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Como las grandes reformas son de hecho muy pequeñas

23 Nov, 2009 - - @egocrata

Citoyen me preguntaba ayer sobre el futuro de las pequeñas tiendas de barrio, y si el estado debe hacer algo para ayudarlas. El dilema venía de un artículo en El País del sábado que se hacía eco de los problemas que el pequeño comercio está atravesando y cómo tiene dificultades para competir con las grandes superficies.

Las grandes superficies (y gente como Esperanza Aguirre y liberales aledaños) acostumbran a decir que esto no es un problema político, sino el resultado del cambio de actitud y preferencias de los consumidores. Al fin y al cabo, nadie está obligado a ir a un centro comercial en medio de ninguna parte a comprar ropa o pañales; si la gente se pasea lo hace porque quiere. Es el libre mercado; si el pequeño comercio no puede competir es porque no hace las cosas bien.

Es un argumento razonable, pero tiene un problema: la viabilidad de un centro comercial en las afueras no es accidental. Su éxito, de hecho, depende en gran medida de una serie de políticas muy determinadas, no sólo de la experiencia de los consumidores.

Empezaremos por lo obvio: un centro comercial en las afueras depende en gran medida de su «capacidad» para hacer que otros paguen sus costes. Estar en medio de ninguna parte obliga a todos los clientes a tener que coger el coche; depende en gran medida de infraestructuras que no han pagado ellos. Por descontado, el hecho que el medio de transporte que explotan sea de largo el más ineficiente y contaminante tampoco va con ellos – es otra externalidad que no pagan.

Más allá de eso, la misma viabilidad de un centro comercial se deriva de un determinado modelo de crecimiento extensivo en muchas ciudades. La idea básica tras el crecimiento de muchas áreas metropolitanas ha sido ocupar más espacio, sin realmente pensar cómo. Madrid -en general- ha tendido a construir con densidades razonablemente altas (no hay demasiado infierno suburbial a la americana), pero los nuevos barrios tenían de forma uniforme dos problemas: demasiado espacio para coches y demasiado especialización funcional. El urbanismo siempre se ha basado en calles demasiado anchas, demasiadas conexiones con autopistas y muy poco interés en hacer crear edificios de uso mixto.

Como los centros comerciales, vivir en el extrarradio genera unas externalidades importantes. Dar servicios a zonas con densidades bajas es más caro; llevar transporte público, autopistas a zonas alejadas cuesta dinero. La gente que vive en los suburbios y se desplaza al centro para trabajar está utilizando tanto las calles y trenes «propios», usados poco intensivamente al estar al final de línea, como las sobrecargadas infraestructuras del centro. El nucleo central (Madrid capital) tiene que hacer un gasto enorme acomodando trabajadores que entran cada día a la ciudad pero pagan sus impuestos fuera, con el resultado que la presión fiscal municipal es mayor en el centro que en la periferia – al revés de lo que deberíamos ver.

El problema opuesto se produce en el comercio de barrio, una institución que genera una cantidad tremenda de externalidades positivas. Cada ordenador, lechuga o abrigo que compro en mi barrio es un desplazamiento menos hacia un centro comercial en las afueras. Cada uso adicional que tiene una calle o un edificio hace el sistema en general mucho más eficiente, ya que estamos utilizando lo que tenemos de forma mucho más intensiva. Una calle con comercios es una calle con peatones, tráfico, gente; un sitio mucho más concurrido, y muchísimo más fácil de vigilar.

Es por eso que cuando hablamos de leyes como la ley de economía sostenible siempre me me sorprende que se hagan tantos pronunciamientos grandilocuentes cuando hablamos de cosas relativamente sencillas. Si lo queremos hacer es que la economía española sea más verde y reducir emisiones, no tenemos que concentrarnos tanto en grandes inversiones, sino en hacer que cada cosa cueste lo que debe. Más que diseñar una política de I+D, reconstruir universidades y tratar de adivinar de dónde vamos a sacar el crecimiento, es mejor asegurar que las externalidades que son gravadas como Dios mandan, y dejar que el mercado haga lo que debe.

