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Mendes-France, Rocard y Zapatero: la política y las posibilidades

27 Nov, 2011 -

Dentro de ese gigantesco oceáno de cretinismo y reacción que es la izquierda francesa y a pesar de las chorradas que dice últimamente, creo que Michel Rocard es probablemente mi político francés favorito. Devoré en su día su libro-entrevista «Si la gauche savait» y recuerdo que en aquél momento tenía la sensación de haberme encontrado con el primer socialista científico (es el término que me gusta usar para hablar de eso que la gente llama «social liberal» o «Tercera Vía») de Francia.

Pensaba en un pasaje del libro leyendo el artículo que escribió JFV sobre las dos legislaturas de Zapatero, dónde venía a sugerir que Zapatero había tenido mucho margen de maniobra para poner reformas estructurales en marcha dado que había llegado al gobierno sin apoyos (y por tanto sin hipotecas y servidumbres). Salvando el gigantesco abismo que separa a Zapatero de Rocard, había un paralelismo. Rocard hablaba de la cantidad de sapos que había tenido que tragarse cuando había sido primer ministro de Mitterrand y rememoraba el caso de Pierre Mendés France.

Para hablaros de Mendés-France tengo que contaros un poco de historia de Francia, no tanto porque sea estrictamente necesario, como porque creo que es interesante. La IV República francesa nace tras la segunda guerra mundial -después de que la última asamblea nacional de la III República se hubiera suicidado dándole el poder a Pétain. La idea de fondo era intentar evitar los males de la tercera: una república con un parlamento muy fuerte, mayorías demasiado inestables y gobiernos poco coherentes. La cuarta república se apoyó así en los pocos mimbres que había disponibles: el tripartidismo (los democristianos del MRP, el partido socialista y el partido comunista). Sin embargo el sistema empezó rápidamente a irse a pique, por muchas razones, pero fundamentalmente por dos. En primer lugar, Francia se enfrentaba a una serie de problemas de Estado importantes, tanto los ligados a la reconstrucción económica de la posguerra, como sobre todo un problema de resituación dentro del orden mundial que comenzaba a
configurarse. Dentro de este último aspecto hay dos hecho muy importantes: las guerras de descolonización (Indochina y Argelia) y el estallido de la guerra fría. El segundo aspecto es que el sistema parlamentario demostró, incluso con los cambios introducidos, ser incapaz de hacer frente a los retos anteriores. Un aspecto clave en todo esto fue la actitud del partido comunista que se vio condenado al ostracismo en el contexto de la Guerra Fría.

La consecuencia de lo anterior fue un conjunto de desarrollos que llevaron a que la gente comenzara a estar insatisfecha con el sistema y que dio lugar a un conjunto de actitudes antipolíticas, que acusaban a la asamblea nacional de ser una jaula de grillos inoperante y dónde comenzaban a oírse los cantos de sirena del hombre fuerte o algo similar. Todo esto será lo que finalmente llevará, en medio de un golpe de Estado, a la asamblea a entregar el poder a De Gaulle a modo de dictador romano.

Pero lo cierto es que antes lo habían intentado de otra forma: con Pierre Mendes-France. La política de PMF se basó en intentar racionalizar el sistema político de la IV República, denunciando el politiqueo de pasillo y el exceso de peso de los partidos políticos; a nivel internacional se centrará en intentar encauzar los grandes problemas del país y concretamente la política colonial (con la víctima colateral que fue la Comunidad de Defensa Europea, pero esa es otra historia). En total, su gobierno duró desde junio de 1954 hasta febrero de 1955 cuando recurrió a una cuestión de confianza (creo recordar).

Rocard contaba la gran influencia que había tenido en él un hombre como PMF en su juventud; era un hombre que había sido socialista con sentido de Estado (siempre recordaré la frase «uno de los primeros lectores de la Teoría General [de Keynes] en Francia»); había sido el gran reformador del Estado, un verdadero icono para su generación (lo que él llamaba la «Generación guerra de Argelia»; yo siempre digo que la mía es la «Generación guerra de Iraq»). Sin embargo, decía, el gobierno de PMF había estado basado en un exceso de idealismo: a fuerza de recurrir sistemáticamente a las cuestiones de confianza como instrumento de gobierno, de echarle órdagos al parlamento para que aceptara su políticas, de querer mantener la coherencia y la integridad, no había durado ni un año gobernando. Decía así que cuando él era primer ministro con Mitterrand, siempre tenía eso en mente: si uno quería arreglar las cosas, tenía que permanecer en el gobierno y para permanecer en el gobierno era necesario tragarse unos cuantos
sapos. Cuando el entrevistador le reprochaba algunas incoherencias o cesiones al iluminado de Mitterrand, Rocard venía a sugerir que esas eran la contrapartida de otras políticas que valían la pena.

Decía que salvando el abismo que distingue a Rocard de Zapatero, pensaba en eso cuando leía a JFV. Desde este blog yo mismo me he hartado de pedirle al gobierno que hiciera las cosas correctamente, que tuviera el coraje de construir un discurso socialdemocráta dónde el pragmatismo en economía se implantara conjuntamente con la modernización en el Estado de Bienestar. Sin embargo, es posible que el margen de maniobra del gobierno del PSOE fuera tirando a pequeño: para gobernar, Zapatero no dejó de necesitar el apoyo de terceros partidos. Haber puesto en marcha reformas ambiciosas cuando uno depende de ERC e IU primero y de CiU después -todo esto en el contexto de la reforma del Estatut, elecciones en cataluña, etc- para gobernar era posiblemente un salto al abismo.

