Economía & ingeniería institucional & Internacional & Política

Historia de dos leyes (I) mercados financieros

18 May, 2010 - - @egocrata

El Congreso de los Estados Unidos suele funcionar más o menos siempre de la misma manera. Un buen día, el Presidente o algún legislador descubren  que hay un problema, y reclaman que una ley intente arreglarlo. Habitualmente (en leyes que tienen algo de futuro), un Representante y un Senador ponen a su equipo a trabajar en una ley, y envían el texto al comité.

La Cámara de Representantes es, casi siempre, mucho más rápida haciendo estas cosas. Debido a una serie de decisiones reglamentarias y procesos arcanos variados (en gran medida nacidos en los años sesenta, cuando se implementarón para desbloquear la legislación de derechos civiles), la cámara baja funciona de forma estrictamente mayoritaria: si el presidente de los comités que tramitan la ley tiene mayoría, el texto casi siempre es aprobado con cierta facilidad. Los líderes de la mayoría tienen más capacidad de maniobra, y como sólo necesitan una mayoría absoluta de votos, pueden mover la legislación más hacia la izquierda/derecha (según quien mande) y conseguir que sea aprobada con relativamente pocos acuerdos, mamoneos y excepciones para contentar legisladores tozudos que andan preguntando qué hay de lo mío.

El texto de la ley normalmente va entonces al Senado, donde en la mayoría de los casos el legislador responsable está aún teniendo problemas para atarse los cordones de los zapatos o intentando salir de su oficina por la puerta del armario (la gerentocracia de la cámara alta es conocida). Si el Presidente, los medios o unos cuantos Senadores más o menos conocidos no le prestan atención, la propuesta normalmente va a parar a alguna pila de papelajos olvidada y nunca llega a ser debatida – algo que sucede una cantidad de veces absolutamente deprimente.

Supongamos, sin embargo, que la ley sobre la mesa resulta ser importante. El plan de estímulo fiscal, regulación de tarjetas de crédito, ampliación de seguro médico para niños, una ley contra la discriminación de género en el trabajo, extensión de los subsidios de desempleo, reforma de la sanidad, regulación de tabaco, ampliación de zonas protegidas o una reforma completa del sistema financiero(*). El Presidente quiere que se aprueben, así que se pasa la vida molestando a los Senadores para que hagan algo, y la ley empieza a avanzar en la cámara alta.

Lo que el Senado hace con las leyes es normalmente lo siguiente: las coge, las mira, sufre un ataque de pánico en vista de lo ambiciosas que son, rebaja todas las cosas que no les gustan y molestan a sus amiguetes que les financian las campañas y añaden un poco de gasto superfluo para contestar a un Senador pesadote. Tras hacer la ley menos efectiva y cargarla de chorradas superfluas, sufren lo indecible para sacar la absurda supermayoría de tres quintos que necesitan para aprobarla, y la envían a la Cámara de Representantes, donde no tienen más remedio que comerse el sapo y aprobar una ley peor de la que ellos habían aprobado.

Esta tradición americana de ver como buenas leyes van a morir al Senado ha tenido un ejemplo excelente estos días en una reforma de la administración Obama que va camino de ninguna parte, la ley de cambio climático… y una sorprendente excepción en otra ley crucial que se ha visto muy reforzada, la reforma del sistema financiero.

Empezaremos por la segunda, que es más fácil. La Cámara de Representantes aprobó el año pasado un ley de reforma del sistema financiero más o menos aceptable, pero no excesivamente dura. Con toda la mediocracia americana obsesionada con la interminable batalla de la sanidad, Barney Frank y Nancy Pelosi sacaron adelante un texto decente, pero que tuvo que ser bastante suavizado tras intensas presiones de los bancos y sus amplios bolsillos y donaciones de campaña. La ley fue enviada al Senado a finales de otoño, donde la incapacidad de la cámara para andar y masticar chicle al mismo tiempo imposibilitó que la debatieran.

Después de aprobar la reforma de la sanidad, los Senadores demócratas decidieron sacar la ley del cajón y ponerla al frente de las cámaras. Los medios no andaban distraidos con otras leyes y estaban aún con eso de la gran victoria de Obama, así que empezaron a cubrir el tema en serio. Los demócratas dijeron que iban a por los muy odiados bancos, a grito que si los republicanos se oponen es que están defendiendo a Wall Street. Incluso Senadoras habitualmente increíblemente cobardes y poco ambiciosas (como Blanche Lincoln, demócrata de Arkansas) se dieron cuenta rápido dónde estaba el populismo; en el caso de Lincoln, clavándole a la ley un capítulo de regulación de derivados excepcionalmente duro.

El resultado es que con todos los focos sobre la reforma, todo el mundo anda desesperado para ser visto como el hombre que metió el dedo en el ojo a Goldman Sachs. El Senado no sólo se ha movido increíblemente rápido para debatir la ley sino que además la ha endurecido muchísimo – para sorpresa de prácticamente todo el mundo, banqueros incluídos.

De aquí un rato, más – hablando de cambio climático…

(*): ¿Una cosa curiosa de esta lista? Es básicamente todo lo que ha aprobado Obama desde que es Presidente – lo único que aún no ha salido es la reforma del sistema financiero, que está al caer. No está mal, ¿no?


2 comentarios

  1. Marc Fargas dice:

    Hola Roger,

    «De aquí un rato, más – hablando de cambio climático…»

    Dijiste que había dos posts sobre americanos, ¿donde está el del cambio climático?

    Podrás dar más detalles sobre como el Senado ha endurecido la ley? Gracias!! 🙂

Comments are closed.