Siempre que se habla sobre qué debemos hacer para conseguir más crecimiento económico, una de las estrategias clásicas defendidas por los partidos conservadores es limitar regulaciones, hacer la vida imposible a los sindicatos y bajar impuestos para atraer más inversiones. La  mejor forma de competir con los gigantes industriales más allá de los Pirineos o detrás de la Gran Muralla es ser un sitio donde el empresario tiene todas las facilidades del mundo – así todo el mundo invierte, y crecemos un montón.

Los economistas llaman a esta estrategia «perseguir chimeneas» – un modelo de crecimiento utilizado cientos de veces en países del tercer mundo. La idea básica es empezar a crecer aprovechando tu ventaja comparativa de mano de obra abundante, pobre y dispuesta a trabajar mucho por poco dinero, y aceptar que quien va a hacer la mayoría de dinero en este asunto van a ser los empresarios – al menos al principio. En Estados Unidos es la táctica que emplearon los estados del sur tras la guerra civil – algo que, por un motivo que se me escapa, llaman «Moonlight and Magnolias» (luz de luna y magnolias) por estos lares.

Este modelo tiene sus ventajas, obviamente. Ante todo, funciona bastante bien. Japón, Corea, o (gasp) España empezaron utilizando esta clase de modelo de crecimiento, y el nivel de renta del país creció. China lleva un par de décadas utilizando este sistema, igual que India y medio sudeste asiático, y en general las cosas les van bien. Como hemos visto en algunos países, perseguir chimeneas puede ser un buen primer paso para crear desarrollo económico – no es nada especialmente trágico.

El pequeño inconveniente de «persiguir chimeneas» es que como modelo de cremiento puede ser bastante adictivo. Una región o país que se lanza a atraer inversiones a base de vender mano de obra barata está tomando una decisión bastante consciente de deprimir salarios y favorecer a los que mandan una temporada – o al menos hasta que la economía empiece a crecer en serio. Es perfectamente posible que pasados unos años, cuando la tasa de paro ha caído a niveles razonables, los trabajadores empiecen a pedir salarios más decentes, algo que no tiene por qué gustar a los que se han hecho ricos con este modelo.

En circunstancias normales, una economía en una situación así tiende a ver sus salarios subir, y los empresarios se ven obligados a intentar compensar este hecho buscando cómo mejorar la productividad. El problema es que los ganadores de la «primera ronda» de crecimiento económico no tienen por qué estar contentos con este arreglo, especialmente cuando reduce sus beneficios. Los empresarios pueden apostar por resistir las subidas de salarios, intentando mantener su ventaja en salarios bajos tanto como sea posible. Es entonces cuando piden a los políticos leyes antisindicales (el right to work en el sur de EEUU), no aprobar regulaciones medioambientales y mantener los impuestos tan bajos como les dejen, defendiendo que eso de tener servicios públicos de calidad es comunismo o algo peor.

Esto produce efectos secundarios curiosos. Cuando un país o región apuesta por comportarse de este modo, los empresarios están de hecho trabajando activamente para hacer innecesario mover el sistema productivo hacia cachivaches de mayor valor añadido. Lo suyo es crear un entorno donde el énfasis sea competir en precio, no en calidad – así qué en vez de hacer algo que no hace nadie más, estás apostando eternamente en hacer cosas que otros hacen más barato. El sur de los Estados Unidos ha vivido durante muchos años de hacer esto con las industrias del norte – atraer fábricas a base de costes bajos y hostilidad antisindical, siempre a base de retirar lo que hacían otros. El sistema les ha ido muy bien para empobrecer algunos estados norteños excesivamente dependientes de la industria pesada (Ohio, Michigan, Nueva York), pero a efectos prácticos no han creado demasiada riqueza: el sur era la región más pobre del país hace 100 años, y lo sigue siendo ahora (*).

Gran parte del problema para muchos de estos estados es que por mucho que compitas en precios (a base de discriminar la población de color para tener mano de obra barata, por ejemplo) siempre hay algún lugar en el mundo con gente más pobre. Tarde o temprano esa industria que has «cazado» a base de no tener tus obreros sindicados será lo suficiente simple como para que pueda ser replicada por un montón de campesinos analfabetos en la India. Alguien te quitará tu juguete, y se llevará tu fábrica a ultramar.  Aunque siempre puedes ir a buscar el siguiente invento en la cadena, tu economía no será especiamente espectacular – y por descontado, tus trabajadores tendrán un nivel de vida bastante menor que las regiones punteras.

¿Dónde está metida España en este dibujo? En cierto sentido, España es una región que ha crecido durante mucho tiempo «absorbiendo» ideas a buen precio, pero sin llegar del todo a la frontera tecnológica. Nuestro sistema productivo, sin embargo, tiene muchas instituciones que son vestigios del modelo de crecimiento low cost que hemos utilizado desde los sesenta – arreglos institucionales diseñados para proteger a los ganadores del sistema, intentando protegerlos de la obligación de innovar. Por mucho que algunos proclamen que es un «derecho», el mercado laboral heredado del franquismo es una de esas instituciones. También lo son la horrible política de competencia a nivel nacional, la abundancia de monopolios ex-públicos en empresas (mal) privatizadas, la
enorme dificultad para hacer trámites burocráticos, un sistema de justicia inflexible,  la estúpida legislación de horarios comerciales, las enormes trabas a las que se enfrentan las pymes, unos sindicatos disfuncionales y un sistema educativo anquilosado.  En muchos aspectos, España tiene unas instituciones diseñadas para no dejar hacer, en vez de ayudar a crear.

