración es un problema básicamente técnico, no ideológico. En otras palabras, mi opinión es que ser de izquierda tiene que ver sobre todo con el compromiso con la igualdad de oportunidades, el bienestar general y el mérito, no con la creencia ideológica en estimaciones econométricas sobre el valor del multiplicador fiscal o la elasticidad de la oferta de trabajo


12 comentarios

  1. AmalricNem dice:

    «es que ser de izquierda tiene que ver sobre todo con el compromiso con la igualdad de oportunidades, el bienestar general y el mérito, no con la creencia ideológica en estimaciones econométricas sobre el valor del multiplicador fiscal o la elasticidad de la oferta de trabajo»

    Gracias Cives, voy a memorizar esta frase y soltarla cada vez que pueda a los Reaccionarios de izquierdas y conversadores del status-quo

  2. Epicureo dice:

    Cives, realmente criticas muy bien. Si criticaras igual de bien los libros con cuyas conclusiones sí estás de acuerdo, serías un perfecto científico.

    Sobre las conclusiones, coincido en que interpretar la UE como «causa» de la derechización de la izquierda no se sostiene demasiado. Al fin y al cabo, tanto González como Miterrand intentaron ser más o menos igual de izquierdistas al principio, cuando Francia llevaba siglos en la UE y España estaba fuera. Si no recuerdo mal. En todo caso, la expansión de la UE y la derechización de la izquierda han ido de la mano.

    No coincido contigo, claro, en lo del «déficit democrático». Más que nada porque no pienso que existan «recetas de política económica específicas cuya valoración es un problema básicamente técnico», dado que esas recetas nunca son socialmente neutras; en general, perjudican a unos y benefician a otros, e incluso en el caso excepcional de que no perjudiquen a nadie, beneficiarán en mayor medida a unos que a otros.

    Y no es que considere tampoco que la democracia es la panacea y cuanto más amplia y directa mejor, pero es que la tecnocracia no la mejora demasiado. La gente corriente suele ser bastante tonta, pero cuando uno oye a los sabios decir que para mejorar la economía del país hay que bajar los sueldos y la protección social, o sea, perjudicar la economía de al menos el 80 % de la población, algo chirría. Y más cuando se ve que algo tan «técnico» como el multiplicador fiscal medio puede pasar de repente de 0,8 a 1,3 si conviene, según el FMI.

    Tampoco coincido con eso de que la izquierda es «compromiso con la igualdad de oportunidades, el bienestar general y el mérito». Ese compromiso es lo exigible a cualquiera para no parecer un cabrón. ¿Conoces algún partido que abiertamente (y no sólo en la práctica) abogue por la desigualdad de oportunidades, persiga el malestar de algunos y afirme que el mérito no debe ser premiado? Bueno, pensándolo bien, sí los hay, nacionalistas. Pero aparte de esos…

    No, ser de izquierda es afirmar que la desigualdad social y económica es un mal, quizá un mal necesario, pero que debe limitarse a lo imprescindible para incentivar el mérito y el esfuerzo; y que para reducirla son necesarias políticas activas y permanentes, ya que el sistema económico «naturalmente» tiende a aumentarlas. Eso, es ser de izquierdas, al menos en mi opinión.

    Evidentemente, el grado de desigualdad tolerable y el tipo y la magnitud de las políticas de igualdad son cuestiones abiertas.

    • Cives dice:

      Fíjate en que es un libro con cuyas ideas estoy globalmente bastante de acuerdo.

      «recetas de política económica específicas cuya valoración es un problema básicamente técnico”, »

      Cada uno puede perseguir objetivos distintos, pero la evaluación de los efectos es un problema técnico, no hay juicios de valor: se discute con argumentos técnicos y los cambios de opinión que se consideran aceptables no dependen de lo que uno considera deseable.

      «ser de izquierda es afirmar que la desigualdad social y económica es un mal, quizá un mal necesario, pero que debe limitarse a lo imprescindible para incentivar el mérito y el esfuerzo»

      Para tí, entiendo, ser de izquierdas tiene que ver con redistribuir a gente que no lo merece. Uh.

      • Epicureo dice:

        Cives, si no hay «juicios de valor» no puede haber «valoración». Una cosa es utilizar la técnica para predecir los efectos de una política, y otra distinta determinar si es aceptable, lo cual depende precisamente de lo que uno considere deseable.

        «Ser de izquierdas tiene que ver con redistribuir a gente que no lo merece».

        Me acabas de dar una buena definición de lo que es ser de derechas: es creer que cada uno recibe exactamente lo que se «merece», ya sea porque Dios se ocupa de ello o porque lo hace el Mercado.

        Supongo que los de izquierdas pensamos que lo que la gente «merece» no tiene por qué ser igual al valor económico de lo que produce y vende en el mercado. ¿Qué se «merece» un amigo por animarte cuando te deja la novia? ¿O cualquiera por ser buen vecino o buen compañero? ¿O por salvar la vida a un accidentado? ¿O por contar buenos chistes en el bar? ¿O por criar hijos sanos? Según tus cuentas, nada.

