Economía

Luditas, tecnología y redistribución

28 Abr, 2012 - - @egocrata

El artículo de hace un par de días sobre tecnología y empleo generó un buen debate en los comentarios, con un par de artículos interesantes de Cives y Octavio dando el contrapunto. Octavio se centraba sobre todo en el componente redistributivo de la innovación tecnológica, y como su avance podía generar ganadores y perdedores, aumentando las desigualdades. Cives señalaba como este efecto es patente en la economía de muchos países en los últimos años, pero no en España; nuestra obsesión ladrillil mantuvo el trabajo poco cualificado en alta demanda hasta la gran recesión.

A estos dos apuntes me gustaría añadir un tercero: la tecnología puede reducir desigualdades, y lo puede hacer a base de eliminar privilegios. El caso paradigmático, y a menudo mal entendido, es el de los luditas a principios del siglo XIX en el Reino Unido, y su curiosa obsesión por destruir máquinas. La historia se utiliza a menudo como ejemplo de aversión a la tecnología y progreso, pero es un poco más sutil. Los luditas no eran cazurros unicejos que creían que las máquinas eran un invento del demonio, sino obreros cualificados, expertos en operar telares manuales. Lo que temían es que los nuevos telares automáticos permitieran a cualquier campesino con dos dedos de frente hacer el mismo trabajo increíblemente especializado que ellos habían aprendido a hacer, perdiendo su condición de trabajadores únicos, imprescindibles y en alta demanda. La revolución industrial, en esencia,  permitió que cualquier melón pudiera fabricar copias baratas de los productos de consumo que los gremios habían monopolizado desde tiempo inmemorial. La maquinaria, lejos de aumentar las desigualdades, permitió aumentar el poder adquisitivo de muchos (sí, con salarios de proletario decimonónico – por muy malos que fueran, era mejor que plantar coles) y bajar dramáticamente los precios para el consumo.

La tercera revolución industrial, advenimiento de los robots y demás historias, si llega, puede que tenga un aspecto parecido. Alguien recordaba en los comentarios de mi artículo un estupendo artículo de Paul Krugman de 1996 (!!!) haciendo un poco de futurología. La idea esencial (que Krugman desarrolla un poco con datos y fuentes aquí y aquí) es que robótica y software a medio plazo van a poder desempeñar cualquier trabajo que sea repetitivo o rutinario, eliminando el factor humano en muchos aspectos. Todo lo que pueda ser traducido en toneladas de datos procesables en serie, por complejos que sean, acabará siendo pasto de las máquinas; la ley de Moore lleva décadas abaratando el coste de los ordenadores, y no parece tener visos de frenar. Esto incluye a los abogados (gracias a Dios); un ordenador lee más rápido que ellos.

Lo que paradójicamente seguirá siendo caro son todos esos trabajos que no son repetitivos, tienen poco de rutinario y requieren una cantidad considerable de sentido común. Curiosamente, es mucho más difícil enseñar a un ordenador hacer cosas que cualquier niño de siete años puede hacer sin problemas que enseñarle a interpretar legislación; el sentido común (cosas como reconocer caras, andar por un parque sin tropezar o montar legos sin mirar el manual) es algo que necesita una potencia de cálculo descomunal. Por añadido, el ser humano es una «pieza» de maquinaria increíblemente adaptable y fácil de operar; podemos construir un robot que haga todo lo que puede hacer un buen carpintero, pero la cantidad de motores, servos, sensores y articulaciones que necesitas para replicar un ser humano es tal que casi te sale más barato tener un saco de visceras.

Manejar datos será increíblemente barato, ya que el coste marginal de un byte tiende a cero. El acero, sicilio y plástico que necesitas para substituir a fontaneros con androides, sin embargo, sigue teniendo un coste real y probablemente creciente (todos esos chinos e indios saliendo de la pobreza van a necesitar materias primas) así que es perfectamente posible que muchos trabajos manuales pasen a ser más valiosos, no menos. Krugman enlaza un paper de Acemoglu que señala que estamos empezando a ver esta misma tendencia en los datos; si fuera cierto, el avance de la tecnología puede que esté empujando otra vez hacia menor desigualdad, no más.

Nota al margen: ¿sabéis qué industria no puede ser robotizada? el turismo. Con un poco de suerte, lo del sol y playa va a resultar ser un chollo, otra vez.


