No quiero escribir mucho sobre este debate porque no quiero pecar de repetitivo, pero los republicanos han tenido hoy otro debate. Llevan un montón, ciertamente, y dado que siguen con la habitual horda de candidatos irrelevantes, empiezan a ser un poco repetitivos. Ahora mismo sólo hay dos candidatos que tienen alguna posibilidad, Perry y Romney, y la dinámica de la campaña parece estar cambiando.

Cuando Perry entró en la campaña, lo hizo como un ciclón, colocándose líder en las encuestas. Tres debates después, sin embargo, la cosa parece estar cambiando poco a poco. Esta noche, como en las dos anteriores, Mitt Romney ha tenido un debate impecable, serio, inteligente, brillante, preparado, ocurrente, y Rick Perry ha empezado más o menos bien, pero ha pifiado horriblemente dos preguntas y una conversación sobre sanidad en la segunda mitad del debate. Y que conste, no estoy exagerando en esto; en una respuesta a Romney el tipo se ha pasado treinta segundos prácticamente balbuceando de forma totalmente incoherente. La única señal que no le había dado un síncope era que no babeaba sin control, pero no ha sido bonito.

Lo que más me ha sorprendido, sin embargo, es que esta opinión no es sólo cosa mía. La reacción generalizada en la blogosfera ha sido bastante parecida (con no pocas voces diciendo que Romney es probablemente el candidato moderno al que los debates le han favorecido más), igual que los panelistas de Fox News. Frank Lutz, que siempre tiene un focus group tras todos los debates en la cadena, asistía sorprendido como una mayoría aplastante decían que Romney había ganado.

¿Se verá esto en las encuestas? Bueno, lo cierto es que ya lo estamos viendo. Es el tercer debate en el que Rick Perry tiene preocupantes desconexiones cerebrales en temas cruciales (siempre los mismos: política exterior, inmigración, sanidad); tarde o temprano incluso los votantes del GOP van a empezar a buscar a otro candidato, y Romney es la elección natural.

El problema para el ex-gobernador de Massachusetts, sin embargo, es que por mucho que sea de muy lejos el candidato más competente (es infinitamente mejor que lo que era el 2008), el partido sigue sin fiarse de él. Romney es demasiado bueno, demasiado racional; es la clase de tipo que cambia o matiza opiniones si eso le da unas elecciones generales. Su reforma de la sanidad fue muy moderada, pero es la clase de solución pragmática, flexible e «impura» que los militantes del GOP detestan. Por mucho que sea ahora mismo el mejor hombre contra Obama (y si las elecciones fueran la semana que viene, probablemente ganaría), siguen buscando una alternativa conservadora viable, especialmente si Perry sigue haciendo el ridículo.

¿Qué quiero decir con esto? Romney creo que es favorito, pero depende de la incompetencia ajena. Si Perry no fuera tan torpe, el tipo no creo que tuviera opciones. El gobernador de Texas puede volver de entre los muertos (repito, las primarias aún están lejos) y recuperar el terreno perdido, o un candidato conservador, más sólido y coherente, puede entrar en la primarias. Lo primero lo veo difícil, y lo segundo realmente no creo que el GOP tenga suficiente banquillo. Paul Ryan, quizás, pero es demasiado joven y tiene ideas extrañas. No sería Chris Christie, que comparte con Romney una preocupante tendencia a tener sentido común. Algunos dicen Sarah Palin, pero me temo que lo suyo haría que Perry pareciera Cicerón, no lo contrario.

Ahora mismo, veo de candidato a Romney. Y la verdad, estoy bastante seguro que el equipo de Obama es el único candidato al que temen de veras. El debate de hoy es una muy buena muestra del por qué.

Nota final: del partido que aplaudió 234 ejecuciones y gritó vivas a la posibilidad que un tipo de 30 años muera por no tener seguro médico, hoy el público ha abucheado un soldado homosexual. Estupendo.