El discurso de Obama ayer ante las dos cámaras del Congreso fue importante, ciertamente. Cuando el jefe del ejecutivo del país más poderoso de la tierra habla durante 45 minutos en hora de máxima audiencia (más o menos – el discurso fue más temprano de lo habitual por el inicio de la NFL) para lanzar propuestas de reactivación económica, lo natural es prestarle antención. El por qué este discurso es importante, sin embargo, no es porque sus propuestas vayan a ser aprobadas mañana mismo. Como de costumbre en el complicado sistema político americano, la cosa es un poco más rebuscada de lo que parece.

Empezaremos por lo básico: no sabemos si las medidas serán aprobadas. Si prestamos atención a las acciones del partido republicano en los últimos meses, lo natural sería esperar no ver gran cosa. Los conservadores han mostrado bien poca voluntad de colaborar con el presidente, y es difícil creer que cambiarán de opinión. Aunque dos líderes importantes en la cámara baja (Boehner y Eric Cantor) han dicho que ven áreas en las que pueden llegar a acuerdos, la reacción de las bases conservadoras ha sido bastante más hostil. Estoy bastante seguro que Rush Limbaugh saldrá mañana despotricando contra el discurso, y con él todo el colectivo de nihilistas radiofónicos asociados (Hannity, Levin, Savage y familia), haciendoimposible cualquier negociación.

Esto es a la vez absurdo y triste. Absurdo, porque la mayoría de las propuestas, si hubieran venido de un presidente republicano, hubieran sido aplaudidas con las orejas por estas mismas voces que proclaman el advenimiento del socialismo. El plan, en su conjunto, incluye 450.000 millones de dólares en recortes de impuestos y gasto público adicional. Más concretamente, 240.000 millones en una rebaja de cotizaciones sociales (un impuesto regresivo, así que es un estímulo decente), 35.000 millones en ayudas a los estados para evitar que sigan despidiendo profesores de escuela, 25.000 para reparar colegios, 75.000 para construir o reparar infraestructuras, 49.000 extendiendo las prestaciones de desempleo (caducan este año) y 13.000 en varios programas de ayuda a los parados. Obama, además, ha prometido que presentará un plan complementario de ahorro que compensa este gasto adicional a largo plazo.

Dicho en otras palabras, es sobre todo rebajas de impuestos, gasto básico en educación, evitar que los parados dejen de cobrar desempleo y pone dinero para reparar las roñosas infraestructuras del país. Todas estas ideas son cosas razonables propuestas por políticos republicanos en el pasado (algo que Obama no se ha cansado de señalar), pero no importa lo más mínimo. Si viene de Obama, bajar impuestos es hacer que los pobres no se sacrifiquen como el resto del país para salir de la crisis (y no, no es una caricatura), y tener las interestatales cayéndose a pedazos es estupendo, ya que todo el mundo sabe que construir carreteras es comunismo (Eisenhower, ese rojazo).

El discurso, sin embargo, ha sido muy bueno. De hecho, diría que para Obama ha sido potencialmente un cambio de tendencia. Aunque las ideas que ha puesto sobre la mesa son, en general, muy centristas, la reacción en la blogosfera y comentariado liberal (como llaman por aquí a los progres) ha sido entre positiva y entusiasta. El tono del Presidente ha sido muy distinto al del líder conciliador, apocado y ligeramente confundido durante el desastre del techo de la deuda. Obama no ha dicho nada que no haya dicho en los últimos meses (todas las medidas ya habían aparecido, aunque sin cifras, en discursos anteriores), pero la retórica hoy ha sido completamente diferente: combativo, duro, pidiendo al Congreso hasta 17 veces que aprobara su plan. Tras pasarse todo el año lloriqueando (con razón, por otro lado) que los republicanos no le dejan hacer nada, hoy casi los estaba retando a que se atrevieran a decir que prefieren despedir maestros de escuela a dar la razón al presidente. En política, el tono importa, y hoy Obama parece haber acertado.

¿Cambiará esto las cosas? A corto plazo, no. Los discursos presidenciales, con contadísimas excepciones, no tienen efectos apreciables en la opinión pública. Por mucho que los republicanos salgan hoy diciendo que no van hacer nada, la mayoría de votantes no le prestan atención a estas cosas, y menos hoy, que para evitar coincidir con el fútbol (americano) Obama ha hablado a las siete de la tarde (las cuatro en la costa oeste).  Lo que puede hacer este discurso relevante, sin embargo, es si este supone un cambio estratégico en la Casa Blanca. Una campaña constante contra la obstinación del GOP puede funcionar, aunque si la economía no se recupera no servirá de gran cosa.

Los dos discursos más importantes de estos últimos días, de hecho, han pasado bastante desapercibidos. Ben Bernanke y Charles Evans, ambos miembros destacados de la Reserva Federal,  han declarado esta semana que el banco central está preparado para dejar de lado la inflación y apretar el acelerador monetario para combatir el desempleo. La Fed, al contrario que Obama, no tiene que pedir permiso al Congreso para aprobar medidas (los bancos centrales independientes tienen sus ventajas), así que podemos ver un estímulo desde ese lado, por mucho que los candidatos republicanos a la presidencia despotriquen contra la presunta maldad inflacionaria de los banqueros.

El problema, claro está, es que el estímulo monetario con los tipos de interés ya a cero es bastante menos efectivo que un estímulo fiscal, algo que el sistema político americano es incapaz de producir. En fin, es algo. Seguiremos informando.


2 comentarios

  1. Información Bitacoras.com…

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  2. […] Obama vuelve al púlpito politikon.es/materiasgrises/2011/09/09/obama-vuelve-al-pu…  por Sigerico_Redivivo hace nada […]

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