Las reformas estructurales que necesita España no son, ni de lejos, reformas para atraer la inversión reduciendo costes. Lo que queremos es intentar que la economía deje de estar diseñada para proteger a todos esos sectores que vivieron de esa filosofía durante el franquismo, y que siguen ahí, sin mover un dedo, e insistiendo que lo mejor que podemos hacer es volver a lo que hemos hecho siempre. Cuando digo que el gobierno tiene que dejar hacer y salirse del medio no hablo de eliminar el estado del bienestar – lo que digo es que tenemos que dejar de proteger empresas, puestos de trabajo e instituciones que no hacen más que poner pegas a todo, y debemos centrarnos en proteger personas.

Y sí, esto hará llorar a notarios, farmacéuticos y procuradores, aparte de muchas empresas que han vivido muy tranquilas estos años. Es lo que tiene cambiar.

(*): sé que alguien lo va a mencionar: en contra de lo que dice el tópico, las regiones más pobres de un país si pueden alcanzar a las ricas, y superarlas incluso. El sur de Inglaterra es mucho más próspero ahora que el norte, algo que no era así hace 60 años. Lo mismo sucede con Baviera comparado con el norte de Alemania. En ambos casos, las regiones no intentaron mantener su ventaja competitiva anterior, si no que se adaptaron a las nuevas circunstancias según la perdían. España nunca ha hecho eso – seguimos actuando como si fuéramos la versión barata de Francia. Así nos va.


Sin comentarios

  1. Alatriste dice:

    Roger, se te ha olvidado el ejemplo número 1, California, donde en 1920 solo había dos cosas: campos de naranjos y campos petrolíferos. En los 90 años transcurridos ha multiplicado su población por 11 o 12 hasta convertirse en el estado más poblado, y su economía creció constantemente por encima de la media hasta que el estado tuvo el mayor producto bruto del país, con diferencia. Por no mencionar Silicon Valley…

  2. […] Crecimiento a bajo precio politikon.es/materiasgrises/2011/03/01/crecimiento-a-bajo…  por kopra hace 2 segundos […]

  3. Javier dice:

    Yo separaría dos temas: Por un lado está jugar con la ventaja competitiva de los salarios bajos. Por otro, lo de hacer el país atractivo a la inversión exterior. Lo primer puede ser parte de lo segundo, pero no lo es todo.

    El problema en España ha sido que las industrias que surgieron en la época del desarrollismo no son intensivas en tecnología, sino en mano de obra. La industria del calzado. Maquinaria sencilla… El sector servicios, el turismo, también es intensivo en mano de obra. Literalmente, no podemos acumular capital y tecnología, tenemos un tope a la productividad del trabajador.

    Y es que nuestro “perseguir chimeneas” no ha sido el de Shanghái. Aquí durante mucho tiempo mandó el INI y seguimos con un dirigismo tremendo. En su día atrajimos a empresas con salarios bajos, pero no con flexibilidad y mucho menos con desregulación.

    Y los países que sí han dado el salto de montar transistores a las altas tecnologías (los tigres asiáticos) sí tenían estos atractivos. La lista que enumera el post de lacras de nuestro mundo empresarial es la versión contraria de algunos atractivos de estas economías:

    El dinamismo, la posibilidad de entrar y competir desde fuera, la falta de burocracia, un sistema judicial predecible, legislación sensata, paz social, capital humano formadísimo…

    Todas estas cosas *también son “perseguir chimeneas”. No todo es bajar salarios. Y se podía haber hecho desde hace tiempo. «Cambiar el modelo productivo» es cosa de mucho tiempo, y muy difícil.

  4. Alci dice:

    Flandes es otro ejemplo de región que ha dado la vuelta a la situación dentro de un país.

  5. Hejo dice:

    «En muchos aspectos, España tiene unas instituciones diseñadas para no dejar hacer, en vez de ayudar a crear.»
    Lo suscribo totalmente. España por desgracia se formó como un estado oligárquico y represivo. Estoy hablando de los siglos XVIII y XIX, aunque el tema lo arrastramos durante casi todo el XX.
    La maraña legal cuotidiana y la obsesión por tener «campeones nacionales» en cada sector económico son reflejos actuales de este defecto de nacimiento.
    Crecimos durante la segunda mitad del XX gracias a los sueldos baratos. Y se nos acabó el modelo hace años. El boom del ladrillo y el crédito barato ocultaron el hecho.
    ¿Y ahora qué? Pues me temo que nada. No veo un política decidida a ayudar a los emprendedores y las Pymes, sino todo lo contrario. Beneficios récord para las empresas del Ibex 35 al lado de un artículo que recoge las experiencias de pequeños empresarios que no reciben respuesta de los bancos a sus peticiones de créditos del ICO. Y un comentario en el mismo artículo: se sospecha que los bancos toman el dinero del ICO y lo retienen. No conceden los créditos y así obtienen una financiación barata.

  6. ignorante dice:

    Me parece uno de los mejores post que he podido leer sobre economía.

    Y tengo el ejemplo perfecto para ilustrar lo que dices:

    http://fistfulofeuros.net/afoe/life/a-rare-thos-friedman-moment/

  7. […] qué sucede esto? En parte es por algo que comentaba no hace mucho, hablando de la falacia del crecimiento a bajo precio. Explicar por qué Alemania, Holanda o Suecia tienen empresas que pueden competir […]

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