El otro día en la tertulia plantee en voz alta una idea que me ronda la cabeza a propósito de la selección de elites, un asunto que ya hemos tratado aquí en otras ocasiones. Creo que se puede afirmar con cierta contundencia que nuestros dirigentes políticos tienen problemas serios de reclutamiento; parece que tenemos algún tipo de disfunción que nos impide conseguir unos gobernantes y políticos, dentro de la variedad, mínimamente competentes. ¿Y por qué este nivel tan pobre? ¿Qué está ocurriendo en los partidos? Permitidme que hable un poco del asunto.

Carrera externa, carrera interna

Para tratar el asunto de la selección de elites suelo partir de una premisa simplificadora que creo útil para entender el dilema. En general se podría decir que las trayectorias de los «potenciales» representantes políticos son de dos tipos. Por un lado tenemos gente externa a los partidos con carreras profesionales fuera de la política la cual, por compromiso personal, estarían dispuestos a participar en la vida pública. Podría ser un abogado prestigioso, un economista competente, un investigador de primera o un periodista de éxito. Por otro lado tenemos a gente que lleva metida en los partidos desde su más tierna infancia y que está ligada a las burocracias tradicionales del aparato. Son perfiles que en general siempre ha vivido por y para la política pero que, en ocasiones, lo hacen compatible con vivir de la política gracias a nuestro sistema institucional, especialmente proclive al patronazgo.

Pensemos por un momento que hubiera que poner a ambos grupos a pugnar por encabezar una lista electoral. Para el primer grupo ostentar un cargo es opcional y su participación supone muchas veces un coste de oportunidad importante. Por poner un ejemplo, cuatro años en un parlamento sin sacar una sola publicación académica puede ser letal para la carrera de un científico. Sin embargo, en el caso de los individuos que viven esencialmente del partido, conseguir un cargo político no es una opción, sino que muchas veces es una cuestión de supervivencia. Siendo esto así, el incentivo para pugnar por el cargo es mucho más fuerte para el veterano del partido que para el que viene de fuera o acaba de llegar, por lo tanto es comprensible que haya un cierto predominio del primero dentro de la organización.

Pero además, pensad que un partido político es una organización voluntaria y como tal permite entre sus militantes las opciones de “lealtad, “voz” y “salida”. Pues bien, en el caso en el que se trate de un reparto de prebendas internas desde una cúpula centralizada, es obvio que la estrategia seguida por ambos grupos difiere. La lealtad es la opción ganadora para los profesionales de la política dado que su posición depende exclusivamente de adherirse a la cúpula dirigente. Ahora bien, para los de fuera, los cuales muchas veces se sienten ignorados o desplazados – el umbral de tolerancia a pasar por el rodillo de alabanzas al líder también es más bajo –, al final termina imponiéndose la idea de que militar se trata de una pérdida de tiempo y es mejor ocupar el tiempo en otra cosa, especialmente en el caso de que haya que entablar una larga «batalla interna» para conseguir el cargo. Es decir, terminan optando por la salida o simplemente quedan desactivados, pasando a ser militantes pasivos.

No debe sorprendernos, por lo tanto, que el nivel de nuestra política no sea especialmente brillante. Las maquinarias de los partidos ayudan a espantar el talento mientras que premia a aquellos que subsisten gracias a la obediencia ciega a sus cúpulas. Es decir, terminamos teniendo políticos poco experimentados – no necesariamente poco cualificados – a la par que muy dogmáticos – que tu única socialización provenga de un partido te “cuadricula” la cabeza  –. Por supuesto hay variación dentro de cada partido en función del tamaño de la organización y su grado de su burocratización, su path-dependency organizativo, pero no parece descabellado decir que hay cierta tendencia a este equilibrio interno.

El administrador de la miseria

Expuesto lo anterior, se supone que en todo este proceso de selección de elites hay un elemento fundamental que impacta sobre el resultado del proceso: las elecciones. Cada vez que hay una convocatoria electoral los votantes emiten un veredicto (imperfecto) para hacer rendir cuentas a los políticos. Si los partidos pierden elecciones se desprende que sus candidatos o políticas no tienen respaldo y se generan incentivos para el cambio interno, con lo que es esperable cierta renovación. Es verdad que es poco probable que los partidos “abran las puertas y ventanas” para que lleguen militantes con ideas nuevas y otra forma de entender las cosas (por más que pueda depender del nivel de la bofetada electoral) pero la derrota sí que parece asegurar que, dentro de las propias élites “de partido”, al menos haya cierta rotación interna. Uno esperaría la correspondiente purga post-congresual que diera paso a una generación nueva que, aunque pueda tener un nivel de competencia similar, al menos ofrezca caras y modos nuevos.

