Una de las grandes verdades de la economía es que el mercado siempre gana. Uno puede poner barreras, controles y grilletes al viejo e inmutable mecanismo de precios, que al final siempre habrá, en algún sitio, alguien comprando y vendiendo lo que estás intentando regular a precio de mercado.

El ejemplo más claro de este fenómeno son los conciertos o eventos deportivos con un aforo limitado. Tenemos un bien con un nivel de oferta fijo (el número de localidades) y una demanda (cantidad de gente que quiere entradas) variable. Como no podemos cambiar la oferta fácilmente (ampliar el Camp Nou cada vez que viene el Madrid no es práctico), la demanda se ajustará a base de subir o bajar precios.

Pongamos un concierto de un grupo famosillo, estilo Radiohead o Coldplay. Siempre que tienen un concierto, las entradas se agotan en diez minutos y un montón de fans se quedan sentados delante del teclado maldiciendo la mierda de teatro y la mierda de servidores que tienen los promotores del evento. Cinco minutos después, muchos de estos potenciales espectadores estarán en Ebay, buscando entradas y pagando el doble del precio original.

La entrada era, por lo tanto, demasiado barata: había más demanda que oferta, y el precio estaba por debajo del equilibrio. Eso crea de inmediato un mercado secundario de gente que estaba dispuesta a pagar más de lo que pedían buscando a los listillos que han acaparado boletos, y sacan un beneficio de ese control artificial de precios. El artista podría estar haciendo muchísimo más dinero, pero los únicos que se benefician son los intermediarios.

Un modelo muchísimo más racional sería subastar las entradas, no venderlas. Durante tres o cuatro días, todo el mundo que tiene cierto interés en ir al partido o concierto envía su oferta. Cuando se cierra la subasta, si el teatro tiene un aforo de 3.000 se da una entrada a los 3.000 que han ofrecido más dinero, y se reparten las localidades de mayor a menor, con los matados que han hecho ofertas absurdas en primera fila. Si el artista se siente especialmente generoso, el precio cargado puede ser el de la oferta número 3.000, asignando asientos por sorteo. Si es especialmente comunista, puede reservar un número de asientos a ofertas «perdedoras», que entrarán igual (pagando un precio de reserva) no importa lo que hubieran ofrecido.

El resultado sería artistas (o equipos de fútbol) ganando más dinero, estadios y teatros llenos de forma más consistente (en partidos estilo Barça-Calatayud, con la mayoría de gente entrando por cuatro perras), y sin esos pesados que se dedican a la reventa tocando las narices. Si somos especialmente crueles, siempre podemos reservar una serie de entradas para el mismo día del concierto, para los desesperados, eliminando los últimos listillos.

¿Por qué no se hace esto en ningún sitio? Bueno, de hecho si se hace – al menos de forma indirecta. El ejemplo más claro, salvando las distancias, son las líneas aéreas y su uso de yield management para determinar precios. No es una subasta directamente (no es un mecanismo práctico en vuelos regulares), pero el principio es parecido: el precio varía según la intensidad de la demanda para un vuelo. A meses vista, es los precios son bajos, ya que los compradores serán gente planeando vacaciones y visitas familiares, muy sensibles a precios. El precio no será por debajo de coste, ya que aún tienen tiempo de vender billetes, pero no será alto. Según se acerca el vuelo, el precio sube, ya que la gente con prisas tenderá a pagar más por sistema. El día antes de un vuelo de larga distancia, sin embargo, la compañía se sacará el billete de encima como pueda, ya que mejor sacar algo de dinero que nada.

Los precios variarán de forma distinta según la distancia, congestión de la ruta y disponibilidad de alternativas, pero siempre se ajustan a la demanda prevista y el precio que están dispuestos a pagar. Los conciertos y espectáculos deberían hacer algo parecido, pero utilizando el método más sencillo de una subasta directa. La tecnología está ahí;  la única resistencia a estas alturas es puramente cultural. Sería interesante hacerlo.

Los grandes beneficiados, por cierto: artistas de culto. No importa que tengas pocos fans, si estos son unos cultistas de impresión;  gente como The Cure o Steve Miller Band se harían de oro tocando en sitios relativamente pequeños. Y sí, sé de sobras que eso perjudica a los seguidores más pobres. ¿Y? Ir a un concierto de U2, por lo que sé, no es como la sanidad o la educación – Bono no es un derecho humano. Si nos gusta regalar dinero a los intermediarios, fantástico, pero me parece que es mejor asegurar que el artista gane directamente lo que el mercado pide por él.


7 comentarios

  1. Josei dice:

    Esta entrada ha estado interesante. Y si fuera por mi, yo no reservaría nada a ningún sector. Todo subhasta al público general. Y sí, un concierto es un lujo, no un artículo de primera necesidad ni derecho universal.

  2. ¿Sería aplicable al mercado discográfico?

