No hace demasiado tiempo, un servidor estaba a favor de los transgénicos. ¿Plantas que son mágicamente resistentes a plagas, pesticidas y bichos variados, y que encima crecen más rápido y mejor? Maravilloso, dónde hay que firmar.

La verdad, me temo que no era tan fácil – y sí, me parece que estaba equivocado. El origen de mi conversión, de mi vuelta al redil de la naturaleza antigua, es algo muy sencillo: los tomates americanos son una auténtica mierda.

Soy catalán, así que allí donde esté, no importa dónde, uno tiene que mostrar la gloria del pan con tomate. En Estados Unidos hacer esto es muy difícil. Cuando uno compra tomates, tienen el color, olor y tacto adecuado. Tienen un aspecto tremendo, muy apetitoso; son como la idea platónica del tomate. Lo mejor de todo, uno puede comprar tomates todo el año; parece magia. La ilusión no dura demasiado, sin embargo: una vez cortas el tomate y lo sirves en una ensalada o lo utilizas para untar el pan, el sabor simplemente no está allí. En absoluto. Ni de broma, vamos.

El tomate en los supermercados americanos es un monstruo mutante; una criatura transgénica. Los tomates son básicamente la creación de una sóla empresa Seminis, ahora propiedad de Monsanto. Un 70% de las semillas de esa planta en Estados Unidos (según estimaciones conservadoras) vienen de esa empresa – y son esta variedad de aspecto apetitoso, que puede madurar a voluntad, son inmunes a todo y no tienen gusto a absolutamente a nada. Como resultado, un catalán en el exilio viviendo en medio de ninguna parte puede llegar a olvidar el sabor de los tomates si no está sobre aviso; la única alternativa es pagar extra y comprar tomates orgánicos cuando están en temporada.

La cosa no acaba aquí, sin embargo. Gracias a una mágica sentencia del Tribunal Supremo (Clarence Thomas, por cierto, fue abogado de Monsanto. Casualidades) una empresa privada puede patentar el código genético de una planta – y como tal, puede litigar para proteger esa patente. Cuando se trata de semillas de una planta, eso se traduce en que una empresa puede prohibir a un granjero utilizarlas más de una cosecha; guardarlas es una violación de la propiedad intelectual de la empresa, y como tal, uno puede ser perseguido.

Eso no es todo, por cierto. Supongamos que un granjero está utilizando transgénicos, y su vecino no los utiliza. Si oh milagro de la naturaleza la granja «natural» recibe polen de la granja mutante y Monsanto se entera, pueden (y de hecho, lo hacen) meterte un pleito. Como tienen más dinero que cualquier granjero, acabarán por arruinarlo a base de abogados, si no se rinde antes y empieza a comprarles semillas. Venden una planta que produce a menor precio (ya que la puedes maltratar mucho más), te cosen a abogados si no tragas con ellos, y que tiene el «pequeño» efecto secundario que no tiene sabor a nada – y de hecho, es mucho menos nutritiva.

Por descontado, no es sólo cuestión de tomates. El maiz (ese horror subvencionado del que hablaba ayer) es propiedad de básicamente dos empresas (Dupont y Monsanto), creadoras de semillas mutantes que producen aún grano a costa del contribuyente. La soja es la madre de todos los monopolios, con un 90% de las plantas en Estados Unidos nacidas de semillas de Monsanto.  Y así sucesivamente.

Estas empresas nadan en dinero. Igual que las megaconcentradas productoras de carne, viven de producir cantidades ingentes de comida de tercera – enormes cantidades de calorías subvencionadas. Son un horror de lobistas, beneficios monopolísticos y creación de comida de tercera.

Me he pasado la vida hablando mal de la Política Agraria Común. Las subvenciones de la Unión Europea son un monstruo ineficiente que hace un daño horrendo a muchísima gente, pero al menos no crean un montón de incentivos perversos en el sector alimentario. El sacrosanto granjero francés será muchas cosas, pero al menos no tiene que producir monstruos mutantes que son utilizados para hacer cajas llenas de conservantes para ser rentables. Y si uno quiere tomates fuera de temporada, vendrán de la granja menos ecológica del mundo en Almeria, pero al menos tienen gusto a tomate.