Sin embargo, mi punto de vista es que este mecanismo tan intuitivo puede fallar si no se cumple una premisa fundamental, a saber, que los propios partidos quieran ganar elecciones. Imaginad el siguiente escenario. Un partido lleva perdiendo elecciones desde hace décadas y no logra levantar cabeza, ya sea por sus propios errores o simplemente porque la composición social de sus distritos lo hace muy difícil. El hecho es que el partido se termina acostumbrando a perder y los líderes posponen la propia victoria como principal – y complicado – objetivo frente a la más inmediata garantía de su supervivencia personal. Las pobres expectativas electorales del partido hacen que el equilibrio óptimo sea el reparto de prebendas internas y no pelear para conseguir el poder con una renovación agresiva –de resultado incierto para los dirigentes presentes –. Además, esta lógica se extiende a las propias bases. La derrota continuada hace que cada vez haya menos militantes en el partido, que a su vez pierden el interés y que, por lo tanto, tanto numérica como cualitativamente terminan siendo más fáciles de capturar desde las cúpulas para abortar cualquier intento de renovación.

Pensad en la rama regional de cualquier partido que lleve muchísimo tiempo en la oposición y veréis rápidamente la lógica que quiero exponer. Lo normal es que este partido esté dividido en diferentes familias, sin equilibrios claros de poder, y que la cúpula dirigente deba alcanzar acuerdos para subsistir. Siendo esto así, los puestos en una lista electoral – por poner un ejemplo de prebenda que hasta en la oposición se tiene – se convierten en la moneda de cambio para satisfacer a todos los miembros de la organización claves para la cúpula. No se quiere gente nueva en la lista, se quiere que los de adentro queden esencialmente satisfechos. Si en un escenario normal los de la trayectoria externa lo tienen difícil, aquí aún se hace más complicado. La renovación, la llegada de gente nueva para intentar ganar, queda en un segundo plano frente al imperativo que tienen los miembros de mantenerse en la torre de control. Este es un síndrome que hace que un partido político deje de ser una maquina de ganar elecciones para convertirse en un administrador de la miseria.

Creo que hay buenas razones para pensar que esta dinámica es particularmente perniciosa tanto para el propio partido como para la propia salud global del sistema. Para el partido porque, dado que no hay renovación, la derrota se perpetúa a su vez y ello conlleva que se hunda cada vez más. Es una espiral decreciente hacia el suelo electoral. Pero en paralelo, a nivel del sistema político en su conjunto, hay una distorsión en los mecanismos de rendición de cuentas.  Incluso aunque debiera ser castigado electoralmente, la oposición no consigue capitalizar el descontento con el gobierno porque, a efectos prácticos, sigue siendo lo mismo (y los mismos) que ya han sido censurados en el pasado. En suma, que hace que las elecciones dejen de ser competitivas y el gobierno ya pueda echarse a dormir.

Conclusión

Reconozco que aquí planteo algunas cuestiones sobre la selección de elites y sus problemas aunque es un tema al que aún hay que darle muchas más vueltas. Algunas cuestiones las he dejado deliberadamente en el tintero, como el hecho de que la mayoría de nuestros políticos sean funcionarios – que, si se piensa, son los que menor coste de oportunidad tienen – y cómo eso se relaciona con las dos trayectorias descritas al principio. Tampoco creo estar capturando del todo la variación entre partidos, algo que quizá merecería otra entrada. Creo que los pool de políticos (los potencialmente seleccionables) varían sustancialmente según la extracción del reclutamiento y eso también debería considerarse. Sin embargo, creo que hay cierto consenso en la existencia del problema de reclutamiento y los perjudiciales efectos de ser un partido administrador de la miseria. Reconocido esto, ahora solo falta saber como desatar el nudo gordiano. Ánimo.


27 comentarios

  1. […] "CRITEO-300×250", 300, 250); 1 meneos El administrador de la miseria politikon.es/2012/09/11/el-administrador-de-la-miseria/  por nom hace […]

  2. rafa dice:

    Si solo fuera el mecanismo de selección de las élites de los partidos… pero es que lo que has explicado se podría aplicar casi totalmente a la selección y promoción del profesorado en la universidad española… y, a poco que rasques, en muchos más ámbitos, tanto públicos como privados.

  3. Javier dice:

    Me parece muy interesante el post y creo que a todos nos vienen a la cabeza ejemplos de esos partidos regionales que indicas. En Madrid o en la Comunidad Valenciana hay buenas muestras.