Por descontado, esto no se reduce a cómo regulamos dónde podemos contruir casas y dónde – es sólo un aspecto de ello. La burbuja inmobiliaria hubiera sido mucho menos peligrosa si las viviendas de nueva construcción incluyeran las externalidades en el precio de partida. Menos casas vacias en medio de ninguna parte, menos barrios que necesitan dos coches por familia, caídas mucho menores de precios al ser las viviendas más atractivas desde el principio.

Hacer la compra y construcción de casas menos rentable hubiera contribuido a poner más dinero en sectores más útiles – y en un mundo en que contaminar es caro (y paga impuestos), trabajar para reducir emisiones es inmediatamente un negocio atractivo.

Por descontado, no basta con gravar externalidades; hace falta tener una economía flexible; un mercado laboral que puede reasignar recursos de forma eficiente y que incentive la especialización; un sector público que ponga las cosas fáciles y no te ahogue en papeleo. De momento, el gobierno está hablando mucho de estas palabras grandes y de grandes medidas (mencionan incluso -gasp- una reforma laboral), pero tienen que recordar que en el fondo la bases del problema es muy, muy sencilla, y muy específica: que lo más eficiente sea de hecho lo más viable.


20 comentarios

  1. Heathcliff dice:

    Estaría de acuerdo con el artículo, que me parece, estupendo, si no fuera porque creo que el problema fundamental del capitalismo actual es otro. A saber: el exceso de capacidad productiva.

    Conseguir un empleo más eficiente de los recursos debería ser positivo, pero resulta que si supriimimos o gravamos las casas donde se necesitan dos coches por familia, estamos cargándonos el sector dle automóvil. Lo digo pro seguir el ejemplo, más que nada.

    Buena parte de las actividades diarias de nuestra sociedad son neta y claramente improductivas, de modo que consumen recursos y generan externalidades sin crear nada. La supresión de esas actividades, sin embargo, llevaría a unas cotas de paro absolutamente inasumibles.

    Sólo un recordatorio, y me encantaría encontrar la fuente para citarla: para vivir con el mismo nivel de vida que un a,ericano medio de 1955, bastaría con trabajar 22 horas semanales.

  2. Kantor dice:

    Ya estamos liandola. Si queremos emitir menos, lo que hay que hacer es poner impuestos en la gasolina, y como mucho exigir limites de gasto por km. Luego, si un centro comercial pide una licencia, se le da y en paz, porque la gente ya está pagando la carretera que utiliza con el SETENTA POR CIENTO del precio de la gasolina que se lleva el Estado.

    Los teoremas de separacion sirven para evitar la mezcla permanente de churras con merinas. Ese es el verdero camino de servidumbre:mezclarlo todo; utilizar argumentos sobre externalidades en todos los debates, y elegirlos siempre a gusto de los prejuicios del consumidor. Esta clase de argumentos hacen buenos los peores temores paranoicos de Sarah Palin y de la Fox.

  3. Alatriste dice:

    Kantor, haciendo de sabueso de Darwin, digo de Egocrata ¿Qué parte de «Más que diseñar una política de I+D, reconstruir universidades y tratar de adivinar de dónde vamos a sacar el crecimiento, es mejor asegurar que las externalidades que son gravadas como Dios mandan, y dejar que el mercado haga lo que debe» se te ha escapado leer?

    Yo diría que lo que defiende Roger en este texto es exactamente lo que tú estás diciendo… y en cuanto a las externalidades, simplemente decir que son un hecho: el ejemplo típico que a mí me contaron desde el principio es el de la industria minera estilo Riotinto año 1900 que destroza un río con su contaminación, afectando a todos los agricultores y pescadores río abajo con un coste económico evidente (por no hablar de los desgraciados que – cielos – insisten en que no solo quieren sino que necesitan beber agua)

  4. Vellana dice:

    No sé, a lo mejor el sr. Senserrich piensa que las mercancías a las pequeñas tiendas llegan teletransportadas (seguro que no sabe lo de mahoma y la montaña, pero es así… en un caso las mercancías van a los compradores y en el otro es al revés).

    Por cierto, ayer Xanadú estaba concurrídisimo, y no te agobies, están haciendo una estación de cercanías.