España es el primer productor de la Unión Europea del único transgénico que está autorizado en la UE, por cierto: el maiz. Mejor despertemos y nos tomemos las cosas con calma.

En fin, algo no precisamente tranquilizador. Como comentaban en Food Inc (insisto, documental imprescindible), como consumidores votamos tres veces al día. Un servidor, cínico amante de la comida basura, está comprando productos orgánicos y evitando carne producida industrialmente. Es un problema serio, y sólo se arregla cambiando hábitos, no sólo a base de leyes.


17 comentarios

  1. meneame.net dice:

    La mala comida americana (problemas con los transgénicos)…

    Una nota preocupante sobre el agresivo oligopolio que Monsanto y Dupont tienen sobre alimentos básicos en Estados Unidos. La calidad de la comida desciende y los agricultores se ven obligados a cultivar semillas con derechos de autor lo quieran o no. …

  2. La (mala) comida americana (II) – Club Lorem Ipsum…

    Transgénicos. ¿Plantas que son mágicamente resistentes a plagas, pesticidas y bichos variados, y que encima crecen más rápido y mejor?…

  3. citoyen dice:

    Si lo que comentas sobre las patentes y lo de acaparar mercados a base de legal guerrilla es cierto, es algo perseguible por abuso de posición dominante -al menos en la UE, ya sé que en EUA son más gays con el antitrust y las patentes (tienes un zillón de patent thickets y puedes patentar casi cualquier cosa).

    Mi filosofía es: si el precio es alto es porque hay un abuso de posición dominante, si es bajo es porque hay precios predatorios y si es igual al de los competidores es porque están coludiendo. Yo me quiero dedicar a eso -meter artefactos de gran tamaño por el culo de los empresarios- ¿te lo dije?

  4. citoyen dice:

    O tal vez no, porque si mal no recuerdo el ámbito agrícola está fuera del campo de aplicación de la política de competencia al tener un cuerpo de reglas específico (la pac). En fin.

  5. Josei dice:

    Que una empresa se dedique a hacer el gamba porque en un país hay una muy mala legislación sobre el monopolio y la agresividad empresarial, no es motivo para decir que los transgénicos son malos per se.

    En verdad que esos tomates sean transgénicos es irrelevante, si hablamos del comportamiento de Monsanto. Y no me vengas con que si no fueran transgénicos, el resto del mundo frenaría el intento de patentar su código genético para no tener que pagar royalties, porque entonces estamos en las mismas: es problema de EE.UU. por ser tan idiotas con las patentes.

  6. Josei dice:

    Por cierto, los tomates transgénicos siguen siendo un ser orgánico, aunque te sepan a plástico. Esa distinción como que lo no criado de forma hippy guay de la muerte es una especie de Terminator comestible es estúpidamente falaz.

  7. Vellana dice:

    Sí, ciertamente no acabo de ver la relación lógica entre la transgenia, el sabor de los tomates y los problemas de patentes y la actuación de monsanto.

  8. Vellana dice:

    Por cierto, supongo que si tienes un hijo lo vacunarás, aunque las vacunas las hayan obtenido por manipulación genética ¿no?

  9. Demócrito dice:

    Josei, Vellana, hay un aspecto que no tomáis en cuenta: los transgénicos pueden ser productos de menor valor nutricional y peor sabor por un motivo sencillo: se busca resistencia, volumen y forma adecuados sobre todo, y eso se consigue a base de acumular agua en el fruto. De ahí su escaso sabor. En este aspecto, a pesar de todo, creo que el consumidor lo que necesita es información: una etiquetado con trazabilidad donde describa el origen, naturaleza y proceso de producción. Si sabe asqueroso, lo siguiente es comprar otro producto. Si te da igual y prefieres algo barato, sigue comprándolo, peor para ti. Claro que para ello hay que romper monopolios previamente.

  10. Gel dice:

    Hombre Egocrata, la mayor parte de los tomates que puedes comprar por aqui tambien saben a basicamente nada. Y no son transgenicos. El asunto esta en que no los dejan madurar, simplemente. Los cortan verdes y acaban de madurar en camaras mientras se transportan. Lo mismo pasa con la mayor parte de la fruta.

