La noticia del día son los rumores de un adelanto electoral en España. Zapatero, dicen, se está planteando celebrar unos comicios en noviembre en vez de esperar hasta marzo, en contra de lo que lleva repitiendo de forma incesante desde hace meses.

Mi reacción: es básicamente una tontería. Otra cosa que dejan a medias. Un adelanto electoral es una medida excepcional, drástica; si alguien quiere recurrir a ella, tiene que hacerla en serio. En democracias parlamentarias, un gobierno normalmente sólo cambia el calendario de elecciones en dos casos: tienen una mayoría parlamentaria escasa y creen que las urnas les darán un resultado mejor,  o han perdido apoyos legislativos claves y no pueden funcionar de forma efectiva.

En el caso del PSOE, me parece bastante obvio que el resultado electoral será igual de horripilante hoy, en noviembre o en marzo. No van a ampliar mayorías, y no van a ser un gobierno más efectivo después de pasar por las urnas. Por lo que respecta a mayorías parlamentarias, los socialistas han sido capaces de aprobar todas la leyes que han llevado al parlamento sin demasiado problemas, incluso algunas realmente impopulares. En vista de los resultados electorales, las galletas se las han llevado todos ellos, así que no creo que sus apoyos parlamentarios estén demasiado asustados de seguir como están.

Un adelanto electoral a noviembre, por lo tanto, no tiene demasiado sentido. Si el gobierno cree que no tienen energías, soporte o cohesión interna suficiente para acabar la legislatura, es mejor que se vayan ahora, y no de aquí unos meses. Intentar minimizar la derrota electoral inevitable tratando de ocultar el desastre económico en los datos de paro estacional de verano es delirante.

No soy un gran amigo de hablar de gobiernos, campañas y políticos a base de narrativas; eso de visualizar un cierto carácter, una cierta historia, y acabar interpretándolo todo a traves de ese prisma. En el caso de este gobierno, sin embargo, empiezo a creer que realmente todo lo que hacen lo tienen que dejar a medias. Desde que empezó la crisis, desde que empezaron a aprobar reformas, Zapatero no ha hecho más que intentar pactar todo, no importaba con quien. Cuando las negociaciones inevitablemente se estrellaban (sea porque el PP nunca tenía ni ganas ni incentivos para pactar, sea porque el gobierno las saboteaba por acción u omisión), el Presidente prefería una ley chapucera que parecía salir de un comité antes de intentar presentar un plan coherente y más o menos ambicioso.

Así les ha ido. Reforma tras reforma, el gobierno ha perdido meses y meses hablando con todo el mundo hasta quedarse solo, para después aprobar Frankesteins infumables que se quedaban a medias. El resultado era, casi inevitablemente, una ley insuficiente que no hacía feliz a absolutamente nadie, con el ejecutivo comiéndose las protestas igual, pero sin hacer nada para cambiar la tendencia económica. Y ahora, para no romper la tradición, han decidido dar una respuesta a la crisis política primero con unas «primarias», y segundo adelantando elecciones, pero sin tomarse la medida lo suficiente en serio como para hacerlo ahora mismo.

A ver, la cosa es muy sencilla: si Zapatero cree que el gobierno puede mejorar la situación económica del país de aquí a marzo, acabad la legislatura. Si creen que no pueden hacerlo, que se vayan de una vez, y nos dejen tranquilos. Esta clase de dudas, especulaciones y teorías sólo conseguirán que el PSOE y la clase política española, en general pierdan aún más tiempo en bobadas irrelevantes de aquí a noviembre en vez de hacer todo lo posible para salir del agujero donde nos hemos metido.

Y que conste, el PP no me genera la más mímima confianza… pero al menos parece que quieren mandar. Zapatero, ahora mismo, ni eso.