    Y me interesa especialmente lo que dices de los funcionarios metidos a políticos (o que muchos políticos lo sean). Creo que hay una parte que se debe, como bien dices, al coste de oportunidad. Otra se debe también a nuestra historia reciente (en el franquismo se hacía política institucional desde la Administración – por algo éramos un Estado de Derecho…Administrativo). También hay causas en la propia estructura de la Administración (hasta dónde llegan los niveles de designación política). Y no es menor el hecho de que los funcionarios conocen la organización y sus mecanismos de primera mano. Soy funcionario – sí, confieso – y a veces el desconocimiento del medio por parte de algunos altos cargos es muy improductivo (aunque también, y esto lo he vivido, la gente que viene de fuera es más capaz de preocuparse por cambiar la propia organización).

    Hay otra cosa, al hilo de los funcionarios/políticos, que me resulta curiosa y es la aparente división que hay entre partidos. Así, el PP parece que se nutre más de los cuerpos de la Administración general (inspectores de Hacienda, abogados del Estado, técnicos comerciales, etc…), mientras que el PSOE recluta a sus políticos/funcionarios en los cuerpos universitarios y, en menor medida, entre algunos cuerpos como los diplomáticos o los TACs. ¿Qué explicaciones puede haber para esta diferencia de «caladeros»?

  4. JuanAV dice:

    Después de que en la tertulia criticarais a César Molinas por su artículo, expones una situación que encaja perfectamente en su teoría.

    • Francisco dice:

      No estoy de acuerdo JuanAV

      Yo creo que la teoría de Molinas es que un sistema mayoritario lo arregla todo, el resto es envoltorio.

      No comulgo con la lectura parcelada de ese artículo concreto, es una construcción para demostrar algo. O lo tomas entero o no.

      Las ideas se pueden usar por libre, como venían, porque no son nuevas.

    • Pablo Simón dice:

      Sobre este punto, yo fui uno de los que más criticó el artículo. Creo que apunta un diagnóstico muy interesante pero esencialmente creo que pensar que nuestra clase política es a) extractiva b) es la que ceba las burbujas y c) la clave es pasar a un sistema electoral FPTP son premisas discutibles. La primera porque no todos los políticos lo son en igual medida – aunque el sistema lo favorezca, cosa que Molinas tiene razón -. Ahora bien, pensar que no tenemos instituciones políticas y económicas inclusivas en españa (a la Acemoglu) es muy bestia. Segunda, porque las burbujas tienen otros componentes que las ceban al margen de la labor política. Y tercera… En fin, lo he comentado muchas veces, los sistemas electorales no son varitas mágicas. Ahora bien, creo que el artículo sigue siendo muy interesante.

      El punto que subrayo aquí es un componente de selección y reclutamiento, y la verdad, es mucho más modesto que una teoría sobre la clase política en España

      • JuanAV dice:

        Francisco,

        Eres muy libre de tomarlo entero o no tomar nada. Creo que deberías permitir que los demás tomáramos lo quisiéramos. Yo tomo parte. Estoy de acuerdo con César Molinas en que la clase política se ha convertido en una élite extractiva, lo cual es producto, entre otras cosas, de un sistema electoral que da mucho poder a los dirigentes de los partidos (ilustrado perfectamente en la famosa frase “el que se mueva no sale en la foto”). No estoy de acuerdo con la solución que plantea.

        Pablo,

        Cierto que no todos los políticos lo son en igual medida, por lo tanto de acuerdo con César Molinas que dice claramente que “la teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales.”

        Es cierto que “no tenemos instituciones políticas y económicas inclusivas en España” o al menos cada vez quedan menos y las que quedan se van deteriorando rápidamente

        Cierto que los sistemas electorales no son varitas mágicas. CM también lo dice: “Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida.”

        • Francisco dice:

          JuanAV

          Yo decía:

          «No estoy de acuerdo / Yo creo que / No comulgo»

          En primera persona del singular, vamos que es mi opinión. Toma lo que te de la gana, yo es que sobreentiendo que lo que alguien te diga por un blog no es un imperativo.

  5. Jorge dice:

    ¿Listas abiertas? 😉

  6. Cives dice:

    Hay una cosa que no termina de encajarme en el mecanismo. Tal como lo expones, es como si ganar elecciones fuera la diferencia entre todo o nada.

    Pero en el margen, los diputados que están entre ganar el escaño o no ganarlo tienen incentivos para que el partido quede mejor o peor. ¿no? ¿Esa gente precisamente si están preocupados por su carrera interna y no tienen futuro profesional fuera del partido, no son los que tienen incentivos para que el partido mejore, al menos, marginalmente?