    Como ya han dicho, me parece un poco simple estar en contra de los transgenicos, asi, sin mas, por que los tomates sepan a plastico y Monsanto sean unos hijos de puta.

    Otra cosa, respecto a las semillas: ningun agricultor (excepto quiza los que se dedican a la agricultura biologica) utiliza semillas de segunda generacion. Siempre compran semillas nuevas cuando van a plantar una cosecha. Eso les asegura que estan plantando lo que realmente quieren y se evitan cruces no deseados.

    PD: perdon por la falta de acentos, escribo desde un teclado italiano.

  11. Creu dice:

    El hecho de que Monsanto deba ser destruida para acabar con su monopolio del hambre en el mundo (por que esa es la consecuencia directa de las acciones de esa pandilla de alimañas), no es la justificación para estar en contra de los transgénicos (hay otras y deberían ser discutidas una a una).
    Y, por cierto, tampoco tiene que ver con la falta de sabor de los tomates; eso se debe fundamentalmente a que se cortan verdes. Solo en una zona de producción te puedes comer un tomate madurado en su rama (y no mucho).

  12. Roger Senserrich dice:

    Tenéis razón en que el problema principal es la legislación sobre monopolio y patentes, pero lo que Demócrito es cierto: los tomates están «diseñados» para tener un aspecto precioso y sobrevivir a cualquier cosa; el sabor es secundario. Los tomates tienen una cantidad de agua increíble – realmente son sorprendentemente malos.

    Y oye, he vivido en España :-). Por muy malos que sean los tomates madurados en camión que uno come en Madrid en invierno, comparado con la basura de cirugía plástica genética de Monsanto son auténticas delicatessen.

    Sobre las semillas, el problema es que Monsanto te va a clavar un pleito si estás siendo hippy y reutilizando tus propias semillas. Sea con la excusa que tu cosecha tiene material genético suyo (vía polen), sea mediante otra basura legal. No necesitan tener razón; tienen más abogados y más dinero que tú.

  13. Pepe dice:

    Lamentablemente nos estamos dando cuenta muy tarde que están privatizando la naturaleza.

  14. Vellana dice:

    Democrito,
    yo lo que digo es que manipulación genética no es equivalente a falta de sabor. Si se busca un aspecto maravilloso será que es lo que pide el mercado, y no el sabor. Si fuera al revés, se sacrificaría el aspecto por el sabor o se buscarían ambos. En definitiva, la manipulación genética no es mala porque los tomates transgénicos que prueba Roger no sepan a nada. Tampoco digo con esto que esté a favor de los transgénicos.
    Un saludo.

  15. Roger Senserrich dice:

    El problema es que el mercado tomatil casi no existe. Monsanto es el tomate, y su prioridad es que sea bonito, barato e inmune a pesticidas. El sabor es lo de menos; nadie ha visto un tomate real en años. 🙂

  16. Burke dice:

    Ojo, no todos los tomates tienen sabor, hay tipos de tomate que directamente son agua y carne, o agua y pipas y no saben a absolutamente nada, sin ser transgénicos.

    El problema esté en la especie base que han usado para hacer el tomate transgénico, es posible que se adapte al gusto yanki pero no al español.

    En cualquier caso el problema no son los transgénicos, el problema son los monstruos empresariales que se crean con la absurda posibilidad de patentar hasta el código genético, deberían cargarse toda la legislación de patentes y propiedad intelectual en el mundo, pero en plan con asalto al Palacio de Invierno y guillotina, yo espero el día.

  17. RATKO dice:

    Varias cosillas:

    1.- En Almería se produce de todo, calidad y cantidad, desde tomates a buen precio en pleno invierno hasta el exquisito tomate Raf.

    2.- Para acabar con la dependencia de transgénicos y multinacionales como Monsanto, sólo existe un camino, la potenciación de los mercados locales y de los ciclos cortos de distribución, es decir, consumir los productos cercanos, no del propio pueblo, sino de la región o incluso el país, eliminando monopolios internacionales y evitando la proliferación de productos de dudoso orígen, y de paso evitando que países agrarios del tercer mundo pasen hambrunas por culpa de que su producción se enfoca exclusivamente a la producción industrial con destino en el primer mundo, sobre este tema recomiendo el libro de Loretta Napoleoni de título ECONOMÍA CANALLA.

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