    Menudo agobio te entrará cada vez que coges el avión, con todas las externalidades negativas que eso genera y pago yo… el aeropuerto está lejos de la ciudad, hay que hacerlo (este sí, con dinero público), hay que hacer las infraestructuras, etc. Con lo bien que iría todo si nos quedásemos en el pueblo, leyendo un atlas comprado en la tienda de al lado.

  5. Kantor dice:

    ¿Un hecho? ¿Solo un hecho? Entonces seguro que Roger está de acuerdo con la política de concesión de licencias y horarios comerciales de la Comunidad de Madrid, y en todo caso, dirigirá sus críticas al Ministerio de Industria por no aumentar el impuesto de hidrocarburos.

    Apuesto a que si.

  6. La discusión se está liando, creo, porque la entrada también está algo liada (sobre todo en comparación con la claridad expositiva a la que el autor nos tiene mal acostumbrados). Así que me limitaré a hacer un apunte sobre la cuestión de la «innovación».

    Al fin y al cabo innovar, bien entendido (no PSOE-entendido), no ha de ir encaminado sino a hacer que lo más eficiente (y eficaz) sea lo más viable. No es, efectivamente, una cuestión de sacar Leyes y meter dinero a mansalva en I+D, sino de cómo se entiende esa I+D, exactamente igual que cómo se entienden los transportes, la vivienda, el urbanismo, el turismo y la fabricación artesanal de facsímiles en algún pueblo de Castilla y León. Es, por tanto, una cuestión de procesos y organización. Estructural, vamos. Y sí, a eso se le puede llamar innovación.

    Porque, aunque suene patético, en este país, gravar externalidades, tener «una economía flexible; un mercado laboral que puede reasignar recursos de forma eficiente y que incentive la especialización; un sector público que ponga las cosas fáciles y no te ahogue en papeleo» es innovar.

  7. Kantor dice:

    «Sólo un recordatorio, y me encantaría encontrar la fuente para citarla: para vivir con el mismo nivel de vida que un a,ericano medio de 1955, bastaría con trabajar 22 horas semanales»

    Uffff. Peligrosísimo comentario. En primer lugar porque los Estados Unidos disfrutaban de unos términos de intercambio increibles después de la guerra, cuando poseian más del 40% de la capacidad industrial mundial. Con ese porcentaje de la industria mundial los recursos son muy baratos (inputs) y la producción muuuy cara (output). Por ejemplo, América pagaba el patróleo a nada, y el mundo compraba GM o Chevrolet (porque no habia nada más). Además el 20% de la poblacion USA vivía muuuy mal (los negros).

    Además, no está claro que tu quieras vivir como en 1950. Por ejemplo sin internet, y sin ningun dispositivo electrónico. Y trabajando en una fábrica Taylorista, de esas que hoy en dia pagan una pasta porque el trabajo es insoportable.

    Quizá sea cierto que con 30 horas semanales los americanos podrían vivir al nivel de 1955, si nosotros también lo hacemos.

  8. popota dice:

    En cuanto al mercado laboral, ¿no es infinitamente más dañino por la merma de movilidad que supone, lo que ocurre con la vivienda que cualquier otra consideración?

  9. citoyen dice:

    «Los teoremas de separacion sirven para evitar la mezcla permanente de churras con merinas.»

    Y la economía de la información, la economía del bienestar coasiana y la teoría del second best (http://en.wikipedia.org/wiki/Theory_of_the_Second_Best) (es decir, la piedra angular de la teoría económica moderna) para decirte que los teoremas de separación no se cumplen casi nunca y que mezclar churras con merinas puede ser una forma eficiente de hacer las cosas. Celebro que estés de acuerdo con Hayek en lo de que la economía ortodoxa conduce a la servidumbre.

  10. Kantor dice:

    ¿Y que opcion nos queda si no partimos de intentar separar las políticas por objetivos? ¿Tomarlo TODO en cuenta en cada decision económica? ¿Por que entre las disciplinas consideradas en tu cita no aparece la Teoria de la Elección Pública?

    ¿Ha considerado Roger las cuestiones distributivas en su análisis? Las transferencias de riqueza entre consumidores e intermediarios probablemente son muy regresivas; defender a un tendero de Barcelona contra un inmigrante que quiere comprar en el Carrefour puede ser muy ecológico pero parece tambien muy regresivo.

