Este domingo comentábamos en la tertulia una bonita triquiñuela legal que el gobierno había incluído en el rescate de Bankia. En vez de hacer una inyección de capital clásica, poniendo un montón de dinero contante y sonante para efectuar la nacionalización, el ejecutivo decidió entrar en la entidad financiera colocando un montón de deuda pública española. Esto es, en vez de emitir bonos del tesoro y utilizarlos para rescatar el recuperado banco público, Bankia tenía las promesas de pago en su bolsillo directamente.

Esto se hizo por dos motivos. Por un lado, colocar deuda pública directamente no aumenta el déficit, algo que preocupa mucho al gobierno. Si queremos cumplir con el (imposible) objetivo que nos ha marcado Europa para el 2012, no podíamos andar mendigando así a la ligera. Por otro lado, el gobierno estaba utilizando esta triquiñuela para hacer algo muy ingenioso: forzar al BCE a imprimir moneda.

¿Cómo? Bueno, los bancos españoles, cuando necesitan liquidez y no la pueden sacar de ningún sitio, van al BCE a pedir un préstamo. Para que el BCE te dé dinero necesitas una licencia bancaria (así que nada de particulares), y darle algún activo que pueda servir de colateral, una garantía sobre la cantidad del préstamo. Tradicionalmente los bancos centrales son sitios muy serios y aburridos, y el único colateral que aceptan son cosas muy, muy seguras; bonos alemanes, deuda ultrasegura, estatuas ecuestres de oro macizo y demás pilares del sistema financiero. Con el desbarajuste de la eurozona de los últimos años, el BCE lleva una temporada aceptando cosas un tanto más dudosillas, como deuda hipotecaria, y engendros realmente intocables, como deuda pública griega. Dentro del paraguas de activos más bien malos está también la inefable deuda pública española, que estos días empieza a ser de esa clase de residuos que brillan en la oscuridad.

Volvamos a Bankia, recién inyectada con 20.000 millones largos de gloriosas promesas de pago del Reino de España. Hasta ahora el BCE se ha negado a comprar esta deuda pública directamente a los estados, en parte porque lo tienen prohibido, en parte porque creen que si lo hacemos nos daremos a las drogas y al Rock & Roll en vez de convertirnos en austeros pastores luteranos de Brandenburgo. Ahora bien, el BCE sí que está aceptando esa deuda pública cuando la trae un banco, así que Rajoy y sus muchachos deben haber pensado todo orgullosos que hecha la ley, hecha la trampa: no podemos monetizar la deuda, pero sí que podemos meterla en un banco zombie y enviarlo a pediros cuartos. Qué listos somos.  Larga vida a la picaresca española, etcétera.

Pequeño problema: el Banco Central Europeo les ha dicho que los alemanes imaginación no tendrán pero tampoco son imbéciles, y esto de enchufar deuda pública a un banco no lo van a pasar.  Tienen toda la razón del mundo; el gobierno español renunció a tener política monetaria cuando entró en el euro. Jugar a meter deuda en un caballo de madera gigante llamado Bankia y pedir así disfrazados que impriman moneda es tener una jeta de impresión.

Luís Garicano, en NEG, interpreta que Rajoy se estaba marcando un farol. El rescate es un juego del gallina entre el BCE y España, y el gobierno está intentando forzar la mano de la autoridad monetaria intentando sacar petróleo donde no lo hay. Me gustaría creer que tiene razón, pero no soy tan optimista; la sensación que tengo, y más viendo el secretismo relativo con el que Rajoy preparó la medida, es que realmente estaban intentando encontrar un agujero legal para rescatar(se) unilateralmente. Uno no lanza un farol gritando que no tiene nada y pidiendo clemencia; eso es como practicar la disuasión nuclear pero no decirle a nadie que tienes bombas atómicas. El gobierno ha lanzado un globo sonda, a ver si suena la flauta. Y lo único que ha conseguido es cabrear aún más a nuestros vecinos europeos.

Si es cierto que España intentó rescatar a la cuarta entidad financiera del país usando un truco contable extraño sin consultar ni avisar a nadie, es de una irresponsabilidad que asusta. Cuando el futuro económico de todo un país depende de la buena voluntad de nuestros vecinos uno no se lanza a rescatar bancos mediante oscuras maniobras de kung-fu contable. Están improvisando salvajemente, sin decirle nada a nadie.

Lo más triste, por descontado, es que esta entusiasta  búsqueda de interpretaciones creativas de las leyes es muy, muy hispánica. Cuando Ramón nos explicaba el invento este domingo estaba casi admirando lo ingenioso del invento. El legislador alemán medio, sin embargo, estoy seguro que le parece cualquier cosa menos divertido.

Así vamos, haciendo amigos. Después se extrañarán cuando nos aprieten.