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Los republicanos y el furor de la tercera edad

25 May, 2011 - - @egocrata

Ayer fue un día de elecciones en Estados Unidos. Este es un país enorme, así que hay elecciones en algún sitio casi cada martes, pero ayer hubo una de esas votaciones que no son importantes de por sí, pero que reciben una atención especial.

Hace un par de meses, el representante republicano (casado y con hijos) de un distrito al norte del estado de Nueva York dimitia tras ser cazado pidiendo citas en Craigslist, fotos a pecho descubierto incluídas. Eso forzó la convocatoria de una special election para escoger a alguien por el puesto, algo que todo el mundo se tomó como un trámite; es una circunscripción rural entre Buffalo y Albany, que ha sido controlada por los republicanos desde tiempos inmemoriales. El partido había ganado unas elecciones por goleada hace unos meses. Lo tenían ganado.

A principios de abril, sin embargo, Pau Ryan, uno de los líderes del partido en la cámara baja, puso sobre la mesa su proyecto de reforma de Medicare, el sistema de sanidad pública para mayores de 65 años, como parte de los presupuestos del 2012. Era un dibujo radical, increíblemente conservador, con una privatización casi completa del sistema en un futuro cercano, y salvajes recortes para todos los trabajadores menores de 55 años cuando alcanzaran la jubilación. En una demostración de cinismo político maravillosa, Ryan no sólo mantenía los recortes al sistema actual aprobados con la reforma de la sanidad de Obama (el resto sería derrogado, faltaría más), sino que además se cargaba las prestaciones de jubilados futuros mientras preservaba la de los presentes. Y sí, los segundos votaron republicano en masa las últimas elecciones, en gran parte asustados por la campaña de los conservadores diciendo que la reforma de la sanidad de Obama recortaba Medicare.

Jane Corwin, la candidata republicana en ese anónimo distrito de Nueva York se apresuró a expresar su apoyo por el plan Ryan. Es una forma clara, valiente y necesaria de reducir el déficit público protegiendo a los jubilados actuales, decía. La candidata demócrata, Kathy Hochul, respondió casi de inmediato acusando a Corwin de querer destruir Medicare (cierto; el plan de Ryan hace eso), diciendo que los republicanos quieren dejar sin sanidad a la abuela (no del todo cierto, «futura abuela», quizás) y preguntándose de forma incesante cómo sabemos que el GOP no va a recortar las prestaciones al resto más tarde, si se ve claramente que eso es lo que quieren hacer ahora. Nadie les prestó demasiada atención, hasta que una encuesta hace un par de semanas dejo a todo el mundo patidifuso al mostrar un empate técnico. Los republicanos empezaron a gastar toneladas de dinero en publicidad, los demócratas les siguieron… y ayer, para sorpresa de todos, Kathy Hochul ganaba las elecciones con una facilidad pasmosa.

La blogosfera progresista americana (y los comentaristas demócratas en CNN y MSNBC – Fox ignoró la noticia ayer) ha salido en tromba, diciendo que esta votación es un signo que el plan Ryan es inasumible y que los republicanos han perdido la confianza de los votantes con su programa radical de gobierno. Aunque la reacción es un poco exagerada, Nate Silver tiene razón en decir que no es del todo irrelevante: cuando un distrito que normalmente es ganado por el GOP con 12 puntos de margen es perdido por seis, hay algo que va mal.

Lo más obvio, sin embargo, es que parece que Paul Ryan se las ha arreglado para estrellar el partido contra el más implacable de todos los grupos políticos en Estados Unidos: los jubilados. Los mayores 65 años votan más que nadie, tienen cantidades ingentes de tiempo libre para seguir las elecciones y son extraordinariamente paranoicos de perder sus programas de asistencia. La inmensa mayoría de ellos dependen enormemente de su pensión de la seguridad social, y son muy conscientes que sin Medicare cualquier emergencia médica se convertiría en un desastre financiero inasumible. Por mucho que los republicanos digan que los cambios en el sistema no les afectarán a ellos, la mera insinuación de recortes basta para hacer que cojan un rebote serio. Incluso en un distrito muy conservador. Los demócratas se comieron el marrón el año pasado con la reforma de la sanidad de Obama (y recortes mucho más modestos, dirigidos sobretodo a las aseguradoras privadas que cubrían parte de Medicare), y parece que los republicanos se están llevando la misma clase de correctivo.

Lo más divertido, sin embargo, es que el plan de Ryan para privatizar Medicare estaba muerto de salida. Los líderes republicanos en la Cámara de Representantes forzaron una votación y la ganaron (por algo tienen mayoría), pero para convertirse en presupuesto necesitan que el Senado les siga. Los demócratas en la cámara alta han dicho que ni de broma. Jane Corwin se estrelló en las urnas defendiendo una idea que jamás iba a ser aprobada, y  los representantes republicanos en el Congreso (con muy pocas excepciones) han proclamado con su voto que Medicare les importa un comino.

No me extraña que los demócratas estén de buen humor hoy. El GOP, por una vez, les ha dado un regalo electoral estupendo, sus expectativas electorales han dado un vuelco tremendo en las encuestas, y aunque el presidente no tiene números especialmente apabullantes, las primarias republicanas no parecen tener ningún candidato demasiado serio a estas alturas (y van de mal en peor).

Si eso suena bien, tampoco os emocionéis demasiado; los líderes del partido están trabajando muy duro para negarse a si mismos esta ventaja táctica. Son incorregibles.


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