    Yo nunca utilizaría un argumento así, claro, porque si tengo algún problema con la distribución de la renta ya está el Estado del Bienestar y la tasación progresiva para resolverlo.

    Por cierto, Roger tambien ha argumentado que no importa mucho la progresividad de los ingresos públicos, porque toda regresividad se corrige en el gasto. Tipico argumento de separación, claro.

  11. Mario dice:

    ¿Por qué no lo resolvéis en un duelo con espadas, al amanecer?

  12. citoyen dice:

    Oh, yo no tengo una opinión definida sobre este tema; por eso le pedí que escribiera. Sobre lo que sí tengo una opinión definida es sobre que no existe ninguna justificación a priori para pensar que una solución o la otra es mejor.

    También tengo una opinión bien definida sobre la tendencia que tenéis los economistas liberales a creer que las externalidades/fallos de coordinación son algo relativamente anecdótico y en cualquier caso se pueden resolver con el mecanismo de precios de forma relativamente sencilla.

    En el caso de los barrios y el urbanismo, las tiendas generan externalidades (de localización, urbanísticas, como quieras llamarlas), muy difíciles de medir pero no por ello menos reales, que tú te limitas a ignorar centrándote en el problema de los carburantes y las carreteras. El urbanismo está a años luz de ser un mercado eficiente.

    En cuanto a la alternativa. En ocasiones se puede aplicar la lógica un objetivo un instrumento y es más fácil hacerlo. Pero lo que no puedes hacer es un análisis parcial asumiendo a priori que de todas formas existe una forma perfecta de atacar otro problema- por ejemplo, no puedes hacer políticas sin tener en cuenta sus consecuencias redistributivas en absoluto suponiendo que el segundo teorema del bienestar totalmente se cumple, algo que no ocurre en la práctica.

  13. Kantor dice:

    A ver, no estoy apriorísticamente en desacuerdo con eso. Es evidente que TODO se podría hacer mejor maximizando el bienestar de todos los seres conscientes del universo, medido en hedones.

    Basta un demonio laplaciano que sea capaz de calcular todas las posibles historias futuras del universo de forma que nuestro hedonómetro encuentre un máximo en el espacio de nuestras políticas factibles.

    Pero soy un tio vago, y me conformo con los Teoremas del Bienestar, que creo que hacen algo MUUUY bueno, con algunos calculos (y algunos experimentos mentales) menos.

  14. Pedro dice:

    Independientemente de estos análisis sobre el pequeño comercio, que son acertados, hay un problema también fácil que no se ha tocado.
    Al final el pequeño comercio compite con el grande, y el grande tiene unas ventajas competitivas obvias: Paga menos por metro cuadrado, paga menos por trabajador, para menos a los proveedores en tanto en cuanto negocia cantidades más grandes.
    Esto lleva inexorablemente a que sus precios sean más competitivos, por mucho que obligue a coger un coche el hecho de desplazarse hasta allí.

    Oigo con interés las reivinicaciones de los autónomos y pequeños comerciantes y empresarios, y generalmente me desagradan sus conclusiones. Al final se dedican a pedir menos impuestos, menores costes laborales y menores trabas adminstrativas.
    Parecen ignorar que todo aquellos que ellos piden para hacer viables sus negocios es también un beneficio para su competencia de gran superficie, que además conseguirá aprovechar mas eficientemente estas ventajas.
    La gran superficie bajará precios gracias a estas ventajas, y los pequeños empresarios tendrán que bajarlos también para competir, reduciendo a cenizas todas las ventajas adquiridas y volviendo a la situación de asfixia financiera en muy poco tiempo.
    Creo, sinceramente, que sólo una política de limitación a la gran superficie puede beneficiar al pequeño comercio y la pequeña empresa, a no ser que empezemos a trabajar en una gran campaña educativa que ensalce el pequeño comercio y que explique a la gente que el consumo en éste es posiblemente la base de su seguridad económica.

    Un saludo.