        Como no veo forma de saber lo que «merece» cada persona, por simplicidad partiría de la base de que todos merecen lo mismo. A partir de ahí, se puede y se debe incentivar los comportamientos que enriquecen a la sociedad (trabajar, innovar, crear…) y desincentivar los comportamientos antisociales (pereza, engaño, violencia). El libre mercado puede utilizarse como un medio para conseguir algunos de estos objetivos.

        • Cives dice:

          Lo que dices en la segunda parte del comentario creo que no se sigue del mío. Por favor, revisalo. Si el tema te interesa, hay buenos manuales de filosofía política por ahí (el de Kymlicka es estupendo). También está la clase de Michael Sandel en Harvard http://www.justiceharvard.org/

          Sino, cuando digo «valorar los efectos» me refiero a «describir», siento si no se entiende.

          • Epicureo dice:

            Bueno, tampoco el final de tu comentario anterior se seguía del mío, era una burda caricatura, así que pensé que estábamos siendo flexibles con eso.

            Ahora veo que caes en el «primero leete este tocho y luego podremos hablar» (argumentum ad mammotretum), señal de fin de discusión. Haré caso de tus recomendaciones si puedo.

            • Cives dice:

              «el final de tu comentario anterior se seguía del mío, »

              Estaba intentando ilustrar que cualquier planteamiento normativo que recuse el mérito en abstracto (¿cuál es la alternativa al «mérito»? ¿el privilegio?), como tal, lleva a consecuencias poco intuitivas y que pienso un planteamiento progresista se basa en una visión concreta de qué es el mérito, no en abstraerse de él, lo que nos lleva a…

              «argumentum ad mammotretum»

              No, estoy intentando señalarte que sobre esto hay bastante escrito y que tú pretendes empezar a discutir aquí desde cero cuando solo es una parte muy lateral de un post de 1800 palabras, así que tal vez podamos aplazar la discusión a otro momento y entre tanto te he remitido a un par de sitios dónde puedas resolver tus dudas.

              • CABALLERO dice:

                Buenas.

                Nunca dejará de sorprenderme que un politólogo entre a discutir qué cosa sea «ser de izquierdas» (¿?)

                Sea como fuere, termina invariablemente queriendo pasar como tal -cuando éste se dice «de izquierdas»- aquello que entiende como su ideal político; aquello que considera como lo más positivo para el conjunto de una sociedad.

                Epicureo dice: «No, ser de izquierda es afirmar que la desigualdad social y económica es un mal, quizá un mal necesario, pero que debe limitarse a lo imprescindible para incentivar el mérito y el esfuerzo; y que para reducirla son necesarias políticas activas y permanentes, ya que el sistema económico “naturalmente” tiende a aumentarlas. Eso, es ser de izquierdas, al menos en mi opinión.»

                El PP es un partido «de izquierdas»?

                Un saludo.

  3. Joshua dice:

    Cives, dices que ser de izquierda: «tiene que ver sobre todo con el compromiso con la igualdad de oportunidades, el bienestar general y el mérito, no con la creencia ideológica en estimaciones econométricas sobre el valor del multiplicador fiscal o la elasticidad de la oferta de trabajo».
    Ojalá fuera así. Pero desde que el jefe de la tribu contrató al que más sabía de como predecir el tiempo, las cosas se complicaron un poco. Acabaron nombrándole brujo mayor y el resto de la historia ya lo habéis visto. En la evolución de los brujos ha habido dos fuerzas encontradas: la búsqueda de la verdad (al menos algo parecido a eso) a cualquier precio y la búsqueda de los privilegios del cargo. A largo plazo es posible que la verdad se imponga, pero siempre ha habido hogueras encendidas para quemar personas y libros. Desde que somos civilizados, esas hogueras ya no queman tanto, aunque destruir si que destruyen. Y desde que somos posmodernos, pensamos que todo esto que digo son paparruchas de antropólogos, y que ya estamos por encima de todo esto.
    A algunos les gustaría perseguir el bienestar general… a largo plazo, pero se encuentran con los descendientes «malos» de aquel brujo por todas partes. Por eso el multiplicador fiscal ha pasado de 0,4 hace cuatro años a 1,4 recientemente. Y por eso el calentamiento global puede ser debido a la actividad humana o a las manchas solares…
    Hoy pocos piensan, creo yo, que la independencia del BCE respecto a los gobiernos no fuera al mismo tiempo un arrojar al BCE en manos de la banca.
    Hay gente que busca métodos muy complicados para conseguir su «bienestar general».
    Y sí que dan ganas de leer el libro.

  4. Belen dice:

    Epicureo ¿escribes en algún blog?

  5. […] las dos entradas anteriores de esta reseña (I y II) me he encargo de resumir las tesis básicas del libro y su metodología. En esta última entrada […]

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