No hay situación más engorrosa en un juego de mesa que una discusión sobre reglas. Uno está tan tranquilo comprando solares, invadiendo Rusia o tratando de conseguir ese elusivo cuatro de bastos, y sin que venga a cuento alguien empieza a quejarse que eso que has hecho no está en el manual. A veces no es más que un despiste (anda, aún tengo esto hipotecado), y las cosas se solucionan con una sonrisa y una disculpa, pero algunos días la cosa no es tan sencilla, y nos damos cuenta con pavor que acabamos de encontrar el mayor horror en una mesa de juego. El mal encarnado. El demonio vestido de invitado comeganchitos. El gran satán del dado de diez caras.

Un abogado.

Así se le llama en el mundillo friki de los juegos de rol, estrategia y simulación (si, uno tiene un pasado) al palizas insufrible que disfruta empollándose manuales y reglamentos para después tratar de agreder al resto de jugadores a base de legislación.
Alguien capaz de empollarse cientos de compendios de monstruos, ampliaciones, libracos y demás para encontrar esos agujeros en las reglas que le permiten salirse con la suya. Cualquier cosa desde una frase ambigua, una referencia perdida a cruzar dos reglas de forma totalmente contraintuitiva pero estrictamente lógica («¡nada me prohibe crear gnomos radioactivos!«) les vale; todo sea por encontrar ese agujero cuántico por donde sacar ventaja. La cuestión no es hacer que el juego sea lógico, divertido o mínimamente coherente , la cuestión es imponer pulpo como animal de compañía, o si no se llevan el Scattegories.

Entre amigos y conocidos, jugando por la honrilla y por el honor de Gondor o por la Alianza Rebelde, un Abogado no es más que un palizas irritante, que puede ser ignorado (o echado a patadas de la partida) sin excesivo problema. El problema es cuando el juego es un poco más serio, e incluye cuestiones algo más relevantes; cositas como la
composición del tribunal constitucional, la lucha antiterrorista o el funcionamiento habitual del estado de derecho.

O en otras palabras, cuando un actor en un sistema político hace de cuestionar o hacer malabarismos con las reglas del juego su táctica de oposición preferida. Aquí la cuestión es más incómoda, ya que no se puede echar a nadie de la partida, e ignorarlo no hará más que dar al abogado más campo para su victimismo. Para que el juego democrático funcione, como en cualquier otro juego que implique interacción estratégica entre varias personas, es necesario que todo el mundo tenga un mínimo de educación, y trate de utilizar las reglas de forma lógica, coherente o sensata.

Algunos en la derecha viven instalados en un cuestionamiento constante de las reglas
del juego, siempre dispuestos a criticar al arbitro cuando las cosas no les van bien. Si un tribunal les da la razón, las leyes son maravillosos y los manuales son lógicos; si no, el juego está roto, el gobierno está aplicando el reglamento como le rota, y uno no puede apoyar la invasión de Bulgaria desde el mar Negro con una flota, ya que contradice el manual del juego. Evidentemente, cuando alguien del otro lado proceder a desempolvar tomos y a sacar la artillería legal correspondiente, resulta que lo del legalismo ha dejado de gustarles.

Igual que uno no puede jugar al Monopoly con alguien discutiendo la legalidad de cada transacción a voz de grito, uno no puede esperar que una democracia funcione de manera razonable cuando alguien convierte las leyes en alambradas en constante movimiento. Eso no es hacer política ni debatir ideas, eso es lanzar gruñidos como forma de oposición. Así no se llega a ningún sitio.


9 comentarios

  1. zarevitz dice:

    Todos tenemos ese pasado. 🙂 Estoy de acuerdo contigo, pero para que se mantenga el juego y su «magia» (especialmente en los juegos de rol, al menos esa es mi experiencia) es esencial que las reglas se respeten siempre. Cuando un bicho mata al personaje de tu amigo tras una mala tirada de dados, pero entre todos le damos una nueva oportunidad para que se salve, todo el sentido del juego se rompe. Es como dar por válida una canasta que no ha entrado: entre amigos puedes hacer estas cosas, pero ya no es un juego.

    A mí me parece bien que haya personas que discutan las normas. Hay procedimientos para cambiarlas, sólo tienen que convencer a suficiente gente para ello. Incluso las propias bases del sistema se pueden ser objeto de discusión y modificación. Supongo que el problema se presenta cuando es uno de los partidos mayoritarios quien juega a ser antisistema.

  2. Egocrata dice:

    Como Director de Juego habitual en juegos de rol, siempre trabajaba con la idea que parte de la magia es asegurar que cuando alguien estira la pata lo hace por un buen motivo. Es decir, un héroe legendario no muere porque un orco cutrecillo ha tenido potra; un héroe legendario se muere aullando libertad y protegiendo a sus amigos de un troll gigante con un gran, gran martillo :-).

    La cuestión no es quien gana o quien pierde, la cuestión es no discutir de manera obsesiva si el +2 contra ataques de animales de mi armadura feral me debería proteger contra un orco ya que tiene inteligencia 4, la misma que tiene un perrito, aunque sean escalas distintas, pero las reglas nunca dicen que el orco no sea un animal y alomojó eso significa que sí lo es, etcétera, etcétera, etcétera.

    ;-).

  3. zarevitz dice:

    jeje, visto el punto. Que conste que nunca fui director de juego; conocer los entresijos de la maquinaria del juego me parecía una pesadez. Las vueltas que da la vida. 🙂

  4. Anonymous dice:

    Ego Trotsky dijo

    Veamos, la política española es como la llamada de Cthulhu. Puedes escoger entre dos tipos de personajes: Peperos o Socialistos. El resto son personajes no jugadores que adoran a [falsos] dioses milenarios y van a por los protas.
    Pandas de sectarios, vaya! Si el jugador /socialista/ juega mal y pierde cordura puede acabar con los sectarios, si bien eso despertará a los Profundos (dioses eternos delas españas) y lo arreglará todo con una somanta hostias.
    El país se salva, pero queda echo unos zorros.

  5. Avelino dice:

    ¿Estás hablado de los liberal-redentores o del PP?

    En el caso de los primeros está claro, llevan ya tiempo acusando de mega-complot universal a la policía, los jueces, los serviciso secretos franceses y a cualquiera que se les cruce. Tampoco entiendo la crítica al gobierno (enlace a LD en el texto) por una decisión que ha tomado el Supremo. ¿¿??

    En el caso del PP no lo tengo tan claro, o por lo menos no es tan estrepitoso, a pesar de que tengo ciertas sospechas.

    Vamos, tampoco me parece tan grave decir que acatan pero no comparten. Es un poco raro, eso sí, en alguien que va de serio. Pero al fin y al cabo a mí todo el tema este de Chaos no me parece muy trascendente.

    Por cierto, vean vds. una manifestación convocada
    por la AVT
    para protestar contra la resolución del TS.

  6. Tito el Elfo dice:

    Anonimo, y Shub-Nigurath que opina de todo esto?

    🙂

  7. Anonymous dice:

    Egocrata, me encanta esa comparación de los juegos de mesa, y en especial lo de los juegos de rol. Totalmente de acuerdo.

    Un saludo

    Sergio

  8. […] Partido Popular le gustan las leyes. Les encantan. Les gustan tanto, de hecho, que están más que encantados de ahogar todo aquello que no les guste […]

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