  15. Roger Senserrich dice:

    Siempre se pueden establecer impuestos progresivos – y no lo digo en broma. Del mismo modo que el impuesto de circulación es más alto para coches grandes, los impuestos sobre comercios pueden ser más altos para todo lo que esté por encima de un supermercado medianejo. Por descontado, la tasa se cuenta por metros construidos del centro comercial entero.

    Ah, la crueldad.

  16. Ian Curtis dice:

    En fin, las externalidades empezaron siendo una idea importante en economía, y ahora sirve de cajón de sastre para cualquier tontería. Pedir externalidades a un centro comercial.
    Vais a terminar pidiendo externalidades a quien vaya de una ciudad a otra por el camino no exactamente más corto, que son más kilómetros y por tanto, contamina más! O a quien vaya andando más tiempo de la cuenta por la calle, que consume oxígeno de más, el desgraciado!

    El problema opuesto se produce en el comercio de barrio, una institución que genera una cantidad tremenda de externalidades positivas. Cada ordenador, lechuga o abrigo que compro en mi barrio es un desplazamiento menos hacia un centro comercial en las afueras. Cada uso adicional que tiene una calle o un edificio hace el sistema en general mucho más eficiente, ya que estamos utilizando lo que tenemos de forma mucho más intensiva. Una calle con comercios es una calle con peatones, tráfico, gente; un sitio mucho más concurrido, y muchísimo más fácil de vigilar.

    Yo creo que más bien al revés. Es más fácil de vigilar un sitio concreto, más grande o más chico, que un barrio o una ciudad entera. Cuántos delitos se producen en centros comerciales, en comparación con barrios comerciales? Si lo medimos en cuanto a número de locales, bastante menos en centros comerciales, seguro. Si lo medimos en cuanto a superficie, ya no quiero decir…
    Y en cuanto a todo el sitio que ocupan en el centro de la ciudad… mira si todos esos locales van quedando libres para otros posibles usos: se crea una tensión deflacionista en el precio de los locales de ese barrio impresionante (que vosotros, por supuesto, vereis como algo negativo, pero yo lo veo positivísimo. Es lo que tiene que uno prefiera precios bajos a altos…)

    Creo, sinceramente, que sólo una política de limitación a la gran superficie puede beneficiar al pequeño comercio y la pequeña empresa, a no ser que empezemos a trabajar en una gran campaña educativa que ensalce el pequeño comercio y que explique a la gente que el consumo en éste es posiblemente la base de su seguridad económica.

    También está la posibilidad de que no utilices tu poder coactivo para una cosa tan alejada de la política como si compro en el Carrefour o en la tienda de los agrios de mi barrio. Está también.
    A no ser que seas del sector, lo cual no me extrañaría un pelo, porque son todos iguales: los agricultores con su PAC; farmacias, notarios, estanqueros, con sus privilegios; comerciantes, 3 cuartas de los mismo…

  17. Roger Senserrich dice:

    La mejora de la seguridad viene más por que una área residencial con tráfico de peatones abundante es muchísimo más segura que una barrio residencial fantasma, o una calle ocupada sólo con coches. Un barrio marginal es un barrio de calles muertas, sin vida – mucho más peligroso.

    Ya cobramos parte de las externalidades en el transporte. La gasolina es cara por algo.

  18. Heathcliff dice:

    La gasolina es cara porque la Fiera está hambrienta.
    Y cuando la Fiera tenga más hambre, subirá más aún el IVA (que es progresivo de carajo, como todos sabemos).
    Y si tiene mnás hambre, subirá lo que sea.

    Dar otra explicación me parece ilusorio.

  19. Heathcliff dice:

    Gracias, Kantor.

    Tu explicación de lo que pasaba en EEUU en 1955 me ha parecido muy buena. Estoy reflexionando aún sobre ello.

  20. polkillas dice:

    Aunque llego con retraso, he conocido casi hoy el blog, no puedo sino señalar a Ian Curtis que sí es verdad que es más barato vigilar un centro comercial que un centro urbano, pero lo que pasa en el centro urbano es que, a la vez que vigilan los negocios, los policías vigilan las casas…
    Como bien señalan en Vicisitud y Sordidez:
    http://vicisitudysordidez.blogspot.com/2009/11/satan-es-mi-senor-parte-i-tu-vida-va.html

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