    Entiendo que esto dependerá de la estructura interna de funcionamiento del partido -del poder de esos diputados marginales dentro de la organización y también del coste relativo de plantear la batalla dentro del partido para escalar puestos (y asegurarse un sitio) vs hacer que la tarta a repartir sea más grande. ¿no?

    • MuGaR dice:

      Sabedores de que las opciones de su partido varían muy poco por su actuación en tanto que militantes marginales (pues el margen de mejora-grande o pequeño- es consecuencia directa de las acciones de los dirigentes), en buena lógica entienden que sus opciones se reducen a intentar conquistar el mando en el partido o apuntalar su posición en el mismo.

      Yo creo que kanciller precisamente recalca que las elecciones no funcionan como un mecanismo corrector. Y aquí apunto que la recurrencia de las mismas (hay elecciones cada poco tiempo) ayuda a mantener el status quo salvo desastre mayor (que a veces ni así se cambia) porque pronto se puede volver a intentar (felipe, aznar, mariano… todos ganaron a la tercera).

      Por supuesto los partidos necesitan estabilidad, por lo que parece poco práctico descabezarse cada vez que se pierde una elección.

      Descartada la renovación por presiones internas (asumiendo lo expuesto en el artículo) parece que sólo una fuerza externa sería capaz de producir cambios significativos.

      En cristiano: no se pueden reformar los partidos tradicionales y estos partidos no van a mejorar la selección de sus élites (nadie en su sano juicio se pega un tiro y la resistencia al cambio hará que cualquier intento termine en fragmentación).

      Otros tendrán que echarlos. En este país lo que falta es ambición (de la buena).

    • Pablo Simón dice:

      Sí, reconozco que aún tengo que darle algunas vueltas al mecanismo. El problema de los que están en el margen de entrada o no siguen siendo gente interna para la que la lealtad sigue siendo la estrategia preferida porque no necesitan que el partido mejore sino que, al menos, en la próxima elección lo pongan en la zona «segura». Que el tipo de organización media está claro, y tienes toda la razón, lo que pasa que también tengo que darle alguna vuelta a cómo influiría su los cargos se solapan – pongamos diputados-alcalde-. Es posible que estos, con cierta autonomía refrendada por las urnas, sean los que más incentivos tengan para que el partido mejore. Aún así, es tentativo.

      • Cives dice:

        Me recuerda un poco a los modelos de crecimiento con conflictos redistributivos dónde uno puede elegir entre producir y ampliar el tamaño del pastel o entrar en una actividad de búsqueda de rentas (repartirse el pastel aunque sea pequeño).

        Aquí estás asumiendo que la segunda estrategia domina sobre la primera, pero el por qué no termino de tenerlo claro.

  7. claudio dice:

    Pero es que pasa que hoy día la política no es una actividad de prestigio. Las mejores mentes se vana otros sitios (mayormente, las grandes empresas).
    Para que hubiera un cambio en la selección de las élites políticas, deberíamos empezar por considerarlas élites sociales. Y ello debería ir precedido por un cambio de visión de lo que es la sociedad y la política.
    En este país, y en bastantes otros, en que somos muy liberales en cuanto a nuestras obligaciones sociales y muy republicanos por lo que hace a la exigencia hacia la clase política, la cosa está más que difícil.
    Piénse en una cosa: usted está seleccionando personal. Y un candidato, en su CV refleja que su actividad anterior a sido la política. En caso de que usted no esté pensando en tráfico de influencias, ¿cómo valora esa experiencia? La misma pregunta se podría hacer cambiando un político por un maestro. Ello dice mucho de nuestra sociedad, eso que ahora llaman valores y las características del personal atraído a cada ámbito.

  8. MuGaR dice:

    Aquí la clave las das con lo del nudo gordiano. Ya sabemos cómo se solucionó ese problema. Es lo que propones? deberías xD

  9. Juanen dice:

    Tambien hemos de tener en cuenta el tremendo desprestigio que tiene la clase política en la actualidad, y las pocas ganas que puede tener alguien con trabajo fijo para dejar su empleo, perder opciones de ascenso para no poder pasear tranquilo por las calles de tu pueblo sin recibir insultos o incluso amenazas…

  10. Carlos_LdG dice:

    Pero el generador de la miseria es un vicio difícil de romper. Cuando no hay un liderazgo central fuerte (ganador de elecciones) saltan todos diciendo que ellos saben hacerlo mejor. Claro, eso se ve a nivel externo perdiendo votantes, debilitando aún más el liderazgo y provocando unas mayores peleas intestinas. Al final el que se consigue mantener es aquel que consigue gestionar esa miseria.