Con lo anterior no quiero sugerir que con mayoría absoluta Zapatero habría sido un gran estadista y sus políticas habrían sido impecables -aunque posiblemente sí diferentes en muchos aspectos- ni tampoco disculpar ninguno de sus incontables errores. Lo que intento es ilustrar con una reflexión un dilema fundamental que existe a la hora de entender las acciones de los gobernantes; el tradeoff entre la ética de los principios y la ética de las responsabilidades; las grandes ideas que se construyen en los laboratorios y los cafés y el barro de los pasillos del parlamento y los despachos del ministerio y, en general, el problema de los sapos que un hombre debe tragar para intentar llegar a dejar su huella en la Historia sin corromperse totalmente por el camino.


11 comentarios

  1. polkillas dice:

    La cuestión es que en España, desde hace un par de años, los sapos que Zapatero tuvo que tragarse no eran sapos sino krakens de sentido completamente contrario a su (teórica) ideología. Me parece que tragar tanto acabó por pervertir a Zapatero, o así lo percibieron sus votantes de izquierdas, que son, me parece, los que han abandonado en masa al PSOE.
    Y ¿por qué te gusta usar el término «socialista científico»? ¿Porque se basa en datos y experimentos o porque así suena más molón?

  2. ignacio Paredero Huerta dice:

    Gran artículo, la verdad. Ese debate, entre la política real y la política de bar, entre la responsabilidad y la complejidad y la convicción y lo sencillo (por no decir demagógico) es algo que siempre me ha llegado mucho.

    Y, ah, un comentario adicional: sin quererlo, estas planteando otro de los temas que últimamente están candentes, el de la supuestamente imprescindible reforma del sistema electoral.

  3. Colbert dice:

    Me recuerda un poco una cita anónima de uno del SPD sobre los liberales: «“esa tropa de aficionados se creía sus propias monsergas, porque no tenía ni idea de que gobernar no es aplicar un programa, sino elegir entre una mierda y otra mierda más grande”.

  4. davizzz dice:

    @ polkillas
    Y ¿por qué te gusta usar el término “socialista científico”? ¿Porque se basa en datos y experimentos o porque así suena más molón?
    Creo que Cives (perdón por el atrevimiento), cuando habla de socialismo científico, habla de una visión socialdemócrata corregida o aderezada por ciertos «consensos» socio-económicos de las ciencia sociales (los límites de las políticas fiscales y monetarias, incentivos y expectativas, políticas de oferta, gestión pública, accountability, área monetaria óptima, debate eficiencia-funcionariado, etc, etc, etc), es decir, unos valores socialdemócratas que se desarrollan con, y no pese, el conocimiento acumulado de las CCSS. (Recordemos que la distinción histórica nace con el socialismo «marxista», presuntamente «científico» frente a las anteriores visiones socialistas «utópicas» y/o axiológicas).

    @ Cives, por curiosidad, Cives se corresponde al antiguo Citoyen de «la ley de la gravedad»? (por cierto que ha pasado con Lorem ipsum y los antiguos posts?)

    @ Colbert, la cita salis domingo en «el país» (cita las fuentes, es elegante), prefiero esta también de «el país» http://politica.elpais.com/politica/2011/11/23/actualidad/1322075397_438015.html

    «Ya se ha dicho muchas veces que gobernar no es tener la capacidad de imaginar una sociedad perfecta, como hacen los adanistas, sino tomar decisiones concretas en circunstancias históricas concretas. Joseph Brodsky lo describió con humor: “La vida, tal y como es realmente, no consiste en una batalla entre el Bien y el Mal, sino entre el Mal y el Peor”»

    @ Todos, un saludo.

  5. Davizzz dice:

    @ polkillas
    te debo una disculpa (corto y pergo)

    Cives said at 10:07 on noviembre 17th, 2011:

    “Joder, como estamos hoy con las contradicciones!”

    Es que Jorge y yo tenemos una educación sentimental marxista-pesimista.

    Cives es un marxista sentimental (y si no existe la categoria, habrá que inventarla).

  6. Epicureo dice:

    Antiguamente, se denominaba «socialistas científicos» a los socialistas que creían a pie juntillas en una teoría económica supuestamente científica, pero en realidad simplista y cargada de ideología. En cambio, ahora… oh, wait.

  7. david.a dice:

    Bueno, de los polvos del aznarismo, los lodos del estatut; en general, si Aznar intentó ser lo opuesto a lo que la gente percibía de malo de FG (deshonesto, tolerante con la corrupción, poco respetuoso con la legalidad), Zapatero hizo lo mismo siendo blandurrio e hiperdialogante y de mismo modo ahora Rajoy intenta eso de ser «predecible».

  8. Carlos dice:

    Me ha encantado. Hablas mucho el tema de tragarse sapos, que viene muy bien para entender qué es gobernar (supongo que por eso IU huye de gobernar como de la peste).

    Pero creo que también es importante eso de «bajarse al barro» para comprobar las consecuencias de la ideología de cada uno. Porque poner el pago de intereses de la deuda la primero en vez de las pensiones es «muy malo», lo que nos podría obligar a aplicar recortes del 10%. Pero si no se paga, el recorte sería del 40%.

  9. Kantor dice:

    «Antiguamente, se denominaba “socialistas científicos” a los socialistas que creían a pie juntillas en una teoría económica supuestamente científica, pero en realidad simplista y cargada de ideología»

    Si, la que decia que no habia trade off entre eficiencia e igualdad, y por eso aspiraba a una igualdad perfecta, al grito de «¿libertad para qué?»

    Pero es un error que no se volverá a cometer. Ahora ya sabemos que «Nada es Gratis».

  10. […] mientras leía alguna cosa para escribir sobre Rocard, descubrí una anécdota que, sin embargo, me gustó mucho más que la cita de Schmidt. Cuentan que […]

  11. […] – Mendes-France, Rocard y Zapatero: la política y las posibilidades […]

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