8 comentarios

  1. Fulano dice:

    Esto de la tecnología es como el comercio internacional. Globalmente estamos mejor con ellos que sin ellos, pero la distribución de la renta cambia. En el caso del comercio, esta constatación se suele acompañar de la afirmación de que mediante una redistribución posterior todo el mundo puede ganar. El problema es que esa redistribución en la práctica nunca se discute en estos términos. De hecho ahora la idea dominante es que «no nos podemos permitir» el estado de bienestar. Como las ideas políticas son persistentes, podríamos ver en el futuro próximo cómo la distribución primaria de la renta se hace más desigual y a la vez el estado redistribuye cada vez menos.

  2. Juanjo dice:

    Un poco fuera del tema, pero me ha venido a la cabeza por la actitud, no por la esencia del caso: Luditas = SEPLA

    Y volviendo a lo mollar: la duda está en hasta qué punto se puede automatizar el proceso de información. ¿Llegaremos al extremo de que un ordenador pueda redactar? O mejor dicho… ¿en cuánto tiempo?

  3. Josei dice:

    Un apunte, sin acritud: Varias veces, en varias entradas, te veo usar la palabra decimónico para referirte al siglo XIX. Esa palabra no existe. Si acaso es decimonónico («décimo-«, de diez, y «-non-» de nueve). De nada.

    Y por lo que respecta al tema, yo prefiero la senda de ir despedazándonos y sustituyendo carne por máquina, para quedarnos al final como amasijos metálicos andantes con cerebro, que hacer un robot desde cero..

  4. Miguel dice:

    … que el coste del byte tiende a cero. Como te oiga mi jefe le da un ataque de risa, no sabes la pasta que nos gastamos en mi organismo para almacenar datos:

    Copia primaria + copia síncrona + copia asíncrona + [backup / archivado].

    Y esto, con discos FC para dar rendimiento (aún no hemos empezado a usar SSD), o SATA para abaratar costes a costa de perder rendimiento.

    … y sobre todo eso, cabinas HighEnd, software de gestión centralizado, virtualización, etc. etc.

    Y sí, nos hacen el chiste de ‘joder, pues yo en el mediamarkt me compro un disco de 1 TB por 100 euretes!

  5. zhurrer dice:

    Me sorprende que nadie lo haya dicho todavía, pero una máquina no puede tener creatividad.

  6. Marc dice:

    Primer apunte, siento decir que los robots si que estarán en el turismo, de hecho, ya existen cosas cutres pero que ya han abierto el camino:
    http://www.pal-robotics.com/robots

    Dicho esto, no creo que la cuestión sea si la tecnología (en este caso los robots) va a disminuir, mantener o aumentar las desigualdades. Soy más de la idea de que son los seres humanos los que decidimos que hacer con la tecnología. Lo que quiero decir es que mientras unos ven la pólvora como forma de hacer fuegos artificiales, otros la ven como arma.

  7. Epicureo dice:

    Me encanta el optimismo, pero no lo veo nada justificado.

    Ya desde el siglo XIX se ve que los empleos que se pueden sustituir ventajosamente por máquinas, en muchos casos, no son ni los más penosos ni los que requieren menos preparación. De hecho, los que más fácilmente desaparecen son los trabajos que requieren ciertas habilidades, aunque no mucha imaginación, o sea los de la clase media baja. Esto hace, impepinablemente, que aumenten las desigualdades, a no ser que el Gobierno o la lucha sindical lo impida.

    Hoy en día no son solamente los oficinistas y los obreros industriales los que se ven sustituidos por máquinas. También les ocurre a comerciantes, editores, ingenieros y diseñadores gráficos, por ejemplo. La clase media es la que pierde.

    Los trabajos no rutinarios y no sustituibles son, en su gran mayoría, los trabajos más serviles, penosos y peor pagados: asistentas, cuidadoras, camareros, cocineros (no como Ferrán Adriá, de los que hacen comida de verdad)… Nunca habrá muchos empleos netamente «creativos», no hacen falta.

    Cierto, la hostelería no está amenazada directamente. De hecho, será el negocio del futuro: el mundo occidental se divide cada vez más entre capitalistas/gestores, por un lado, y los que atienden y entretienen a los primeros, por otro.

    Y no es nada cierto que los obreros decimonónicos vivían mejor que los campesinos (http://www.raco.cat/index.php/HistoriaIndustrial/article/viewFile/63404/74297). La esperanza de vida de un campesino era de 35 años, la de un obrero urbano menos de 20 años. Por supuesto, muchos no iban a la fábrica voluntariamente, sino empujados por la pérdida de sus tierras, la mecanización del campo, las leyes draconianas contra la «vagancia»… Hasta que a mediados del siglo XIX empezaron a hacerse leyes que limitaban el poder de los empresarios (prohibir el trabajo infantil, limitar las jornadas a 12 horas, qué barbaridades antiliberales) no mejoraron algo las cosas.

Comments are closed.