    Y ahora, cuando has conseguido mantenerte en la cúpula del partido manteniendo las aguas calmadas un tiempo. ¿Cómo haces para vender renovación y aumentar en votos sin romper el delicado equilibrio en el que te asientas? Quizá un «hiperliderazgo» de escoger SG con los votos directos pueda romper estas estructuras de poder.

  11. Navarta dice:

    Como sigamos así mucho más tiempo, achacano a los políticos todos lo problemas imaginables, pronto llegaremos a la conclusión que habita al final de ese razonamiento. Para qué queremos políticos? que nos gobierne El Corte Inglés.

    Pero que güevos tiene la gente, no militas, no luchas por tus ideas, no le das caña al secretario de agrupación de turno, no te mueves de tu sillón y luego quieres que te metan en las listas como un elefante blanco salvador al estilo Pizarro (el Cid de las eléctricas).

    Menos llors, menos quejas y más dar la cara aunque sea para que te la partan. Este lastimero plañir de los supuestos élitemen, me resulta cargante y aporta bien poco a la mejora de la sociedad.

    Menos quejarse de lo duro que es hacer política y más trabajar.

    Y los señoritos de casino (versión actual 2.0), que se vayan a montar ONGs varias, si creen que los partidos son tan malos y coartan tanto su libertad.

  12. Tineo dice:

    Lo de la limitación de mandatos en todos los estamentos políticos y los estamentos que viven de la subvención, veo que nadie, pero nadie lo apunta. Me parece extremadamente curioso.

  13. Pedro dice:

    Y nadie apunta otra solución, primarias obligatorias entre los afiliados,e incluso simpatizantes, de cada partido para todos los ámbitos, municipal, autonómico y estatal. Esto incentivaría la participación, la afiliación, faciliataría la entrada de personas y grupos nuevos, una especie de equlibrio entre la carrera externa e interna.

  14. Penny dice:

    Pablo: el mecanismo que planteas es de carácter general. Pero si nos interesa el hecho diferencial español, nos tenemos que preguntar, en primer lugar si la calidad de nuestros políticos es inferior a la de los políticos de los paises de nuestro entorno

    Y de ser así, surgen preguntas adicionales:

    ¿Es un problema de que el sistema electoral no sea mayoritario, como señala Cesar Molinas? [No lo creo]

    ¿Genera problemas que un grupo importante de políticos pueda vivir (casi) permanentemente en la oposición? Perder elecciones con los garbanzos asegurados (en un cargo electo o en el partido) no es tan costoso. ¿Es más relevante este fenómeno en España que en otros países?

    ¿Es también parte culpa de la falta de accountability que genera la importancia del voto ideológico? ¿es este más importante en España?

    ¿Hay algún tipo de evidencia empírica sobre alguno de estos aspectos?

    • Pablo Simón dice:

      Penny; No pretendo plantear una teoría general, los argumentos solo encajan para el caso particular que describo (con algunas dificultades) dentro de la discusión más amplia sobre los líderes. Sobre las preguntas que planteas, estoy recogiendo algunos datos a ver si presento evidencia empírica, aunque la calidad es difícil de medir (como mucho, confianza o sentimiento de eficacia) pero te avanzo que en España no hay más voto ideológico que en otras latitudes. Exploraré la cuestión a ver si saco algo pronto.

  15. Mariam dice:

    La primera parte del artículo está muy bien. Y creo que el fichaje de Ramón Mateo por UPyD Asturias es una magnifica ilustración.

  16. X dice:

    A los parásitos se les ataca otorgándoles mayores responsabilidades, rendición de cuentas, eso o por el lado de la financiación….

  17. […] el administrador de la miseria Roger Senserrich expone un problema en la selección de élites en los partidos políticos en España. Su idea, básicamente consiste en que el coste de […]

  18. Gorgias Marat dice:

    Yo encuentro una explicación a porque los que van en los puestos medios no luchan para hacerlo mejor. Saben que tienen alguna posibilidad de salir si se esfuerzan o se desmarcan de la línea del partido, pero pierden cualquier opción para ser asesores o cargos de libre designación. Habría que analizar que puestos en listas suelen ocupar los que luego van a ser asesores.

  19. Un electorado con mayores niveles educativos, el predominio de los medios de comunicación, y con demandas que no encuentran expresión han determinado que el ciudadano promedio se sienta desencantado con la política, y por lo tanto, con los partidos. No obstante, es posible, como resalta Alessandro Pizzorno, que los partidos de masas hayan sido una excepción en la historia política de la humanidad, es decir, que una vez incorporados ciertos sectores de la sociedad, dichos partidos tenían como destino desaparecer.

Comments are closed.