  3. citoyen dice:

    La idea de la subasta es bonita. En realidad, la discriminación de precios es un fenómeno que ya existe. En los estadios, por ejemplo, los diferenciales de precios entre distinta áreas no están justificados siempre porque se vean mejor.

    POr otro lado, un problema de subir los precios es que temas con un componente «emocional» importante eso podría ser contraproducente porque los fans se indignarían que los «exploten» así- al fin y al cabo, lo que ejerces es poder de monopolio. No se indignan con que los explote el reventa. Vamos, tú y yo somos un par de cínicos y entendemos qu si aumenta la demanda debe subir el precio, pero cuando la empresa no vende un bien de lujo, tiene una imagen pública que mantener. No me imagino a Florentino explicando que las entrada valen el triple, etc… porque la gente puede pagar más.

    Por último, olvidas el tema de los abonos. Los abonos son «bundling»http://en.wikipedia.org/wiki/Product_bundling o tying http://en.wikipedia.org/wiki/Tying_(commerce) que es una forma de discriminar precios: les obligas a comprar todo el pack a un precio medio. En la plaza de toros de madrid, por ejemplo, a la gente le interesa sólo la feria de san isidro, sin embargo para asegurarse que hay negocio en otoño condicionan el mantenimiento del abono a comprarlo en otoño y en san isidro. En el caso del futbol es lo mismo: te aseguras vender entradas para partidos a los que no iría mucha gente. Si tienes en cuenta que, además, la gente está más dispuesta a asistir si el campo está más lleno (nadie iría a un Real Madrid-Villacascajo de arriba si sabe que va a estar sólo él en el estadio; en cambio si sabe que hay mucha gente con el abono que irá porque básicamente ya han pagado el precio, es probable que sí decida ir si el precio es bajo)

  4. Es muy interesante, desde luego. Desde luego sería la forma adecuada de sacar los cuartos a los fanáticos. No me extrañaría que más de uno vendiese la casa por ir a un concierdo de Mamona.

    Sobre lo que dices de U2, desde luego muchos malinterpretan lo que es «el derecho de acceso a la cultura». Sin ir más lejos los llamados «partidos de interés general», como si fuese a haber una revolución si no se deja ver a la gente un Barça-Madrid. (Aun así no sería yo el chulo que hiciese la prueba.) Algunos amigos no futboleros se quejan precisamente de que alguna vez el jefe les ha puesto mala cara porque tenían que ir al médico o al dentista, pero luego ante otros a la hora de salir antes para ver un partido del mundial el mismo jefe ponía cara de «Si les digo que no igual me rajan», y tragaba.

  5. citoyen dice:

    Geografo;

    NO veo cómo; en el mercado discográfico los costes son radicalmente distintos.

    Un concierto funciona así: la «oferta de concierto» está limitada por el aforo del sitio dónde se celebra. Una vez que has alcanzado el aforo, producir una unidad más (vender una entrada más) es muy caro; como dice Egocrata; ampliar el camp nou no es muy operativo. Tienes picos de demanda y aumentar la oferta (construir un campo más grande) es muy complicado en esos picos (porque no puedes «reducirla» cuando tienes valles). Por eso, tienes que ajustar el precio en los picos y en los valles- la subasta es el mecanismo para ajustar el precio.

    El mercado de discos es totalmente distinto. Una vez que la canción está grabada, producida, etc,… puedes vender tanto como quieras siempre que haya demanda suficiente porque grabarlo en un cd no cuesta prácticamente nada. Aquí subastar no tiene demasiado sentido.

  6. Mi nombre es Sombra dice:

    Parcialmente relacionado (creo), siempre me ha llamado la atención lo del precio de la entrada en los multicines: invariablemente, el precio de la entrada es siempre el mismo para todas las salas, sea cual sea la película que den. Me ha ocurrido más de una vez ver una sala absolutamente llena y con gente deseando entrar (y que, por los motivos expuestos aquí se queda en la calle) mientras que en la sala de al lado está literalmente media docena de personas para doscientas butacas porque se trata de una película que, en principio, no interesa demasiada gente.

    ¿Por qué no se asigna un precio «dependiente» de la película? Por ejemplo, un aumento de 50 centimos sobre el precio teórico (lo que cuesta ahora la entrada tipo «café-para-todos») apenas supone variación y en la mayoría de los casos seguiría llenando la sala para la película más solicitada (más dinero recaudado), mientras que una reducción de tres euros en la menos solicitada te puede atraer a más gente y, con apenas 4 ó 5 personas más, estarías recaudando lo mismo, por lo que a nada que superes esa cifra, lo cual no parece muy difícil con un buen incentivo, son más beneficios (o menos pérdidas). ¿Por qué no se hace entonces?

  7. Roger Senserrich dice:

    Ni idea. No creo que sea tan difícil. Joder, en Barcelona hay un bar (había, al menos; no sé si existe aún) que se llama La Bolsa, donde el precio de los cubatas y cervezas fluctua según demanda. Es fácil hacerlo.

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